sábado, 12 de noviembre de 2016

185 - Brunhilde Pomsel, secretaria del nazi Goebbels



185

Brunhilde Pomsel, secretaria del nazi Goebbels

 Creímos creímos creímos, las creencias ocultan, tapan los ojos y en el lugar de la evidencia colocan una fantasía hecha, dibujada y pintada desde el poder. Cuánto mejor sería que ante la realidad que eliminamos nos quedara el hueco, al menos eso nos estaría señalando algo, la falta nos llamaría a ver, pero no, nos dejamos colocar  la mentira y para poder vivir en ese paraíso fantasmagórico pagamos el precio de la sumisión absurda que nos conduce lentamente a la muerte.
Desde el poder alguien que se mueve y levanta su voz como un profeta que nos alcanzará la salvación. Nos impone el dibujo de una fe, un relato, un proyecto, un camino, una meta en la que asoma la felicidad que no tendrá fin. A cambio solamente pide muy poco, nuestra “entrega”, nuestro sometimiento.
Ella, él –los profetas- apuntan a la quimera del mundo sin dolor, sin miserias, allí donde todos, todas, seremos felices y consolados.
Saben conducirnos a los recovecos de la niñez - porque para creer es necesario renunciar a la adultez-  allí dónde el hambre ha dejado sus marcas, donde la falta de cuidado, de amor, aparecen, donde el hambre y sed de justicia dolorosamente sollozan.
Y creemos. Creemos porque parece más sencillo, porque nos remite a un orden, a alguien que de algún modo cuida de nosotros, porque nos exime de nuestra responsabilidad y ampara de la soledad.


¿Podemos cree que esta buena señora, la de la nota que les copio más abajo, estando junto al alto poder del nazismo, no supiera nada de lo que sucedía?

Entre tanta inocencia se cuela el intento de exculpación: “Aunque han sucedido otras cosas horrorosas también” ¿es que un horror exculpa al otro? Lo peor no convierte a lo malo en mejor.

“El país, dice, “parecía estar bajo la influencia de un hechizo…”.No hay hechizos ni artes mágicas que impidan ver la realidad. Sí hay manejos sociales para manipular a las personas devenidas en masa, llevadas a “pertenecer”, a formar parte de…, de modo tal que se vean compelidas a sumarse al parecer de la mayoría, que, en este caso, es el de quienes las dirigen. Ven lo que se les dice que tienen que ver. En esa manipulación también hay mucho de consentimiento interesado por lo que el manipulado ya no es una víctima incapaz, sino alguien que también participa del juego.

Hay un pacto cómplice implícito parecido a los secretos de familia en los que todos conocen el hecho pero todos acuerdan, sin decirlo, en silenciarlo, en fingir que no existe y continuar una vida, un tanto esquizofrénica, con un hueco enorme que nadie quiere ver. Hasta que alguien dice, alguien grita que el rey está desnudo. Desgraciado y peligroso lugar este del que denuncia el pacto porque en primer lugar las sospechas y la soledad caerán sobre él.
Denunciado el pacto aparecerá el desconcierto, se mirarán con sospechas, habrá quienes puedan ver lo sucedido, otros, se mantendrán férreos en su creencia, negarán, dirán que es una campaña.

“No sabíamos nada” reclama, sintiéndose inocente, la que solo manipulaba las estadísticas. Ese no saber nada también incluye a potencias mundiales de ese entonces, inocentes también, como si no hubieran sabido lo que sucedía y también a los pueblos.

Creencias y mentiras y pactos “inconcientes” tienen puntos en común y son estrategias que pueden servir para manipular y también para dejar hacer, para participar en algo sin ensuciarnos las manos, sin tocar nuestra conciencia ni tener que reprocharnos la inacción: no sabíamos, no lo vimos, no nos dimos cuenta, no pensamos que era así.

Nos muestran los cadáveres y no los vemos, los tesoros de la corrupción política partidaria y decimos que es una campaña, escuchamos los disparos y nos apuramos a cerrar las ventanas y esperar que cesen. ¿Qué cuidamos con tanto afán? No es la fe, no es al líder ni tampoco al proyecto o al relato, es a nuestra propia creencia, no queremos mirar de frente a la realidad y a nuestras posibilidades concretas junto a la responsabilidad que tenemos, preferimos renunciar a la realidad. Es así como nuestro camino hacia el mundo de amor para todos, de solidaridad, de felicidad y consuelo nos lleva al odio, a la discriminación, al sectarismo, a desear o ejecutar la muerte de quien nos grita que estamos desnudos, que lo nuestro es pura ilusión.

Esta buena señora también es responsable porque su propio “no saber” la acusa, porque mirando para otro lado dejó que los campos de concentración se llenaran, que los asesinados se multiplicaran.

A continuación les dejo la noticia que me motivó a esta reflexión.



Sé que nadie lo cree, pero no sabíamos nada”, asegura secretaria del nazi Goebbels
[El Viralero]
El Viralero16 de agosto de 2016

Tiene 105 años, está lúcida, y es una de las pocas sobrevivientes del círculo íntimo de los dirigentes nazis que segó brutalmente las vidas de millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial.

Brunhilde Pomsel, EFE.

Quizás porque le queda muy poco por delante, Brunhilde Pomsel, una de las secretarias del ministro de propaganda Joseph Goebbels, ha decidido romper su silencio y ofrecer su testimonio en A German Live, un documental que se ha estrenado en el festival de cine de Munich y recoge el resumen de 30 horas de conversación con ella.

“En el poco tiempo que me queda- y espero que me queden meses y no años- mantengo la esperanza de que el mundo no se ponga patas arriba como entonces”, dijo Pomsel, en una entrevista en el diario británico The Guardian. “Aunque han sucedido otras cosas horrorosas también, ¿no cree? Me siento aliviada porque nunca tuve hijos por los que preocuparme”, asegura.

Pomsel asegura que su decisión de hablar ahora no proviene de un cargo de conciencia.

Ella simplemente no se siente culpable. Su trabajo, asegura, consistía en alterar las estadísticas de los soldados caídos y exagerar el número de violaciones de mujeres alemanas por parte del Ejército Rojo, “Un trabajo de oficina más”, afirma.

Sobre aquellas personas que aseguran que se hubieran rebelado contra el régimen nazi de haber conocido las atrocidades que se cometían contra los judíos, la anciana piensa que “pueden ser sinceras, pero creo firmemente que la mayoría no lo hubiera hecho”.



El país, dice, “parecía estar bajo la influencia de un hechizo. Sé que nadie nos cree, porque la gente piensa que lo sabíamos todo, pero no sabíamos nada. Todo estaba bajo secreto”.

Recuerda que le entregaron el expediente del caso de la activista antinazi Sophie Scholl, del movimiento de resistencia Rosa Blanca. Scholl fue ejecutada por alta traición en febrero de 1943 después de distribuir folletos contra la guerra en la Universidad de Munich.

“Uno de los asesores especiales de Goebbels me pidió que lo pusiera en la caja fuerte, y no lo mirara. Así que no lo hice, y estaba bastante satisfecha conmigo misma porque él confiaba en mí, y mi entusiasmo por honrar esa confianza era más fuerte que mi curiosidad para abrir ese archivo”, admitió.

Pomsel recuerda a Goebbels y a su mujer Magda como una familia “educada, que siempre nos saludaban”, aunque admite que durante el día ella y las otras cuatro secretarias no veían lo que hacía en el despacho. “Siempre sabíamos cuando llegaba a la oficina, pero no lo volvíamos a ver hasta cuando se marchaba”, explica.


Su aspecto era tan cuidado, que parecía que se hacía manicure en las manos, recordó. “No había nada que criticarle”. Sin embargo, en una ocasión lo vio pronunciar un discurso en vivo, durante el cual el hombre correctísimo se convirtió en “un enano enfurecido. Es difícil imaginar un mayor contraste”.

Cuando el apartamento que Pomsel compartía con sus padres quedó destruido en un bombardeo, Magda le regaló un traje de seda azul. “Nunca, ni antes ni después, he tenido algo tan elegante. Ambos eran muy agradables conmigo”, contó.

La anciana rechaza admitir que fue ingenua a la hora de creer que, por aquel entonces, los judíos “desaparecidos” estaban siendo enviados a las aldeas de los Sudetes para repoblar aquellos territorios. Entre ellos estaba su amiga judía Eva Löwenthal: “Nos lo creímos- nos lo tragamos-. Y fue totalmente creíble”.

Pomsel estuvo en el refugio subterráneo de Hitler, el Fuhrerbunker, durante las horas finales del líder nazi. Allí supo que Goebbels y su esposa se habían suicidado, quitándoles las vidas a sus hijos. “Nos quedamos sin habla”.

Con otras mujeres crearon una bandera blanca de sacos de harina para presentar su rendición ante las tropas rusas. Así salvó la vida pero fue enviada a prisiones rusas en las cercanías de Berlín durante cinco años. De ese período sólo comentó: “No fue un lecho de rosas”.

Sin embargo, Pomsel pudo rehacer su vida después y trabajó como secretaria ejecutiva muy bien pagada hasta su retiro en 1971.

En 2005, cuando se inauguró un monumento a las víctimas del Holocausto en Munich, acudió a preguntar por su amiga Eva Löwenthal.

Un hombre buscó en los registros y pronto la localizó. Había sido deportada a Auschwitz en noviembre de 1943, y declarada muerta en 1945.

“La lista de los nombres de la máquina en la que la encontramos simplemente siguió rodando sin parar hacia abajo de la pantalla,” dice pensativa.







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