jueves, 26 de febrero de 2015

151 - Abusan de un niño

151
Abusan de un niño

Gran parte de nuestra vida transcurre entre ilusiones, pero no somos totalmente responsables de estas. No es siempre nuestro modo de ver superficial el que nos impide ir más allá.  Existe todo un aparato montado desde hace mucho tiempo para que esto suceda, para que las fantasías aparezcan como realidades que debemos incorporar y sostener aún contra toda evidencia.
De más está decir que este aparato parte de determinada ideología. Al acercarnos con atención podemos ir captando las ideas que lo conforman y que cuando nos las implantan siendo niños o luego, ya mayores, cuando las vamos tomando sin el tamiz de la conciencia, hacen de anteojeras que permiten ver algo y obturan el resto.
 
Marilyn Monroe

El 5 de agosto de 1962, la actriz estadounidense Marilyn Monroe fue hallada muerta aparentemente por suicidio.
Tal fue el impacto que su obra produjo que aún hoy, pasado más de cuarenta años de su fallecimiento, se la sigue recordando como un ícono,  sobre todo erótico. Sus películas  siguen siendo vistas y sus fotografías son actuales y trasuntan algo de aquella belleza sugerente. Fue admirada tanto por hombres como por mujeres, tal era el carisma que tenía y ese fue también el enorme poder que, unido a la máquina publicitaria de las empresas cinematográficas, tejieron la gran ilusión de la joven norteamericana, rubia, hermosa y sumamente exitosa, esa que tenía el mundo rendido a sus pies.  Pocos se han detenido a observar de cerca esa vida y han visto en su muerte una consecuencia de lo anterior, de aquello que la visión glamorosa del éxito tapaba con mucho cuidado. Seguramente hubo implicaciones políticas en ese país donde los hechos sexuales son para la opinión de todos de una gravedad aparentemente superior a la de arrojar una bomba atómica o comenzar una nueva guerra. Recordemos que el expresidente Bill Clinton debió públicamente pedir perdón por su escapada sexual pero no recuerdo una acción similar por la guerra de Vietnam o Irak. No es acerca de estas conexiones políticas que hoy quiero hablar sino de lo que aún menos se conoce de la vida de Marilyn Monroe: su infancia.

Fue hija de de Gladys Baker, no conoció a su padre y su madre nunca le dijo quién había sido. Su madre era muy pobre y gran parte de su vida transcurrió entrando y saliendo de distintos episodios de enfermedad mental que la llevaban a ser internada. Por este motivo a Marilyn su madre la dejó en manos de un matrimonio amigo hasta que cumplió siete años; entonces se la llevó a vivir con ella, a los 9 años fue llevada a un orfanato, luego a casa de sus abuelos y pasó por varias familias sustitutas a las que el estado subvencionaba con veinte dólares mensuales por el mantenimiento de la niña.  En una de estas casas se supone que fue violada a los 8 años.

Su interior se fue construyendo  con lo que podía obtener de positivo del medio pero también con las heridas dejadas por el abuso, la inseguridad e inestabilidad y la falta de continencia amorosa.

Marilyn fue hallada muerta en su cama aferrada a su teléfono ¿a quién habrá querido llamar? ¿a quién dirigió su pensamiento? Evidentemente fue su última imposibilidad, su último intento de ser escuchada,  de quebrar su soledad. Esa persona nunca llegó a escucharla, a salvarla.

La sonrisa seductora  montaba el perfecto personaje, la gran máscara que pretendía dejar escondido el dolor en el final se rompió.
La historia de Marilyn nos sirve por el nombre de ella, por su trascendencia,  para que pueda ser tomada como signo que nos invita a mirar la vida de otros niños.



Ella es conocida y por eso su historia puede llamar la atención, no sucede lo mismo con millones de otros niños, desconocidos, que padecen en soledad y silencio y de los que nunca se conocerá su historia, porque, los adultos, preferimos no escucharlas, queremos seguir pensando  que la niñez siempre es feliz y que la familia es protectora.  No queremos entender que la pequeñez los convierte en víctimas ideales, indefensas ante la violencia de los mayores. Y cuando hablo de adultos también incluyo a todos los gobiernos que no los toman en cuenta, y que son responsables de su sufrimiento y muerte.  Argentina produce alimentos para 400 millones de personas, también produce 55 mil niños desnutridos agudos y 700 mil crónicos.
Esto revela el abandono, los números  dicen de la indiferencia que en el fondo es odio que condena.

Su indefensión es un atractivo para los depredadores, para  los violentos que usan su sexualidad como un arma para dañar. El abuso sexual hacia los niños es mucho más común de lo que se cree pues la mayoría de los casos quedan en secreto, los niños abrumados por la culpa y la vergüenza los esconden y cuando llegan a decirlos, son los adultos los que prefieren ocultarlos volviéndose de ese modo cómplices de los abusadores.

Las huellas que deja en el cuerpo-mente son imborrables. Puede ser que por tan pequeña la víctima no tenga recuerdos claros, pero su cuerpo sí tiene el registro.  El abuso es un incendio que arrasa con la interioridad.

Difícilmente podamos medir lo que acontece en el interior del pequeño. Su cuerpo-mente están desarrollándose, están listos para el juego, para la aventura de creerse piratas o aviadoras, para trepar árboles y comer a escondidas  galletitas, no para ser tocados en su privacidad, para recibir penes y cargar con ese terrible secreto que el mayor le impone.
El abuso interrumpe el flujo de su vivir, los deposita en un lugar imposible, de lo incomprendido y sórdido, de lo que no puede ser asimilado. De ahí en adelante el dolor y la rabia serán sus compañeros.

Más tarde, abrir su cuerpo al amor, a los sentimientos, al placer, los hace sentir nuevamente ante un riesgo grave, los  retrotrae a situaciones de vulnerabilidad  y desprotección y por eso es probable que escapen a sentir.

El niño silencia lo que le están haciendo, por temor y también por desprotección. Si no puede contar a sus familiares lo que le está sucediendo es porque no se ha creado un vínculo confiable. Dar cariño no es suficiente también son necesarias las palabras y la orientación para el mundo en que vive y crece. El niño percibe las zonas grises de sus padres, las zonas conflictivas, aquellas que ellos mismos rehúyen y por eso mismo los temas que rondan esos lugares son callados.  Si los adultos no han hablado tranquilamente de la sexualidad, del derecho sobre el propio cuerpo, del respeto y cuidado que se le deben, del placer como forma de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, si eso forma parte de su zona gris, el niño no dirá lo que le sucede. Por eso es fundamental la educación sexual integral, en todos los ámbitos, aún cuando en la familia se de, también es necesaria en la escuela porque eso abre otras vías de comunicación que en definitiva protegen al niño y lo sacan del encierro en que el perpetrador quiere dejarlo.

La fragilidad, el descuido se pone en evidencia cuando el niño, la niña,  puede denunciar, cuando recurre por ejemplo a  su madre. Entonces, en muchos casos, el horror nuevamente irrumpe cuando ella no le cree, cuando dice que miente, que fabula y lo abandona a su suerte y dolor. Ya no queda posibilidad, no existen refugios, descubre así el desamparo en que lo deja quien debiera ser su garante de vida.



El niño, la niña, muchas veces no llegan a darse cuenta de la real situación en que se hallan, su mente los defiende de una realidad que les sería aún más insoportable porque necesariamente dependen de los adultos con quienes viven. Necesita para sobrevivir imaginar que son amados, que los mayores los protegen. Esto no les evita sentir el vacío, la soledad producida por el desamor. Al crecer el hueco y este intenso frío en su interior no es llenado y sigue doliendo por lo que las drogas y el alcohol aparecen para entumecer, para aplacar los sentimientos.  La rabia hace que también ellos se vuelvan violentos, y en algunos casos, buscarán hacer lo que han recibido, ellos mismos se volverán abusadores. En otros casos aparecerán síntomas muy importantes que solamente remitirán con un prolongado tratamiento psicológico orientado a esta situación traumática vivida.
Aunque las heridas puedan ir cicatrizando las marcas siempre quedarán y cuando algo las toque nuevamente podrá aparecer el dolor, los recuerdos, los sentimientos de desprotección y rabia. Son registros en la mente-cuerpo de por vida.

La mejor vacuna contra el abuso sexual es respetarnos a nosotros mismos en nuestra corporalidad,  esto es tratarnos con cuidado y ternura porque somos seres sensibles y no cosas. Saber poner límites aún a nuestros hijos desde pequeños, enseñar que su acercamiento debe implicar ese cuidado y respeto y al mismo tiempo nosotros debemos acceder a ellos de igual manera. Al mismo tiempo las palabras irán  dando sentido, explicando, indicando. En todo esto aprender y enseñar a decir que no, un NO con mayúsculas y no negociable cuando se trata de algo que molesta, que duele o que no entiendo.
Para que el niño se atreva a hablar a los adultos no alcanza con decirle que puede hacerlo, es necesario en el trato diario abrirse a sus comentarios y también ir respondiendo a todas sus preguntas y aclarando sus dudas y sobre todo no asustarse ante lo que el niño vaya exponiendo y mucho menos reprimirlo por pensar o sentir algo determinado. Si no estoy preparado en ese momento para responder a sus inquietudes es mejor guardar silencio, decirle que más tarde le contestaré, y en ese tiempo madurar la forma y el contenido del comentario y luego sí decírselo. Aunque nos parezca que el niño ya olvidó el tema debemos responderle porque es nuestro deber de adultos y porque el niño no olvida.








martes, 24 de febrero de 2015

150 - Abuso en familia

150
Abuso en familia

Creemos que las cosas han cambiado, si bien esto en parte es cierto, si vamos un poco más allá de la superficie vemos que en lo profundo se siguen sosteniendo y eso es debido a que están arraigadas en nuestra mente y muchas veces no nos atrevemos a pensar que son un factor cultural que podría no existir o ser de otra manera.
Por ejemplo, si se nos pregunta qué entendemos por familia, una gran parte de la población dirá: padre, madre e hijos y estará convencida de esto, aunque si se mira alrededor veremos que esta es solamente una de otras posibilidades.
Esta idea de familia ejerce como un mandato, como si fuera el modelo ideal detrás del cual debemos correr bajo pena de sentirnos incompletos, fallidos.
Tampoco es cuestión de romper con aquel modelo tradicional y descartarlo, sino aceptar que existen varias alternativas y que podemos transitar entre ellas, o de una a otra, según el momento y circunstancias de nuestra vida.



Algo que también sería conveniente ir revisando es la familia como institución cerrada. La familia sigue siendo considerada un gueto, un baluarte al que no se debe penetrar con una mirada externa. Así como mi casa es mi castillo, mi familia es mi reino, y dentro de él, los niños son los súbditos. Muchas veces escucho decir: “está con sus padres”, “lo tiene la familia”, referido a algún niño, como si eso significara que se encuentra seguro, protegido.
Como tantos otros temas “la familia” es una creación ideológica relativamente actual, contemporánea a la creación de la esfera privada de la vida, aquella vedada a la intervención del estado. A partir de esto se nos dijo que la familia es la “célula básica de la sociedad” lo que nos hace pensar que es como un ladrillo, con cientos de ellos, ordenados,  podríamos hacer una pared; cientos de familias ordenadas serían la sociedad. De este modo se nos hace impensable que pudiera existir una sociedad con un ordenamiento diferente al dado por este tipo de familia que llamamos burguesa.  Invirtiendo el orden podríamos  pensar que la sociedad es la célula que permite la emergencia, no de un tipo, sino de muchas modalidades de convivencia.

Aquello de la “sagrada familia” nos recuerda todo esto, se supone que con esa frase se refiere a la mítica formada por María, José y Jesús, pero también significa que ese núcleo, no solamente al aquel de Jesús, es sagrado, no puede ser modificado. El cristianismo es garante de esta ideología, por eso eleva sus gritos cuando algo puede ser alterado, como sucede con el matrimonio igualitario.
La idealización generada por esta ideología es la que impide ver qué ocurre realmente en estos núcleos.
Las instituciones cerradas, volcadas sobre sí mismas, son las que más favorecen la emergencia de situaciones perversas, dañosas para la vida precisamente por ser reductos ocultos a los ojos de los demás, por eso es precisamente en estos lugares donde el abuso hacia los niños es más frecuente.

Detengámonos un momento en este punto, que necesariamente debemos considerar al hablar de la familia porque es precisamente en su interior donde se produce frecuentemente el abuso hacia los niños y no estoy hablando únicamente del sexual, que lo hay y mucho, sino también del abuso de poder, de la violencia, del sometimiento y la humillación.
El abuso es la irrupción en la vida del pequeño del horror, de lo que no puede ser pensado y procesado, de lo que excede, pues es inentendible que quien dice amarme, cuidarme, es quien me violenta, me falta el respeto, abusa de mi cuerpo y de mi mente y de ese modo me daña.
A partir de estos hechos ¿en quién podrá confiar el niño y luego hombre, mujer? 

Lo grave es que el niño que ha nacido en un lugar donde se lo castiga físicamente, se le tira del pelo, se le grita, se lo insulta o se lo denigra, al no tener otro punto de comparación, creerá que esto es lo que corresponde, que esto es lo “normal”, que ese es el trato entre los humanos. Aprenderá a comportarse de ese modo y llevará esas conductas a su relación con el mundo, con sus compañeros de juego, con los otros y más adelante hacia sus propios hijos.  La violencia ya esta enraizada.
Claro que siente dolor, soledad, humillación, pero debe callarlas, a lo sumo su llanto indicará algo de esto. Esta en un mundo de adultos  del que depende, no puede manejarse por sí mismo, no tiene posibilidades de sobrevivir sin esos u otros adultos, por lo que reprime sus sentimientos, los oculta incluso de sí mismo. Además ese mismo mundo que lo hace sufrir le dice que lo ama, que lo está cuidando y protegiendo, es así que se va tejiendo una trama en que el amor, el cuidado, quedan atados a la violencia siendo la base que posteriormente permitirá justificar y hasta considerar  positivas aquellas conductas que invaden y atentan contra los demás, siempre y cuando se hagan por lo que alguien considera que es “por su bien”.

Lo que hemos llamado educación en general ha sido sinónimo de sometimiento. El niño era considerado como una mata de instintos desenfrenados a los que se debía poner en caja, era necesario apelar a todo por sacarlo de la animalidad.

El aplastamiento del otro se ha convertido en un método social, en el modo privilegiado de mantener el orden. En la escuela, el trabajo, aún en la vida privada, el disciplinamiento es la regla, el temor al desorden, a aquello que los políticos anuncian como “el caos”, aparece como el gran fantasma.



La propiedad privada ha invadido todo el sistema y los niños han pasado también a constituirse en parte de este rubro: ellos pertenecen a sus padres.  Son tomados muchas veces como objetos, posesiones, prolongaciones de los  egos de sus progenitores. Padres y madres imponen al niño sus propios deseos y mediante ellos intentan obtener gratificaciones para sí mismos, sin importantes esa personita que tienen delante.  El niño aparece unido, no se le permite discriminarse, diferenciarse e ir estableciendo su propia personalidad y a partir de ahí sus proyectos. Cuando escucho a un padre o madre decir que está orgulloso de su hijo, me alerto porque muchas veces significa que lo que hace ese padre es tomar los logros de su hijo para reforzar su autoestima considerando que fue muy buen educador, que ha sabido llevarlo por el buen camino y que el hijo ha realizado las expectativas que fueron depositadas en él.


Hace muchos años una película, de la que ni siquiera recuerdo el nombre, mostraba la vida de una niña a la que una madre abusiva quería convertir en estrella de cine. Le imponía estudiar actuación y canto, la llevaba a cuanta audición existía. Tengo muy presentes  unas imágenes en que, previa a una de estas pruebas, la madre viste a la niña como una muñeca, vestido con puntillas y moños en el cabello y la deja sentada esperando en la puerta mientras ella termina de arreglarse. Pasan unos niños, se arma un juego, la pequeña participa y se ensucia el vestido. Al darse cuenta irrumpe en llanto ¿por el vestido sucio o por terror a su madre?  La madre la ve así y como la hora estaba cerca inmediatamente le cambia la ropa y le dice que ahora no es momento de llorar, que mañana tendrá tiempo.


No  le importó su hija, el dolor, la angustia, solamente su objetivo de convertirla, convertirse, en estrella de cine, y así la niña dejó de llorar, y no solamente en ese momento, sino en el resto de los momentos de su vida en que debió dejar correr lo que sentía,  lo fue postergando y junto con las lágrimas todos sus sentimientos, sus deseos, sus metas para ser lo que la madre quería esperando obtener su amor, sin darse cuenta que nunca tendría lo que buscaba porque su madre no la amaba a ella sino a la prolongación de su propio ego. Se postergó en esa espera ilusoria, insensata, mientras el alcohol ocupó el lugar vacío.



Todavía nos cuesta entender que los niños son personas y que merecen todo nuestro respeto y cuidado y que no se limita únicamente a darles ropa, comida y mandarlos a la escuela, ni siquiera es necesario que estemos todo el tiempo con ellos, basta con que aprendamos a escucharlos y a diferenciarnos,  saber que ellos y nosotros somos diferentes,  y que no han nacido para completarnos ni para darle un significado, una razón a nuestra vida. Para lograr esto es menester haber alcanzado nuestra propia independencia, habernos podido separar de nuestros padres y sus mandatos y frustraciones y ser nosotros mismos. A veces para llegar a esto debemos oponernos, luchar, y atrevernos a seguir adelante aún con su desaprobación, porque al fin y al cabo, esta es nuestra única vida  y solamente nosotros podemos vivirla.

También debemos afrontar nuestras frustraciones, aceptar aquello que pudimos o quisimos haber sido pero no lo logramos, cerrar definitivamente el capítulo de esa parte de nuestro pasado con el dolor que implica para no seguir buscando completar lo que ya es imposible.






La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.




domingo, 8 de febrero de 2015

149 - Los seguidores

149
Los seguidores


Cambiando de canales televisivos llego por casualidad a uno en el que están pasando un documental, supongo inglés. Dice que desde que se generalizó el uso de celulares se cuadruplicó el número de peatones accidentados. Eso es debido a que mientras caminan leen los mensajes, o escriben o hablan por teléfono suponiendo que van prestando atención pero no es así. Muchos cruzan las calles sin mirar o mirando sin ver.
Permítanme un paréntesis. Es común escuchar que hay personas que pueden prestar atención a dos cosas al mismo tiempo, o quizá a más. Si bien esto pareciera ser así, no es correcto. Nuestro cerebro se dedica a una cosa por vez. Si estamos haciendo dos o más,   tiene la capacidad de pasar de una a otra a gran velocidad, pero no de prestar atención  a todas en el mismo tiempo, siempre queda un espacio ciego, intermedio. De más está decir que manejada de este modo nuestra atención es sumamente superficial. Una cosa distinta es por ejemplo concentrarme en una lectura mientras suena una música o la radio. En este caso el sonido es un fondo difuso, en el centro está mi lectura.
Quienes operan sus celulares están concentrados en eso, la calle, los peatones, el tránsito, están en el fondo, en un segundo lugar. Pueden volver rápidamente la atención del teléfono a la calle pero ya habrán andado un trecho y si se está manejando un coche,  puede ser de muchos metros.



Volviendo al documental. Se decía esto y se mostraban intentos de enseñar al público a manejarse de otra manera en la vía pública.
Se probó en dividir una vereda en dos sectores, uno para quienes iban activos con sus celulares, y el otro para quienes no. Se destacó a personal identificado con chalecos para que indicara a la gente por dónde debían ir. El público no cumplía con este ordenamiento o lo hacía de mala voluntad porque no quería ser condicionado, que se le ordenara por dónde caminar.
En un segundo momento ya no se les dio ninguna consigna, sino que se puso ahora al personal sin identificación alguna, caminando simulando  hablar o escribir en sus celulares por la senda correspondiente. En esta oportunidad, las personas viendo que esto sucedía, sin necesidad de indicación alguna, comenzaron a caminar por el sector dispuesto para eso.
La conclusión fue que las personas no están dispuestas a recibir órdenes pero sí a seguir a líderes o a hacer lo que ven realizar a otros.
Es en este punto en que me quiero detener.
Este documental me hizo pensar en que quizá esta conducta sea parte de nuestra animalidad gregaria. Seguir a quien va adelante en la manada  asegura que el camino está libre, pues sino ya le hubiera pasado algo al que encabeza.  Entre las ratas se manda a la más vieja a los lugares desconocidos, si ella regresa es porque no hay peligro, si no vuelve,  el ejemplar perdido es el que igualmente no viviría mucho más.  Quienes tienen animales esto lo saben y por eso eligen a la “yegua madrina” por ejemplo, donde ella va, el resto de la caballada seguirá.
No siempre pero atávicamente esto ha dado resultado porque en la inocencia animal no existe aquello de la traición al congénere como un acto conciente, premeditado. Se parte del hecho de que quién va adelante lo hace de manera atenta y buscando su seguridad logra la del grupo.



Esta inocencia no es humana,  siguiendo este dispositivo que quizá hemos heredado, en lugar de asegurarnos, nos ponemos en constante peligro. No tenemos en cuenta que en los humanos, sin negar muchas virtudes,  existe el egoísmo, la incapacidad de empatía, el desprecio por el otro, la traición que hace que nuestros depredadores naturales sean precisamente algunos de nuestros congéneres.
Seguimos a los que se ponen en el frente, a los líderes de todo tipo, confiados en que ellos cuidarán el camino y buscan llevarnos seguros sin darnos cuenta que en gran cantidad de veces son simples depredadores, aquellos mentados lobos disfrazados de ovejas.
No me detendré en ellos, basta repasar un poco la historia, y aún la más reciente, para ver la realidad de estos hechos,  la ligazón de estos cabecillas con la codicia y la muerte.  Mi pregunta hoy se basa en los seguidores, aquellos que repiten lo que ven hacer, que siguen a quien va adelante.
En el ejemplo del documental esto aparece claramente. No fue una decisión razonada, no pensaron en la conveniencia de un ordenamiento de ese tipo en función de su seguridad, solamente hicieron lo mismo que otros.



Son seguidores. Pueden serlo tanto de un partido político, 
de una religión,  de cualquier líder. Todos tienen en común que sus decisiones están enganchadas a las de quién va adelante y si hilamos fino, veremos que en realidad ellos no deciden porque no interviene el pensamiento, solamente siguen, repiten, gritan o lloran de acuerdo a lo que se les dice.
Quizá sí, hubo una decisión antigua, la de abandonar el libre albedrío y someterse a la voluntad ajena.


En ellos se ve la parte infantil que no ha sido dejada atrás. En la infancia depender de la orientación de los mayores, padres, hermanos, era necesario para la socialización, para aprender el cuidado de sí mismo, para incorporar la palabra y las conductas, pero a medida que vamos creciendo nos vamos independizando y creando nuestras propias ideas y así hacemos nuestro camino. En los seguidores esto no está, siguen atados a un papá, a una mamá, no se juegan por sí mismos.  Se sostienen por la fe. La fe, la creencia en algo superior que tanto puede ser el líder, la iglesia, la religión, el partido, pertenece a lo irracional y no completamente socializado, por eso fácilmente llegan al fanatismo de creerse dueños de la verdad única y definitiva, a la intransigencia que los conduce a la muerte del propio espíritu y a veces a la de quienes no comulgan con ellos, a la hoguera.

La irracionalidad de los seguidores, de los militantes, los convierte en intolerantes, porque están exentos de dudas, y si las tienen solamente las confiesan en voz baja, entre ellos o con el líder o su representante que se las “aclarará” debidamente. Por esto mismo la fe no puede evolucionar porque solamente la duda es capaz de buscar pruebas, de desechar lo erróneo, de ir hacia nuevas propuestas, es el motor del cambio.

Todos conocemos a alguien “militante”  de un partido político y podemos ver sin mucho esfuerzo como un día gritan una consigna y al otro la opuesta, sin transición, y sin que al parecer se den cuenta de la contradicción. Vemos que son capaces de apoyar decisiones que aún van contra ellos mismos, o eslóganes carentes de toda lógica y vacíos.



En otras charlas hemos visto como el actual sistema social no está basado en la razón, aunque pregone que es así. No hay nada lógica en el capitalismo, en las religiones, en los partidos políticos, en el patriarcado, solamente creencias, basta ver los resultados obtenidos para darnos cuenta. Es la fe, creer en el sistema lo que lo sostiene. Sabemos del terror que tienen los políticos al descreimiento de la gente porque tienen bien en claro que eso precipitará todo, por eso gastan nuestro dinero no en obras que nos beneficien sino en encuestas “de imagen”. Es el miedo ante el niño que pude gritar a todo el mundo que el rey está desnudo.  Por eso es muy importante para que todo siga mantener a las personas en el infantilismo, en la creencia en que todo esto es lo mejor que se ha podido y podrá conseguir, que fuera de esto es el caos.


Es la gran mentira, el seguidor que se aferra a su infancia y busca desesperadamente que alguien haga de papá o mamá, y el líder aterrado de perder su lugar, sus privilegios,  miedo a que se desarme la falsedad sobre la que todo está construido. De ambos lados ponen todo su esfuerzo por mantener esta nefasta ilusión y si no alcanza con eso, esta la violencia desenmascarada, esa que está presente y sin ocultar para quien quiere verla, en estos sistemas.






viernes, 6 de febrero de 2015

148 - Jóvenes supernumerarios

148
Jóvenes supernumerarios

Comparto  extractos de un interesante texto escrito por Eduardo Rosenzvaig  titulado: Argentina: Un supermercado lleno de vacíos y de jóvenes *

¿Qué propone el capitalismo a los jóvenes? En primer lugar más capitalismo. En segundo lugar llenarlos de vacíos. Tercero el éxito si uno logró llenarse de capitalismo y de vacíos. Ahora, de no alcanzar el éxito, le propone a uno la cuarta medida, el autismo. Todo en una marcha hacia adelante dejando la Tierra atrás, el Hombre atrás, la Sociedad muy atrás. La educación del capitalismo debe servir –aunque no se diga– para las cuatro requisitorias: más capitalismo, más vacíos, más éxitos, más autismo, con menos Tierra, menos Hombre y menos Sociedad.

Diego Rivera

Todo lo que se hace en las ciudades de marchar contra la inseguridad es un absurdo. Primero porque las “manchas de aceite”, esa forma de crecimiento de las megalópolis impuesta por el capital inmobiliario y los combustibles fósiles baratos, las hacen irrecuperables, imposibles de vivir con dignidad. Segundo porque la inseguridad es el propio corazón del capitalismo, desde la flexibilización laboral a la cajera del súper trabajando sin el sueño peligroso de un embarazo, pero también la inestabilidad de las bolsas, del salario, del arrastre en las crisis, o los vaivenes del rating como certificado de “calidad” de la cultura.
El capitalismo odia hoy a los jóvenes porque no los necesita. Los odia porque necesita unos pocos y no sabe qué hacer con el resto. Transformado en un prototipo único y totalitario, requiere de unos pocos jóvenes sabiendo que el resto se volverá violento contra él, percibiendo su exclusión, el vacío en medio de los chistes de los Tinelli[1] que los siguen convocando a bailar como un mono por un sueño que no llega y no llegará. Tinelli, Mirtha[2] y Susana[3] gritan sobre la “inseguridad”. Parece una broma de una compañía de farsantes. Humor callejero. Pero no, es algo mucho más serio. Son parte del modelo que dejó a millones de jóvenes sin nada en los últimos años, sin trabajo, sin algo más allá de la furia, y ahora los tres gritan que si no se hace algo contra los jóvenes no se podrá seguir viviendo en un lugar como éste. Los llenaron de vacíos que ahora los chicos cubren con ira. El propio modelo les vende la violencia de diez mil formas, entonces políticos y famosos y ricos exigen que se baje la imputabilidad de los menores, apalearlos, matarlos para que aprendan.….
La noche de los pobres. Diego Rivera







…¿Por qué unos chicos alimentados durante todos sus pocos 
años con la violencia de la calle, la violencia
política sistémica, la violencia de desigualdad acompañada por la violencia mediática y la violencia de no ser nada entre seres que lo mastican todo, no van a matar por una cartera? Denme una razón. Una sola. Están suicidados. Lo intuyen. Lo saben.
Privados de estímulos sociales, privados de estímulos políticos, privados de estímulos estéticos y de justicia, sometidos a los estímulos del mercado casi exclusivamente, los jóvenes se parecen a aquel experimento del que hablaba Eric Fromm: individuos encerrados en celdas aisladas, con temperatura e iluminación constantes, a los que se hacía llegar comida pero, privados absolutamente de estímulos, se observaba a los pocos días rasgos patológicos, a menudo de carácter esquizofrénico. Se quitan a los jóvenes los estímulos de la naturaleza y la propia construcción humana o social, para luego exigirles que no sean psicóticos. De hecho seres como Tinelli, Mirtha, Susana son esquizofrénicos cuando actúan en nombre de la seguridad luego de generar cultura carente de otros estímulos que no sean las caras, los culos y el dinero para millones que no tienen nada.

…El hombre se distingue del mono en la autoconciencia. La tarea de la educación hoy, me parece, es la de crear grandes mecanismos formadores de autoconciencia. A los jóvenes se los quiere deshominizar en el sentido de la autoconciencia y hominizar en el sentido del mirar, ni siquiera ya del consumir. Cuando los medios o su producción simbólica, es decir la producción simbólica de los poderosos hablan de inseguridad están hablando de otra cosa. Hablan sin decirlo de los inseguros. Es el nuevo terrorismo. Los inseguros son los jóvenes. Fuentealba[5] era un joven. Los jóvenes son terroristas. Hace unos cinco años la cadena CBN hizo una encuesta a los norteamericanos sobre si aceptaban o no torturar a un terrorista para quitarle información. El 45% estuvo de acuerdo. Los medios trabajan sobre la población angustiada y desmoralizada creando el peligro del inseguro, el joven, un terrorista. “¿Y si lo torturamos para que declare?” Fuentealba era un inseguro porque ocupaba rutas “donde yo debía conducir mi automóvil con tranquilidad, que para ello pagué el peaje. ¿Y si lo torturamos? No mejor lo matamos y verán cómo las rutas no se insegurizan más”. Resulta que un inseguro, resultado de la inseguridad congénita del capitalismo, ahora es el culpable de la médula del capitalismo. Un inseguro es como un judío para los nazis, un terrorista para Bush, un indio para los Reyes Católicos. Nació un nuevo verbo: insegurizar.
 
La sopa de los pobres. Reinaldo Giudici. 1884
La minoría se reservó lo mejor para sí misma y dejó a los jóvenes el sobrante. Ahora, cuando hay algo que vale la pena quitarle al otro aparece la categoría de Guerra. Y cuando se organiza el Estado y las relaciones sociales para legitimar ese quite al otro, la guerra se torna la primera institución social. La guerra es el cuarto poder del capitalismo.

Con el paso de la revolución industrial a la cibernética floreció una tecnología productiva capaz de provocar la absoluta abundancia. Pero se creó la abundancia superflua, se contaminó la Tierra, y la abundancia liberadora quedó postergada y enterrada más hondo. La cibernética condujo a la guerra masiva sobre los jóvenes dejados sin nada. También guerra entre ellos. A veces no más que un celular para enviar un SMS a Bailando por un sueño y participar. La nueva forma social de participar. Los jóvenes no pueden con tantas necesidades inyectadas en sus cerebros. Los deseos de los jóvenes casi no provienen de ellos mismos sino de las empresas que financian a Tinelli, Susana y Mirtha quienes, a su vez, exigen castigo a los jóvenes con deseos creados por esas empresas. Aún ni los jóvenes a los que les va bien pueden acceder a toda la oferta que creen ya necesitar…

…Los jóvenes pobres son los primeros que fracasan. Fracasa la educación que intenta enseñarles que dos celulares más dos celulares con cuatro, porque el sistema les dice de mil formas que dos celulares más otros dos son; si no tenés plata es un arma para conseguirlos. O una humillación para mirarlos.

Para que este modelo sea creíble necesita que se crea en él. El problema empieza cuando se deja de creer en él. Este sistema tiene una prueba de verdad que es la adhesión, el voto, su afirmación. No reside en la coherencia interna de sus ideales, no, el aplauso es lo que le confiere verdad. De allí que la categoría resistencia sea la más subversiva para el funcionamiento normal de aquella “verdad”. Manifestarse en contra, oponerse, disentir, protestar, rebelarse, construir modelos alternativos de sociabilidad, debates del ser por el ser mismo, desmoronan aquella verdad. La escuela puede constituir resistencia, o bien domesticación e indiferencia. El capitalismo asegura que quiere lo mejor para la sociedad. Demuestra a los jóvenes cómo el socialismo fue lo peor para la sociedad y por ello cayó. Pero esconde bajo una alfombra de hormigón armado que la crisis del capitalismo actual, una crisis civilizatoria, está poniendo en riesgo la vida humana sobre el planeta.

De manera que otro modelo construido sobre las ruinas que él va dejando, no sólo es posible sino que parece la única alternativa. Ahora todo depende de nosotros y sobre todo y, fundamentalmente, de los jóvenes, los desheredados y humillados y ofrecidos como trampas de ratones por su belleza desde la propia televisión que enseña cómo deshacerse de ellos

Ni siquiera los jóvenes creados por la desigualdad del capitalismo y muertos por el capitalismo están a salvo. La chispa de esperanza estriba en saber esto, en reconocerlo, que no están a salvo ni los jóvenes muertos, ni los niños muertos, ni los recién nacidos muertos por pobreza, ni los fetos muertos por las leyes inquisitoriales contra el aborto. No estamos a salvo. Por eso la Escuela debe preparar a los hombres para que entiendan que no hay nada más seguro a la Tierra, al Hombre y a la Sociedad que los jóvenes. La vida de un solo joven es el triunfo del cosmos.

Joven mendigo. Murillo. 1650


*Intervención en un Encuentro de docentes realizado en el mes de noviembre de 2009 en Neuquén, Argentina. Fue enviado por el autor para su publicación en Herramienta.

Fuente dónde se puede leer el texto completo

http://www.herramienta.com.ar/herramienta-web-4/argentina-un-supermercado-lleno-de-vacios-y-de-jovenes




lunes, 2 de febrero de 2015

147 - Rápido y vacío

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Rápido y vacío


Cuanto más avanza la modernidad más nos cuesta entender que somos una integridad, que no estamos formados por partes independientes, cada una con su lógica propia y persiguiendo sus propios objetivos. Del mismo modo que tampoco estamos separados del entorno físico y humano que nos rodea, antes bien, estamos íntimamente unidos a ellos.

En este esquema de fragmentación hablamos de razonamiento por un lado y sentimientos por el otro, como si fueran entes separados, inconexos, sin relación entre ellos, sin darnos cuenta que ambos son modos de expresarse de un único ser,  ambos parte de un mismo cuerpo.
Es nuestra educación la que nos obliga a verlos como si fueran dos inquilinos, a veces un tanto molestos, de nuestra persona. Seres capaces de ensañarse en peleas interminables, muchas veces por niñerías, y otras concilian amigablemente y entonces estamos en paz.
Del mismo modo que tenemos una mano que en nada se parece a los dientes y cada uno tiene una función específica y bien diferenciada, otro tanto sucede con los sentimientos y razonamientos. Esto también contribuye a confundirnos y creerlos definitivamente separados.
Si prestamos atención a nuestra experiencia diaria nos damos cuenta que si pensamos determinadas cosas aparecerán los sentimientos que en ese momento dado les corresponden, por ejemplo, si pienso en alguien amado ausente sentiré tristeza.  Recíprocamente, los sentimientos se acompañan con imágenes, recuerdos, pensamientos pero la cultura se impone y no tomamos en cuenta nuestra propia vivencia que nos habla de unidad.



La sociedad nos ha empujado a esta separación que termina haciéndonos caer en ilusiones como la de que existe algo como la objetividad, o sea  la capacidad de elaborar pensamientos totalmente independientes de las condiciones que nos rodean, de nuestra propia experiencia y vida, claros y límpidos, libres de toda subjetividad y sentimientos.  La contrapartida a esta supuesta objetividad es la de colocar a los  sentimientos del lado de la animalidad, de lo incontrolable, ilógico e irracional. Se nos dice que debemos guiarnos por los pensamientos claros y definidos y sospechar de lo sensible, lo afectivo.
Cuando aceptamos esta visión terminamos viviendo en dos mundos, la mayor parte de las veces irreconciliables, mundos que no terminamos de comprender porque en esta desunión, en este esquema dicotómico, no hay manera de entender.

El pensamiento colocado en un más allá independiente lo conduce  rápidamente hacia la alienación, endiosado como el gran camino. Tenemos que preguntarnos de qué pensamiento estamos hablando porque  las ideas sin el ancla del sentimiento se vuelven unas máquinas frías, indiferentes, guiadas por metas y objetivos, sin el límite de los principios.

Otra pregunta fundamental es a qué llama “pensar” el consumidor.
La gran cantidad de estímulos, la enorme información que circula en todo momento, las computadoras llenas de archivos así como nuestras cabezas y la necesidad de que todo sea rápido, pues llega nueva tecnología, nuevos productos, formatos, modelos, nuevos informes televisivos, las películas premiadas que se renuevan y mil cosas más  que no podemos dejar pasar y debemos inmediatamente incorporar para seguir vigentes. Todo nos exige rapidez,  aprender a lo sumo que botón presionar.

Con la misma rapidez con que incorporamos, desechamos, sin preguntarnos nada. La cantidad y velocidad no nos dan tiempo para detenernos en una idea, un sentimiento, una sensación, procesarlas, darles nuestra propia forma y sentido y luego, incluirlas en todo o en parte, o sacarlas de nuestro interior. Este proceso es parte del vivir, pero sin mediación de nuestra interioridad no hay proceso, no hay vida, solamente un mecanismo sin sentido.
Ya todo es transcurrir en un sobrevuelo rápido, el paseo por el shopping, no se llega a la experiencia, a aprender de nosotros mismos, a guardar archivos con sentido, capaces de nutrirnos. Hablar de la experiencia suena a viejo,  pasado de moda, a verdad, y sabemos que este mundo posmoderno odia las verdades, las ideologías, los principios, los valores, lo que sea capaz de unir a las personas y hacernos pensar. Todo se ha vuelto relativo, por eso dicen que la experiencia no sirve, el bien y el mal dependen de para quién, cuándo y cómo.

Este modo de llevar adelante nuestra vida esta dando lugar a un tipo de relación humana que todavía no llegamos a vislumbrar cómo será, pero que ya tenemos algunos puntos para considerar.
Uno de ellos, tomando los dichos de un filósofo, la liquidez de los sentimientos. Estos se han vuelto superficiales, cambiantes, sin raíces. Es como la palabra “amistad” en las redes sociales, se pueden tener miles de amigos sin que realmente se les haya visto nunca la cara y ni siquiera sepamos si realmente existen o son personajes. La rapidez nos obliga a relaciones muchas veces de uso, para tapar ausencias, sin que nos demos el tiempo necesario para conocer a la persona. De esta manera nunca llegamos a constituir al otro, quedamos encerrados en nuestro narcisismo en un mundo de sombras y espejismos.



Es típico de este modo de relación ver reuniones en las que el centro son los celulares, no la charla cara a cara, los mensajes supersintéticos que son enunciados muchas veces  solamente comprendidos, y a veces ni siquiera eso, entre quienes participan del código.
Para que surja el otro debemos tener tiempo, constancia, buscar la profundidad que nos permita ver qué tenemos en común, y cuál es la diferencia.
Estamos construyendo un mundo sin erotismo,  porque este requiere tiempo, distancia, establecer un juego de luces y sombras en que cada uno se va desplegando. Es necesario conocer la sensibilidad de quien tengo a mi lado, saber que esta presente, ver los destellos de su piel, y que me sepa también presente, con el deseo que nos llama y también con la diferencia que es en definitiva la que nos invita a jugar. Sin esto queda el mecanismo, satisfacer mi necesidad de manera autoerótica en que el otro, la otra, solamente es el objeto que me permitirá calmar mi deseo.

Esta sociedad nos lleva a la pornografía y a la prostitución en las que todo es impersonal. El erotismo queda necesariamente afuera, son partes de cuerpos sin historia, un deseo desgajado de la integridad de la persona que busca ser consumido y consumir. Es el mercado en funcionamiento, la mercadería, el precio, el hombre frente a la máquina-muñeca-cuerpo pago para la rápida, muy rápida y disfuncional  liberación de la tensión. No es raro que cada vez más se hable del orgasmo, de los multiorgasmos, cuando todo apunta a la falta del mismo.
A esta altura debemos preguntarnos qué ha quedado de la 
sexualidad después de convertirla en un servicio
Santa Teresa. Bernini
medido.



El cuadro se completa cuando la sexualidad desaparece para dar lugar al deber.  El sexo se ha convertido en un deber, algo que se debe cumplir necesariamente, es “lo sano”, lo “libre”. Es parte de la producción, un trabajo más pero con el deber agregado de tener siempre ganas, de tener que disfrutarlo, de los orgasmos plenos, sin tabúes ni restricciones, sin hacernos responsables de lo qué hacemos y  de cómo lo hacemos.
Roto el erotismo, reprimida la sexualidad,  la libertad y salud quedan como simples enunciados, y la pornografía, las muñecas inflables, el sexo casual, la descarga paga de la prostitución, aparecen como salida, del mismo modo que el mensajito en el celular se cree que es una charla, y que el emoticón es un sentimiento.

Hemos creado el mundo de la comunicación sin comunicación, todo se ha sexualizado pero sin sexualidad, se grita acerca de la libertad pero se sostiene un mercado en que todo tiene un precio, se invaden países por la democracia pero se sostienen gobiernos basados en la desigualdad, el espionaje, el enfrentamiento y la mentira. Si nuestra vida no es llenada con el fútbol, las peleas entre bailarinas, y algún escándalo político, podríamos llegar a darnos cuenta del vacío, de la falta de sentido. ¡Qué bueno sería llegar a ese punto en que ya no tengamos posibilidad de engañarnos! Pasado el mareo, la depresión, los ataques de pánico, podríamos comenzar a hacer algo, a definir nosotros mismos nuestros propios sentidos.
No es necesario esperar a que esto suceda, podemos hacerlo en este mismo momento preguntándonos acerca de nuestra vida, nuestros deseos y objetivos, ver dónde ha quedado olvidada la sonrisa y la ternura.


Podemos hacerlo, seamos subversivos de la mirada, de la caricia, de las palabras llenas de nuestras verdades, grandes o pequeñas, y sobre todo sepamos que lo fundamental no tiene ni tendrá precio. Que vos, aquel, aquella, yo,  todos y todas somos el máximo valor porque tenemos esta única e irrepetible vida sin un más allá que  nos compense por no haber aprovechado este presente.




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