78
Desde un sueño
Les cuento
una imagen de un sueño, sé que era más largo, pero solamente quedó esta
fotografía. Es conveniente siempre apenas soñado, aún medio dormido, escribir
el sueño porque sino inmediatamente comienza a actuar el olvido. Esto que digo
y aconsejo no lo hago, por eso es que de este solamente quedó una escena.
Estoy
parado en algún lugar, al parecer al aire libre, miro al cielo y está
totalmente negro, y veo un hacha de metal plateado. La veo enorme, como esas
figuras que aparecen en los dibujos animados y que son totalmente
desproporcionadas. Sentí temor pero no por mi persona, en el sueño no pensaba
que ese hacha pudiera hacerme algo, sino por todo lo que me rodeaba, imaginaba
que se descargaría sobre mi entorno. Hasta aquí mi recuerdo.
Como soy
psicólogo no puedo evitar asociar, concentrarme en la imagen y dejar que mi
mente traiga lo que quiera. Es así como de inmediato la relaciono con lo que al
principio llamé “el martillo de dios” creyendo recordar el nombre de aquel libro que era usado en la edad media
como manual para detectar y procesar a las brujas por la inquisición. Más tarde
busqué en internet y en realidad el nombre es el “martillo de las brujas”. Sea como fuere el nombre que le di, en mi
sueño desde un cielo negro, amenazador, se cernía un martillo que lo viví como juzgador,
acusador, destructivo al máximo. El martillo de un juez dispuesto a condenarme
y esa condena sería romper todo lo que se halla junto a mí.
A este juez
ya lo conozco sobradamente, es así que nuevamente me encontraba con mi vieja
amiga, la culpa.
Soy de una
generación en la que la culpa y el castigo jugaron un papel muy importante,
podría aventurar que todos los de ese tiempo fuimos formados por medio de ella y
del temor.
No me
interesó averiguar más del sueño, qué importa cuál es el motivo de la culpa,
cualquiera que sea es indiferente, lo importante es que ella está para
amenazarme con el castigo divino, con el golpe que llegará desde el cielo y
destruirá lo que me rodea y quiero.
¿Eso es lo
que tendría que pagar por mi herejía?, me pregunto, tal como lo hicieron en su
momento los brujos y brujas, pero ¿por cuál de todas? o con más cuidado y
precisión ¿qué es una herejía? y ¿para quién lo es?
El martillo
de las brujas requería de un inquisidor, la culpa para funcionar necesita una
autoridad, alguien a quien temer capaz de hacernos daño a nosotros o a lo que
queremos. Este es el modelo de autoridad que tenemos, tiene poder quien puede
dañarnos, por eso nuestra reacción primera es achicarnos, es sentirnos
culpables, malos, sucios, pecadores, incapaces, aunque no sepamos por qué. Ante
el jefe, el gobernante, la respuesta es someternos, buscar dejarlos contentos,
cumplir, serles leales, y sobre todo creer que son superiores a nosotros. Seguramente
fue por esta razón que llamé a esa imagen del cielo martillo de dios, en lugar
de martillo de las brujas, ¿qué mayor autoridad, que más grande poder o dominio
puede haber que la de dios?
Mientras
hay culpa no puede haber libertad porque no hay pensamiento, no hay reflexión
acerca de nuestras acciones, sino una reacción emotiva que nos inunda e impide
pensar. La ley, la prohibición nos cruza y desde el cielo nos señala y ya no
sabemos cómo seguir. Lo peor es que quizá lo que estamos haciendo sea lo
correcto, lo que corresponde, pero eso no lo podremos saber porque nos
encerramos en el negro malestar.
Esta ley es
como el bastón del pastor que mantiene a todo el rebaño en la misma dirección.
Sí, su finalidad no es otra que convertirnos en rebaño, todas ovejas que
caminan en el sentido que les fue indicado, que no se separan, que no se
alejan, porque si cada una fuera por su lado, el pastor se vería desbordado, no
podría contener a la multitud, se asustaría y perdería así todo su poder. Por
eso, para asegurarse de que esto no ocurra, tienen a su servicio los perros,
que siempre están atentos a cualquier desvío.
Esta ley
también nos enseña la ilusión de la felicidad, digo ilusión porque a poco de
vivirla si estamos atentos a nuestro interior, veremos que es otra forma de
vacío. La ley nos dice que si nos alejamos de ella vendrá la perdición, el
castigo, el infierno, pero si la cumplimos obtendremos la felicidad, muy parecido al argumento que muchos políticos
profesionales repiten cuando se las ven mal: me siguen a mí o será el caos. Es
así que creemos que nuestra felicidad es
ser parte de la manada, votar a quien nos dicen, usar los mismos colores de
moda que el resto, la misma ropa, decir las mismas cosas aunque sean
estupideces mayores, si es posible ver las mismas películas e ir a los mismos
lugares, o sea, nunca desentonar. Miramos con desconfianza a quien se atreve o
no puede ser parte de este grupo. Son los “raros”, para los que hay márgenes
variables, uno de ellos es la juventud para la que hay algún permiso, o ser
artista, o snob, lo que no es tan fácil. Ser raro es estar en un límite muy
peligroso porque en cualquier momento uno puede ser corrido al otro lado de la
línea donde esta el martillo esperando.
Hace mucho
vi una película de la que ni siquiera recuerdo de qué se trataba, pero una
escena me marcó tanto que no la he olvidado. Recuerdo que iban una pareja
hombre y mujer, de pobres labriegos chinos. Ella llevaba en sus brazos un
bebito. Las ropas de ambos marrones, en
un camino polvoriento con un cielo gris, en un campo también marrón y desolado.
De improviso él, alegre, dice que han tenido un hijo muy hermoso. El miedo le cambia la cara a ella, aprieta al
bebe contra su cuerpo como resguardándolo, y casi gritando dice que el hijo
recién nacido es muy feo, muy flaco y enfermo, que no vale nada. El marido la
mira en silencio, extrañado, entonces ella, muy bajo le dice: Si los dioses
escuchan que nuestro hijo es hermoso se lo llevarán.
El miedo
nos inunda, atraviesa nuestras vidas y nos impide también alegrarnos por lo que
tenemos, valorarnos a nosotros mismos. Se nos dice que siempre somos pecadores,
no importa qué hagamos nunca llegaremos a la medida de lo esperado, siempre la
falta estará con nosotros, el error será parte de nuestro hacer, estamos
condenados a la imperfección. El error, la equivocación no es parte del camino,
no es una oportunidad de aprendizaje, tampoco una característica humana como
tener cabeza, sino se nos dice que es la marca que nos señala como imperfectos,
como dañados desde el vientre materno. Nacimos con “pecado original” aún recién
llegados al mundo ya estamos marcados y cargamos sobre nosotros la muerte de un
Mesías. Por eso no merecemos la alegría, no merecemos estar orgullosos de
nosotros mismos, contentos por ser lo que somos, porque se nos enseñó que lo
que somos es malo, es pecado, es desviado, es enfermo, en definitiva, es malo.
Por eso la
alegría, el placer y la distención no son buenas consejeras se nos dice. Y son
malas porque nos distraen de nuestro pecado, de la culpa constante que debemos
sentir. ¿por qué vivir una vida alegre si no la merecemos? ¿por qué disfrutar
de nuestro cuerpo si el deseo es malo?
Nos distraen, nos alejan del trabajo duro, de las responsabilidades, de
cumplir con lo que nos fue impuesto.
En
cualquier momento caerá el martillo divino para destruir nuestras esperanzas,
los amores, los placeres, y los únicos culpables, aún de nuestra desgracia,
seremos nosotros mismos. No hay manera de escapar de esta condena, solamente la
redención puede venir por:
Obedecer…..
obedecer….. obedecer…..
Soplando en el viento
Bob Dylan
Cuántos caminos una persona debe caminar
Antes de que lo llames un hombre?
Cuántos mares una paloma blanca debe navegar
Soplando en el viento 2. Laura Benchetrit |
Antes de que duerma en la arena?
Cuánto tiempo tienen que volar las balas
de cañón
Antes de que sean prohibidas para
siempre?
La respuesta, mi amigo, esta soplando en
el viento,
La respuesta esta soplando en el viento
Cuántos años puede existir una montaña
Antes de que este descolorida por el
mar?
Cuántos años puede la gente existir
Antes de que se les sea permitida la
libertad?
Cuántas veces un hombre puede voltear la
cabeza
Pretendiendo que no ve?
La respuesta, mi amigo, esta soplando en
el viento,
La respuesta esta soplando en el viento
Cuántas veces un hombre debe alzar la
vista
Antes de que pueda ver el cielo?
Cuántos oídos debe tener un hombre
Antes de que pueda escuchar a la gente
llorar?
Cuántas muertes tendrán que pasar hasta
que el sepa
Que mucha gente ha muerto?
La respuesta, mi amigo, esta soplando en
el viento,
La respuesta esta soplando en el viento
Soplando en el viento 3. Laura Benchetrit |
La mayoría de las IMAGENES han sido
tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por
favor enviar un correo a
alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas
gracias por la comprensión.
Se puede disponer de las notas publicadas
siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.