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Adolescentes y
sexualidad
Un artículo publicado en la revista Mu de
octubre titulado “El sexo no casual”
dice que 41,6% de los
casos encuestados –420 varones de
13 a 18 años de la Ciudad de
Buenos Aires- tuvo su primera relación
sexual con prostitutas, lo que tiende a descender, aunque se halla presente en
el imaginario colectivo de los jóvenes y también adultos, contra un 46 % que lo
hicieron con novias o amigas. El porcentaje de quienes debutaron mediante pago
es elevado y un indicador muy importante acerca del punto en que estamos en
relación a la igualdad y la violencia de género. También es definitivo en
cuanto a la falta de educación sexual.
Esta misma nota dice que la pubertad comienza tempranamente,
alrededor de los 12 años, habiendo casos de niñas que menstrúan a los 9 años,
al igual que el inicio de la vida sexual que actualmente se da alrededor de los
15 años.
Esto es debido a cambios en la alimentación, a factores
ambientales y a la incidencia de los medios de comunicación masiva que ejercen
una exposición, provocación y estimulación constantes que erotizan la vida
diaria y a la niñez tempranamente, provocando modificaciones hormonales.
Recordemos que somos lo que somos siempre en relación al
medio en que nos hallamos y al tiempo histórico, no somos entes separados, al
contrario, nuestra piel y todos los sentidos nos conectan de manera inseparable
con todo lo que nos rodea y esto también implica a las ideas y costumbres, y nos hacen receptores de lo que allí se
desarrolla.
Todo esto lleva a que los adolescentes ingresen a la vida
sexual sin la preparación necesaria, por lo que terminan asumiendo conductas de
riesgo. Según este artículo las
relaciones sexuales son imprevistas y ocurren en lugares y situaciones
inapropiadas; los adolescentes experimentan continuos cambios de pareja; tienen
poco conocimiento de la sexualidad; no se plantean el control del embarazo;
demuestran escasa orientación y uso de anticonceptivos. El 35% de los varones piensa que el
preservativo es incómodo y el 40% opina que interfiere en la sensación de
placer durante una relación sexual; poseen insuficiente información sobre las
enfermedades de transmisión sexual y su prevención.
El hecho de que tengan reiterados cambio de pareja no
debiera preocuparnos, al contrario, la experimentación y el cambio son parte de la adolescencia y del
aprendizaje que en ella se realiza. Lo que preocupa es que estos cambios son
acompañados de falta de cuidados que pueden llevar a enfermedades o embarazos.
De acuerdo a la propuesta en general que la sociedad nos
hace, los jóvenes han perdido la concepción de que la vida sexual pertenece a
la intimidad de las personas, que no es pública. La convierten en un hecho
público al exponerse a tener una
relación sexual en un boliche, también al
aire libre, al acceder a ser filmados o hacerlos ellos mismos para luego
publicar el acto en internet o mandarlo a sus conocidos. De este modo la
relación deja de ser algo exclusivo entre quienes participan para ser, también,
para otro, conocido o no, pero que se convierte en un partícipe fantasmal cuyo
representante en el acto sexual es la cámara.
El artículo también nos dice que la situación de
sometimiento de la mujer en este régimen patriarcal no se ha modificado
fundamentalmente, la mujer continúa respondiendo en general a la necesidad del varón,
muchas veces sin hacer una elección propia y voluntaria que implica plantearse si desea tener una relación o no, o
si es el momento oportuno. Esto sigue perteneciendo al dominio de la figura
masculina.
Por su parte el varón también sigue bajo el imperio de los
otros, su iniciación sexual está motivada por su deseo pero también, en gran
medida, por la presión de sus pares y de la cultura machista.
Todos los cambios que están sucediendo pueden ser acreditados
a que hasta no hace mucho
la familia era el primer grupo de socialización, seguido por
la escuela y luego las organizaciones
del barrio: iglesia, agrupación scout, sociedad de fomento, club barrial. Los
pares
quedaban en último lugar. En el presente la familia sigue
siendo el primer agente de socialización, pero el segundo son los medios de comunicación
y el tercero son los pares. La escuela y
las organizaciones barriales delegadas al último lugar. Un porcentaje alto de los y las jóvenes de la
ciudad de Buenos Aires dicen haber recibido información sexual, sin embargo 1
de cada 4 manifiesta no haberla recibido de sus padres. El 59% no se animó a
hacerles a sus padres preguntas sobre la sexualidad. Muchos de ellos manifiestan
que la información sexual que reciben de sus padres, por lo general, les llega
demasiado tarde, está llena de mitos y tabúes, es demasiado prohibitiva y no
explora temas como la intimidad o el placer. En el caso de haber recibido
orientación respecto al uso de anticonceptivos de la familia, este conocimiento
no fue aplicado.
La alta incidencia de los medios de comunicación debe ser un
alerta importante en el cuidado que los adultos debemos a los jóvenes pues
aquello que los medios modelan no es intrascendente aunque aparezca revestido
de entretenimiento y de una superficialidad que linda con la idiotez. Al
contrario, lo que allí se muestra impregna la curiosidad y el ansia de
integrarse a una sociedad adulta hace que estas conductas sean copiadas y
reiteradas luego por el mismo adolescente.
La herramienta por excelencia para modificar positivamente
esta situación es la educación sexual integral. Esto es un plan concientemente
preparado y desarrollado desde la infancia para que el niño aprenda a
relacionarse consigo mismo, con su cuerpo y deseos, a respetar su propia
sensibilidad y por ende, a la de los demás.
Sobre todo se debe terminar con esa muchas veces
distorsionada orientación dada en clases de biología que se limita a los
“aparatos” reproductores, como son llamados, y centrada exclusivamente en lo
genital, ocultando de ese modo toda la posibilidad sensible de todo el cuerpo y
dejando de lado el componente principal que es el placer.
Una educación que sea realmente integral, esto es que
abarque no solamente el cuerpo, sus partes y funciones, sino y sobre todo la
libertad de sentir y elegir, aprender a decir que no, a integrar el sentir y
las emociones, a aceptar el placer y sus vicisitudes, y sobre todo, a eliminar
la culpa y los tabúes.
De esta educación debe hacerse también cargo el estado
porque es primordial en la vida de todo ser humano. Nacemos sexuados y lo somos
hasta nuestra muerte. La sexualidad va mutando a lo largo de nuestra
existencia, por lo que debemos estar preparados y atentos a estas derivas. Y
también debemos entender que como parte de una persona, el ejercicio de la
sexualidad es pasible de ser educado. Debemos terminar con el perverso mito de
que tenemos un instinto sexual indómito, una especie de demonio o animal
interno dispuesto a saltar sobre lo más sagrado para destruirlo. Así como la
escuela nos enseña distintas materias y comportamientos, también debe hacerse
cargo de este, de otro modo los jóvenes lo aprenderán en la calle o con la
pornografía.
Un mundo diferente claro que es posible, una sexualidad sana
y satisfactoria también, para eso es necesario derrocar de una vez para siempre
los tabúes, los prejuicios y las prohibiciones en la confianza que en nuestro
interior no hay nada maligno y que todo nuestro cuerpo, que nosotros, estamos
orientados hacia el placer en busca de satisfacción.
Un poema de Nicolás Guillen
La tarde abandonada gime deshecha en lluvia.
Del cielo caen recuerdos y entran por la ventana.
Duros suspiros rotos, quimeras lastimadas.
Lentamente va viniendo tu cuerpo.
Llegan tus manos en su órbita
de aguardiente de caña;
tus pies de lento azúcar quemados por la danza,
y tus muslos, tenazas del espasmo,
y tu boca, sustancia
comestible y tu cintura
de abierto caramelo.
Llegan tus brazos de oro, tus dientes sanguinarios;
de pronto entran tus ojos traicionados;
tu piel tendida, preparada
para la siesta:
tu olor a selva repentina; tu garganta
gritando –no sé, me lo imagino-, gimiendo
-no sé, me lo figuro-, quemándose- no sé, supongo, creo;
tu garganta profunda
retorciendo palabras prohibidas.
Un río de promesas
desciende de tu pelo,
se demora en tus senos,
cuaja al fin en un charco de melaza en tu vientre,
viola tu carne firme de nocturno secreto.
Carbón ardiente y piedra de horno
en esta tarde fría de lluvia y de silencio.