sábado, 22 de noviembre de 2014

133 - Adolescentes y sexualidad




133
Adolescentes y sexualidad







Un  artículo publicado en la revista Mu de octubre titulado “El sexo no casual”  dice que  41,6% de los casos encuestados –420 varones de 13 a 18 años de la Ciudad de Buenos Aires- tuvo su primera relación sexual con prostitutas, lo que tiende a descender, aunque se halla presente en el imaginario colectivo de los jóvenes y también adultos, contra un 46 % que lo hicieron con novias o amigas. El porcentaje de quienes debutaron mediante pago es elevado y un indicador muy importante acerca del punto en que estamos en relación a la igualdad y la violencia de género. También es definitivo en cuanto a la falta de educación sexual.

Esta misma nota dice que la pubertad comienza tempranamente, alrededor de los 12 años, habiendo casos de niñas que menstrúan a los 9 años, al igual que el inicio de la vida sexual que actualmente se da alrededor de los 15 años.
Esto es debido a cambios en la alimentación, a factores ambientales y a la incidencia de los medios de comunicación masiva que ejercen una exposición, provocación y estimulación constantes que erotizan la vida diaria y a la niñez tempranamente, provocando modificaciones hormonales.
Recordemos que somos lo que somos siempre en relación al medio en que nos hallamos y al tiempo histórico, no somos entes separados, al contrario, nuestra piel y todos los sentidos nos conectan de manera inseparable con todo lo que nos rodea y esto también implica a las ideas y costumbres,  y nos hacen receptores de lo que allí se desarrolla.

Todo esto lleva a que los adolescentes ingresen a la vida sexual sin la preparación necesaria, por lo que terminan asumiendo conductas de riesgo. Según este artículo  las relaciones sexuales son imprevistas y ocurren en lugares y situaciones inapropiadas; los adolescentes experimentan continuos cambios de pareja; tienen poco conocimiento de la sexualidad; no se plantean el control del embarazo; demuestran escasa orientación y uso de anticonceptivos.  El 35% de los varones piensa que el preservativo es incómodo y el 40% opina que interfiere en la sensación de placer durante una relación sexual;  poseen insuficiente información sobre las enfermedades de transmisión sexual y su prevención.
El hecho de que tengan reiterados cambio de pareja no debiera preocuparnos, al contrario, la experimentación y  el cambio son parte de la adolescencia y del aprendizaje que en ella se realiza. Lo que preocupa es que estos cambios son acompañados de falta de cuidados que pueden llevar a enfermedades o embarazos.



De acuerdo a la propuesta en general que la sociedad nos hace, los jóvenes han perdido la concepción de que la vida sexual pertenece a la intimidad de las personas, que no es pública. La convierten en un hecho público al exponerse  a tener una relación sexual  en un boliche, también al aire libre, al acceder a ser filmados o hacerlos ellos mismos para luego publicar el acto en internet o mandarlo a sus conocidos. De este modo la relación deja de ser algo exclusivo entre quienes participan para ser, también, para otro, conocido o no, pero que se convierte en un partícipe fantasmal cuyo representante en el acto sexual es la cámara.

El artículo también nos dice que la situación de sometimiento de la mujer en este régimen patriarcal no se ha modificado fundamentalmente, la mujer continúa respondiendo en general a la necesidad del varón, muchas veces sin hacer una elección propia y voluntaria que implica  plantearse si desea tener una relación o no, o si es el momento oportuno. Esto sigue perteneciendo al dominio de la figura masculina.

Por su parte el varón también sigue bajo el imperio de los otros, su iniciación sexual está motivada por su deseo pero también, en gran medida, por la presión de sus pares y de la cultura machista.

Todos los cambios que están sucediendo pueden ser acreditados a que hasta no hace mucho
la familia era el primer grupo de socialización, seguido por la escuela  y luego las organizaciones del barrio: iglesia, agrupación scout, sociedad de fomento, club barrial. Los pares
quedaban en último lugar. En el presente la familia sigue siendo el primer agente de socialización,  pero el segundo son los medios de comunicación y el tercero  son los pares. La escuela y las organizaciones barriales delegadas al último lugar. Un porcentaje alto de los y las jóvenes de la ciudad de Buenos Aires dicen haber recibido información sexual, sin embargo 1 de cada 4 manifiesta no haberla recibido de sus padres. El 59% no se animó a hacerles a sus padres preguntas sobre la sexualidad. Muchos de ellos manifiestan que la información sexual que reciben de sus padres, por lo general, les llega demasiado tarde, está llena de mitos y tabúes, es demasiado prohibitiva y no explora temas como la intimidad o el placer. En el caso de haber recibido orientación respecto al uso de anticonceptivos de la familia, este conocimiento no fue aplicado.

La alta incidencia de los medios de comunicación debe ser un alerta importante en el cuidado que los adultos debemos a los jóvenes pues aquello que los medios modelan no es intrascendente aunque aparezca revestido de entretenimiento y de una superficialidad que linda con la idiotez. Al contrario, lo que allí se muestra impregna la curiosidad y el ansia de integrarse a una sociedad adulta hace que estas conductas sean copiadas y reiteradas luego por el mismo adolescente.



La herramienta por excelencia para modificar positivamente esta situación es la educación sexual integral. Esto es un plan concientemente preparado y desarrollado desde la infancia para que el niño aprenda a relacionarse consigo mismo, con su cuerpo y deseos, a respetar su propia sensibilidad y por ende, a la de los demás.
Sobre todo se debe terminar con esa muchas veces distorsionada orientación dada en clases de biología que se limita a los “aparatos” reproductores, como son llamados, y centrada exclusivamente en lo genital, ocultando de ese modo toda la posibilidad sensible de todo el cuerpo y dejando de lado el componente principal que es el placer.

Una educación que sea realmente integral, esto es que abarque no solamente el cuerpo, sus partes y funciones, sino y sobre todo la libertad de sentir y elegir, aprender a decir que no, a integrar el sentir y las emociones, a aceptar el placer y sus vicisitudes, y sobre todo, a eliminar la culpa y los tabúes.
De esta educación debe hacerse también cargo el estado porque es primordial en la vida de todo ser humano. Nacemos sexuados y lo somos hasta nuestra muerte. La sexualidad va mutando a lo largo de nuestra existencia, por lo que debemos estar preparados y atentos a estas derivas. Y también debemos entender que como parte de una persona, el ejercicio de la sexualidad es pasible de ser educado. Debemos terminar con el perverso mito de que tenemos un instinto sexual indómito, una especie de demonio o animal interno dispuesto a saltar sobre lo más sagrado para destruirlo. Así como la escuela nos enseña distintas materias y comportamientos, también debe hacerse cargo de este, de otro modo los jóvenes lo aprenderán en la calle o con la pornografía.

Un mundo diferente claro que es posible, una sexualidad sana y satisfactoria también, para eso es necesario derrocar de una vez para siempre los tabúes, los prejuicios y las prohibiciones en la confianza que en nuestro interior no hay nada maligno y que todo nuestro cuerpo, que nosotros, estamos orientados hacia el placer en busca de satisfacción.


Un poema de Nicolás Guillen


La tarde abandonada gime deshecha en lluvia.
Del cielo caen recuerdos y entran por la ventana.
Duros suspiros rotos, quimeras lastimadas.
Lentamente va viniendo tu cuerpo.
Llegan tus manos en su órbita
de aguardiente de caña;
tus pies de lento azúcar quemados por la danza,
y tus muslos, tenazas del espasmo,
y tu boca, sustancia
comestible y tu cintura
de abierto caramelo.
Llegan tus brazos de oro, tus dientes sanguinarios;
de pronto entran tus ojos traicionados;
tu piel tendida, preparada
para la siesta:
tu olor a selva repentina; tu garganta
gritando –no sé, me lo imagino-, gimiendo
-no sé, me lo figuro-, quemándose- no sé, supongo, creo;
tu garganta profunda
retorciendo palabras prohibidas.
Un río de promesas
desciende de tu pelo,
se demora en tus senos,
cuaja al fin en un charco de melaza en tu vientre,
viola tu carne firme de nocturno secreto.
Carbón ardiente y piedra de horno
en esta tarde fría de lluvia y de silencio.






miércoles, 19 de noviembre de 2014

132 - Prejuicios

132
Prejuicios

Salió en un diario la noticia acerca de un estudio hecho en Estados Unidos por la universidad de Columbia  con adolescentes. En él se dice que los varones en el comienzo de la adolescencia antes que estar desesperados por el sexo lo están por la afectividad, lo que primariamente buscan es una relación de intimidad amorosa.
El estereotipo racista de ese país dice que los jóvenes afroamericanos y de bajos recursos entre 14 y 16 años serían el grupo etario que más descalifica y objetiva a las mujeres. Por el contrario, el estudio evidenció que no mostraron especial interés por las conquistas sexuales. Solamente una minoría dijo haber presionado o engañado a una chica para tener relaciones sexuales, pero, lo que es llamativo y nos debe llevar a pensar, es que ninguno de ellos se mostró orgulloso por lo que había hecho.

El mismo estudio realizado en  varones adolescentes de mayor edad demostró un cambio significativo, estos ya respondían al estereotipo que se puede ver en las películas, el de jóvenes centrados en el sexo y que hacen cualquier cosa por obtenerlo, dejando en segundo lugar lo afectivo.



Esta noticia nos puede llevar a considerar algunos puntos. En primer lugar como las ideologías, y en este caso claramente  basadas en el color de la piel y la clase social crean estereotipos sobre un sector poblacional que son considerados, por el resto de la población como verdades. En este caso el estereotipo recayó sobre los jóvenes negros y de clase baja. Esto significa que apenas dejada la niñez sobre este grupo ya se impone un pesado estigma, o sea que la subjetividad adolescente la sociedad la teje en cada uno de los jóvenes desde esta mirada descalificadora.

El estudio nos dice que en los adolescentes mayores a 16 años se evidencia un cambio, estos ya muestran los rasgos que el estereotipo narra.
Podemos agregar como parte de esta mirada interesada algo que todos hemos visto en las series televisivas o en las películas y que es importante como parte de esta narrativa: los jóvenes negros de clase baja en las esquinas, formando grupos violentos, robando supermercados o licorerías y violando.
Cuando nos encontramos con los adolescentes mayores de 16 años lo que vemos es que el trabajo de la sociedad en la subjetividad de las personas ya se ha realizado. Los jóvenes han incorporado el estereotipo, el modelo que la sociedad les imponía.

El cambio físico que trae la adolescencia también implica un fuertísimo cambio interior, el que hasta hace poco era un niño de pronto comienza a sentir y pensar y descubrir en el mundo cosas enteramente nuevas que tiene que ir conociendo y trabajando para integrarlas. Es un muy ardua tarea llena de conflictos y dudas que en muchos casos los adultos no queremos comprender. El adolescente se torna sumamente ávido de información, busca entender qué le sucede al mismo tiempo que quiere incorporar nuevas conductas de acuerdo a sus nuevos deseos. Busca entonces copiar el modo como se viste algún ídolo, o como se para o peina tal o cual persona o figura que les parece importante, e incorporar los modelos que la sociedad le propone. Necesita crearse una nueva identidad tanto interna como externa, y es aquí donde aparece el entorno, los estereotipos, mediados por las noticias periodísticas, la policía, las escuelas, las iglesias, los padres, mostrándole que se espera de él, diciéndole que lo “normal” es que sea de tal o cual manera.
La familia poco puede hacer, en primer lugar porque los padres y hermanos mayores también han caído dentro del estereotipo y de algún modo lo representan,  en segundo lugar porque el joven en su deseo de salir al mundo se aleja de la familia y cuestiona los modelos que esta le puede llegar a proponer.

Esto también nos puede llevar a pensar que cuando se considera que algo es “normal” se debe tener extremo cuidado, porque eso que llamamos “normal” es en realidad un modelo que nos viene impuesto. Podemos encontrar muchísimos ejemplos de esto: la mujer se completa en el matrimonio, su finalidad es la maternidad, los hombres son violentos, la mujer es afectiva y el hombre racional, ella busca una relación y él sexo, el homosexual es afeminado, ya de chiquita era puta.

Esto no implica solamente conceptos o palabras, también hechos materiales. Considerar la limpieza de  los parabrisas de los coches en los semáforos de Buenos Aires como “trabajo”, dar una educación inicial deficiente, llamar a quienes buscan en la basura algo que puede ser vendido “recicladores urbanos”, considerar a la prostitución como un “trabajo”, son algunas de las formas de concretar el estereotipo, de poner un cartel con una calificación, es un modo de decirle a toda esta gente que ese es su lugar y que no podrán salir del mismo y que su conducta tendrá que adaptarse a eso. Porque lo grave es que cada uno de estos carteles o nombres que se les impone significa una identidad, y en este capitalismo en que la movilidad social tiende a desaparecer o en todo caso a ser regresiva, el ocupado pasó a ser desocupado y luego excluido, esta identidad se convierte en destino fijo.
Hoy mismo he escuchado que en algunos barrios que el gobierno nacional hizo en función de la urbanización de las villas miserias en Buenos Aires, en los terrenos se dejó un espacio para que se guardaran los carros de los cartoneros. Esto puede leerse como el reconocimiento de una realidad, pero también como la fijación de una identidad y sobre todo la intención de no modificar esta situación.

Los estereotipos son ideología, son modos de control social en función de mantener el poder, los privilegios de algunos. Son la aguja y el hilo que teje las subjetividades por lo que cada uno de nosotros termina asumiéndolos y actuando tal como se nos exige y a la vez imponiéndolos a quienes nos rodean. Los adolescentes afroamericanos de clase baja, de buscar una relación afectiva pasan a ser los obsesivos sexuales y violentos que la sociedad necesita para tener mano de obra muy barata y descartable, para tener un mercado de venta de drogas, para obtener adolescentes para la prostitución, y para señalar a un grupo como el responsable de todos los males, así el resto de la sociedad estará ocupada en ver qué hacen estos jóvenes negros y no prestará atención a sus gobiernos y lo que ellos hacen que seguramente es infinitamente más grave y violento.

 






La sociedad en esto no es pasiva, al contrario, es sumamente activa, quienes han luchado por alejarse ellos mismo y luego a su comunidad de los estereotipos se han encontrado con la penalización como la cárcel para Mandela o la bala para Martin Luther King.
                                                                                                                                                                                              

Los estereotipos sociales existen para mantener el control de unos pocos sobre muchos y para sostener el capitalismo. Hacen que la sociedad se mantenga estática y las personas sean previsibles. Estas calificaciones despectivas se han usado y son las que legitimaron que se pudiera someter y colonizar a los indios, africanos y americanos para sacarles su riqueza material y su cultura, son las que permitieron arrasar con sus vidas en una masacre que todavía continua; justificaron que las mujeres tuvieran un papel menos que secundario y a las que hasta no hace mucho tiempo el cristianismo católico negaba que tuvieran un alma,  son las que tipificaron a la homosexualidad, al lesbianismo como desviación sexual, como enfermedad y a quienes la “padecen”  como peligrosos porque pueden contaminar.


Este tema también nos permite ver de qué modo desde el poder se toma a la sexualidad y se la convierte en una herramienta más para homogeneizar a las personas y dirigirlas hacia donde quieren. Todos y todas nacemos sexuados, es parte de nuestra carga genética, de ahí en adelante el desarrollo de ese potencial estará determinado, si bien no exclusivamente, en gran medida por el ambiente. La anticipación de la adolescencia obedece a esta influencia que puede ser detectada desde mucho antes con la erotización al modo adulto de la infancia. Enfoquen los canales televisivos dedicados a los niños y verán  la publicidad de juguetes para uso de las niñas para maquillarse, para colocarse extensiones, aros y pulseras, pero esta no es únicamente la cuestión, miremos a las niñas “modelos” y las posturas que toman, cómo están maquilladas, y nos daremos cuenta fácilmente de lo que se está promoviendo que es mucho más que la venta de un juguete.








jueves, 13 de noviembre de 2014

131 - Palabras sueltas 3

131
Palabras sueltas 3





Eduardo Galeano – “La memoria rota”*




“Que la fortuna se ha hecho titiritera y tan pronto te muestra un país como lo oculta”
Abú Bakr b. Sárim, poeta de Sevilla, siglo XIII.





La cultura de consumo, que exige comprar, condena todo lo que vende al desuso inmediato: las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. El shopping center, templo donde se celebran las misas del consumo, es un buen símbolo de los mensajes dominantes en la época nuestra: existe fuera del tiempo y del espacio, sin edad y sin raíz, y no tiene memoria. Y la televisión es el vehículo donde esos mensajes se irradian de la manera más eficaz.

La tele nos acribilla con imágenes que nacen para ser olvidadas en el acto. Cada imagen sepulta a la imagen anterior y sólo sobrevive hasta la imagen siguiente. Los acontecimientos humanos, convertidos en objeto de consumo, mueren, como las cosas, en el instante en que son usados. Cada noticia está divorciada de su propio pasado y divorciada del pasado de las demás. En la era del zapping, no se sabe si cuanto más nos informamos, más conocemos o más ignoramos.

Los medios de comunicación y los centros de educación no suelen contribuir mucho, que digamos, a la integración de la realidad y su memoria. La cultura de consumo, cultura del desvinculo, nos adiestra para creer que las cosas ocurren porque sí. Incapaz de reconocer sus orígenes, el tiempo presente proyecta el futuro como su propia repetición, mañana es otro nombre de hoy: la organización desigual del mundo, que humilla a la condición humana, pertenece al orden eterno, y la injusticia es una fatalidad que estamos obligados a aceptar o aceptar.




El poder no admite más raíces que las que necesita para proporcionar coartadas a sus crímenes; la impunidad exige la desmemoria. Hay países y personas exitosas y hay países y personas fracasadas, porque la vida es un sistema de recompensas y castigos que premia a los eficientes y castiga a los inútiles. Para que las infamias puedan ser convertidas en hazañas, hay que romper la memoria: la memoria del norte se divorcia de la memoria del sur, la acumulación se desvincula del vaciamiento, la opulencia no tiene nada que ver con el despojo. La memoria rota nos hace creer que la riqueza es inocente de la pobreza y que la desgracia no paga, desde hace siglos o milenios, el precio de la gracia. Y nos hace creer que estamos condenados a la resignación.



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Venus Verticordia. Dante Gabriel Rossetti

“Ellos se pasaban la vida explorándose a sí mismos como personas que hacían música, curaban, cocinaban, contaban historias y se daban nuevos nombres con cada mejora personal.  Yo empecé a contribuir en la exploración de mis aptitudes para la tribu, refiriéndome a mí misma burlonamente como Recolectora de Excrementos.
Aquel día una preciosa jovencita se acercó a la maleza y emergió como por arte de magia con una hermosa flor amarilla de largo tallo.  Se ató el tallo alrededor del cuello de tal modo que la flor le colgara sobre el pecho como una joya valiosa.  Los miembros de la tribu se reunieron en tomo a ella y le dijeron que estaba preciosa, y que había hecho una maravillosa elección.  Se pasó el día recibiendo cumplidos.  Yo notaba que resplandecía porque se sentía especialmente guapa.
Mientras la contemplaba recordé un incidente acaecido en mi consultorio justo antes de abandonar Estados Unidos.  Me visitó una paciente que sufría de un grave síndrome de estrés.  Cuando le pregunté qué estaba ocurriendo en su vida, me contó que su compañía aseguradora había aumentado la prima por uno de sus collares de diamantes en ochocientos dólares.  Alguien de Nueva York le había garantizado que podría hacerle un duplicado exacto del collar con piedras falsas.  Iba a coger un avión, permanecería allí mientras se lo hicieran, y luego volvería para meter los diamantes en la cámara acorazada de un banco.  Con esto no eliminaría la cuantiosa prima del seguro ni la necesidad de tenerlo, puesto que ni siquiera en la mejor cámara acorazada de un banco se puede garantizar una seguridad absoluta, pero la prima se reduciría considerablemente.
Recuerdo que le pregunté por un baile anual que debía celebrarse en breve.  La mujer contestó que la imitación estaría lista para entonces y que pensaba llevarla.
Al final de nuestro día en el desierto, la muchacha de la tribu de los Auténticos depositó la flor en el suelo y la devolvió a la madre tierra.  Había servido a su propósito.  Estaba muy agradecida por ello y había conservado el recuerdo de toda la atención recibida durante el día.  Era la confirmación de su atractivo personal, pero no se había apegado al objeto en sí.  La flor se marchitaría, moriría y volvería a convertirse en humus y a reciclarse una vez más.
Pensé en mi paciente.  Luego miré a la joven aborigen.  Su joya tenía un significado; la nuestra un valor monetario.
Pensé que realmente alguien en este mundo había equivocado el sistema de valores, pero no creia que fueran aquellos seres primitivos, en la tierra de Australia, llamada de Nunca Jamás.”

De “Las voces del desiertoMarlo Morgan

 
Indígenas gomera. Jean Bethencourt. siglo 15 

“Voces del desierto” tal como fue conocida en castellano,  fue la primera novela de Marlo Morgan una escritora y médica estadounidense nacida en 1937. Es una obra de ficción que narra las experiencias vividas junto a aborígenes australianos. El objetivo sería mandar un mensaje a los occidentales para que se acerquen a la naturaleza y al espíritu.
Esto no cayó muy bien a los aborígenes australianos quienes mostraron indignación por el distorsionado retrato que hace de su cultura.

Aunque sea una obra de ficción sobrecargada de romanticismo y por lo tanto de puro idealismo, los extremos que representan los personajes nos sirven para ubicarnos más hacia un polo u otro y de ese modo reconocer a qué le damos significado.

Los humanos no nacemos buenos o malos, vamos siendo armados como un rompecabezas especialmente durante nuestros primeros años, cuando todavía no podemos discernir, cuando nuestro mundo esta señoreado por los casi superhumanos padres, cuando somos curiosidad sin límites. Vamos absorbiendo  y las piezas se van encajando en nuestro interior, algunas veces con amor, otra con amenazas y violencia. Hoy, ya lejos de la infancia, tenemos la posibilidad del pensamiento y elegir cómo queremos ser, de sacar piezas, reubicarlas o arrojarlas al pasado para siempre. El significado que nos damos a nosotros mismos y a nuestras vidas no es intrascendente, al contrario, nos modifica y también a nuestro mundo.

No creamos en seres ideales, esos que se nos venden buenos, unidos a la naturaleza, o  a dios, a la patria, entregados al sacerdocio, a los demás o a cualquier otra cuestión. Los seres que son vendidos como puros, esos que se revisten de amor y compasión, suelen hacerlo para ocultar sus profundas maldades, sus mezquindades. Las ropas blancas son siempre las más sucias.

Esa  jovencita indígena que se nos propone como ideal también cortó un ser vivo, amputó una planta solamente para satisfacer su vanidad, para mostrarse ante los demás, para ser elogiada, del mismo modo que la paciente estadounidense con sus trozos de carbón brillante se pasea por los salones para obtener similares elogios.
No hay naturaleza a la que volver porque allí donde el ser humano pone su mirada, ahí esta la cultura. Somos cultura, entonces todos nuestros actos también lo son. Hasta que no nos hagamos enteramente cargo de esto, hasta que no sepamos hasta lo más pequeño de cada una de nuestras células que debemos ser responsables de esta capacidad que es también una condena, nada podremos cambiar. Hasta que no sepamos que todo lo que hacemos no es natural, sino que produce ruptura, corta y se inserta en lo natural modificándolo para toda la eternidad y que entonces somos responsables tanto de lo que significa cortar una flor como de atesorar carbones brillantes y de sus consecuencias, nada podremos cambiar.






jueves, 6 de noviembre de 2014

130 - Un cuento del marqués de Sade



marqués de Sade


130
Un cuento del marqués de Sade




El alcahuete castigado
Marqués de Sade




“Durante la Regencia ocurrió en París un hecho tan singular que aún hoy en día puede ser narrado con interés; por un lado, brinda un ejemplo de misterioso libertinaje que nunca pudo ser declarado del todo; por otro, tres horribles asesinatos, cuyo autor no fue descubierto jamás. Y en cuanto a... las conjeturas, antes de presentar la catástrofe desencadenada por quien se la merecía, quizá resulte así algo menos terrible.

Se cree que el señor de Savari, solterón maltratado por la naturaleza, pero rebosante de ingenio, de agradable trato y que congregaba en su residencia de la calle Déjeuneurs a la mejor sociedad posible, había tenido la idea de prestar su casa para un género de prostitución realmente singular. Las esposas o las hijas, de elevada posición exclusivamente, que deseaban gozar sin complicaciones y a la sombra del más profundo misterio de los placeres de la voluptuosidad podían encontrar allí a un cierto número de asociados dispuestos a satisfacerlas, y esas intrigas pasajeras no tenían nunca consecuencias; una mujer recogía en ellas sólo las flores sin el menor riesgo de las espinas que con tanta frecuencia acompañan a esa clase de arreglos cuando van tomando el carácter público de una relación regular. La esposa o la jovencita se encontraban de nuevo al día siguiente en sociedad al hombre con el que habían tenido relaciones la víspera sin dar a entender que la reconocían y sin que él, a su vez, pareciera distinguirla entre las restantes damas, gracias a lo cual nada de celos en las relaciones, nada de padres irritados, ni de separaciones, ni de conventos; en una palabra, ninguna de las funestas secuelas que traen consigo asuntos de esa índole. Resultaba difícil encontrar algo más cómodo y sin duda sería peligroso ofrecer en nuestros días este plan; habría que temer con sobrada razón que este relato pudiera sugerir la idea de volver a ponerlo en práctica en un siglo en que la depravación de ambos sexos ha desbordado todos los límites conocidos, si no presentáramos, al mismo tiempo, la cruel aventura que sirvió de escarmiento a aquel que lo había concebido.

El señor de Savari, autor y ejecutor del proyecto, que se conformaba, aunque muy a gusto, con un único criado y una cocinera para no multiplicar los testigos de los excesos de su mansión, vio una mañana cómo se presentaba en su casa cierto individuo amigo suyo para rogarle que lo invitara a comer.

-Diablos, con mucho gusto -le contesta el señor de Savari-, y para demostraros el placer que me proporcionáis, voy a ordenar que os saquen el mejor vino de mi bodega...

-Un momento -responde el amigo cuando el criado ha recibido ya la orden-, quiero ver si La Brie nos engaña..., conozco los toneles, voy a seguirle y a comprobar si realmente coge el mejor.

-Muy bien, muy bien -contesta el dueño de la casa siguiendo perfectamente la broma-; si no fuera por mi penoso estado, yo mismo os acompañaría, pero así me haréis el favor de ver si ese bribón no nos induce a error.

El amigo sale, entra en la bodega, coge una palanca, mata a golpes al criado, sube en seguida a la cocina, deja en el sitio a la cocinera, mata hasta a un perro y a un gato que encuentra a su paso, vuelve a la alcoba del señor de Savari que, incapaz por su estado de ofrecer la menor resistencia, se deja asesinar como sus sirvientes, y este verdugo implacable, sin turbarse, sin sentir el más mínimo remordimiento por la acción que acaba de perpetrar, detalla tranquilamente en la página en blanco de un libro que halla sobre la mesa la forma en que la ha llevado a cabo, no toca cosa alguna, no se lleva nada, sale de la casa, la cierra y desaparece.



La casa del señor de Savari era demasiado frecuentada para que esta atroz carnicería no fuera descubierta en seguida; llaman a la puerta, nadie contesta, y convencidos de que el dueño no puede hallarse fuera rompen las puertas y descubren el espantoso estado de la residencia de aquel desdichado; no contento con legar los detalles de su acción al público, el flemático asesino había colocado sobre un péndulo, adornado con una calavera que ostentaba como lema: «Contempladla para enmendar vuestra vida», había colocado, repito, sobre esta frase un papel escrito en el que se leía: «Ved su vida y no os sorprenderéis de su final.»

Una aventura semejante no tardó en provocar un escándalo; registraron por todas partes y el único objeto que encontraron que guardara alguna relación con esta cruel escena fue la carta de una mujer, sin firma, dirigida al señor de Savari y que contenía las palabras siguientes:

«Estamos perdidos, mi marido acaba de enterarse de todo, pensad en el remedio, sólo Paparel puede aplacar su espíritu; haced que hable con él, si no, no hay ninguna salvación.»

Un tal Paparel, tesorero del extraordinario de la guerra, hombre amable y con buenas relaciones, fue citado: admitió que visitaba al señor de Savari, pero que, de más de cien personas de la ciudad y de la corte que acudían a su casa, a la cabeza de las cuales podía colocarse el señor duque de Vendôme, él era de todas ellas uno de los que menos le veía.

Varias personas fueron detenidas y puestas en libertad casi en seguida. Pronto se supo bastante como para convencerse de que aquel asunto tenía ramificaciones innumerables que, al comprometer el honor de los padres y maridos de la mitad de la capital, iban a desacreditar públicamente a un infinito número de personas de la más alta alcurnia, y, por primera vez en la vida, en unas cabezas de magistrados la prudencia reemplazó a la severidad. En eso quedó todo y, por tanto, la muerte de aquel desdichado, demasiado culpable sin duda para ser llorado por gentes honestas, no encontró nunca a nadie que le vengara; pero si aquella pérdida fue insensible para la virtud, hay que creer que el vicio la lamentó durante largo tiempo, y que, independientemente de la alegre cuadrilla que tantos mirtos recogía en la casa de este dulce hijo de Epicuro, las hermosas sacerdotisas de Venus, que acudían día tras día a quemar su incienso en los altares del amor, debieron llorar sin duda la demolición de su templo.

Y así es como acabó todo. Un filósofo comentaría, glosando esta narración: «Si de las mil personas a las que tal vez afectó esta aventura, quinientas se alegraron y otras quinientas la deploraron, la acción puede considerarse indiferente; pero si, por desgracia, el cálculo arrojara una cifra de ochocientos seres lesionados por la privación del placer que esta catástrofe les ocasionaba contra sólo doscientos que creyeran ganar con ella, el señor de Savari hacía más bien que mal y el único culpable fue aquel que le inmoló en aras de su resentimiento.» Dejo que decidáis sobre todo esto y paso rápidamente a otro asunto.”

 
Alegoría de la castidad. Hans Memling


El marqués de Sade nació en 1740 y murió en 1814 en Francia, o sea que escribió en épocas muy lejanas para nuestros usos y costumbres. Por esta razón es muy probable que este cuento no nos impresione, pero en aquella época sus escritos le valieron la cárcel y el manicomio. Incluso sus obras estuvieron en la lista de libros prohibidos por la iglesia católica.
Había y hay muchos elementos para que esto fuera así, no solamente que hablaba del sexo desde el placer y la libertad, lejos de limitaciones de clase o de otra índole. Sino también porque manifestó un ateísmo sin fisuras y porque el vicio gana a la virtud. Esta visión es superficial, porque en realidad lo que muestra es que la virtud no es tal, sino simple hipocresía, un ropaje de costumbres y modos de aparecer en sociedad. Quizá esto sea lo más grave, que puso en clara evidencia lo que en realidad existe pero se esconde detrás de la fachada de matrimonio feliz y de fidelidad.
Sade con sus obras lo que cuestionó es precisamente eso, las sacrosantas instituciones sociales mostrando lo huecas y superficiales que son: la religión, el matrimonio, la fidelidad, la heterosexualidad, la monogamia, la genitalidad, las clases sociales. Por todo esto se lo puede considerar un pensador político opuesto al sistema instituido hasta ese momento.


Autorretrato masturbándose. Egon Schiele. 1911











No sé que podría haber escrito en nuestra época, pero supongo que sí habría variado el estilo, sería más actual, también creo que el cuestionamiento hoy sería similar al de principios del año 1800.