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Qué dirá el Santo
Padre
Al hablar
de cualquier religión o empresa religiosa, siempre se hace la salvedad que los
cuestionamientos no están dirigidos a las creencias, sino a la institución.
Esta postura muestra únicamente el miedo de quien la expresa. Siempre nos dicen
que hay que “respetar” las creencias, yo pregunto ¿por qué?
Las
creencias son ideas, tan ideas como decir que el triángulo tiene tres lados, o
que la democracia es la mejor forma de gobierno. Quienes viven y creen en una
monarquía o aún quienes lo hacen en una democracia, podrán cuestionar esto último, combatirlo con
otras ideas y no por eso pensamos que están faltando el respeto. Quizá la
diferencia está en que las ideas que llamamos creencias fueron rodeadas de un
halo especial, cargadas de emociones y magia, y luego algunos las quisieron
convertir en algo diferente a una idea, algo sagrado, intocable y se
arrodillaron ante ellas. Así en la visión de muchas personas dejaron de ser
ideas para pasar a ser entidades de otro orden capaces de competir con la
realidad objetiva.
No se puede
separar empresa religiosa y creencia porque unas necesariamente llevan a las
otras, forman un todo. Por ejemplo en el judeocristianismo si quitamos la idea
del mesías, todo se desploma.
Sí está
claro que no es cuestionable la fe porque es penetrar en la subjetividad de
cada persona la que está más allá de poder ser cuestionada pues no es una idea.
Con lo que sí podemos meternos es con el objeto de esa fe y con las
consecuencias que implica, con las construcciones de poder que se hacen a través de ella.
Aclarado
esto, encaremos el tema central: las empresas religiosas son creadoras y
sostenedoras de ideología, por lo tanto son entidades netamente políticas. Los
dioses, santos, ángeles, demonios, los procedimientos para contenerlos o
atraerlos a nuestro favor como son los rezos, las ceremonias, el cumplimiento
de determinadas reglas o mandamientos, las promesas y ofrendas, los votos, son
las formas de esa ideología que implica toda una explicación y sentido de la vida,
no solo de la mía, sino la de todos y la del universo mismo. De ahí que estas
empresas sean imperialistas, buscan imponer su visión como la única no solo
para sus creyentes sino para todo el universo.
Es en este
punto donde quiero comenzar la problematización. ¿cómo se puede conciliar una
idea democrática de gobierno con otra imperialista, monárquica absoluta? Todo
estado siempre estará en tensión con estas empresas, aún los monárquicos, pues
aquellas se reputan por encima de todo
reinado mundano y compiten con este por el sometimiento de las personas a su
voluntad.
Recordemos
que en la edad media, cuando la iglesia católica tenía un poder indiscutido,
eran sus jerarcas los que coronaban a los reyes mostrando de ese modo su
superioridad. Ellos crearon la idea de que los reyes eran elegidos por dios
para gobernar, a eso llamaron derecho divino. Por lo tanto debían a dios su
poder y, entonces, también a la iglesia de ese dios y sobre todo a la única
persona en el mundo que habla en nombre de ese dios, su sumo pontífice, el papa.
Es esta
idea imperial la que permite que las
empresas religiosas se crean con derecho a intervenir en todo lo relacionado no
solamente con sus súbditos-creyentes, sino con el mundo en general, se creen
con el deber de entrometerse
tanto en el ámbito social como en el político. Es así como todo creyente termina siendo
ciudadano de dos estados, el del país en que vive y el de su creencia, termina
bajo dos leyes y debiendo obediencia a ambas, o en muchos casos algunos cumplen solamente las leyes de su religión.
Siendo así,
¿cómo es posible que convivan en un mismo tiempo y espacio estos dos modelos?
La oposición solamente podrá aliviarse en aquellos negocios en que ambos,
estado e iglesia, puedan salir beneficiados o cuando sea necesario luchar
contra un adversario común, especialmente si ese adversario se opone al
capitalismo del que los estados y la iglesia son columnas. Fuera de eso la
tensión siempre estará presente.
Dentro de
estos pactos entre estado e iglesia se dan situaciones llamativas, por no
llamarlas directamente perversas en que un estado democrático sostiene a una
iglesia monárquica que rivaliza por el
poder y la obtención del gobierno. Es lo que sucede en la Argentina en la que
su Constitución Nacional dice en el artículo 2:
“El Gobierno federal sostiene el culto
católico apostólico romano.”
Son todos
los habitantes del país, el estado democrático, quienes sostienen
económicamente a una institución de la que no todos participan y en la que, aún
participando, no pueden elegir a sus
directivos ni cuestionar sus basamentos ideológicos, y que además, ya sabemos, aplica
fuerza sobre los gobiernos para obtener leyes y privilegios dirigidos a someter
a los habitantes, pertenezcan o no a esa iglesia y obtener beneficios económicos.
Si bien el término “sostiene” usado en la
Constitución implica “sostenimiento económico” y nunca concesión de un status
preferencial, ni oficial al culto
católico, sigue vigente el cuestionamiento de por qué hay que hacerlo. Esto
lisa y llanamente es indicativo de un privilegio, por lo que ya no podemos
hablar de igualdad. Y aquí es donde aparece nuevamente la señal de alerta, en
nuestra Constitución misma se halla un punto antidemocrático que busca
beneficiar a un grupo determinado de personas.
Resalto lo de
beneficiar a un grupo de “personas”, no hablo de institución o de iglesia o de
religión, porque esas son creaciones ideológicas, existen mientras haya
personas que las acepten y sostengan, el día que esto no suceda, se
desmoronarán. El dinero que se recauda, el que obtienen mediante beneficios van
hacia personas determinadas, difícilmente lleguen al cielo o tengan a ángeles
por administradores. Son las personas las beneficiadas y las que hacen uso de
todo este dinero.
Más grave que el
dinero que los trabajadores ponemos para sostener a quienes no producen y
seguramente viven mejor que nosotros, es el aporte simbólico, el poder que se
le otorga imaginariamente pero que se traduce luego en acciones concretas. Es
este poder el que les permite interponerse e impedir el cumplimiento del deseo
de la mayoría de las personas.
Dicen que este
poder y también el deber que tiene el estado de asistirla económicamente, radica en que el 90% de la población argentina
es católica. Sin embargo, cuando salimos de los números o de la cantidad de
bebés bautizados y nos atenemos a otros datos, el resultado varía y mucho. El
CONICET hizo una encuesta y demostró que la mayoría de las personas no siguen
las disposiciones de la iglesia, y no solamente eso sino que están en contra.
Por ejemplo, en cuanto a educación sexual y anticoncepción el 70 % opina en
contra de la iglesia católica, el 78% se
declaró a favor del aborto. Les recuerdo lo que dijo el expapa Benedicto 16 al
respecto: “…Puede haber una
legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y
aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto…” * O
sea que la mayoría de las personas están en abierta y clara oposición a la
autoridad papal y en el límite de ser echados.
Situaciones
similares se dan en relación a diferentes temas, entre ellos el matrimonio
igualitario, la eutanasia, el sexo prematrimonial, el divorcio vincular y las
diferentes expresiones culturales, donde la gente se expresa de manera
contraria a lo que impone la ideología católica.
El diario La Nación publicó palabras de Fortunato Mallimaci,
investigador en el tema de las religiones, quien dijo: “No hay dudas de que los
creyentes en Dios siguen siendo mayoría en nuestro país. Pero están fuertemente
desinstitucionalizados. Y no se trata de un problema exclusivo de los
católicos, sino que esto también pasa entre los creyentes de otras religiones”.**
O sea que esa mayoría del 90 % católica a poco que exploramos se disuelve.
Cada persona es
dueña de creer en lo que quiera y de reunirse con otras que piensan de igual
modo, fijar las pautas de esas
reuniones, las ceremonias y aún los reglamentos que deben cumplir para
pertenecer, otra cosa muy diferente es pretender que el estado les pague por
esa asociación voluntaria y además
también pretender que todos debemos cumplir los reglamentos que ellas, las
empresas religiosas de cualquier tipo, imponen a sus seguidores. Estos son algunos motivos que
hacen que sea necesaria una clara y completa separación entre la iglesia
católica y cualquier otra empresa religiosa, del estado.
Para finalizar
les dejo un poema de Alberto A. Arias
Ya casi un ciudadano
más
volví mis ojos hacia
ella.
alcancé a oír su
verdad
profunda y vacía y
negra:
—“Abandonad toda fe,
creencia y superstición,
amos, dioses y demonios.
Y conservad la fuerza,
la esperanza
y la libertad.”
(1985-91) de: Poemas de Lo
* Carta
de Joseph Ratzinger al cardenal Theodore McCarrick, arzobispo de Washington DC del
año 2004 en
**”La
religión con lupa científica, de los dogmas a los matices” por Lorena Oliva.
Diario La Nación del 6 de octubre de 2013. Suplemento enfoques, pág 7, Religión y
estado, estado laico, separación iglesia y estado