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¿Qué es la ideología?
De pronto, al final de una noticia sobre prostitución
encontré un comentario de un lector. A poco de leer me di cuenta que no tenía
nada que ver con el tema, pensé que lo había puesto ahí para difundir sus
ideas.
De todos modos terminé su lectura y lo guardé pensando
compartirlo con Uds. porque realmente es muy claro.
Luego, me di cuenta que sí, tiene mucho que ver con la
prostitución, porque el sistema capitalista neoliberal nos convence a todos que
somos “mercancías”, que “todos y todo tiene un precio” y al mismo tiempo somos
“consumidores de mercancías”. Esta ideología nos impregna y es la que habla por
boca de muchas personas en prostitución que repiten el discurso del amo.
Les dejo a continuación parte del texto firmado por Henrique Canary para que saquen sus propias
ideas.
¿Qué es la ideología?
Cuenta una bella leyenda judaica que en un pasado distante
toda la humanidad vivía unida y hablaba la misma lengua. Habiendo dominado las
técnicas de construcción y descubierto su propio poder creativo, los hombres
decidieron construir una torre tan alta, que su parte superior llegaría hasta
el cielo y así podrían ver al creador. Irritado con la arrogancia humana, dios
resolvió confundir la lengua de los hombres con diferentes idiomas, para que de
esta forma la gigantesca construcción no prosperase. Al no entenderse más, los
trabajadores de la obra no pudieron coordinar sus esfuerzos y la torre acabó
desmoronándose, fruto del caos que se instauró.
La leyenda sobre la Torre de Babel tiene mucho que
enseñarnos, aunque las lecciones no son sobre la vanidad humana, el poder de
dios ni el origen de los idiomas modernos, sino sobre algo mucho más concreto:
el funcionamiento de nuestra sociedad.
De la misma forma que en la Torre de Babel, la humanidad,
incluso sin saberlo, realiza una gran obra colectiva y coordina sus esfuerzos
para ello: los coches producidos en Brasil son vendidos en Argentina, llevados
hasta allí en barcos fabricados en Japón, pero que pertenecen a armadores
griegos, que emplean marineros filipinos. No hay en el mundo un único bien
material que no sea fruto de los trabajos conjugados de miles de hombres y
mujeres.
También como en la leyenda, la mayoría de los participantes
de esa inmensa obra llamada sociedad “habla la misma lengua”, es decir,
comparte ciertas ideas y valores, tiene una misma “visión de mundo”. Por
compartir las mismas ideas, las personas acaban teniendo también un
comportamiento parecido. A estas ideas o conjunto de ideas que moldean el
comportamiento humano, las llamamos ideologías.
¿Para qué sirven las
ideologías?
El papel de las ideologías es garantizar el funcionamiento
de la sociedad. Entonces, ¿qué ocurriría, por ejemplo, si los trabajadores
ignorasen las leyes sobre la propiedad privada y decidieran tomar para sí las
fábricas, los bancos y los latifundios? ¿O si las mujeres se rebelasen contra
el machismo y comenzaran a reaccionar violentamente ante cualquier situación de
opresión? ¿O si los homosexuales se organizaran para darles palizas a los neonazis
en la Avenida Paulista? Está claro que si eso ocurriese, el orden burgués
establecido se colapsaría y la sociedad, tal y como la conocemos, se
desmoronaría sobre sí misma como una enorme Torre de Babel.
Para que eso no se dé, para que la dominación capitalista
siga su curso con tranquilad, es necesario que las personas acepten pasivamente
las condiciones de explotación y opresión a las que están sometidas. ¿Y cómo
conseguir eso sin recurrir permanentemente a la violencia? Pues a través de las
ideologías.
Se crea así la ideología de que la propiedad privada es
sagrada y que los grandes empresarios, banqueros y petroleros son héroes
nacionales; la ideología de que las mujeres son propiedad de sus maridos y a
ellos les deben respeto y obediencia; la ideología de que la homosexualidad es
una enfermedad y por eso, si los homosexuales son apaleados en la calle, es
porque algo malo han hecho.
Así, poco a poco, con numerosas ideas pequeñas,
aparentemente sin conexión entre sí, se forma en la cabeza de los trabajadores
una “visión de mundo” que no se corresponde con sus intereses, sino con los
intereses de los capitalistas. Las ideas que justifican la dominación burguesa
se hacen predominantes en toda la sociedad. Se reproducen exhaustivamente en la
Televisión, en las escuelas, en las páginas de los periódicos, en la familia,
en el trabajo, entre los amigos. Los trabajadores, por el simple hecho de vivir
en sociedad, absorben estas ideologías y actúan en consonancia con ellas,
incluso sin percibirlo. Cuando una ideología es aceptada por todos, se forma
una especie de “lenguaje común”, que todos reconocen, entienden y reproducen en
su cotidiano.
Como resultado, explotados y oprimidos comienzan a hacer una
cosa aparentemente absurda, pero que es la regla en nuestra sociedad: comienzan
a actuar contra sí mismos, contra sus propios intereses de clase; comienzan a
defender al enemigo y a combatir a sus aliados; se dividen. De este modo, los
padres culpan a los profesores por el bajo rendimiento escolar de sus hijos, la
población pobre defiende a un gobierno de empresarios y banqueros con miedo a
perder las ayudas, los trabajadores esquirolean la huelga porque se convencen
de que luchar no resuelve nada.
¿Qué esconden las
ideologías?
Tomemos algunas ideas bastante simples y ampliamente
expandidas en nuestra sociedad: “El hombre es egoísta
por naturaleza”, “Siempre
van a haber ricos y pobres”,
“Las mujeres fueron hechas para el trabajo
doméstico”,
“Una persona siempre va a querer pasar por encima de
la otra”, “Los
prejuicios ya vienen desde que nacemos”, etc.
¿Cuál es el sentido de estas ideas? Resulta evidente que
todas apuntan en la misma dirección: aceptar las cosas tal y como son. ¿Y cómo
nos convencen de ello? Afirmando que todo lo que existe es natural e
inevitable, que intentar cambiar la realidad es ir “contra la naturaleza”. Así,
para justificar un mundo de injusticia y sufrimiento, las ideologías
“naturalizan” la realidad social, es decir, llevan a las personas a creer que
la desigualdad, la explotación y la opresión son tan naturales como la lluvia,
el viento o el movimiento de las mareas. Las ideologías esconden el gran
secreto de la dominación burguesa: el hecho de que la sociedad es una
construcción humana y que por lo tanto no hay nada de “natural” en ella; que el
mundo en que vivimos es el resultado de la cooperación de los individuos y
justamente por ello puede ser cambiado por esos mismos individuos.
La propaganda
ideológica
¿Pero cómo se esparcen las ideologías por la sociedad? ¿Cómo
absorbemos y reproducimos con tanta facilidad ideas tan absurdas? Si existe
democracia, ¿cómo alguien puede controlar lo que yo pienso? Para responder a
estas preguntas, es preciso entender cómo funciona la propaganda ideológica.
Todos sabemos lo que es propaganda. MediaMarkt hace anuncios
animados, con personas hablando alto y rápido, y con énfasis en los precios.
Nike centra su propaganda en el increíble desempeño de los atletas que usan sus
artículos. El Santander hace propaganda de los beneficios que sus clientes
pueden tener con esta o aquella inversión. En todos estos casos, el propósito
es claro y evidente: ¡compre, use, aplique su dinero! No hay ninguna dificultad
en reconocer que estamos ante una muestra de propaganda. Si a alguien no le
gusta, puede cambiar de canal o pasar la página de la revista.
Pero la propaganda ideológica es un poco más complicada.
Como hemos dicho, el principal objetivo de las ideologías es hacer que las
personas actúen contra sí mismas. Por eso la burguesía no puede decir
abiertamente: “acepta la explotación”, “acepta la opresión”, como si dijera
“bebe Coca-Cola”. Una propaganda así desvelaría la dominación ideológica y
provocaría aún más revuelta. Por eso la principal característica de la
propaganda ideológica es que es disfrazada, sutil, encubierta, subliminar.
Cuando un artículo sobre una huelga de profesores comienza
hablando de los alumnos que se quedaron sin aula, nos encontramos ante una
muestra de propaganda ideológica. El objetivo no es informar o esclarecer lo
que ocurre, sino enseñar hasta qué punto las huelgas perjudican a la población.
El periodista no dirá eso abiertamente, sin embargo todo el
texto estará diseñado para que provoque esa sensación en el lector. Cuando tras
el asesinato de Bin Laden nos bombardearon en los programas dominicales con
reportajes especiales sobre la tropa de élite que mató al líder de Al-Qaeda,
nos encontramos ante una muestra de propaganda ideológica. Aquí el recado es:
¡los EEUU son invencibles, para ellos no hay misión imposible, no osen
desafiarlos! Como es sabido, la mejor forma de implantar una idea en la cabeza
de una persona es hacerle creer que llegó por si misma a esa conclusión.
Así actúa la burguesía. No dice “la mujer es un objeto”.
Simplemente muestra comerciales de cerveza que exhiben a la mujer como un
objeto. Quién llega a la conclusión de que la mujer es un objeto es el
telespectador. No escribe en los periódicos “es preciso acabar con los bosques
alrededor de los ríos”. Simplemente muestra de qué forma el agronegocio, que
acaba con los bosques alrededor de los ríos, es el “motor de desarrollo del
país”. Quién llega a la conclusión de que acabar con los bosques es un mal
necesario es el lector. No dice “vamos a acabar con los derechos laborales”.
Simplemente dice que en los EEUU, el país más poderoso del planeta, casi no
existen derechos laborales. Quién llega a la conclusión de que los derechos
laborales son una traba para el desarrollo del país es el propio trabajador.
Por eso, el hecho de que una persona tenga una opinión
formada sobre un determinado asunto no significa de modo alguno que esa idea
sea de ella. El noventa y nueve por ciento de las ideas que tenemos en la
cabeza fueron implantadas sutilmente por la burguesía a través de la educación,
de la prensa, de la familia, de la televisión, del cine, de la iglesia, etc,
etc, etc. La fuerza de las ideologías está precisamente en el hecho de que los
explotados defienden y reproducen las ideas de los explotadores, creyendo que
esas ideas son suyas.
Al ser repetidas incansablemente por toda la sociedad, las
ideologías asumen la apariencia de “verdad absoluta”. ¿Qué decís de que las
mujeres son iguales a los hombres? ¿Qué es eso de acabar con la explotación?
¿Cómo que socialismo? Cuando alguien cuestiona una ideología, parece realmente que
está “hablando otra lengua”. Instintivamente, repelemos a ese tipo de persona y
la separamos de nuestro entorno. O simplemente la ignoramos. La Torre de Babel
no puede ser agitada.
Ideología de la clase
obrera
Pero si una ideología es una determinada “visión de mundo”,
un conjunto de ideas que sirve a determinados intereses, ¿podemos entonces
decir que la clase trabajadora tiene una ideología? La respuesta es categórica:
¡sí!
El socialismo científico, formulado en la mitad del siglo 19
por los filósofos alemanes Karl Marx y Friedrich Engels (por eso también es
conocido como marxismo) es la ideología de la clase obrera, la ciencia de su
liberación. El socialismo científico es un conjunto de ideas que interpreta
correctamente el mundo que nos rodea, que revela las verdaderas razones de la
opresión, de la desigualdad y de la explotación. Sin embargo, a diferencia de
las ideologías burguesas, que penetran en la mente de los trabajadores por
miles de medios invisibles e imperceptibles, el marxismo no llega a nuestras
casas por las antenas de televisión, no se enseña en las escuelas, ni se
escucha en las letras de las canciones de éxito. Es preciso buscarlo,
descubrirlo. Y claro, como toda ciencia, el marxismo precisa de estudio.
El obrero consciente que desee entender a fondo el mundo que
le rodea debe comenzar por desconfiar de todas las ideas que parecen obvias y
naturales, porque la mayor parte de ellas no pasa, muy probablemente, de
mentiras bien contadas. Enseguida, debe tener, en relación a la sociedad, la
misma curiosidad que tiene en relación a la máquina nueva que acaba de llegar a
la fábrica: tiene que querer desvelarla, desmenuzarla, dominarla. Habiendo
dominado el marxismo, ese obrero podrá interpretar los hechos de la realidad
con la misma facilidad que un electricista experto interpreta el esquema
eléctrico de un garaje residencial, que tiene una bombilla, un interruptor y un
enchufe.
La verdadera obra
humana
Las ideologías burguesas no son una fuerza invencible. Si la
clase dominante tuviese tanta confianza en sus ideas, no habría hombres armados
de plantón en comisarías, cuarteles y batallones, aguardando las órdenes para
reprimir, dispersar y prender.
Karl Marx, el viejo filósofo alemán, dijo en cierta ocasión
que cuando una idea es absorbida por las masas organizadas, adquiere fuerza
material, es decir, se convierte en un arma real.
Cuando la crisis económica, política y social coloque en
jaque a la dominación burguesa; cuando la represión contra los trabajadores, en
vez de inhibirlos, provoque acciones aún más radicalizadas, la idea del
socialismo penetrará en las grandes masas y hará tambalearse la monstruosa obra
del capitalismo. Los trabajadores, en vez de hablar la lengua de la burguesía,
comenzarán a hablar su propia lengua y se entenderán. La inmensa Torre de
Babel, erguida sobre la espalda de los pobres y perseguidos, y solidificada con
el cemento de la mentira, se desmoronará sobre las cabezas de sus incompetentes
arquitectos. Y los trabajadores, libres de los escombros de la vieja construcción,
comenzarán su propia obra: una sociedad sin opresión y explotación, el
socialismo en el mundo entero”.
Written by
Henrique Canary
10 Febrero
2014
http://blogs.20minutos.es/goldman-sachs-is-not-an-after-shave/2014/10/29/el-negocio-negro-de-europa/