miércoles, 27 de noviembre de 2013

78 - Desde un sueño

78
Desde un sueño

Les cuento una imagen de un sueño, sé que era más largo, pero solamente quedó esta fotografía. Es conveniente siempre apenas soñado, aún medio dormido, escribir el sueño porque sino inmediatamente comienza a actuar el olvido. Esto que digo y aconsejo no lo hago, por eso es que de este solamente quedó una escena.
Estoy parado en algún lugar, al parecer al aire libre, miro al cielo y está totalmente negro, y veo un hacha de metal plateado. La veo enorme, como esas figuras que aparecen en los dibujos animados y que son totalmente desproporcionadas. Sentí temor pero no por mi persona, en el sueño no pensaba que ese hacha pudiera hacerme algo, sino por todo lo que me rodeaba, imaginaba que se descargaría sobre mi entorno. Hasta aquí mi recuerdo.

Como soy psicólogo no puedo evitar asociar, concentrarme en la imagen y dejar que mi mente traiga lo que quiera. Es así como de inmediato la relaciono con lo que al principio llamé “el martillo de dios”  creyendo recordar el nombre de  aquel libro que era usado en la edad media como manual para detectar y procesar a las brujas por la inquisición. Más tarde busqué en internet y en realidad el nombre es el “martillo de las brujas”.  Sea como fuere el nombre que le di, en mi sueño desde un cielo negro, amenazador, se cernía un martillo que lo viví como juzgador, acusador, destructivo al máximo. El martillo de un juez dispuesto a condenarme y esa condena sería romper todo lo que se halla junto a mí.


A este juez ya lo conozco sobradamente, es así que nuevamente me encontraba con mi vieja amiga, la culpa.

Soy de una generación en la que la culpa y el castigo jugaron un papel muy importante, podría aventurar que todos los de ese tiempo fuimos formados por medio de ella y del temor.
No me interesó averiguar más del sueño, qué importa cuál es el motivo de la culpa, cualquiera que sea es indiferente, lo importante es que ella está para amenazarme con el castigo divino, con el golpe que llegará desde el cielo y destruirá lo que me rodea y quiero.

¿Eso es lo que tendría que pagar por mi herejía?, me pregunto, tal como lo hicieron en su momento los brujos y brujas, pero ¿por cuál de todas? o con más cuidado y precisión ¿qué es una herejía? y ¿para quién lo es?

El martillo de las brujas requería de un inquisidor, la culpa para funcionar necesita una autoridad, alguien a quien temer capaz de hacernos daño a nosotros o a lo que queremos. Este es el modelo de autoridad que tenemos, tiene poder quien puede dañarnos, por eso nuestra reacción primera es achicarnos, es sentirnos culpables, malos, sucios, pecadores, incapaces, aunque no sepamos por qué. Ante el jefe, el gobernante, la respuesta es someternos, buscar dejarlos contentos, cumplir, serles leales, y sobre todo creer que son superiores a nosotros. Seguramente fue por esta razón que llamé a esa imagen del cielo martillo de dios, en lugar de martillo de las brujas, ¿qué mayor autoridad, que más grande poder o dominio puede haber que la de dios?




Mientras hay culpa no puede haber libertad porque no hay pensamiento, no hay reflexión acerca de nuestras acciones, sino una reacción emotiva que nos inunda e impide pensar. La ley, la prohibición nos cruza y desde el cielo nos señala y ya no sabemos cómo seguir. Lo peor es que quizá lo que estamos haciendo sea lo correcto, lo que corresponde, pero eso no lo podremos saber porque nos encerramos en el negro malestar.

Esta ley es como el bastón del pastor que mantiene a todo el rebaño en la misma dirección. Sí, su finalidad no es otra que convertirnos en rebaño, todas ovejas que caminan en el sentido que les fue indicado, que no se separan, que no se alejan, porque si cada una fuera por su lado, el pastor se vería desbordado, no podría contener a la multitud, se asustaría y perdería así todo su poder. Por eso, para asegurarse de que esto no ocurra, tienen a su servicio los perros, que siempre están atentos a cualquier desvío.



Esta ley también nos enseña la ilusión de la felicidad, digo ilusión porque a poco de vivirla si estamos atentos a nuestro interior, veremos que es otra forma de vacío. La ley nos dice que si nos alejamos de ella vendrá la perdición, el castigo, el infierno, pero si la cumplimos obtendremos la felicidad,  muy parecido al argumento que muchos políticos profesionales repiten cuando se las ven mal: me siguen a mí o será el caos. Es así que  creemos que nuestra felicidad es ser parte de la manada, votar a quien nos dicen, usar los mismos colores de moda que el resto, la misma ropa, decir las mismas cosas aunque sean estupideces mayores, si es posible ver las mismas películas e ir a los mismos lugares, o sea, nunca desentonar. Miramos con desconfianza a quien se atreve o no puede ser parte de este grupo. Son los “raros”, para los que hay márgenes variables, uno de ellos es la juventud para la que hay algún permiso, o ser artista, o snob, lo que no es tan fácil. Ser raro es estar en un límite muy peligroso porque en cualquier momento uno puede ser corrido al otro lado de la línea donde esta el martillo esperando.

Hace mucho vi una película de la que ni siquiera recuerdo de qué se trataba, pero una escena me marcó tanto que no la he olvidado. Recuerdo que iban una pareja hombre y mujer, de pobres labriegos chinos. Ella llevaba en sus brazos un bebito. Las  ropas de ambos marrones, en un camino polvoriento con un cielo gris, en un campo también marrón y desolado. De improviso él, alegre, dice que han tenido un hijo muy hermoso.  El miedo le cambia la cara a ella, aprieta al bebe contra su cuerpo como resguardándolo, y casi gritando dice que el hijo recién nacido es muy feo, muy flaco y enfermo, que no vale nada. El marido la mira en silencio, extrañado, entonces ella, muy bajo le dice: Si los dioses escuchan que nuestro hijo es hermoso se lo llevarán.

El miedo nos inunda, atraviesa nuestras vidas y nos impide también alegrarnos por lo que tenemos, valorarnos a nosotros mismos. Se nos dice que siempre somos pecadores, no importa qué hagamos nunca llegaremos a la medida de lo esperado, siempre la falta estará con nosotros, el error será parte de nuestro hacer, estamos condenados a la imperfección. El error, la equivocación no es parte del camino, no es una oportunidad de aprendizaje, tampoco una característica humana como tener cabeza, sino se nos dice que es la marca que nos señala como imperfectos, como dañados desde el vientre materno. Nacimos con “pecado original” aún recién llegados al mundo ya estamos marcados y cargamos sobre nosotros la muerte de un Mesías. Por eso no merecemos la alegría, no merecemos estar orgullosos de nosotros mismos, contentos por ser lo que somos, porque se nos enseñó que lo que somos es malo, es pecado, es desviado, es enfermo, en definitiva, es malo.



Por eso la alegría, el placer y la distención no son buenas consejeras se nos dice. Y son malas porque nos distraen de nuestro pecado, de la culpa constante que debemos sentir. ¿por qué vivir una vida alegre si no la merecemos? ¿por qué disfrutar de nuestro cuerpo si el deseo es malo?  Nos distraen, nos alejan del trabajo duro, de las responsabilidades, de cumplir con lo que nos fue impuesto.


En cualquier momento caerá el martillo divino para destruir nuestras esperanzas, los amores, los placeres, y los únicos culpables, aún de nuestra desgracia, seremos nosotros mismos. No hay manera de escapar de esta condena, solamente la redención puede venir por:

Obedecer….. obedecer….. obedecer…..


Soplando en el viento
Bob Dylan

Cuántos caminos una persona debe caminar
Antes de que lo llames un hombre?
Cuántos mares una paloma blanca debe  navegar
Soplando en el viento 2. Laura Benchetrit
Antes de que duerma en la arena?
Cuánto tiempo tienen que volar las balas de cañón
Antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, mi amigo, esta soplando en el viento,
La respuesta esta soplando en el viento

Cuántos años puede existir una montaña
Antes de que este descolorida por el mar?
Cuántos años puede la gente existir
Antes de que se les sea permitida la libertad?
Cuántas veces un hombre puede voltear la cabeza
Pretendiendo que no ve?
La respuesta, mi amigo, esta soplando en el viento,
La respuesta esta soplando en el viento

Cuántas veces un hombre debe alzar la vista
Antes de que pueda ver el cielo?
Cuántos oídos debe tener un hombre
Antes de que pueda escuchar a la gente llorar?
Cuántas muertes tendrán que pasar hasta que el sepa
Que mucha gente ha muerto?
La respuesta, mi amigo, esta soplando en el viento,
La respuesta esta soplando en el viento


Soplando en el viento 3. Laura Benchetrit



La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

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martes, 19 de noviembre de 2013

77 - Soy moral ¿y qué?

77
Soy moral ¿y qué?

Hace muchos años escuché hablar de la ley del péndulo pero no me dediqué a averiguar siquiera si existe, por lo que no sé si tiene algún valor científico. De todos modos me sirve para explicarme algunas cosas. Esa ley dice que una sociedad, con el correr del tiempo,  de un extremo pasa al opuesto, y así sucesivamente, hasta que poco a poco se va centrando. Realmente es una explicación simplista. Podría preguntarme quién define lo que es un polo y cuál es el centro, o si el centro no será un nuevo polo. De todos modos, como no escribiré ningún libro ni ninguna tesis al respecto me conformo con que me sirva para el tema de hoy.


La sociedad occidental pareciera haber estado en uno de los polos durante la edad media, para luego ir deslizándose, perdiendo rigidez, modificando conceptos, abriendo otras posibilidades, hasta llegar a nuestra época que bien podría estar muy cerca o ser ella misma el polo opuesto. Estoy hablando de la moral. Desde la estrictez de la edad media que llevaba hasta la muerte a quien no cumplía determinadas normas (claro, siempre y cuando no estuviera en el poder) hasta este momento en que se pretende dejar de lado absolutamente todo lo que esté relacionado con la moral.

No pierdo de vista que estos cambios han sido producidos por las modificaciones en la sociedad que trajo el capitalismo, hasta llegar a este tiempo declaradamente neoliberal. Las ideas morales surgen de la práctica capitalista como un modo de afianzarlo y sostenerlo dándole una pátina de cierta legalidad.

En la edad media la moral era establecida por la iglesia católica en íntima unión con el poder feudal o monárquico, de ahí que infringir la norma implicaba también una sanción terrena, no solamente la maldición del infierno. A partir del Renacimiento las cosas van cambiando, los factores de poder se van modificando, la burguesía asciende, la moral entra en rápido cambio. La idea de dios va perdiendo su lugar central lo que implica que la sociedad paulatinamente se va reformulando de manera laica, proceso que en nuestro país todavía no ha llegado a completarse, lo que se demuestra en la puja para que definitivamente se imparta educación sexual en todos los niveles escolares, se quiten signos religiosos de los edificios públicos,  se cumpla con la voluntad popular en relación a la despenalización del aborto.

Si en aquel momento lo central era la idea del dios cristiano y su poder era la iglesia católica, con estas modificaciones se podría pensar que lo central hubiese pasado a ser la persona humana,  un verdadero humanismo, pero no es así, lo medular pasó a ser el capital y su poder el financiero.

El combate entre don Carnaval y doña Cuaresma. Pieter Brueghel el Viejo. 1559

El neoliberalismo muestra claramente este punto: el capital debe reproducirse, acumularse, el fin justifica los medios, el mercado lo es todo, no debe haber restricción para la libre circulación de bienes y finanzas, todo puede justificarse en el marco de un contrato entre iguales, la sociedad es producto de un contrato de este estilo al que alguien le puso por nombre el “contrato social”, el valor primero es la libertad (aclaración: se trata de la libertad del mercado, del tránsito de bienes, no de las personas. La libertad de estas está supeditada a las necesidades del mercado), “todo tiene un precio” o sea que puede ser comprado y vendido, todo, incluso los humanos, es mercadería y en definitiva todo vale porque “negocios son negocios”.

Obviamente, en este cuadro que he expuesto sumariamente la  moral no tiene ninguna cabida, al menos la moral humanista por no hablar de la religiosa. Para gran parte del pensamiento actual hablar de moral es decir malas palabras, quien se atreva a hacerlo es inmediatamente acusado de ser un religioso fundamentalista o alguien atacado de una grave melancolía.

Este no es el único tema tabú, también lo son los llamados grandes relatos, las ideas que pretenden presentarse como “verdades”, los pensamientos que buscan ser abarcativos, las ideologías, pues estas han sido declaradas muertas, la objetividad también ha desaparecido.

Recuerdo en relación a esto acerca de qué es lo verdadero, el encuentro del Jesús cristiano con Poncio Pilatos, 


La torre de Babel. Pieter Brueghel el Viejo. 1563


Jesús decía: la verdad los hará libres. 
Yo soy el camino, la verdad y la vida

Pilato  pregunta: ¿qué es la verdad?


Si no hay una verdad, si nada puede ser tenido como único e indubitable, tampoco hay principios que sean valederos en todo el mundo y para todas las personas.


Como decía, actualmente muchos reniegan de lo moral, incluso usan como descalificación o hasta una manera de insultar el decirle a otro que es moral o moralista. De ese modo pretenden colocarse ellas mismas en un lugar  por fuera del planteo ético, como si ese punto pudiera existir. Salvo que seamos psicópatas, trastorno psicológico que dentro de sus características tiene la amoralidad, o sea que la persona carece de todo principio moral. Los conoce, sabe muy bien lo que socialmente está establecido como bueno o malo y las consecuencias que le puede traer no acatarlos, reconoce el daño que puede hacer una conducta determinada a otra persona o grupo, pero para él nada de eso tiene valor, no usa este conocimiento para determinar su actividad. Cumplirá las normas vigentes para moverse con tranquilidad en la sociedad y las violará todas veces que lo crea  necesario para obtener sus fines personales. Salvo que seamos una persona con estas características, los restantes tenemos moral, es parte constitutiva de nuestra subjetividad,  toda conducta refleja de alguna manera nuestros principios y es imposible que no lo haga. De ahí que suponer que se puede hablar desde una postura no moral es totalmente falso. Quienes dicen esto y acusan a otros de morales o moralistas, simplemente lo que tratan de hacer es ocultar su propio pensamiento, seguramente porque suponen que de ser conocido no será aceptado y su maniobra no tendrá éxito.

Para poder comprender adecuadamente este tema de los valores  es necesario incluir la idea de diversidad. Muchas veces decimos que tal o cual persona es inmoral cuando actúa de determinada manera. Si bien puede serlo, puede ser un psicópata, lo más probable es que digamos eso porque piensa y actúa de manera diferente a como lo haríamos nosotros, no nos damos cuenta que tiene principios diferentes a los nuestros, incluso pueden ser antagónicos. Si estamos muy identificados con nuestra moral, si no estamos abiertos a comprender que existen otros valores o a veces son los mismos pero interpretados de diferente manera, es hasta probable que nos enojemos mucho con esa persona, hasta podemos tomarlo como algo personal y sentirnos atacados y responder violentamente.

A lo que apunto es a mostrar que siempre se actúa desde una posición moral, y que eso no está mal, que eso no es enfermo, sino precisamente es parte de la integridad de nuestra humanidad, de ser coherentes entre lo que sentimos, pensamos y hacemos.  Acusar a alguien de moral o moralista es precisamente ser fundamentalista, es creer que hay un único y verdadero modo de pensar, que quien lo hace de otro manera debe ser desacreditado y eliminado de la discusión mediante la calificación de su palabra para que no sea escuchada. Del mismo modo sucede  cuando se tacha a alguien de “loco” pretendiendo que a partir de ese momento todo lo que diga sea tomado como una locura, o sea, no tomado en cuenta.

Decir por ejemplo: Derechos Humanos, es hacer una definición moral porque ellos son una base ética para el desarrollo del mundo. Su enunciado básico es el de la “dignidad”, aquello que diferencia a la humanidad del resto del universo, de la creación,  aquello que da cuenta de esa distancia infinita.  Libertad e igualdad son valores que surgen directamente de ese principio. Es en base a estos Derechos Humanos que pueden determinarse conductas antisociales, como los delitos de lesa humanidad y pueden marcarse derroteros, metas, muchas veces lejanas pero que indican el camino a seguir para una calidad de vida más plena.


Mural de Vera Zanetti

En esto es en lo que veo la acción de la ley del péndulo. Desde aquel momento regido por la moral eclesiástica, el péndulo osciló y ahora está en un punto casi antagónico. Gran parte de la resistencia a reconocer una moral tiene que ver con  poner un límite, establecer un alejamiento de la presión religiosa que trata de imponer sus principios. Incluso por esto mismo se trata de hacer una diferencia entre moral, que representaría ideas religiosas, y ética, que estaría significando otras laicas. El error consiste en identificar los valores con una determinada religión.

Esta superficialidad establece pautas rígidas que nos privan de poder analizar y tomar lo mejor de cada postura. No necesariamente toda idea por provenir de una fuente religiosa es negativa como no toda idea laica es positiva para la convivencia y desarrollo humano. Los Derechos Humanos son un ejemplo de esto, donde conviven principios de diferente extracción y que se consideran válidos para toda la humanidad más allá de sus creencias.

La dignidad del ser humano, que en términos muy simples y recortados puedo resumir en que significa que nadie puede ser usado para ningún fin ajeno a él mismo, que no estamos en el planeta para servir a otros,  que no estamos en función de un estado, de un gobierno, de una empresa, de un país, que nuestra integridad física, psíquica y social son parte de esa dignidad y que por lo tanto no pueden ser violadas. La igualdad no tiene ninguna condición, todos somos iguales desde el momento de nacer humanos por lo tanto nuestro derecho a la libertad surge de esta igualdad. Si todos estamos en el mismo nivel, nadie puede restringirme. 
Claro que  es muy teórico, todavía estamos muy lejos de poder llegar a hacer de esto nuestra vida diaria,  es necesario que nos levantemos, que reconozcamos nuestros derechos, que los hagamos cumplir, que impidamos las violencias de todo tipo que representan la ley del más fuerte por la que se anulan  la igualdad y la libertad.

Aceptar nuestra moral  y la de todos como distintas pinceladas de este cuadro colorido que es la humanidad es un paso necesario para comenzar este camino.



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domingo, 17 de noviembre de 2013

76 - ¿Lo Necesito? 2

76
¿Lo Necesito? 2

Que simple es eso de “ir de shopping”, salir de compras, entretenerse mirando vidrieras, buscar el color de moda, la línea que se usa esta temporada, y hasta el perrito que será mi mascota, pero no cualquiera, sino ese que hoy se usa. Esto parece casi ridículo de tan inocente, de tan infantil, como quien pretende superar su aburrimiento existencial o su depresión comprándose una camisa o un reloj.




Apenas pequeños detalles, tampoco tan seguido, al fin y al cabo trabajo para eso, por qué no darme un gusto, es para sentirme bien, hacerme un mimo, lo necesito….!!!



Cada ciudadano europeo consume una media de 26 kilos de aparatos de todo tipo: computadoras, teléfonos, televisiones, electrodomésticos en general.




Esto aparentemente tan inocente tiene un enorme impacto en la humanidad y en el medio ambiente. Con cada compra empujamos un poquito hacia abajo a los países empobrecidos. Digo empobrecidos en lugar de pobres porque su actual situación es resultado de siglos de colonialismo, de explotación de sus tierras y personas, de destrucción. Algo que nuestros nietos nos reprocharán cuando les dejemos una tierra desnutrida por la soja, aguas contaminadas, aire con polución, en lugar de bosques tierras desérticas y en lugar de glaciares piedras gastadas.
El cobre, aluminio, hierro, plomo, cobalto, zinc, manganeso, bauxita, cromo, uranio, oro y  diamantes salen del sur del planeta tierra, de nuestra América latina, del África, región que ya da de comer al norte teniendo muchos de sus habitantes desnutridos, y que también dará el agua.

Todo esto crea riqueza y mucha, proporciona buenas condiciones de vida pero no para quienes son sus legítimos dueños, porque en nuestra América y en África hay personas que mueren de hambre.  La población actual del planeta es de aproximadamente 7.200 millones de personas, y se produce alimentos para 12.000 millones ¿entonces? Argentina produce alimentos para 300 millones y sin embargo hay niños desnutridos, nuevamente pregunto ¿qué pasa? Hay algo que no cierra, alguien se queda con una parte importante.
La responsabilidad no es solamente de las empresas, de los gobiernos, sino también nuestra, porque somos las personas comunes las que compramos esos kilos de aparatos, las que dejamos que se sigan cortando árboles, sembrando soja transgénica, instalando minería contaminante, destrozando la tierra buscando petróleo en lugar de probar otras fuentes energéticas.



Lo mismo sucede con las personas, que para este sistema dejan de serlo para convertirse en obreros esclavizados con sus días contados como los mineros que buscan oro con arsénico y cianuro que en cinco años los matará, o convertidos ellos mismos en mercadería como las niñas vendidas por sus familias o directamente robadas para ser llevadas a la prostitución, o los niños soldados de los narcos, o los consumidores que al mismo tiempo venden drogas.

Empresas transnacionales de enorme poder, tanto o más que el de muchos gobiernos, o sus filiales disimuladas como inocentes ongs, e incluso organizaciones como ONUsida que da muchísimo dinero para luchar contra el sida solamente a organizaciones de personas en prostitución que se resignan a seguir en esa vida y además deben autotitularse “ trabajadoras sexuales”-

Mientras los países del sur sigan siendo débiles y dependientes, mientras no puedan decidir por ellos mismos, mientras nosotros, quienes somos la razón y sentido de los países y gobiernos, no veamos la realidad de frente, no veamos que el consumo nos esclaviza, que los gobiernos nos siguen entregando, que nuestro silencio somete, toda esta situación no tendrá fin.

Me han escuchado seguramente decirlo muchas veces, la pobreza no es natural o un accidente, es el resultado de un sistema muy bien organizado y aquellos que se benefician no tienen ninguna intención de cambiarlo. Es inútil seguir esperando, pedir a los poderosos que tomen conciencia es como esperar que una estatua hable.

Pareciera que en nuestra época junto al pensamiento racional que nos ha permitido avances inimaginables especialmente en lo tecnológico, coexistiera otro, arcaico, alejado de la lógica y perteneciente a terrenos linderos a la magia. Para este pensamiento, al que apunta el sistema y se ve con claridad en las publicidades y en las campañas electorales, los objetos tienen casi vida, pueden hacer o hasta superar a los humanos, y en ellos radica nuestra superioridad. Las imágenes y frases son simples, reiteradas una y otra vez, bajo distintas formas y representando a diferentes candidatos u objetos que pretende vendernos, y apuntando a ese pensamiento, diciéndonos una y otra vez que esa persona o esa cosa solucionarán nuestra vida, resolverán nuestros problemas, nos darán brillo a los ojos de los demás.

La contracara de esto, es que las personas parecen comenzar a depender de los objetos, en muchos casos la autoestima depende de la marca del coche o de la ropa que se tiene, del valor del celular, del nombre del colegio o universidad pago. Las cosas y especialmente el dinero se convierten así en objetos mágicos, capaces de abrir o cerrar puertas. Sobre todo el dinero en el capitalismo es el falo, el poder, lo que permite que se pueda hacer algo, incluso someter a otras personas, usar el cuerpo de otro para obtener algún beneficio, comenzando por el sexual.
Pareciera que esos objetos que esos candidatos tienen un enorme poder de seducción, que nos llaman, que nos convocan a que las compremos o votemos. Entramos a un mundo encantado en el que se ven formas y colores luminosos y se oculta que son inanimados, que nada pueden, que su supuesta atracción está dada por las condiciones de pseudo necesidad que nos fueron creadas, por las promesas de felicidad y completud rápida y al alcance de cualquier tarjeta de crédito. De este modo perdemos nuestro señorío, dejamos de ser amos para ser nosotros mismos objetos, billeteras andantes a las que tentar para que depositen sus preciados billetes.



En muchos comercios lo que se compra, no importa que sea  algo tan pequeño que quepa en una mano y quizá de escaso valor, lo ponen en grandes bolsas de cartón o papel, de colores fuertes, con la marca bien notoria de modo tal que vamos por la calle, por el mundo, haciendo saber que somos compradores, que hemos logrado acercarnos al cielo y arrancarle un pedazo que llevamos en esa bolsa.


La historia del rey Midas parece un anticipo de lo que será el capitalismo. Midas era una persona rica, pero también codiciosa, no le alcanzaba su fortuna y deseaba más. Por haber cuidado al tutor de Dionisios, este dios le ofrece el don que Midas pida, así fue que le concedió que todo lo que tocara se convertiría en oro.
En el camino de regreso a su palacio, Midas rompió una pequeña rama de un árbol, y de inmediato esta se convirtió en oro, tomó algunas piedras y sucedió lo mismo. Ya en su palacio tocó pilares y columnas,  los muebles y vió que todo se convertía en oro ¡!!

Midas ante Baco. Poussin


Pasada la primera emoción tuvo sed y hambre y 
pidió su comida, pero grande fue su frustración 
pues al tocarla esta también se volvía metal.

Cuando su pequeña corriendo llegó a abrazarlo y ella también se volvió estatua de oro, su frustración se convirtió en profundo dolor.





Resumiendo la historia, Midas le pide a Dionisio lo libere de este supuesto don, a lo que accede el dios.
La escena de esta historia que me parece significativa  es esa cuando es tocado por su hija y esta se convierte en estatua de oro. Es representativa de lo que vengo diciendo. Ya no es posible estar en contacto con lo humano, con lo sensible, las relaciones de afecto desaparecen, todo se convierte en objeto, todo pasa a  ser mercancía y a tener un valor. 

El castigo de Midas. Clerck













Acá podemos hacer un cruce con el patriarcado. El varón accede a un precio alto como mercadería adquiriendo sobre todo poder económico, luego pueden venir títulos, cargos, pero si se tiene el oro esto otro no es tan importante, mientras que la mujer adquiere mayor precio mediante su sometimiento y docilidad, y teniendo el cuerpo que se vende esta temporada. El mayor ejemplo es el de la prostitución donde la persona desaparece por completo, es solamente una mercadería, un objeto para ser usado mediante un precio. Es aquí donde la objetivación es más clara, pues lo que se paga, lo que se compra no es un mueble, una información, un alimento, es el uso de esa persona para la satisfacción del mal llamado cliente. Por eso la prostitución queda afuera de la explotación a la que todo trabajador es sometido, porque aquí no hay fuerza de trabajo que se venda. A tal punto la persona es eliminada del horizonte comercial que muchas personas en prostitución y quienes no lo están también, hablan del “cuerpo”, el argumento es que con su cuerpo pueden hacer lo que quieren, como si se dijera que con esta silla en que estoy sentado puedo hacer lo que se me venga en gana porque es de mi propiedad. No hay dudas que se trata al cuerpo como un objeto, como una silla, y como si nada tuviera que ver con las personas. 

Partimos de algo que parece tan inocente como comprar lo superfluo para deslizarnos en el consumismo, que termina siendo como aquellas trampas en las que el dulce es la carnada que atrapa a la víctima.





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75
¿Lo Necesito?  1

Comencemos con algunas cifras aproximadas solamente para tener una idea del tema:

760 millones de personas en el mundo no tienen acceso al agua potable. Tengamos en cuenta que ahí también están incluidas muchas personas argentinas.

Alrededor de 47 mil personas mueren de hambre diariamente.

Casi cerca de 900 millones de personas se hallan desnutridas, repito, 900 millones.

El peligro de hablar de cantidades, como estas, es que se disimula la magnitud del problema, se habla de miles o millones y eso ayuda a que no se vea a las personas, al dolor del hambre, de las enfermedades y las muertes.

Las palabras también podemos usarlas para no darnos cuenta de la magnitud de este verdadero genocidio del que no es solamente responsable un gobierno, sino todos los gobiernos del mundo y el sistema ideológico-económico que es el capitalismo neoliberal.



“Morir de hambre” para algunos de nosotros es una metáfora que podemos usar cuando un vacío en el estómago nos recuerda que necesitamos comer,  muy alejada de la realidad de lo que realmente significa la muerte, la agonía, por falta de alimentación.

No voy a hablar acá de lo que significa la desnutrición, se ha hablado ya bastante y se ha hecho poco o nada. Lo que sí me interesa es poner en relación dos datos, el de los 900 millones de personas desnutridas con este otro: en el mundo hay 1.600.000 personas con sobrepeso, casi el doble. Mientras algunos no reciben aportes suficiente que les permitan vivir, otros tienen exceso. Recuerdo ahora que en Haití, luego de la catástrofe del 2010, las madres hacían “galletitas” de tierra para que sus hijos comieran y no sintieran el dolor del hambre, para que sus pancitas recibieran al menos algo.

Si bien el sobrepeso no significa mejor nutrición, es indudable que la posibilidad de ingerir comidas es muchísimo mayor.

Este es un dato indudable de la desigualdad de condiciones en que los humanos vivimos. Esto mismo lo podemos repetir con otros datos, por ejemplo, el acceso al agua potable, a la salud, al trabajo, a la educación. Mientras en algunos sectores del mundo sobra y es despilfarrado, en el otros falta y lleva a la enfermedad y la muerte.


Esta desigualdad a esta altura de nuestra cultura, de los logros obtenidos, no puede ni debe ser considerada natural. Ahí donde vemos a alguien padeciendo hambre, sufriendo una enfermedad que actualmente puede ser combatida, no teniendo educación, estamos viendo un producto del accionar humano, no es algo natural, no tiene que ver con los pueblos o los continentes sino con la violencia, con el genocidio lento. Siempre que vemos a una persona en esas condiciones debemos saber que hay otra que la esta depredando, que se está quedando con su parte de vida.

Todo esto tampoco es nuevo ni desconocido, sabemos que es producto del sistema capitalista, que la acumulación de riqueza exige no detenerse nunca y que todos los medios sean tomados como lícitos, no importando el daño que puedan causar si se logra el fin de la acumulación del capital. Un ejemplo también conocido son los laboratorios que experimentan con permiso o sin él, en seres humanos sus productos. Pero cuidado en hacer caer toda la responsabilidad en ellos, porque para hacerlo necesitan la complicidad de médicos que sin advertirle a sus pacientes les dan la medicación y con los resultados llenan las planillas que remiten a los laboratorios y esto a cambio de una comisión o premios importantes, y también debemos incluir a funcionarios y organizaciones no gubernamentales. Otra modalidad en la que no me detendré, que muestra que para el capitalismo el fin justifica los medios, es la guerra.

Esta acumulación desenfrenada no solamente es propia de las empresas, de las organizaciones, de los gobiernos, sino también de cada uno de nosotros, es lo que llamamos consumismo.

Hagamos la primera diferenciación: consumir es necesario para la vida. Como seres vivos necesitamos imprescindiblemente de recursos que deben provenir desde el exterior, tanto físicos como psícosociales, necesitamos comida, oxígeno, agua, vestimenta, sol, tanto como cuidados, respeto, valoración, amor, medios para el desarrollo intelectual. Estos recursos son los mínimos y apuntan a cubrir nuestras necesidades, implican una profunda conexión con el medio ambiente del que proceden esos aportes. No hay modo de separarnos de lo que está más allá de nuestra piel porque sin eso no podríamos seguir vivos.
Esto es muy diferente al consumismo, que es una elaboración posterior, que puede estar basada o no en nuestras necesidades, y que es netamente cultural, social.

Cada vez que escucho a un político profesional hablar de “incentivar el consumo” o que toma como medida de “progreso” o “crecimiento” el aumento o disminución del consumo, suenan mis alarmas para indicarme que estoy en zona de peligro. Una vez satisfechas las necesidades vitales, el crecimiento o el desarrollo personal no pasan por cuánto ni por qué se consume. Al igual que el rating televisivo no es indicador de la calidad de un programa, el nivel de consumo no señala el grado de sabiduría, de comprensión, de empatía, de solidaridad, o de buen vivir, para no hablar de “felicidad”, que una persona ha alcanzado. Esos políticos profesionales mienten porque lo que quieren imponernos es el consumismo, no buscan que tengamos agua potable, sino que sea embotellada, de determinada marca, con o sin sales o minerales, con o sin gas, y dos litros por día, a nuestra sed también le han puesto una medida; y ya no alcanza con tener un televisor, lo mejor son varios, y si es posible inteligentes, y además teléfonos celulares de última generación. Seguramente para eso tendremos que tener una tarjeta de crédito y llenarnos de cuotas, y tendremos que trabajar para cubrir esas deudas que seguirán cuando nuestro celular se haya roto o haya quedado desactualizado y así se construye el círculo infernal que seguirá aún más allá de nuestra muerte porque las cuotas seguirán, por eso mismo cuando nos dan un crédito cualquiera aunque no lo sepamos, también estamos comprando un seguro de vida a favor de quien nos dio el crédito, no sea que muramos y la empresa pierda dinero.

Para el capitalismo la falta de trabajo no implica sufrimiento de la gente, sino falta de capacidad de compra, el que no trabaja no gana y por lo tanto no puede comprar, por eso mismo no interesa a este sistema  el excluido,  el que está por debajo del nivel, el paria.

Las empresas obtienen su ganancia del trabajo ajeno y también imponiendo pautas de consumo, vendiéndonos sus productos innecesarios, superfluos, y muchas veces que van francamente en contra nuestra salud. Esto lo logran distorsionando nuestra idea de las necesidades, haciéndonos creer que ellas son múltiples, feroces, que deben ser satisfechas urgentemente, y que nuestra felicidad depende de eso. Cada publicidad, cada vidriera, nos están indicando esto, seremos jóvenes, hermosos, sanos, tendremos miles de amores y sexo a disposición, siempre con una sonrisa, con ropa suntuosa y perfumes capaces de conmover al mundo.


El budismo dice que una de las causas del sufrimiento es el deseo. La solución no es consumir más, buscando inútilmente agotarlo porque jamás lo lograremos, sino algo más simple, dejarlo de lado. La felicidad ilusoria puesta en las cosas o personas nos lleva necesariamente a la frustración y sobre todo en una  época signada por el rápido envejecimiento de todo, y este resultado, esta infelicidad, en lugar de hacernos parar y reflexionar acerca de qué estamos haciendo, el sistema nos dice que al contrario, debemos salir a buscar nuevos objetos, nuevas sensaciones, nuevas formas y colores, huir de nuestro interior hacia algo que nos dice esta afuera, en algún lugar, en algún objeto. Este es el nuevo paraíso prometido por la religión empresarial, con sus mandamientos de oferta y demanda, con el dios mercado. El  pecado es no consumir. Un  jugador de fútbol famoso ante la dificultad de encontrar un pasaje de aéreo dijo, aunque para su beneficio, por ahora, no lo hizo: no importa, puedo comprar un avión.  

La desatinada persecución de estas ilusiones no nos hace más felices, al contrario, más frustrados porque es mucho más lo que deseamos y no podemos tener, o lo que tenemos y ya no nos interesa, también rompe con el medio ambiente al depredarlo de manera inexorable, y también con lo social al ser causa de exclusión, de creciente desigualdad, de la desnutrición, prostitución, ignorancia, de la enfermedad y la muerte.

Al principio en cifras dije que cerca de 900 millones de personas se hallan desnutridas mientras 1.600.000 tienen sobrepeso, este resultado no es individual sino social, es la aplicación de políticas que desconocen a las personas, que están en función de las empresas y capitales.

No es raro que uno de los mayores daños de nuestro momento sea el consumo de drogas, de alcohol, la sobremedicación, el exceso de comidas y bebidas chatarra, la medicalización aún de los simples cambios de todo ser vivo.

Culpamos al drogadependiente, a su familia, y lo mandamos a una clínica que cobra muchísimo dinero por “recuperarlo”,  para no ver que él es la parte visible de una enorme empresa, y que esta empresa incluye a políticos profesionales, policías, jueces, y que lava su dinero en negocios lícitos y aún en donaciones caritativas, y que es parte fundamental del sistema capitalista que nos impulsa a consumir, o sea que es quien en definitiva llevó a ese niño, a ese joven a consumir drogas.

Al contrario delo que nos dicen, consumir lo innecesario nos causa daño y también a otros.







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lunes, 11 de noviembre de 2013

74 - ¿Democracia?

74
¿Democracia?

Muchas veces me he preguntado si la democracia es, en realidad, la mejor forma de gobierno conocida y no he sabido responderme. Quizá eso se debe a que, desde mi punto de vista, no hemos llegado a una situación democrática. Estamos muy lejos del gobierno en el que las decisiones son tomadas por el pueblo, y, por lo tanto, en función del pueblo mismo.

Mafalda. Quino

Podríamos decir que estamos  todavía inmersos en un sistema casi de caudillos, donde el poder se ha convertido en una carrera que comienza con los jóvenes en pintadas callejeras o repartiendo volantes para luego ir escalando por distintos puestos y terminar en la legislatura o la presidencia, o en su defecto, en algún puesto tribunalicio. Esta carrera burocrática  rompe con las personas de la calle, los comunes que somos todos nosotros, y convierte al joven que quizá tuvo verdaderos ideales, en alguien que busca exclusivamente su propia satisfacción, que juega un ajedrez en el que las piezas son personas o enemigos u opositores y también, aliados.  Y quizá este sea el objetivo de toda burocracia, separar al “funcionario” de la gente común, alejarlo, hacerle creer en una supuesta superioridad y capacidad de “dirección” , hacerle creer que ha llegado a ese puesto para cuidar los intereses de su “clase política” y de quienes lo apoyan.  Desde esta visión, si se acercan a las personas es para usarlas como apoyo, para obtener ideas que les aporten más votos que les permitan seguir en su sillón o alcanzar otro más importante y para “legitimar” su poder. El ideal oculto sigue siendo el de la monarquía, quedarse en el poder toda la vida y si fuera posible trasmitirlo en herencia a sus hijos o parientes.

Es paradójico que cuanto más hablan de los “problemas de la gente”, de “buscar soluciones”, de “escuchar”, de “andar la calle”, más lejos están de todo esto y menos parece importarles.

Muchas veces me detengo a escuchar los discursos y ver los actos como un espectáculo o como una clase de psicología social. No importa lo que dicen, en general es sumamente pobre y si tuviéramos un vecino que cada vez que lo encontramos nos hablara así, saldríamos corriendo, y hasta podríamos pensar que tiene algún problema mental. Lo que me gusta ver es como está armado el espectáculo, los gestos, como van subiendo la voz hasta terminar casi en un grito que coincide con el momento en que los redoblantes y bombos suenan y es la señal para que la gente grite y aplauda. O sea toda una estrategia de manipulación que trata de mostrar precisamente lo contrario a “la escucha”, pone en evidencia que lo que ellos buscan es ser escuchados y seguidos.  Esos actos son un muestrario de la pobreza de ideas, los pensamientos  no existen las que aparecen son frases publicitarias vacías que pretenden tener un contenido político cuando en realidad son repeticiones y si no fuera por toda la parafernalia que las disimula, hasta serían ridículas. También son un ejemplo  de la obsecuencia, del sometimiento de los “dirigentes que acompañan” y de su modelo de ciudadanía,  como si tener a toda esa gente reunida con banderas, y respondiendo a las señales como autómatas, representara para ellos la  virtud ciudadana, como si eso fuera la democracia.

Y para esto es necesario no tener límites éticos, la mentira, promesas que sabemos nunca serán cumplidas, pactos escondidos, negocios ya acordados, besos a niños y gente mayor, abrazos a trabajadores, todo puede ser usado para la manipulación, para obtener sus metas que no son otras que sostenerse en el poder.












Muchas veces escuché decir que “el poder corrompe” y esto es tirar la 
pelota afuera, es buscar una excusa que perdone anticipadamente a quienes son y serán nuestros verdugos. El “poder” no es una persona, no es una entidad como un demonio o algo similar, que esta acechando, esperando que  un alma cándida pase a su lado  para pervertirla, para  ensuciar al inocente joven que  se inicia en el camino hacia el palacio de gobierno. Al contrario, para ir cumpliendo las etapas de este camino es necesario irse corrompiendo, así, cuando se llega al puesto, a ser “dirigente” la tarea ya está hecha. No es el poder el que corrompe, siempre somos los humanos los responsables de cómo usamos las herramientas. No hay un Sr. Poder que enseñe que el pueblo es estúpido, que se lo compra con zapatillas, que la pobreza y la ignorancia son convenientes, y si esto no fuera suficiente, alguna patota podrá solucionarlo.  Si no me convenciera de todo esto ¿de qué otro modo podría creerme  superior a los demás para poder someterlos a mi voluntad ?

Leer “El Príncipe” de Maquiavelo enseña mucho. Ahí están las lecciones que aprenden de memoria nuestros políticos profesionales. Es el manual que les enseña el arte del engaño y  la manipulación, todo un programa de cómo consagrarse psicópatas.

Maquiavelo
Lo que hacen algunos de nuestros políticos profesionales demuestra claramente cuan aprendidas tienen  las lecciones de Maquiavelo, veamos unos ejemplos.

El arte de un príncipe consiste en hacer el bien personalmente y el mal por segunda mano.”

Cuando se produce una tragedia importante, como puede ser inundaciones, vemos a los funcionarios llegar al lugar, “recorrerlo” y hacer declaraciones lacrimógenas condoliéndose por la gente afectada, cuando en realidad si ellos hubieran cumplido su trabajo, muy probablemente eso no se hubiera producido o hubiera sido mucho menor. Ellos siempre son los buenos, las víctimas de la maldad de los demás.

Los hombres olvidan más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.”

Quizá sea por esta enseñanza  que los gobernantes se amparan entre sí para evitar que sean investigadas sus fortunas y haya algún riesgo de que le sean sacadas. Sabemos que aún las muertes de personas muy próximas a ellos  han servido para sostenerse en el sillón. No olvidemos que para el capitalismo el dinero es poder y el poder es dinero.



“Los hombres son tan simples que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”.

Esto es casi decir que el pueblo es  culpable de estupidez, o de su pobreza e ignorancia. Acá está muy claro el germen de la separación, “los hombres son tan simples” pero el gobernante, el dirigente no lo es al darse cuenta y eso de algún modo lo autoriza a usar la manipulación para llevar a esos hombres tan simples a un resultado positivo que por su propia simpleza no logran ver.  Si esto no alcanzara, hay otra frase que da la solución:

“Como los pueblos son inconscientes y volubles hay que saber utilizar la fuerza para convencerlos”.
Por último volvemos a la parafernalia, a las fotos trucadas, a los besos a los niños, a todas las imágenes que hasta el cansancio vemos repetidas porque es necesario crear una  personalidad al dirigente, aunque haya que pagar muchísimo dinero a los creadores de imágenes, a los medios informativos. Porque,  como dice Maquiavelo:

“Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres”.

Todo esto fue escrito para el príncipe, para el monarca, para el que obtiene el poder para su propio sostenimiento. Maquiavelo no pensaba en la democracia, en que el poder es del pueblo. Cuando vemos estas frases aplicadas hoy  es como una cortina que se corre y muestra lo tenebroso que hay detrás. Vuelvo al principio de esta charla, no hemos llegado a una situación democrática, ni siquiera a la apariencia formal, creo que recién estamos en un tiempo pre-democrático y que de nuestra participación y esfuerzo dependerá pasar al próximo nivel.


Nueva democracia. Siqueiros 1.945















Termino con un pensamiento de Gustav Jung,  quien dijo:

Donde hay amor no existe el deseo de poder y donde predomina el poder el amor brilla por su ausencia. Uno es la sombra del otro...”

Quizá sea duro en lo que digo, quizá haya personas que realmente buscan el bien común y los mueve  el deseo de que todos lleguemos a un mejor modo de vivir, es probable que como en todo, si el impulso vital, si el cuidado, el amor, no fuera mayor que el odio, que la destrucción, ya no estaría la humanidad en este planeta. En general el bien es silencioso, no busca al periodismo ni la foto, es una tarea constante y simple. Indudablemente algo  está muy equivocado en este sistema político, hay algún serio error en nuestro modo de relacionarnos, la desnutrición, la falta de agua y de vivienda, las enfermedades evitables, los que sostienen la prostitución, la corrupción, el tráfico de drogas, lo están demostrando.







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73 - Una mariposa que nace al amanecer


73
Una mariposa que nace al amanecer

¿Cómo será el mundo para una mariposa que nace al amanecer y muere al anochecer?
Toda su vida pasa en escasas horas. Desde que sale del capullo y despliega sus alas, los primeros vuelos, el apareo, la ovulación y la muerte.




Supongo que para ella ese será un tiempo muy largo, lleno de muchas experiencias.



Su mundo estará limitado por esas horas y por su capacidad de vuelo. Si nació un soleado día de verano, creerá que siempre hay calor en la tierra, que no existe otra cosa que el sol de modo tal que si pudiera pensar no podría concebir la noche porque antes que esta llegue ella estará muerta. Lo mismo si surgiera un día nublado, con lluvia, para ella el universo sería opaco y con gotas cayendo sobre su cuerpo y pesándole el vuelo.

Quizá alguna que gustara de la filosofía y la ciencia ficción y pretendiendo que en su corta vida pudiera pensar y elaborar teorías, podría imaginar la existencia de lo opuesto a la luz del día, pero no sabría cómo llamarla porque no tendría palabras, como tampoco llamaría día al día, porque no podría distinguirlo. Y la teoría que elaborara y la ficción que creara quedarían por siempre incomprobadas, pues ella jamás llegará a la noche. Y es muy poco probable que en término tan corto de vida pudiera trasmitir sus ideas a otras mariposas y si pudiera hacerlo estas tampoco podrían verificarlas pues la muerte las toparía al atardecer.



Así de relativa es la visión que los mortales tenemos del mundo. Nosotros, humanos, hemos logrado crear la palabra y con ella sí podemos trasmitir nuestras ideas y otros podrán hacerse cargo de su comprobación aún cuando ya no estemos en este planeta ni en ningún otro. Pero eso no quita que nuestra primera aproximación a lo que ahí esta, fuera de nuestra piel, y aún dentro de ella, sea como la de la mariposa, totalmente subjetiva, centrada en nuestro exclusivo punto de vista personal a partir de nuestra pequeña historia.

La visión que tenemos del mundo nos ha sido dada con el idioma, con el cariño o descuido de nuestros padres, con la mejor o peor alimentación, con los brazos que nos dieron seguridad o temor.  Estas experiencias nos han quedado marcadas en el cuerpo, en las células, en la mirada.

Con la palabra nuestros padres nos han dado también una forma de organizar los estímulos que nos llegan, de recortarlos, por ejemplo poder separar la mesa de la silla y del piso,  verlos con discontinuidad y relativa independencia, y también poderles poner un nombre, llamarlos.

Para los antiguos el nombre era una pieza fundamental, a tal punto que en algunas culturas el nombre de la persona no era conocido por nadie, solamente por esa persona, porque se suponía que quien conoce el verdadero nombre de alguien, tiene dominio, poder sobre ese alguien.

Recuerdo el mito bíblico de la creación en que dios le da el poder a Adán de ponerle nombre a todas las cosas, o sea que le dio señorío, lo puso por sobre ellas. Por eso mismo el nombre de dios es desconocido, se lo llama dios pero ese no es su nombre “de pila”, es el modo como lo conocemos.

Pensar en palabras es una forma de organizarnos, de darnos seguridad y  creer que dominamos. Por eso la importancia de “tener la palabra” “dar la palabra” “tener la última palabra” y en la señal de la cruz católica cuando se dice: “en nombre del Padre etc etc”. Una vez más aparece la palabra “padre” para no decir el nombre.

La palabra es sonido y el sonido ha estado con nosotros desde que fuimos apenas células reproduciéndose. Sonido licuado en el vientre de nuestra madre, luego raro y atronador seguramente al nacer, y nuestro propio sonido, ese que sale de la boca. Adán nombra en voz alta, el trueno que asusta, el estallido que nos alarma, la voz materna que nos cantó y el latido de su corazón, los salmos de la iglesia, los cuencos sonoros tibetanos, los instrumentos musicales, las notas y sus significaciones. Existe todo el mundo lleno de sonidos, ondas que constantemente llegan a nuestro cuerpo y las percibimos con toda nuestra piel y carne, no solamente con los oídos.

La música, el modo de entonar la voz, de decir las palabras es netamente cultural, su organización es cultura, pero el sonido en sí mismo es libertad, andar por el aire en todas las direcciones.

Cuando el dolor se puede hablar comienza a calmarse, cuando lo horroroso puede describirse puede ser compartido y entendido, necesitamos contar nuestras pesadillas porque al hacerlo tomamos conciencia de que son un sueño.
Homenaje a la música. Armando Barrios

Por todo esto es tan peligroso el silencio. Existe uno que es el de la tranquilidad, el del sosiego, cuando no es necesario decir nada, cuando la comunión pasa por otro lado, por la mirada, por la piel, por un sentimiento de unidad, cuando no es necesario explicar nada. Es también el de la partida cuando todo está cumplido y ya nada vale decir.

El silencio peligroso es aquel del que mira para otro lado o agacha la cabeza, es ese cargado de miles de imágenes pero sobre el que pende una espada una amenaza, que ni siquiera es silencio sino la palabra impedida, la voz prohibida.
Es el silencio del cuento del rey sin ropas, que muy satisfecho desfilaba por las calles sin que nadie se atreviera a decir que iba desnudo, solamente un niño pudo hacerlo y con eso rompió la mentira. Son las palabras de los cuentos cargadas de poder como el “ábrete Sésamo” de Alí Babá, o la todopoderosa “abracadabra” o el “amén” de las oraciones.
Qué pudo saber esa mariposa de todo esto si su vida transcurrió en unas pocas horas, quizá tan pocas como nuestros escasos años. Nosotros podemos saberlo porque con los sonidos, y las palabras y la letra, nos damos y otros tomarán la posta y así, generación tras generación se va construyendo.
Por eso es importante que todos tengamos disponibilidad de palabras, que el pueblo tenga posibilidad de pensamiento para que pueda librarse de las cadenas del silencio impuesto, y pueda ir construyendo su propio camino hacia la liberación.  


La historia griega de Prometeo.

Gonden Prometeo. Rockefeller Center. N. York
Prometeo era un titán, o sea era un dios poderoso. Era muy diestro en astucias y engaños y no temía a otros dioses como tampoco al gran Zeus. Era honrado por ser un benefactor de la humanidad.  Fue el que creó el sacrificio a partir de un ardid por el que engañó a Zeus haciendo que este se quedara con los huesos de la víctima y las personas con la carne. Por este engaño el gran dios castigó a los hombres privándolos del fuego. Prometeo se remontó al cielo y robó el fuego y se lo entregó nuevamente a la humanidad. Zeus entonces lo castigó encadenándolo a una roca en una montaña y haciendo que un águila le devorase el hígado. Siendo Prometeo inmortal, el hígado se reconstituía haciendo que este castigo fuera eterno.
Prometeo  representa la cultura, porque fue  el amansamiento del fuego lo que permitió a la humanidad dar en primer importante paso. Por eso es símbolo del hogar, del calor que protege, del valor, de la luz. En la iconografía cristiana el fuego representa al Espíritu Santo, una de las personalidades de Dios, y se dice que cuando descendió sobre los apóstoles y María luego de la muerte y ascensión al cielo de Jesús, apareció como fuego sobre sus cabezas. El fuego es también indicador de inteligencia, de tener “luces”, de la sabiduría.
Por todo esto es símbolo de la palabra porque esta también puede encender, arrebatar, consumir. La palabra como el fuego, como el sonido, puede expandirse, meterse en recovecos, atravesar el mundo, despertar conciencias, traer ideas y abrir los ojos. Es la portadora del conocimiento, del pensamiento, del saber.
Buscando en internet imágenes de Prometeo de pronto encontré que la gran mayoría lo muestran atado, con el águila devorando su hígado, muy pocas nos lo dan victorioso, con el fuego entre sus manos. Pareciera que nos quisieran dejar un mensaje claro: no te atrevas con los poderosos, no búsques beneficiar al que menos tiene y necesita, el castigo llegará a aquellos que se enfrentan a los dioses, a las autoridades, y será un castigo enorme y eterno. Es otra cara de aquellas frases que nos dicen que pensar o saber  trae problemas, conflictúa, que es mejor la ignorancia y la simple felicidad.

Prometeo lleva el fuego a la humanidad. Heinrich Fueger. 1.817
Los artistas lo retratan sufriente, derrotado sufriendo las consecuencias y de este modo ocultan las causas, ocultan su gloria que fue cuidar a la humanidad, darnos la luz, el fuego del entendimiento y del calor. Y también ocultan que hay otra causa primera, la existencia de Zeus, encarnación de los poderosos que guardan para sí los bienes, que no quieren entregarlos, que se separan de la humanidad para vivir en sus cielos de barrios protegidos, o departamentos de un millón de dólares, que como nuevos dioses no transitan las veredas sino vuelan en sus aviones y helicópteros, son esos que no quieren que  la humanidad coma del árbol del conocimiento y si lo hace, es expulsada del paraíso, se les aplica el castigo.
Estas imágenes de Prometeo encadenado son parte de las estrategias de poder, son  amenazas pintadas o esculpidas, puestas ahí eternamente para silenciar, para quitar la palabra y el sonido, para acallar las ideas, son indicadores de la oscuridad.


Prometeo. Julio Ferra 




Lo opuesto es “tomar el cielo por asalto”, es la tarea prometeica de avanzar sobre lo prohibido, sobre lo quitado y arrancarlo nuevamente para la humanidad.

Ante el humillado  acallado, ante el necesitado que golpea puertas y suplica, que pide ayuda en las sacristías, en los templos, en las municipalidades y ministerios, se levanta Prometeo. Pero esta vez no es un dios, no es un ser mitológico inmortal, esta vez somos nosotros con nuestra fragilidad y mortalidad, con este cuerpo que dañan los golpes y las balas, por eso ya no es la toma del cielo por parte de un dios, del individuo,  en esta oportunidad todos somos necesarios.

Es aquello de la Canción con Todos, de Tejada Gómez y César Isella  cuando dice:

Todas las voces, todas
Todas las manos, todas
Toda la sangre puede
Ser canción en el viento.

¡Canta conmigo, canta
Hermano americano
Libera tu esperanza
Con un grito en la voz!
 
Prometeo. Marcos Gama








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