domingo, 21 de septiembre de 2014

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¿Hay algún adulto entre ustedes?

Comparto una nota y un cuento que me parece están relacionados en varios puntos, resaltando la adultez y la paternidad/maternidad o su ausencia o lo que es más grave, la renuncia a ser responsable ante lo que nos toca vivir.

El primero,” ¿Hay algún adulto entre ustedes?” *  escrito por Carlos Balmaceda   salió publicado en el diario La Nación, acá se los dejo:

“La noticia me dejó consternado: "La Cámara Criminal y Correccional Federal confirmó los procesamientos de cinco alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires por daño agravado?". Habían producido destrozos en la iglesia San Ignacio de Loyola, que está cerca del colegio. Hay más: hace pocas semanas, una chica de séptimo grado, de 12 años, fue a su escuela con una pistola. Los directivos llamaron a la policía. Llegó un patrullero y el asunto no terminó en tragedia. Pasó en un colegio público de Florencio Varela. Algo anda mal en ese distrito: en el barrio Santa Rosa, tres jóvenes entraron a una escuela para atacar a un alumno. Iban armados con una pistola y dos cuchillos. Rompieron vidrios, empujaron y golpearon a los que se les cruzaron.

La violencia juvenil parece haberse viralizado. Aún es un brote epidémico; pero quizás se vuelva endémico. Hace varios días, en Santa Fe, a pocos metros de la puerta de entrada de una escuela para adultos, un chico de 17 años mató de una cuchillada a otro de 16. Y en abril pasado, en Junín, Naira Cofreces murió luego de que un grupo de compañeras la golpeó salvajemente. Naira tenía 17 años; una de las agresoras, 16.

Hace pocos días, mientras yo caminaba por una de las avenidas más importantes de Mar del Plata, estalló un griterío que sacudió el mediodía. En una esquina, a media cuadra de donde yo estaba, se había amontonado un centenar de alumnos de un colegio vecino. Gritaban alrededor de dos chicas que luchaban brutalmente; daba miedo y angustia ver cómo se golpeaban. Un taxista llamó por celular al 911. El empleado de una librería, que había salido a la calle alarmado por el escándalo, comentó que pocos meses atrás, en esa misma esquina, un chico de 16 años había herido a cuchilladas a dos compañeros. "Esto parece la selva", dijo. La sirena de la policía rompió el maleficio de la batalla. Los chicos y chicas se esfumaron.

Pensé: ¿estamos en la selva? Los gritos de la pelea retumbaban en mi cabeza como un tambor de guerra. Recordé una novela del premio Nobel inglés William Golding, El señor de las moscas. Las peripecias de sus protagonistas querían decirme algo. Cuando regresé a casa busqué la novela en mi biblioteca. Abrevio el argumento: un grupo de niños de entre 6 y 12 años está perdido en una isla desierta porque el avión en el que viajaban cayó derrumbado por una tormenta. Los pilotos y otros pasajeros murieron y no hay ningún adulto vivo. Se arman dos grupos de niños bien distintos: uno liderado por Ralph y otro por Jack. Cal y arena. Agua y aceite. ¿El bien y el mal? Los grupos conviven forjando sus propios ritos y estrategias, que derivan en conflictos y peleas. El grupo de Jack mata una cerda, la decapita y clava la cabeza en una estaca. La convierten en un tótem, o en un ídolo, al que bautizan "El señor de las moscas". Va creándose un clima sórdido y salvaje, hasta que el grupo de Jack mata a dos amigos de Ralph y el orden precario que existía se desmorona. Jack decide cazar a Ralph como si fuera un cerdo. Alguien prende un fuego descontrolado. Ralph escapa, lo persiguen, (¿una patota, una jauría?), y cuando corre desesperado por la playa tropieza con el oficial de un crucero que desembarcó en la isla alertado por el humo.



Hacia el final hay unas líneas conmovedoras. El oficial le pregunta a Ralph:

"¿Hay algún adulto? algún grande entre ustedes?"

Y pocas líneas después:

"Vimos vuestro humo. ¿Qué estuvisteis haciendo? ¿Librando una guerra o algo parecido?"

Ralph asintió.

Y luego pregunta el oficial:

"No mataron a nadie, supongo. Ningún cadáver."

Ralph contesta:

"Sólo dos, y desaparecieron."

Ralph rompe a llorar. Los demás chicos, incluido Jack, también lloran porque comprenden que perdieron la ingenuidad, y porque advierten que las sombras que agitan sus corazones ya nunca los dejaran en paz.

El libro se publicó hace sesenta años, y cuenta la forma en que los niños sucumben al veneno de la violencia, el egoísmo, el autoritarismo y la intolerancia. "El señor de las moscas", y me refiero a la inmunda cabeza de cerda clavada en la selva, es un símbolo atroz de ese proceso. Los grupos de Ralph y de Jack le tienen pavor y temor reverencial.

Entonces, a la luz de la novela: ¿cuáles son los símbolos que veneran los jóvenes de hoy? ¿Cuáles son los ídolos que adoran o temen? ¿Cuáles son los modelos de convivencia que les enseñamos? ¿Qué valores les transmitimos? ¿Qué les decimos acerca del bien y del mal? ¿Y sobre la violencia? ¿Y sobre matar?

Son preguntas esenciales en tiempos de crisis de valores éticos y principios morales. Y en este incierto clima social, en donde no hay debates serios sobre la violencia porque las posiciones más diversas se volvieron dogmáticas, y porque muchos discursos sólo conducen fanatismo, la violencia crece y se convierte en una peste que golpea la puerta de nuestras casas e invade los lugares de trabajo, y que también castiga a nuestros jóvenes en las escuelas y la calle.

Mientras pienso en tantos jóvenes apabullados por la droga de la violencia, escucho una y otra vez la pregunta que el oficial le hace a Ralph en la playa: "¿Hay algún adulto? algún grande entre ustedes?". Porque somos nosotros, y no los jóvenes, quienes debemos cambiar el rumbo cuando algo anda mal en nuestra sociedad. Si no lo hacemos, abandonaremos a nuestros hijos a merced de "El señor de las moscas", en una isla desierta donde para ellos jamás habrá paz, ni piedad, ni felicidad.”

*****
 
Padre e hijo. Maribel Piñero Seco


Este cuento fue escrito por Gustavo Etkin quien lo tituló: “Los espermatozoides”

“En aquel país elaboraron una substancia que, ingerida regularmente, permitía prolongar la vida de sus habitantes.

Así fue que, con el tiempo, fueron apareciendo más ancianos.

Hasta que descubrieron otra substancia que producía el efecto contrario: rejuvenecía.

En las farmacias donde la comenzaron a vender se formaban largas filas de ancianos desesperados por ingerirla.

Así fue que, con el tiempo, los ancianos empezaron a rejuvenecer. Todos iban volviendo a ser jóvenes.

Pero se presentó un problema: de jóvenes pasaron a ser nenitos. Y de nenitos, poco a poco, a volver a ser bebitos. Y después de bebitos, los fetos que eran cuando estaban en las barrigas de sus madres.

Y después se fueron transformando en una cremita blanca. Era el semen de donde venían. Y así quedaban.

Así fue que, poco a poco, aquel país se fue despoblando, quedando sin gente y llenando de charquitos de semen, manchas blancas que empezaron a aparecer en todos lados.”

***

Por último una poesía de Blanca Varela “Otra vez esta casa vacía que es mi cuerpo, adonde no has de volver”

No debiera darse vida a la fuerza Sin preguntar, sin elegir.
No debiera darse vida a la fuerza. No debiera.
La gente se aparea.
Por elección. Por obligación.
A la fuerza. Por desesperación.
Pero no se le pregunta a la tierra fecundada.
Y a veces, la tierra queda dolorida.
Lastimada. Golpeada. Quebrantada. Herida.
Y no quiere ser clavel del aire. Ni muérdago.
Y sin embargo se le promete: tallo, flor y frutos.
No raíces.
Y le cortan el cordón umbilical, y la expulsan

No debiera darse gametos a la fuerza.
No debiera.
Herencia Mendeliana: XX o XY
Y se encuentran con teatro del Absurdo.
Teatro alternativo. Sainetes.
Mujeres con vestimentas y antifaces negros.
Adioses sin partidas. Lágrimas de sangre que no cesan.
No hay guía turística para la carretera de la angustia.
Y volver sembrar, casi por inercia.
Y no decirle al hijo donde atiende Dios
¿Dios atiende en la ESMA, en Auschwitz o en Vietnam?
¿En un hospicio? ¿Un hospital psiquiátrico? ¿Una cárcel?
La sangre del hijo es abono del territorio de las guerras.

No debiera darse muerte a la fuerza.
No debiera. No debiera

 
Padre e hijo. Nyka Moral

*http://www.lanacion.com.ar/1725348-hay-algun-adulto-entre-ustedes



La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.


jueves, 18 de septiembre de 2014

122 - Inseguridad y gobernabilidad

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Inseguridad y gobernabilidad

En los 90 viajé varias veces a México. Entre otras cosas  en ese momento me llamaron  muchísimo la atención dos, una era la cantidad de marchas, todas hacia el zócalo de la ciudad de México Distrito Federal, donde se encuentra el palacio de gobierno.  Eran marchas multitudinarias, todas tranquilas; la otra la cantidad de guardias de seguridad privada.

Todavía en Buenos Aires no se acostumbraba a este tipo de seguridad, por eso mismo me llamó tanto la atención ver que allí, casi todos los comercios, tenían su propio personal. La justificación que  todas las personas a las que en ese momento interrogué me dieron, fue la enorme inseguridad. A tal punto que me repetían  una serie de indicaciones, por ejemplo recuerdo  la de no llevar documentos o la visa de viajero sino una fotocopia de los mismos, también acerca de qué tipos de taxis abordar y otras.
Pasaron los años y hoy veo que eso es lo común en mi ciudad, tanto la inseguridad como los guardias privados, también puedo agregar las marchas.
Diariamente las noticias acerca de robos, homicidios y otras violencias nos goléan. El miedo comienza a ordenar nuestros movimientos, tomamos cuidados extras, nos preocupamos por nuestras personas cercanas, hacemos o dejamos de hacer cosas.
Lo cierto es que la violencia crece y ya no es necesario ver nuestra realidad a la luz de lo que sucedía hace cuarenta años, ahora la podemos ir midiendo en función de muy pocos años.

Este aumento y las consecuencias no creo que sean  casuales, parecieran ser un plan bien elaborado y que en algunos países se viene cumpliendo puntualmente.



Como de costumbre, reclamamos a los gobiernos por “seguridad”, en todas sus variantes que van desde la mano dura hasta una verdadera asistencia a los sectores vulnerados, los resultados que obtenemos de estos pedidos ya los conocemos.
Es difícil, pero tenemos que empezar a hacerlo, reconocer que la delincuencia es parte de una política deliberada, que no es espontánea.

No olvido  que este es un tema  complejo tampoco lo quiero reducir a una fórmula simple, ni olvido el marco general que implica la creciente desigualdad económica y social hasta llegar a la exclusión  que genera el capitalismo.  Creo que todo es perfectamente instrumentado para obtener réditos políticos.  De otro modo es inentendible que con todos los servicios de inteligencia o espionaje interno que están funcionando, con la  capacidad que tienen los gobiernos con las fuerzas de seguridad a su disposición, con todos los informes que los mismos vecinos aportan pues se sabe quiénes son y dónde están algunos criminales, con todo esto no se logre, no digo acabar, sino al menos contener el avance de la criminalidad.
Tengo que pensar entonces que si no hace algo es porque la finalidad es esa.

Las culpas van y vienen, que es el gobierno que no hace nada, que es la justicia que no funciona, lo cierto es que la  violencia crece. Un  dato que no tomaré en esta charla pero que señalo porque es indicativo, es que el narcotráfico se ha instalado y se suceden los hechos de homicidios, y eso no es posible sin complicidad de estamentos de los tres poderes.

Muchas veces se habla de la “ausencia del estado” lo que me parece que es erróneo. El Estado, o más precisamente, los gobiernos, han dejado determinadas funciones para ocuparse fundamentalmente de otras.  Se ha retirado de la educación, la salud, la seguridad, del ordenamiento de la convivencia y ha puesto todas sus energías en que estas funciones pasaran a los privados, es así como crece la educación privada, los sistemas de cobertura médica prepagos, la seguridad también privada. Todo es parte de aquel sistema de desligarse de todo lo fundamental y que hace  principalmente a la vida de la mayoría de las personas. 
No tenemos que engañarnos, esto significa aumento de la desigualdad, crecimiento geométrico de la desigual distribución de la riqueza, en definitiva, es un golpe a la democracia.
La igualdad es el requisito básico para que exista democracia, para que todos y todas tengamos similares posibilidades de desarrollo personal, si esto no se cumple tampoco se pude hablar de libertad porque sería ilusorio, un autoengaño porque cuando no se tienen posibilidades de elección en función de las propias motivaciones y del crecimiento personal no hay libertad. 
La posibilidad de elegir entre varios males no es libertad.

Este esquema rompe con la solidaridad, crea resentimiento y malestar, sobre todo cuando no se tienen proyectos de vida que puedan ser cumplidos, cuando se vive de la limosna de los gobiernos, cuando se es excluido, o cuando diariamente las posibilidades se ven disminuidas  y a  la presión aumentar.

La violencia no es causa, es consecuencia. Obedece a determinadas razones que si no son atendidas generarán más violencia.

Muestra la ruptura entre los profesionales del poder, los que gobiernan y las personas del llano, claramente se ve y se escucha en los discursos la brecha que existe entre quienes tienen asegurado su porvenir, quienes  en la función pública se han enriquecido y que viven en una nube rosada y el resto de la población,  expuesta a los tarifazos, a los despidos, al sueldo que hambrea, a la ruleta rusa de los robos y homicidios.

La seguridad es también un gran negocio y bastante perverso porque los mismos que cuidan muchas veces son los mismos que descuidan y cometen los delitos de los que dicen protegernos.
La inseguridad también es conveniente porque nos reduce, nos hace temerosos, la calle y la puerta de nuestra casa se vuelven límites que es peligroso traspasar, y sobre todo nos mantiene ocupados, tanto que dejamos de mirar hacia los corruptos, hacia los negociados, hacia el abuso de poder y la injusticia.
Nos divide porque estamos más atentos a cuidarnos del vecino o del extraño que a preguntarnos de dónde viene todo esto y a quienes beneficia realmente.

La violencia permitida y hasta diría, incentivada, es también una herramienta de eso que llaman gobernabilidad, o sea la capacidad de amedrentar  y hacer que las personas hagan y piensen aquello que unos pocos poderosos quieren.





Eso que llaman “gobernabilidad” es el estado en que la gente se halla  sometida para que cumpla con los objetivos que los poderosos se han fijado para sí mismos, para que las industrias y comercio funcionen incrementando el dinero, para que millones de personas todos los días concurran a sus trabajos alienantes para producir una riqueza de la que reciben limosnas, y si se resisten, si deciden romper esta cadena, terminarán en la calle, alejados del “bien común”, abandonados por el resto de la buena y trabajadora  sociedad.
Mientras tanto desde los púlpitos, desde los balcones gubernamentales, desde los magisterios, desde los partidos políticos, los bancos, las confederaciones de trabajadores, de empleados, de comerciantes, de industriales, del campo, repiten y graban en nuestro achicado cerebro el “relato” del buen ciudadano, bajo pena de que si no fuera cumplido vendrá el infierno, la miseria y la cárcel. Lo grave, es que estas no son falsas promesas, claro, salvo la del infierno que hasta ahora nadie ha podido probar que se cumpla.

Cuando nos preguntamos por qué todos y todas soportamos aquello que nos quita posibilidades de una buena vida, por qué agachamos la cabeza y no nos rebelamos, tenemos que tener en cuenta todas estas formas que desde el poder se ejercen.

En aquel experimento en que los perros eran sometidos a descargas eléctricas sin razón aparente, se logró que estos, aún pudiendo escapar, no lo hicieran, aceptando pasivamente nuevas descargas.  Se les enseñó a no defenderse. ¿Qué otra cosa significan los “monos sabios”? aquellos que ante un hecho, quizá una injusticia, enseñan a no ver, no oír y callar.  ¿Sabios o esclavizados? Recuerdo aquel lema de la dictadura militar: “el silencio es salud”.

Rompamos con los monos no sabios, veamos, oigamos hablemos gritemos  porque el silencio no fue ni es salud, y sobre todo unámonos.  Contra uno podrán, contra muchos lo pensarán, ante un pueblo huirán.

Termino con una frase de la tragedia “Ayax” escrita por Sofocles. Ya en el año 400 antes de Cristo este escritor tenía bastante clara cuál es la base del poder usado para someter a las personas y obtener privilegios, y de cómo sostenerse en el mismo:


“…sólo un malvado osaría sostener que un simple ciudadano no debe respetar las órdenes de sus superiores, porque nunca serán obedecidas las leyes en ciudad en que no haya temor. “ 






sábado, 6 de septiembre de 2014

121 - En su vida, no en su muerte

121
Es su vida, no en su muerte  

Desde el comienzo quiero aclarar que me referiré a un par de organizaciones solo a título de ejemplo, esto no significa poner en tela de juicio la actividad que hayan realizado, no es el tema de esta columna.
Tomo como ejemplo estas dos porque son conocidas hasta mundialmente, no es necesario entonces explicar y porque además en ellas se ve claramente el proceso que quiero mostrar. No pretendo hablar de su tarea ni de quienes las integran sino del uso que se da de las mismas y de su representación en el imaginario social.

Tomo para graficar a las Madres de Plaza de Mayo encabezada  Hebe de Bonafini , y las Abuelas de Plaza de Mayo con Estela de Carlotto al frente. Podría tomar otras más, menos conocidas, creo que con estas dos como ejemplificación es suficiente.
De tal modo se han identificado estos nombres, las imágenes de las personas, con estas organizaciones que basta nombrar  a la institución para que inmediatamente también representemos a quien la dirige, lo mismo sucede a la inversa, nombramos a la persona y de inmediato aparece relacionada con la asociación.

Esto nos parece natural, del mismo modo que San Martín esta unido al cruce de los Andes y la liberación de tres países, que Sarmiento aparece ligado a las escuelas.  Todo esto no es natural, al contrario, es un proceso cultural afianzado y reiterado. Toda sociedad jerárquica cuida y sostiene este procedimiento porque necesita justificar y mantener firme la diferencia de clases, tiene que asegurarse de grabar en el inconciente de todas las personas que existen seres superiores, que son los encargados de encabezar la marcha del mundo, el país, las ciudades, las jefaturas, y el resto, los que debemos estar agradecidos de la entrega y labor de estas grandes y únicas personas. La creación de ídolos es el mecanismo, entre otros, que garantiza el sostenimiento de esta división clasista jerárquica.

Estas personas son investidas desde el poder y aún desde nuestra propia imaginación, de una serie de características especiales: heroísmo, entrega, inteligencia, capacidad, fortaleza de espíritu, claridad de pensamiento y tantas otras. Seguramente tendrán algunos de estos rasgos, difícilmente todos, y también  transpirarán,  tendrán dolores de hígado, podrán ser tercas hasta el hartazgo, malhumoradas, despóticas y otras modalidades de su personalidad también cuestionables. No son estos los que quienes hacen su dibujo para el público muestran, y si dado el personaje resulta imposible ocultarlos, los justifican y adornan como parte de su compromiso.



Este es el procedimiento que desde esta sociedad jerarquizada se pone en marcha y convirtió a dos mujeres en  prototipos de militancia. Esta es la lógica capitalista aplicada a estos temas, es la lógica que dice que quien se enriquece se lo merece porque es mejor, más inteligente, más capaz que el resto  que solamente serviríamos para trabajar y procrear. Es la que dice que el rico se mueve en un mundo parecido al de los dioses olímpicos, con problemas y luchas entre ellos, pero dioses al fin. De este modo al mismo tiempo que se nos impone como meta de toda vida eso que llaman “crecer” “superarse” “ser alguien” “ser conocido” se nos dice que es solamente para unos pocos dotados.   Así, de manera en apariencia tan sencilla, se produce  la gran ruptura social entre la elite elegida, la casta superior, los que han nacido para mandar, y el resto, eso que llamamos pueblo. El ejemplo más claro es el de aquellos emperadores japoneses que no podían ser mirados de tan superiores que eran, llegando a ser hijos del mismo sol.  Con esta operación se logra quitar la atención de todas aquellas personas que desde su comienzo acompañaron, sostuvieron y se jugaron por estas organizaciones y de las personas que aún hoy son las que trabajan.  Este endiosamiento en el que los egos personales caen tan fácilmente, no es inocente, no es casual, se sostiene para mostrar al pueblo su supuesta inferioridad, su incapacidad para dirimir los grandes temas.
Se habla de estas dos figuras de estas asociaciones y difícilmente podremos recordar los nombres de todas las otras madres y abuelas que las formaron y también lucharon.




Me detuve unos minutos a pensar acerca de los nombres de estas organizaciones y a lo que hacen referencia: madres, abuelas y  una plaza. Los nombres  resaltan la función social de estas mujeres, su rol dentro de un esquema de crianza,  dentro de la familia creada por la burguesía. También una plaza caracterizada por la sede del poder político partidario. Por inferencia, en un segundo momento podemos hablar de los “hijos” o de los “nietos”, en el nombre no aparecen explicitados, se supone que si son madres o abuelas es porque hay o hubo hijos o nietos, pero como dijera, es una suposición, ahí también están ausentados.  Podríamos decir, entonces, que lo importante es lo sucedido a esas mujeres en cuanto madres y abuelas y en el ámbito del poder. Por eso inmediatamente asociamos con su dolor, su búsqueda, su frustración, incluso con los homicidios de algunas de ellas; hablamos de su fortaleza, tenacidad y valentía. Seguramente tienen todas estas características, sin darnos cuenta hemos perdido el  objetivo que no son ellas, con esta operación corrimos del centro de la mira a los hijos y los nietos, no cualquier hijo o nieto.

No cualquier hijo o nieto. Son hijos que un día fueron secuestrados, torturados y asesinados con los métodos más horrorosos que la humanidad ha podido crear. Son nietos que fueron robados, tomados como objetos que podían ser regalados, “apropiados” o sea tomados como objeto-propiedad y de ese modo negada su dignidad de personas.

Esto tampoco es casual, también obedece a la lógica de esta sociedad y que es sostenida cuidadosamente por la mayoría de los partidos políticos y los gobiernos, más allá de lo que dicen.  Lo que resulta imperioso es nuevamente desaparecer a los hijos, si eso no sucediera, tendríamos que también declarar el motivo por el que fueron secuestrados, tendríamos que hablar de sus ideales, de sus búsquedas, de sus anhelos por un mundo distinto.
Esto es muy peligroso porque si recordáramos y comparáramos  aquello que llamaban igualdad social con lo que hoy sucede, o liberación o imperialismo o aquel reclamo hoy muy muerto y sepultado de reforma agraria, muchos eslóganes políticos partidarios con que nos llenan los oídos hoy ya caerían convertidos en cenizas.  Mejor no recordar todo esto porque entonces tendríamos también que gritar que su lucha fue contra el capitalismo,  que sabían que no existe un capitalismo bueno, uno de rostro humano, que el consumo no es la solución sino la cadena, y que con el imperio no se transa.

Festejemos la aparición de un nieto, es justo y necesario y nos conecta con la alegría de la vida, es retornar a alguien su dignidad, decirle su origen. También señalar a quienes lo dañaron directa o indirectamente, a quienes lo tomaron bajo títulos mentirosos como un objeto obtenido con sangre. Todo esto es valedero y debe hacerse pero también es necesario repetir hasta el cansancio los nombres de sus padres y el objetivo de su lucha y los ideales que los sostuvieron hasta su último momento sino todo queda reducido a una búsqueda de personas.

Hablemos de los hijos secuestrados y desaparecidos por  hacer frente a este sistema,  hacer frente al capitalismo, festejemos a los nietos recuperados porque ellos son la prueba de la voluntad de aquellos luchadores, ellos son el objetivo de la memoria, no su muerte, sí su deseo de un verdadero y profundo cambio social.

Nosotros, los que tenemos y no traicionamos nuestra memoria, debemos seguir nombrándolos inseparables de sus ideas y compromiso.

Y también recordemos a
Julio López