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Brunhilde Pomsel, secretaria
del nazi Goebbels
Creímos creímos creímos,
las creencias ocultan, tapan los ojos y en el lugar de la evidencia colocan una
fantasía hecha, dibujada y pintada desde el poder. Cuánto mejor sería que ante
la realidad que eliminamos nos quedara el hueco, al menos eso nos estaría
señalando algo, la falta nos llamaría a ver, pero no, nos dejamos colocar la mentira y para poder vivir en ese paraíso
fantasmagórico pagamos el precio de la sumisión absurda que nos conduce
lentamente a la muerte.
Desde el poder alguien que se mueve y levanta su voz como un
profeta que nos alcanzará la salvación. Nos impone el dibujo de una fe, un
relato, un proyecto, un camino, una meta en la que asoma la felicidad que no
tendrá fin. A cambio solamente pide muy poco, nuestra “entrega”, nuestro sometimiento.
Ella, él –los profetas- apuntan a la quimera del mundo sin
dolor, sin miserias, allí donde todos, todas, seremos felices y consolados.
Saben conducirnos a los recovecos de la niñez - porque para
creer es necesario renunciar a la adultez-
allí dónde el hambre ha dejado sus marcas, donde la falta de cuidado, de
amor, aparecen, donde el hambre y sed de justicia dolorosamente sollozan.
Y creemos. Creemos porque parece más sencillo, porque nos
remite a un orden, a alguien que de algún modo cuida de nosotros, porque nos
exime de nuestra responsabilidad y ampara de la soledad.
¿Podemos cree que esta buena señora, la de la nota que les
copio más abajo, estando junto al alto poder del nazismo, no supiera nada de lo
que sucedía?
Entre tanta inocencia se cuela el intento de exculpación: “Aunque han sucedido otras cosas horrorosas
también” ¿es que un horror exculpa al otro? Lo peor no convierte a lo malo
en mejor.
“El país, dice,
“parecía estar bajo la influencia de un hechizo…”.No hay hechizos ni artes
mágicas que impidan ver la realidad. Sí hay manejos sociales para manipular a
las personas devenidas en masa, llevadas a “pertenecer”, a formar parte de…, de
modo tal que se vean compelidas a sumarse al parecer de la mayoría, que, en
este caso, es el de quienes las dirigen. Ven lo que se les dice que tienen que
ver. En esa manipulación también hay mucho de consentimiento interesado por lo
que el manipulado ya no es una víctima incapaz, sino alguien que también
participa del juego.
Hay un pacto cómplice implícito parecido a los secretos de
familia en los que todos conocen el hecho pero todos acuerdan, sin decirlo, en
silenciarlo, en fingir que no existe y continuar una vida, un tanto
esquizofrénica, con un hueco enorme que nadie quiere ver. Hasta que alguien dice,
alguien grita que el rey está desnudo. Desgraciado y peligroso lugar este del
que denuncia el pacto porque en primer lugar las sospechas y la soledad caerán
sobre él.
Denunciado el pacto aparecerá el desconcierto, se mirarán
con sospechas, habrá quienes puedan ver lo sucedido, otros, se mantendrán
férreos en su creencia, negarán, dirán que es una campaña.
“No sabíamos nada” reclama, sintiéndose inocente, la que solo
manipulaba las estadísticas. Ese no saber nada también incluye a potencias
mundiales de ese entonces, inocentes también, como si no hubieran sabido lo que
sucedía y también a los pueblos.
Creencias y mentiras y pactos “inconcientes” tienen puntos
en común y son estrategias que pueden servir para manipular y también para
dejar hacer, para participar en algo sin ensuciarnos las manos, sin tocar
nuestra conciencia ni tener que reprocharnos la inacción: no sabíamos, no lo
vimos, no nos dimos cuenta, no pensamos que era así.
Nos muestran los cadáveres y no los vemos, los tesoros de la
corrupción política partidaria y decimos que es una campaña, escuchamos los
disparos y nos apuramos a cerrar las ventanas y esperar que cesen. ¿Qué
cuidamos con tanto afán? No es la fe, no es al líder ni tampoco al proyecto o
al relato, es a nuestra propia creencia, no queremos mirar de frente a la
realidad y a nuestras posibilidades concretas junto a la responsabilidad que
tenemos, preferimos renunciar a la realidad. Es así como nuestro camino hacia
el mundo de amor para todos, de solidaridad, de felicidad y consuelo nos lleva
al odio, a la discriminación, al sectarismo, a desear o ejecutar la muerte de
quien nos grita que estamos desnudos, que lo nuestro es pura ilusión.
Esta buena señora también es responsable porque su propio
“no saber” la acusa, porque mirando para otro lado dejó que los campos de
concentración se llenaran, que los asesinados se multiplicaran.
A continuación les dejo la noticia que me motivó a esta
reflexión.
Sé que nadie lo cree,
pero no sabíamos nada”, asegura secretaria del nazi Goebbels
[El Viralero]
El Viralero16 de agosto de 2016
Tiene 105 años, está lúcida, y es una de las pocas
sobrevivientes del círculo íntimo de los dirigentes nazis que segó brutalmente
las vidas de millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial.
Brunhilde Pomsel, EFE.
Quizás porque le queda muy poco por delante, Brunhilde
Pomsel, una de las secretarias del ministro de propaganda Joseph Goebbels, ha
decidido romper su silencio y ofrecer su testimonio en A German Live, un
documental que se ha estrenado en el festival de cine de Munich y recoge el
resumen de 30 horas de conversación con ella.
“En el poco tiempo que me queda- y espero que me queden
meses y no años- mantengo la esperanza de que el mundo no se ponga patas arriba
como entonces”, dijo Pomsel, en una entrevista en el diario británico The
Guardian. “Aunque han sucedido otras cosas horrorosas también, ¿no cree? Me
siento aliviada porque nunca tuve hijos por los que preocuparme”, asegura.
Pomsel asegura que su decisión de hablar ahora no proviene
de un cargo de conciencia.
Ella simplemente no se siente culpable. Su trabajo, asegura,
consistía en alterar las estadísticas de los soldados caídos y exagerar el
número de violaciones de mujeres alemanas por parte del Ejército Rojo, “Un
trabajo de oficina más”, afirma.
Sobre aquellas personas que aseguran que se hubieran
rebelado contra el régimen nazi de haber conocido las atrocidades que se
cometían contra los judíos, la anciana piensa que “pueden ser sinceras, pero
creo firmemente que la mayoría no lo hubiera hecho”.
El país, dice, “parecía estar bajo la influencia de un
hechizo. Sé que nadie nos cree, porque la gente piensa que lo sabíamos todo,
pero no sabíamos nada. Todo estaba bajo secreto”.
Recuerda que le entregaron el expediente del caso de la activista
antinazi Sophie Scholl, del movimiento de resistencia Rosa Blanca. Scholl fue
ejecutada por alta traición en febrero de 1943 después de distribuir folletos
contra la guerra en la Universidad de Munich.
“Uno de los asesores especiales de Goebbels me pidió que lo
pusiera en la caja fuerte, y no lo mirara. Así que no lo hice, y estaba
bastante satisfecha conmigo misma porque él confiaba en mí, y mi entusiasmo por
honrar esa confianza era más fuerte que mi curiosidad para abrir ese archivo”,
admitió.
Pomsel recuerda a Goebbels y a su mujer Magda como una
familia “educada, que siempre nos saludaban”, aunque admite que durante el día
ella y las otras cuatro secretarias no veían lo que hacía en el despacho.
“Siempre sabíamos cuando llegaba a la oficina, pero no lo volvíamos a ver hasta
cuando se marchaba”, explica.
Su aspecto era tan cuidado, que parecía que se hacía
manicure en las manos, recordó. “No había nada que criticarle”. Sin embargo, en
una ocasión lo vio pronunciar un discurso en vivo, durante el cual el hombre
correctísimo se convirtió en “un enano enfurecido. Es difícil imaginar un mayor
contraste”.
Cuando el apartamento que Pomsel compartía con sus padres
quedó destruido en un bombardeo, Magda le regaló un traje de seda azul. “Nunca,
ni antes ni después, he tenido algo tan elegante. Ambos eran muy agradables
conmigo”, contó.
La anciana rechaza admitir que fue ingenua a la hora de
creer que, por aquel entonces, los judíos “desaparecidos” estaban siendo
enviados a las aldeas de los Sudetes para repoblar aquellos territorios. Entre
ellos estaba su amiga judía Eva Löwenthal: “Nos lo creímos- nos lo tragamos-. Y
fue totalmente creíble”.
Pomsel estuvo en el refugio subterráneo de Hitler, el
Fuhrerbunker, durante las horas finales del líder nazi. Allí supo que Goebbels
y su esposa se habían suicidado, quitándoles las vidas a sus hijos. “Nos
quedamos sin habla”.
Con otras mujeres crearon una bandera blanca de sacos de
harina para presentar su rendición ante las tropas rusas. Así salvó la vida
pero fue enviada a prisiones rusas en las cercanías de Berlín durante cinco
años. De ese período sólo comentó: “No fue un lecho de rosas”.
Sin embargo, Pomsel pudo rehacer su vida después y trabajó
como secretaria ejecutiva muy bien pagada hasta su retiro en 1971.
En 2005, cuando se inauguró un monumento a las víctimas del
Holocausto en Munich, acudió a preguntar por su amiga Eva Löwenthal.
Un hombre buscó en los registros y pronto la localizó. Había
sido deportada a Auschwitz en noviembre de 1943, y declarada muerta en 1945.
“La lista de los nombres de la máquina en la que la
encontramos simplemente siguió rodando sin parar hacia abajo de la pantalla,”
dice pensativa.
https://es-us.noticias.yahoo.com/s%C3%A9-que-nadie-lo-cree-pero-no-sab%C3%ADamos-nada-194046456.html
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