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Para no ver
Todavía las
personas me sorprenden y en este caso, no me gustaría que eso sucediera,
preferiría que el pensamiento, la capacidad de reflexionar acerca de lo que se
dice de manera independiente a las consignas que les son ordenadas, hubiera progresado
un poco más. Me deja paralizado cuando
compruebo que no es así, como soy lento en procesar, me tomo algún tiempo para
la reacción.
A la
sorpresa sigue el desencanto y entonces
me hago cargo de mis ilusiones, de no haber registrado convenientemente el
mundo que tengo al alcance de mi mano.
Una vez más
compruebo la fuerza, el poder que tienen los mecanismos de aturdimiento, de
tapar los ojos y sobre todo de hacernos creer que eso que repetimos es creación
nuestra, que ha surgido de nuestras neuronas cuando, para un observador es claro que ha surgido como una verdad a
partir de la mente sometedora.
He
escuchado a distintas personas de las que me consta que tienen conciencia
social, que tienen un pensamiento político dedicado, que en algún momento de
andar histórico se han expuesto, decir con clara intención de que ese tema no
sea tocado: “corrupción hay en todo el mundo”. Con el tono de la voz también
dicen que es algo que no tiene importancia. Son personas que se autodefinen
progresistas y hasta de izquierda y que tienen un amplio discurso por la
distribución de la riqueza, la igualdad, llegando al socialismo.
Repiten:
“corrupción hay en todo el mundo”
Lo que
delata es que esta frase de improviso es dicha por todos, del mismo modo, casi
en perfecta sincronía, como si desde un extraño centro telepático les fuera
dictada.
La
naturalización, el proceso mediante el cual algo perverso comienza a ser tomado
como natural, como algo que es así y, como la lluvia, no vale la pena detenerse
a cuestionarlo, ya está en acción. Cuando esto lo dicen precisamente aquellos
que tienen lectura, que piensan el hacer político, es peligroso, porque son
quienes saben que si algo no es natural es justamente la acción política.
Si decir
que algo ocurre en otros lugares es razón
suficiente para que se lo deje de lado, tendríamos que aceptar entonces también
las violaciones, los homicidios, las guerras;
por qué defender los Derechos Humanos si sabemos que en todos lados son
violados. Esto implica cerrar el
pensamiento y por lo tanto la acción pues si no cuestionamos algo no haremos
nada para cambiarlo, sino ser cómplices por inacción.
Es como
cuando nos dicen “esta es la revolución posible”, “este es el socialismo
posible”, lo que implica que aceptemos las cosas como ahora, en este momento
son y no pidamos más, no busquemos avanzar hacia el cambio. Son mensajes que
nos llevan a la parálisis, al estúpido contento con lo supuestamente logrado,
desde todo punto de vista son consignas conservadoras. Su orden: no caminen
hacia la utopía.
Lo grave de
aceptar la corrupción es que también adormece nuestra moral y terminamos
aceptando que algunos pocos se beneficien en detrimento de los muchos,
permitimos que el dolor, la angustia y la falta de posibilidades aumente para
estos.
El daño que
causa la corrupción nos alcanza a todos y sobre todo la pagan quienes menos tienen. Porque
corrupción es sobre facturar obras públicas y entonces en lugar de hacer dos
hospitales, se hace uno; corrupción es
no dar la salud y educación porque el dinero disponible se lo hace desaparecer;
la muerte en los trenes o el hacinamiento en los colectivos no lo sufren
quienes viajan en helicóptero o en coches blindados.
No me
interesa comparar si este gobierno, esta empresa, es más o menos corrupto que otros, ¿para qué
sirve comparar, qué cambia de la realidad? Solamente sé que no habrá justicia
social si hay corrupción, porque la corrupción rompe toda posibilidad de
justicia porque crea diferencias y desigualdad y aumenta la desprotección de
los que ya de por sí están desprotegidos. Los empresarios y los funcionarios
nunca rinden cuentas, nunca van presos y
jamás se tocan sus fortunas ¿cuál es la justicia social si mientras tanto hay
gente que no tiene agua o revuelve la basura buscando cartones o tienen que
vivir de planes sociales cada vez más cortos?
La
corrupción indica que algo se ha deteriorado, se ha podrido, y ya no es apto
para la función que debía desempeñar, la madera corrupta ya no sostiene. Cuando esto lo aplicamos a un
funcionario de gobierno estamos diciendo que el sistema democrático está
fallando, está en peligro, y todos
estamos tambaleando porque seguimos dando poder a quien nos esta jugando en
contra, a quien nos está haciendo daño. El agua corrupta no es fuente de vida
sino de enfermedad.
Extraño
síndrome de Estocolmo de los pueblos que aún siendo golpeados, torturados,
hambreados, reprimidos y encarcelados, siguen apoyando y hasta justificando a
sus agresores.
La
corrupción necesariamente va de la mano de la impunidad. Quienes están en los
cargos para su propio beneficio, para enriquecerse a costa de escuálidas
jubilaciones o topes salariales, de negocios tramposos, tienen el poder
suficiente y el dinero para comprar voluntades para cubrir sus pasos, para
asegurarse que mañana no serán juzgados siquiera y que sus fortunas no serán
tocadas. ¿necesito hacer nombres? la
corrupción y la impunidad son tan claras y a la vista que todos podemos hacer
una larga lista.
Hablan de
trata de personas, hablan de narcotráfico, de consumo de drogas, de trabajo en
negro, como si ellos no tuvieran nada que ver en estos asuntos, como si los
gobiernos no participaran activamente, porque es muy claro, sin esta
participación ninguno de estos delitos podría llevarse a cabo, todos necesitan
de la complicidad de funcionarios de todo tipo.
De
improviso dicen que Argentina es país de tránsito, consumo y producción de
droga. ¿cuál es la novedad? Basta andar por las calles, leer los diarios, para
saber todo esto, hace ya bastante los que andamos a pié lo sabemos. Como
tampoco es novedad que hace años que los sicarios matan personas, que los
cárteles están acá y que todo esto no
podría suceder si desde las gobernaciones, desde las casas de gobierno, desde
las jefaturas, desde los estrados tribunalicios, no jugaran a los monos sabios: no escuchar,
no ver, no hablar a cambio de……
Esto es
corrupción, esto es impunidad, y esto es enfermedad, dolor y muerte.
Entonces,
cuando me dicen “corrupción hay en todo el mundo” me sorprendo y me paralizo, es difícil
entender que se reniegue de la razón, que se caiga en el más absoluto
individualismo además con la tonta premisa de que esos males a mí y a mi
familia nunca nos tocarán.
No entiendo
siquiera la lógica egoísta de quienes
dicen esto, porque luego son los mismos que se quejan de la inseguridad, de los
robos, los homicidios, son los mismos que dicen defender los Derechos
Humanos y convalidando la corrupción
están otorgando pase libre a la tortura, a la coima, a la prostitución y a todo
lo que ellos mismos dicen rechazar.
La corrupción
que es el otro nombre de la deshonestidad, del individualismo, no tiene
banderas ni siquiera sistemas políticos, tanto se da en las monarquías como en
las democracias, en las derechos como en las izquierdas, porque se prioriza la
salida individual, la del propio clan y se deja totalmente de lado lo
comunitario. Esto es lo que hace a los corruptos peligrosos, porque en su
accionar no hay un programa, un proyecto social, aunque eso digan, lo que hay
es solamente su afán.
La
experiencia de los años ha hecho que cada sistema de gobierno busque crear
anticuerpos, formas de control, de supervisión que si bien no pueden evitar el
mal sí pueden contenerlo, detectarlo en nacimiento y actuar. Esto es muy
importante porque la corrupción en los gobiernos pone en peligro el equilibrio
en la sociedad. Si esta ruptura del equilibrio tuviera como destino una
modificación superadora de las situaciones, sería bienvenido, pero no es el
caso.
Existe una
memoria, una moral social que aunque los mecanismos de estupidización, de
negación de la realidad, de distorsión, se hallan en pleno funcionamiento, esa
moral social será la que permitirá reaccionar. Solamente el pueblo, quienes son
agredidos, atacados, engañados para ser usados, son quienes pueden poner freno.
Luis Franco
Canción de los niños con hambre
(Fragmento)
¿Que aún se ignore que el hambre es
peor que todos los inviernos?
Se me saltan los ojos
y los pulsos, ebrios.
Mi rebelión aúlla oscura
más que en la nieve lobo hambriento.
Cantaré como los piratas
pulsando con el viento
y el alma desterrada
el cordaje velero.
Que ignoréis lo demás no importa:
hay niños con hambre, sabedlo.
Niños que lloran
con llanto de hombre, oh cielos.
Para que ocurra,
sabedlo,
que el sanhedrín de mercaderes
que regentea el mundo entero,
y los que guardan sus espaldas,
esté contento, estén contentos...
(por la hidrografía,
ay, del llanto ajeno,
navega la flota
de los monederos)
el mundo, el mundo se contempla,
ved, de sí mismo prisionero,
de su propia dureza, digo,
igual que un río de sus hielos.
Y tiene que haber y hayle,
es cierto,
río de hormigas, cordilleras
de falsía y desprecio
(palomas empollando
huevos de víbora estoy viendo)
y tan profunda erudición
de desencanto y sufrimiento,
y tantos rincones del alma
con telarañas y murciélagos,
y Jobes vestidos de lepra
sin más báculo que el lamento,
y golpes de tos o de sangre
en que alienta todo el infierno
como en ola de tempestad
todo el océano.
¿Infierno? No,
que no hay infierno:
hay corazones congelados.
Eso es todo, sabedlo.
Gentes que hablan con palabras
más encendidas que los besos
justamente cuando se miran
con ojos de témpano.
Oh, todo eso,
en tanto discuten el mundo
diplomáticos y barberos,
y las ganancias de los rábulas
como tumores van creciendo,
y doquier hay niños con hambre,
o muertos de hambre ya, creedlo,
y hay que los ángeles del hombre
(los tiene el hombre aún, no miento)
tapan sus ojos con sus alas
para no ver, para no verlos.
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