jueves, 31 de julio de 2014

116 - Pueblos que no se defienden

116
Pueblos que no se defienden

Las mismas preguntas que podemos hacernos ante las mujeres que sufren violencia de género sobre todo intrafamiliar o las que se hallan en prostitución, como por ejemplo: ¿por qué una mujer sometida se queda y sostiene esa situación? ¿por qué motivos no se rebela? ¿por qué aún pudiendo no escapa? ¿por qué no pide ayuda? también podríamos llevarlas a un plano más  amplio y preguntarnos de manera similar por qué hay comunidades, pueblos, que se mantienen indefensos, por qué en lugar de exigir a los gobiernos que cumplan con sus intereses, con aquello para los que fueron elegidos,  se someten a los designios de sus gobernantes o factores de poder.
Es un misterio el motivo por el cual los votantes eligen y vuelven a elegir, hasta mayoritariamente,  a quienes históricamente los han dejado de lado y los han perjudicado.
También podemos preguntarnos por qué el estado de rebelión es excepcional. Recordemos que si alguien manda es porque otro obedece.





Nunca deja de impresionarme el cuadro ilógico de contemplar adoraciones por parte de los ciudadanos,  a figuras políticas o con cualquier otro liderazgo, en la mayoría de los casos producto de las jugadas de los poderosos que nunca dan la cara. Adoración que puede convertirse en violencia hacia quien no comparte ese sentimiento cuando es muy claro que esas figuras buscan sus intereses personales, que van constituyendo feudos con fuertes características antidemocráticas, o sea prescindentes de las otras voces. Adoran y defienden a quienes claramente los maltratan, en esto no hay lógica.

También sucede en otros planos, como por ejemplo el religioso. Nos parece natural y por eso no  preguntamos cómo es posible que millones de personas acepten y hasta sostengan una religión que desde el vamos señala a la persona como “pecadora” o sea que desde un comienzo ya la califica despectivamente, y que además les dice que nunca podrá dejar de ser pecadora. Una religión que imprime en las mentes  que lo mejor que podría pasarles es morir para acceder a la vida eterna. Recuerdo ahora una película que vi en mi niñez, ni siquiera recuerdo el nombre, el argumento giraba en torno a una serie de asesinatos de niños, al final se descubre que el autor era un cura joven el que realmente convencido de que la pureza del alma de un niño se contaminaría al crecer este, no vio mejor manera de “salvarlos” que matarlos para que no llegaran a la adolescencia y así se volviesen pecadores. Esto es una película y parece un  despropósito pero no lo es tanto si recordamos las hogueras a las que eran mandadas las pecadoras o a la iglesia católica que consintió y sostuvo a la dictadura militar y sus asesinatos y torturas, seguramente para el bien del alma del “desviado”.

Otro hecho que nos debe llamar la atención  y que aún hoy resulta incomprensible es la pasividad en la que miles de judíos subían a los trenes que los llevarían a los campos de concentración, en definitiva, a su tortura y muerte.

Durante las actividades del movimiento abolicionista de la esclavitud una cantidad importante de negros se opusieron, deseaban continuar esclavos. Seguramente los movía el temor porque no conocían otra cosa, aún en el vientre materno ya eran propiedad del señor, y así crecieron y vivieron, no sabían vivir de otro modo; también los regalos prometidos por sus dueños ayudaron, sea la que fuere la causa, salieron a defender públicamente la esclavitud. ¿Tendríamos que hablar de un derecho a ser esclavo?

Similar es la defensa que  muchas mujeres hacen de la prostitución, de esta forma de violencia.

También puedo señalar como muchas mujeres  miran al movimiento feminista con desconfianza o directamente con rechazo aún cuando le deben a este poder expresarse y todos los derechos que hoy ejercen.

Ante estos ejemplos, y muchos otros que podemos hallar, cabe  hacernos las mismas preguntas acerca del
motivo de la aceptación  de las condiciones de maltrato: ¿cómo es que no se dan cuenta?,¿ por qué sostienen aquello que daña?, ¿cómo es que agachan la cabeza y siguen adelante?

Ante estas situaciones podemos buscar algo de comprensión mediante el modelo psicológico de la indefensión aprendida, este precisamente se refiere a las personas que han aprendido a comportarse pasivamente, sin hacer nada y que no responden a pesar de que existan oportunidades para ayudarse a sí mismos y evitar  circunstancias dañosas.
En los casos particulares el maltratador busca provocar en su víctima un estado constante de temor mediante un juego perverso de premios y castigos, la mayoría de ellos inmotivados, el golpe puede llegar por cualquier razón, aún sin que exista una. Esto coloca a la persona en un estado de shock, de no llegar a comprender y por eso no puede  elaborar estrategias defensivas, además todo intento productivo positivo, de reafirmación propia es brutalmente reprimido, por lo que llega a una situación en que el repliegue y el sometimiento son una forma de sobrevivencia. Esto mismo es lo que se da a nivel de los pueblos.

Desde el nacimiento se nos enseñó a “respetar-temer” a la autoridad, cualquiera fuere esta, y si no llegamos a entenderlo, comienzan los castigos, las puestas en orden, las sanciones en el trabajo o directamente el despido, y la acción policial. El poder se rodea de parafernalia, uniformes, coches, custodios, helicópteros, impunidad descarada, que al mismo tiempo que señala la diferencia entre el gobernante y el gobernado, también implica una amenaza de lo que podrían llegar a hacernos si quisieran.





Los sectores que tradicionalmente tienen sus derechos vulnerados y que sus actividades son todas orientadas a la sobrevivencia dependen enteramente de los beneficios que puedan recibir de los poderosos, sean estos los que fueren: los gobiernos, las iglesias, los políticos partidarios, los señores feudales, terratenientes o industriales, y por lo tanto, viven bajo constante amenaza de ser dejados de su mano lo que pondría en riesgo su existencia. El clientelismo político es parte de este juego de sometimiento.

Para  quienes no estamos en esa situación, aunque no gocemos de la totalidad de nuestros derechos, la metodología es otra, es llevarnos a un estado de zozobra y parálisis ya sea por los medios de comunicación masiva o por actitudes que toman los gobiernos: determinación de leyes, recortes y ajustes económicos, permisividad para la existencia de la delincuencia, entre otras. Todo esto sin hablar de la represión ejercida desde los gobiernos contra quienes se les oponen mediante la fuerza de la policía u otros organismos a su disposición. Todo esto nos conduce volvernos a temerosos y paralizarnos, de ese modo no reaccionamos ante las injusticias sociales y las vulneración de nuestros derechos. En la medida en que nos limitamos y retrotraemos la imagen del poder de turno se acrecienta y aleja, de modo tal que llegamos a sentirnos hormigas incapaces de realizar alguna acción contra el todopoderoso gobierno.

Un arma importantísima es la del entretenimiento para que la población se encuentre siempre interesada en algo alejado de dónde realmente se están jugando los tantos, para esto los medios de comunicación masiva son necesarios. La actual lluvia de noticias de todo tipo, puestas todas en igual rango, desde una bomba arrojada sobre una población civil hasta el romance de una vedette, tiende a este fin, al que debemos sumar las carencias educativas que llevan a que las personas tiendan a pensar cada vez menos, a prestar menos atención a la realidad y a hacer análisis de la misma para discernir una posible acción.

Todo esta organizado en función de eso que llaman “gobernabilidad”. Cuando comienzan a darse reiterados paros de trabajadores seguramente se fijará un paro nacional de todos los trabajadores para que en ese día se descargue el malhumor, se reabra la esperanza que terminará en poco tiempo en desesperanza que en lugar de movilizarnos nos llevará a bajar los brazos y entregar nuestras fuerzas.  O se organizará alguna marcha importante que terminará con “desmanes” la rotura de unos vidrios, algún robo a comercios y pintadas en bancos, obviamente planificados. Los medios de comunicación difundirán los destrozos y aullarán acerca del caos y la tragedia mostrando que eso no debe ocurrir, que esta mal,  que es el resultado de tanta queja popular.
Nos preguntaremos cómo no fue prevenido todo esto si es conocido por todos, preguntaremos por qué no actuó la policía, y la respuesta real será porque no debía hacerlo, porque esto ya estaba preparado para que sucediera así.








La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

 Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.









domingo, 27 de julio de 2014

115
Síndrome de Estocolmo

Un atracador, un presidiario y cuatro empleados convivieron seis días en la bóveda de seguridad de un banco, y los rehenes entablaron una relación de complicidad con sus secuestradores que acabó dando nombre a un término psicológico de uso común en todo el mundo.

Jan Erik "Janne" Olsson entró el 23 de agosto de 1973 encapuchado, armado con una metralleta y con explosivos en la sucursal del Kreditbank de la ciudad de Estocolmo, en Suecia.

Tomó como rehenes a cuatro empleados, tres mujeres y un hombre, y solicitó: tres millones de coronas suecas, un coche y vía libre para salir de Suecia, también que un conocido criminal entonces preso, Clarck Olofsson fuera sacado de la cárcel y llevado al banco, esto último aceptado por la policía.

Allí permanecieron seis días, los últimos cuatro limitados a un espacio reducido, después de que unos agentes lograran colarse en la entidad y cerrar la bóveda para aislarlos.

Rehenes y secuestradores jugaron a las cartas y entablaron lazos afectivos.

En las conversaciones telefónicas mantenidas durante el cautiverio con el primer ministro sueco, el secuestrado que ejercía de portavoz de los rehenes, tomó claramente partido por Olsson frente a la policía.  "Confío plenamente en ellos, viajaría por todo el mundo con ellos", llegó a decir de sus secuestradores dispuesta a aceptar la propuesta de Olsson de que los dejaran salir en coche llevándose a dos rehenes, una idea rechazada por las autoridades.
Otra de las rehenes afirmó: «No me asusta Clark ni su compañero; me asusta la policía».

Al cuarto día la policía taladró el techo de la bóveda: Olsson amenazó con colocar sogas al cuello de los rehenes e hirió de un tiro a un agente.

Una rehén diría: "Nunca creí que Janne fuera a dispararnos. Pero claro que tenía miedo de morir, de que la situación se descontrolase. No sabíamos qué tenía pensado hacer la policía"

Al sexto día, la policía soltó gas lacrimógeno en la bóveda, y a los pocos minutos, Olsson se rindió, sin que hubiera heridos.  Los rehenes se negaron a salir antes que sus captores, por miedo a que éstos fueran castigados y se despidieron de ellos con abrazos.

"Sé que puede sonar un poco raro, pero no queríamos que la policía les hiciera daño, una vez que todo había acabado".

Esta adhesión de quienes debieran haber temido a tan peligrosos delincuentes unida a la cerrada defensa que de ellos hicieron, fue llamado Síndrome de Estocolmo.



Se caracteriza por ser un proceso psicológico de carácter inconsciente,  en el que la víctima desarrolla una relación de complicidad con su victimizador. Esta situación puede llegar al extremo en que la víctima  ayude a los captores a alcanzar sus fines o evadir a la policía. Da cuenta de una situación paradójica en la que la persona agredida reinterpreta la realidad a favor de su agresor, considerando que este la está cuidando o que lo que está haciendo es correcto.

Desde el punto de vista psicológico, este síndrome es considerado como una de las múltiples respuestas emocionales que puede presentar el secuestrado a raíz de la vulnerabilidad y extrema indefensión que produce el cautiverio. También podemos hallarlo en otras situaciones que no llegan al extremo del secuestro como pueden ser aquellas en que la vulnerabilidad haga que la víctima se aferre a quien resulta ser su victimizador y lo convierta, incluso, en su salvador.

Hay que tener en cuenta que en la  trata de personas o en situaciones de grave aislamiento social, como podría darse en la violencia intrafamiliar hacia la mujer, en las que las condiciones y posibilidades de sobrevivencia se hallan en manos de los captores, se establece una regresión dependiente dado que la persona realmente depende material y afectivamente de las decisiones y/o caprichos de quienes la retienen, o sea que la posibilidad de muerte es real  así como la vivencia de situación sin escapatoria.

Es común que las personas victimizadas ante la necesidad imperiosa de afecto y de una señal esperanzadora se aferren y se sientan agradecidas del menor gesto benevolente de parte de su agresor, provocando esto, en muchos casos, sentimientos ambivalentes. Esta necesidad de cariño y de la sensación de que de algún modo se esta protegida lleva a que inconcientemente aún los actos agresivos se los haga encajar en un sistema de necesidad que los justifica, quitándoles de ese modo lo imprevisible e incontrolable.

Se puede observar luego de una liberación un sentimiento  de gratitud consciente hacia los secuestradores, tanto en los familiares como en las víctimas directas. Agradecen el hecho de haberlos dejado salir con vida, sanos y salvos y a veces recuerdan - sobre todo en las primeras semanas posteriores a la liberación - a quienes fueron amables, o tuvieron gestos de compasión y ayuda.

El síndrome sólo se presenta cuando la persona víctima se identifica inconscientemente con su agresor, pudiendo asumir  la responsabilidad de la agresión, o imitando física o moralmente la persona del agresor, o adoptando ciertos símbolos de poder que lo caracterizan. Por ser un proceso inconsciente la víctima  siente y cree que es razonable su actitud, sin darse cuenta de la identificación misma ni asumirla como tal, la persona no se percata de ello, es el observador externo quien puede encontrar desproporcionado e irracional  que la víctima defienda o disculpe a los agresores y justifique los motivos que tuvieron para dañarla.

Este mecanismo ayuda a  la persona a negar y no sentir la amenaza de la situación y/o la violencia.

Puede ser descripto  como un estado disociativo por el que la víctima niega la violencia del agresor, al tiempo que desarrolla un vínculo con el lado que percibe más positivo de aquel. Para lograr esto ignora sus propias necesidades mientras desarrolla una actitud hipervigilante ante las de su agresor, mostrándose dispuesta a asumirlas como propias.

El principal logro podría ser obtener un mejor nivel de ajuste al entorno amenazante sobre el que ejerce nulo control.



Resumiendo, en general este síndrome se puede dar en las siguientes circunstancias:

*      Cuando la persona  en importante situación de vulnerabilidad comprende que en la medida en que coopera es menos agredida.
*      Cuando las personas victimizadas quieren protegerse, en el contexto de situaciones incontrolables, buscando cumplir los deseos de sus agresores.
*      Cuando los violentos tienen  rasgos de compasión o de reconocimiento afectuoso lo que impacta vivamente en las personas sometidas a extrema carencia de afecto.  De aquí puede nacer una relación emocional de las víctimas por agradecimiento con los autores del delito.
*      Cuando la pérdida total del control que sufre  y el miedo que ello significa, se hace soportable en la medida en que la víctima se identifica con los objetivos y pensamientos del violento a quien se halla peligrosamente sometida.

El síndrome de Estocolmo es más común en personas que han sido víctimas de alguno de las siguientes situaciones de violencia:

Tratadas
Rehenes
Miembros de una orden de culto.
Niñas y niños con abuso psicológico.
Prisioneros de guerra.
Mujeres en Prostitución.
Prisioneros de campos de concentración.
Víctimas de incesto.


Es evidente que se da en casos de importante desigualdad de fuerzas, la persona victimizada siente que no puede controlar la situación y que está a expensas del violento.
Es muy evidente en los casos de trata de personas en que el cautiverio duró bastante tiempo aún en los casos en que la persona no fue limitada en su libertad sino convencida mediante técnicas de persuasión coercitiva (ver artículo en este mismo blog) por ejemplo a ejercer la prostitución. Cuando son rescatadas se resisten y hasta huyen para no declarar contra sus captores o proxenetas.   Es muy común que los y las proxenetas se hagan llamar y que las mujeres captadas accedan: “mamita” o “papito”.

Para terminar les dejo un párrafo de un excelente libro que se llama “Cárcel de mujeres” y que fue escrito por Angélica Mendoza en los primeros años del siglo 20
“- Che, Laura; ¿ tu marido es lindo?

-¡Macanudo che!  ¿no sabés? Me pinchó con la cortaplumas. Yo me le escapé varias veces. Anduve con otro y mi marido lo buscó. Cuando se encontraron empezó con vueltas pero mi marido gritaba: “ ¡Quiero la mujer! ¡No quiero arreglos!”. El tipo le ofreció mil pesos, pero mi marido no quiso saber nada. Yo, como vi que el tipo aflojaba, me escapé y volví con el otro. Después me decía: “¡Visto, Ñata! ¡Solo yo te convengo como marido. Todos los demás se cagan!”

-¡La que los tiró! Si yo sé que un hombre me vende a otro lo ensucio de arriba abajo!

-¡No; si no no es una venta! Es la ley de los cafishios. Si la mujer se les va con otro, este tiene que largar vento, sino lo liquidan.”    (Pág. 61)




 La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión

 Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.




sábado, 26 de julio de 2014

114 - Indefensión adquirida

114
Indefensión Adquirida 


Ante la prostitución y la trata de personas surgen reiteradamente una serie de preguntas, por ejemplo: ¿por qué una mujer sometida se queda y sostiene esa situación? ¿por qué motivos no se rebela? ¿por qué aún pudiendo no escapa? ¿por qué no pide ayuda?.Estas son solamente algunas. Surgen del fondo común de pensar que esa situación no es una situación buscada ni deseada, un dato importante es que son las mismas preguntas que suelen darse ante los casos de violencia intrafamiliar de género.
Cuando no se tienen elementos o conocimientos suficientes es muy probable que estas incógnitas sean respondidas mediante: se quedan porque les gusta, sienten placer, es una vida fácil, están ahí porque quieren, nadie las obliga y otras similares. De este modo se termina culpabilizando a quien en realidad es víctima de una serie de maniobras destinadas al quebrantamiento de su personalidad, la destrucción de su autoestima y la manipulación.

Los  psicólogos han establecido dos síndromes que pueden estar presentes y serían los responsables de estas conductas. Ellos son:
-Síndrome de indefensión adquirida
-Síndrome de Estocolmo.

Esto es muy evidente cuando las personas son rescatadas y en lugar de colaborar con sus rescatistas, muchas veces se resisten y oponen y hasta los culpabilizan.
También son responsables de que las personas sometidas no se consideren a sí mismas víctimas.



Es muy común que sean detectados en las personas en prostitución como también  en otras situaciones como pueden ser las de violencia intrafamiliar, secuestro, reducción a la servidumbre, esclavitud y otras.

Algo que no debemos perder de vista es el proceso de socialización.  En  nuestra cultura se da un proceso eminentemente patriarcal que de por sí implica el sometimiento de toda mujer, su propia desvalorización y la limitación de su sentido de la vida a ser servidora de los hombres en sus papel de procreadora, cuidadora del hogar y quien debe satisfacer sexualmente.
El vivir un clima de violencia de este tipo, al que se le pueden agregar los abusos sexuales –más del 70% de las mujeres en prostitución fueron abusadas sexualmente en su infancia-  ante los cuales la niña debió guardar silencio o fue descreída por quienes debían protegerla –en algunos casos ellos mismos fueron los autores- hacen que esta sea naturalizada, considerada como parte del destino de ser mujer y por esto, cuando se reitera, no es identificada como violencia.
En estos casos la niña, la mujer, ya parte de un piso que no es cuestionado porque en la mayoría de los casos ni siquiera es reconocido, que naturaliza y equipara su “ser femenino” con la disponibilidad para satisfacer los roles que le son prescriptos entre los que se encuentra el de “servir” sexualmente al hombre.
Esto implica que en muchos casos la mujer sometida a prostitución cuando defiende la ideología del opresor, cuando ella repite convencida las ideas de quien la usa para sus fines o sea que en su voz habla el proxeneta-tratante, el patriarcado, lo hace desde esta matriz en la que fue constituida su subjetividad, independientemente de ser indefensión adquirida o un síndrome de Estocolmo lo que padece. Esto es responsable de que las mujeres no reconozcan ser víctimas de violencia, y en  el caso de la prostitución, de  que estén convencidas de que esta es una forma incluso positiva, una forma de empoderamiento, pues aquello que sufrieron pasivamente en su infancia y luego es impuesto como destino femenino, ellas lo aplican para obtener dinero.
La consideración por parte de las personas en situación de prostitución de ser tenidas  como “trabajadoras sexuales” es la formalización de esta idea basada en la naturalización del abuso y la desigualdad de género. Cuando prestamos oído atento a sus supuestas reivindicaciones descubrimos que a quien escuchamos es al patriarcado, es la voz del proxeneta, de ahí que el resultado sea que, salvo cambiar el nombre, la situación sigue siendo la misma, la tradicional en nuestra sociedad.


Veamos ahora el  Síndrome de Indefensión Adquirida

Este síndrome también lo hallamos presente en las situaciones de violencia intrafamiliar.  Es el que explica por qué las mujeres violentadas manifiestan una actitud de aceptación sumisa,  y aún pudiendo, no huyen de quien las maltrata, e incluso, una vez liberadas, pueden volver a la misma situación.

Su existencia se comprueba negativamente, por la ausencia de conductas defensivas y autoafirmativas normalmente esperables.

En la década del sesenta los psicólogos Seligman y Maier  llevaron a cabo experimentos con perros, resumidamente, a un grupo se les aplicaba descargas eléctricas de manera azarosa sin que los animales pudieran evitarlas. Estos perros mostraron síntomas de depresión. Más tarde, estos mismos, fueron colocados dentro de una caja en la que se les aplicaba descargas eléctricas. En esta ocasión los animales fácilmente podían  poner fin a las mismas únicamente saltando fuera de la caja. Sucedió que en lugar de huir, los perros simplemente “aceptaban” las terribles descargas, mostrando de este modo un estado de indefensión, de aceptación pasiva, que había sido aprendido.

Como vemos se establece un cuadro psicológico por el que el sujeto, que puede ser tanto un animal como en el experimento, como una persona, aprende  que se halla indefenso, que no tiene ni tendrá ningún control sobre la situación de maltrato y que cualquier cosa que haga será inútil, cuando en realidad, cualquier observador, se da cuenta que tiene posibilidades reales de salir de esa situación violenta.



Decimos que esta indefensión es adquirida pues ha sido aprendida y a partir de ahí sostenida como un mecanismo de  sobrevivencia. Desde el primer momento en que la persona es  sometida cuando manifiesta algún atisbo de resistencia, alguna defensa, es brutalmente reprimida  a través de distintas conductas pudiendo ser estas verbales, castigos simbólicos llegando a los golpes, quemaduras con cigarrillos, visualización de torturas e incluso muerte de otras personas, y violaciones reiteradas. Así  aprende a contener e incluso a suprimir cualquier conducta propia autoafirmativa, cualquiera que implique una voluntad  que vaya algo más allá de aquello que los violentos, proxenetas o explotadores  quieren.

El modelo de "indefensión aprendidaexplica que una persona sometida a acontecimientos incontrolables, en este caso actos violentos, generará un estado psicológico donde la respuesta de reacción o huida queda bloqueada, lo que se manifiesta en forma de indefensión, incompetencia, frustración y depresión.
La imposibilidad de controlar la agresión generará en la víctima una afectación motivacional y pasividad, dificultad para la resolución de problemas, y por tanto de confrontar con la situación en que fue inmersa.

Este estado psíquico puede ser debido a la conjunción de varios factores como son la extrañeza de la situación en sí misma,  la incapacidad para racionalizar las causas y para controlar los efectos y el miedo – terror que le es impuesto mediante una violencia extrema. Desde este punto de vista, la parálisis que presenta la persona es consecuencia de lo que vive y puede ser considerada como una forma adaptativa de respuesta, dado que cualquier otra puede llevarla a sufrir nuevos daños o la muerte.


Algunos signos
·           Baja autoestima
·           Déficit intelectual
·           Deficiencias cognitivas
·           Poca motivación
,            Pasividad





La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.



113 - Palabras sueltas

113
Palabras sueltas

Mediodía del sábado, busco el programa de radio acostumbrado. A la tarde jugará la selección Argentina en el Mundial de Fútbol. Uno de los comentaristas medianamente interesado en deportes, el otro total y explícitamente desinteresado en el tema y la tercera, una mujer, enfervorecida por el hecho deportivo.
Se inicia el programa y comentan, les recuerdo que es radio o sea que no veo la escena, dicen que ella trajo una bandera y gorros alusivos al mundial, claro, con los colores de la bandera Argentina. Los hombres se resisten a ponerse los tocados y ella los presiona hasta que acceden y el programa entonces toma el cauce acostumbrado.
Hasta aquí nada llamativo, es más, puede quedar dentro del rubro: intrascendencias, pero….inmediatamente pensé en lo que significa aceptar la diversidad.



Las personas nos definimos por nuestras acciones, por lo que efectivamente hacemos, nuestros hechos son nuestros testigos, no lo son las palabras. Si fueran ellas, por las palabras dichas por todos los políticos profesionales ya no habría hambre ni pobreza en el mundo, la paz y la cordialidad serían la regla, pero no es así. No es lo que decimos sino lo que hacemos nuestra tarjeta de presentación. Siempre tengo presente aquella frase adjudicada al mítico Jesús: por sus obras los conocerás.
Con esto quiero decir que podemos estar convencidos en la aceptación de la diversidad, en el valor del otro como persona con sus peculiaridades, aquellas que nos acercan y las que nos alejan, podemos incluso hablar del tema y convencer a otros pero todo esto no aparecer reflejado en nuestras acciones.
A esta comentarista la escuché varias veces hablar del tema pero llegado el momento perdió de vista sus convicciones y presionó para obtener una supuesta uniformidad con lo que es su propio pensamiento y sentir, no tomó en cuenta a sus compañeros. Su acción fue convertirlos en rebaño, igualarlos, perder su diversidad.
Es probable que hiciera esto para no sentirse sola en su sentir, en su “festejo”, rota la ilusión del “todos y todas”.
Lo diverso nos coloca en un lugar de extraños, de mutuamente extraños, nos deja en el lugar de la soledad del que salimos en busca del otro para encontrarnos en algunos puntos y momentos. Nos dice que no existe “media naranja” o ¨príncipe o princesa azul o verde”, que la idea de completud, de aquello que nos colme es una fantasía que nos daña y nos empuja a la búsqueda del paraíso, del más allá, de la felicidad, del “Dorado” de los conquistadores, todas quimeras imposibles de hallar porque no existen.

Se dice que añoramos el tiempo en que éramos uno con nuestra madre, envueltos en su piel y calor, acompasados por los latidos de su corazón. No lo creo. No hay nostalgias de lo vivido en el útero, no hay recuerdos de esa imposible unión porque desde el primer momento en que las células que luego seremos comenzaron a multiplicarse  ya dio principio la separación como camino  irreversible hasta aquella que será la última y definitiva.

Es en la soledad donde se despiertan nuestros temores, en los que nos reencontramos con las pesadillas, los dolores y vejeces que vamos cargando. Nos sentimos vulnerables, desnudos ante nuestra vanidad, esa que nos dice que nada hará que nos quedemos siendo lo que somos, que nos revela que no existe un cielo eterno en el que siempre estaremos, y que al mismo tiempo, para despertarnos,  nos grita que este es nuestro tiempo, que no hay otro, y que la soledad es nuestro refugio, desde la que podemos ser nosotros mismos, ser diversos y aceptar el ser efímero, cambiante y también diverso de los otros.



Vuelven aquellos versos que dicen:  
”Caminante no hay camino, se hace camino al andar”



La periodista no soportó su ser ella con sus sueños volcados en una cancha de fútbol, necesitó arroparse en sus compañeros.
Les puso sus gorros, los envolvió con sus banderas, los llamó “todos”, los designó “iguales” y quedó tranquila, se miró en ellos y ya no se sintió rara, ni tampoco a ellos, todo volvió a estar bien, no hubo separación.

******



******


Aristóteles definió al hombre, no tengo muy claro si en esta definición incluía a la mujer también, y esto que digo no es un chiste machista, es más, estoy casi seguro que ella no estaba comprendida, decía, definió al hombre como un ser racional. Me parece que esto surge más de una expresión de deseo, de aspiraciones de un mundo ideal dónde las personas se movieran únicamente en función del razonamiento. Claro, para él sólo había un tipo de razonamiento que era el lógico, por lo que de su correcta aplicación todo el mundo tendría que llegar a conclusiones similares.

Puede que así lo sea, igualmente creo que a esta definición habría que agregarle “temeroso”, o sea racional y miedoso. Hasta ahora la racionalidad no nos ha aportado mayores seguridades, por el contrario, nos ha llevado a la posibilidad de destrucción del planeta, y,  sino de todo, a la del ser humano, seguro.
Es el miedo, la anticipación y el temor que nos provoca lo que actúa inhibitoriamente, frenando las fuerzas destructoras que hemos sabido convocar.
Por lo tanto, tendríamos que darle un valor especial, reconocer este sentimiento en su cara positiva, de cuidado, de preservación.
En nuestra cultura impregnada de la soldadesca romana y griega, de los santos conquistadores cruzados y luego de los más profanos, no por eso menos bendecidos, colonizadores buscadores de tesoros y de esclavos, hasta las actuales huestes imperiales, o su más chiquito ejemplo, las policías locales, el miedo no tiene lugar, y si aparece es para ser vilipendiado, denigrado. Ser tachado de “maricón” o “maricona”, miedoso, cagón, cobarde, y otras linduras que en este momento no tengo presentes, es ser señalado por el miedo, o por lo que los demás suponen es miedo.



En la escala social el amor está colocado por encima de todos los otros sentimientos, es el ideal al que se supone debemos llegar, desde el amor a los padres, a los hijos, a la familia, pasando por el amor al barrio, a  la patria, y terminando por el amor al enemigo. El enojo, la rabia, el furor son aceptados con condiciones, sobre todo dependiendo a quién están dirigidos. En algunos casos hasta son aconsejados como en los casos de rivalidad. El odio no está permitido, bajo este nombre pues basta con llamarlo de otro modo para que este todo en su lugar.   Dolor, tristeza, desazón, melancolía, son los tolerados, los que son aceptados aunque con limitaciones, no nos es permitido mantenerlos mucho tiempo, al contrario, cada vez más se les pone un límite contado en días y horas, luego de eso viene la medicación.
Con el miedo se tiene otra consideración. Dentro de nuestra sociedad estructurada y funcionalizada, salvo que se tengan bien delimitados los enemigos concretos, o al menos se suponga que lo están, por ejemplo, la delincuencia, los terroristas, los narcos etc, el miedo aparece envuelto en una idea de irracionalidad, de  locura, como algo fuera de lugar.
Nos olvidamos que no somos esos guerreros mitológicos que nos vendieron bajo un supuesto manto de heroísmo sacralizado,  en realidad se trataba de  personas mandadas a matar o a su propia  muerte cruenta, el campo de batalla no es de ninguna gloria sino de sangre.
No somos esos, por suerte, somos humanos con miedo y por ese simple sentimiento aprendemos a cuidarnos.
Los seres vulnerables somos los que tenemos temor, es nuestro alerta interno, aquello que nos advierte de un posible peligro para que nos protejamos porque nos conocemos frágiles, fácilmente dañables. No vivimos con conciencia de esto pues la vida se nos haría muy cuesta arriba, pero lo cierto es que muchas cosas, sin contar otras personas, pueden destruirnos o dejarnos bastante maltrechos.

El miedo está ahí, y es bueno escucharlo, permitirnos sentirlo.





La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.


Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.



domingo, 6 de julio de 2014

112 - De la esclavitud a la prostitución

112
De la esclavitud a la prostitución

Hoy compartiremos párrafos de un artículo que me pareció muy interesante y claro que nos habla de una visión diferente del trabajo a la que se tiene normalmente. Se llama “El trabajo en el capitalismo: de la esclavitud a la prostitución”


“…lo que sucede en el mundo del trabajo en el sistema capitalista. Y cuando hablo de lo que implica trabajar en el capitalismo, me refiero no sólo a lo que sucede dentro de la fábrica, taller, parcela, comercio y oficina (privada o gubernamental); también incluyo lo que sucede cuando un desempleado acude desesperado a una entrevista de trabajo.

Así, en un sistema económico como el nuestro que no garantiza el trabajo para todos, el problema de los trabajadores empieza cuando, previamente, se encuentran desempleados. Es fundamental entender que en este sistema el trabajo no se garantiza porque, de hecho, el desempleo ocupa un lugar esencial en la dinámica del capitalismo. Algunos economistas críticos han sostenido que el desempleo le sirve al capitalismo para mantener los salarios bajos, pues entre más personas desempleadas haya que quieran trabajar, los empleadores tendrán la oportunidad de mantener y ofrecer un sueldo más bajo. Pero más allá de especular con la oferta y la demanda de mano de obra, lo que casi no se menciona es que el desempleo coloca a la persona en una situación de hambruna y precariedad que la hace dócil frente al empleador, casi a punto de implorarle que por favor la explote.

Este juego inherente al capitalismo, donde se trata al trabajador como a una mercancía cualquiera, al grado de orillarlo a considerarse a sí mismo como un objeto, lo criticó Marx claramente en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844: “Cuando la oferta es considerablemente mayor que la demanda, una parte de los obreros se ve empujada a la mendicidad o condenada a morir de hambre. La existencia del obrero se halla reducida, por tanto, a la condición propia de cualquier otra mercancía. El obrero se ha convertido en un objeto y puede darse por satisfecho cuando encuentra comprador”[2].



Cuando todavía no conocía los Manuscritos de Marx, Georg Lukács,  desarrolló su teoría de la “cosificación” (también conocida como “reificación”), partiendo del fetichismo de la mercancía de El capital.  Dicho de manera sencilla, la “reificación”, en el ámbito de las relaciones humanas consiste en tratar a las personas como si fueran cosas. Pero eso no sucede, según Lukács, porque a alguien se le ocurra tratar a una persona como a cualquier objeto; la “cosificación” no es un problema de la voluntad de individuos aislados, es un problema inherente al sistema capitalista cuya lógica mercantil poco a poco ha ido infectado todas las relaciones entre humanos[3], y no sólo las relaciones en el ámbito económico.
Sobre la misma línea de Lukács, Axel Honneth dirá que en la actualidad no existe sólo el problema de que una persona trate a otra como a un objeto. También existe el fenómeno de la “autocosificación”, donde la persona se trata a sí misma como cosa, lo cual se deja ver precisamente en las entrevistas de trabajo. Honneth asegura que en décadas pasadas el entrevistador tenía como función la de “verificar mediante documentos escritos, o testimonios de capacidad, la aptitud de un solicitante para realizar una actividad específica”. Pero ahora, según él, las entrevistas de trabajo sirven para que el entrevistado se venda a sí mismo, es decir: “exigen que el solicitante ponga en escena de modo convincente y ostentoso de qué manera se comprometerá con su trabajo, en vez de tener que informar acerca de las cualificaciones que ya ha obtenido”[4].

Pero el problema no acaba ahí, una vez que el trabajador, o la edecán, ha atravesado por las penurias del desempleo y las humillaciones de la entrevista laboral, se enfrentará, ahora sí, a la brutalidad de los medios de producción, donde tendrá que sufrir las consecuencias de pertenecer a la clase social que no tiene otra cosa que vender más que su propio pellejo. Nuevamente nos remitimos a Marx, aquel filósofo que no estuvo enclaustrado en las paredes de alguna universidad y presenció directamente cómo el trabajador del siglo XIX era tratado peor que un esclavo. Para eso Marx usará dos tonos distintos: el humanista de los Manuscritos de 1844, y el teórico social de El capital. En la primera obra nos habla de la “enajenación” en el trabajo, que consiste en el sometimiento del trabajador para realizar un trabajo propio de las bestias de carga; un trabajo cuyos frutos le serán esquilmados por su patrón; un trabajo que “mortifica su cuerpo y arruina su espíritu”[5]; un trabajo que está muy lejos de contribuir al desarrollo, liberación y fortalecimiento de su esencia humana; y un trabajo del que huirá “como de la peste, en cuanto cese la coacción física”[6].
 
Los pilares de la sociedad. George Grosz. 1926
En la segunda obra Marx nos mostrará las situaciones que pueden ocurrir dentro del centro de trabajo, y dentro de los eternos horarios de trabajo. En El capital aparecen muchos ejemplos de cómo por la hambruna de capital en la Inglaterra decimonónica, perecieron, hombres, mujeres y hasta niños de 8 años, tras inhumanas jornadas de 16 horas, exceso de trabajo forzado, y salarios de hambre. Es tan brutal el capitalismo en los centros de trabajo que no exageró Marx cuando dijo que éste transforma la “sangre infantil en capital”[7]. Tampoco se excedió cuando dijo que en la Inglaterra de ese tiempo, Dante hubiera encontrado “sus más crueles fantasías infernales”[8].

Finalmente, muchos tal vez pensarán que la comparación fue un exceso y, por lo mismo, consideren que es peor el caso donde en un trabajo se orille a las mujeres a prostituirse, que el caso donde se obligue a hombres, mujeres y niños a trabajar en condiciones infrahumanas. Para nosotros las dos situaciones son igual de reprobables y la comparación que hicimos no tuvo como objetivo señalar qué es mejor y qué peor, sino el invitar a que, así como condenamos la posible red de prostitución (desgraciadamente una entre mil), condenemos también las condiciones en las que se trabaja en los sistemas capitalistas, mismas que no han cambiado desde los tiempos en que Marx escribió. Además quisimos dar un panorama general de cómo estamos dentro de un sistema que nos tiene agarrados del cuello antes de trabajar (en el desempleo), en el proceso de ser seleccionados (en la entrevista de trabajo), y dentro de los centros de trabajo (en la fábrica, la oficina, el banco, la escuela, la parcela, el burdel, la oficina gubernamental, etc.). Sólo nos faltó mencionar que “una vez que la explotación del obrero por el fabricante ha concluido y aquél recibe el pago de su salario en efectivo, caen sobre él las partes restantes de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etcétera”[9].





En alguna charla anterior les comentaba que lo que llamamos nuestro interior tiene sus raíces en el exterior. Es a través de nuestros padres que ese exterior comienza a penetrar en nuestros cuerpos de bebés, es la palabra, el lenguaje el que nos va formando y determinando nuestra moralidad, usos y costumbres y  el modo de pensar. Con el tiempo nos vamos independizando de  nuestros padres e ingresan otras figuras importantes como pueden ser maestros y otros adultos, más adelante, al irnos desarrollando, logramos formar nuestro pensamiento propio, muchas veces luego de cuestionar y rechazar el que nos fue inculcado. Este proceso no se produce de igual manera y profundidad en todas las personas y muchas quedan ligadas a lo que les fue enseñado.

Cuando hablo del afuera, en este caso, también me estoy refiriendo al capitalismo, que es el sistema  social que impera en nuestro planeta y tiende de manera imperialista a imponerse de forma  hegemónica.  De todo lo que implica un sistema con estas características tomo únicamente lo que se refiere a las relaciones que establecemos con los demás y con nosotros mismos. Tal como dice este artículo y lo remonta a Marx, la nota central es la cosificación,  o sea no ver en el otro una persona sino algo que puede satisfacer o interponerse a mis intereses, algo que puede aumentar mis ganancias o producir pérdida.
El otro deja de ser alguien con raciocinio, con capacidad de ejercer su libre albedrío en función de sus propios intereses para convertirse en una pieza que debo manipular para que se ponga a mi servicio y al de mis objetivos.  Es muy claro que la pobreza sostenida e instrumentada desde el poder sirve para tener  mano de obra disponible, la que también es usada por la política profesional y la religiosa.  Otro ejemplo que me resulta muy claro es el de la guerra en el que miles de personas son cosificadas y puestas como piezas de ajedrez,  simples figuras de plástico o madera, que me permitirán obtener nuevos mercado que aumentarán mis rentas.

Ahora, visto desde el  interior esto se transforma en la concepción que tengo de mí mismo, ya fuere como integridad psico física o como un objeto más entre tantos, como una pieza más puesta en un estante del mercado.  En este segundo caso, lo que comenzó siendo exterior se ha convertido en  autocosificación.  Esto sucede no como algo premeditado, o sea que hemos pensado y decidido, sino como una especie de programa inconciente, una matriz en la que voy encajando aquello que encuentro en mi camino en relación conmigo mismo.  
Esto se nota cuando hablo de “mi” cuerpo como algo externo a mí, como una cosa que puedo manipular, armar y  desarmar,  cuando me identifico con los objetos que me rodean o con los que me visto, mucho más grave es cuando ni siquiera es un objeto sino una marca.
El articulista titula su escrito: “de la esclavitud a la prostitución” no en el sentido de una línea ascendente  sino de casi equivalencia. En la esclavitud alguien es mi propietario y yo soy su cosa, el objeto de su propiedad, en la prostitución sucede otro tanto, soy una cosa que me ofrezco para quien quiera pagar por mí. No importa que haya más o menos actitud pasiva en un caso u otro, el fondo es el mismo, me han y me he cosificado, tengo un precio, soy algo en el enorme mercado que es el mundo.







Es inútil pensar si es responsable la persona, ya fuere el trabajador, el desocupado o la persona en prostitución, porque no está en ninguno de ellos la causa sino en un sistema basado en lo deshumano, en la cosificación, la compra venta,  aún el afecto convertido en un contrato, como si las personas fuéramos reemplazables  piezas obsoletas de una máquina.
 Mientras aceptemos estas reglas de juego, este creciente materialismo que nos convierte en consumidores y nos sometamos a su modo de concebir las relaciones, seguiremos presos y condenados a perdernos a nosotros mismos.
Recordemos que nada es eterno y hasta la piedra más dura termina por horadarse, no hay sistemas infalibles ni carentes de fisuras, si buscamos esos espacios de salida en los que lo personal puede batir libremente sus alas, estaremos derrotando a la usura; cada vez que nos atrevamos a hallar placer en una flor, en un atardecer,  en la mirada inocente o en la mano tendida, o en la música que nos conmueve, estaremos rompiendo el muro.
La libertad puede ser construida.



[2]Marx, Karl, y Engels, Federico: Escritos económicos varios, Editorial Grijalbo, México, 1962, p. 28.
[3] Lukács, Georg: Historia y conciencia de clase, Vol. II, Editorial Grijalbo, México, 1985, p. 11.
[4] Honneth, Axel: Reificación. Un estudio en la teoría del reconocimiento, Katz, Buenos Aires, 2007, p. 144.
[5] Marx, Karl, y Engels, Federico: Escritos económicos varios, Editorial Grijalbo, México, 1962, p. 66.
[6]Ibid., p. 66.
[7] Marx, Karl: El Capital, Tomo I, Vol. 1, Siglo XXI, México, 1977, p. 327.
[8] Ibid., p. 296.
[9] Marx, Karl, y Engels, Friedrich: Manifiesto comunista, Crítica, Barcelona, 1998, p. 49.

Fuente:
http://revoluciontrespuntocero.com/el-trabajo-en-el-capitalismo-de-la-esclavitud-a-la-prostitucion/








111 - Como la rana

111
Como la rana

Esta noticia se conoció un año después de sucedido el hecho, lo que me prueba del  buen funcionamiento de las complicidades. No hubiera sido posible el ocultamiento por tanto tiempo sino fuera porque los mecanismos de autoprotección de la institución y el juego de lealtades internas no lo hubieran permitido.
Los autores tienen nombre y apellido, el resto de los intervinientes,  de los que por inacción dejaron hacer y el de quienes taparon todo esto, muy probablemente seguirá sin conocerse.
Esta noticia salió en los medios principales pero fue efímera, no tuvo ninguna relevancia.  Eso que debiera habernos más que preocupado, hecho ocupar del tema por las gravísimas consecuencias que implica, pasó sin pena ni gloria, y es de suponer  que también sin condena penal.
Lo grave, y ya veremos por qué, es que esto ha ocurrido en este sistema que llamamos democrático, en el que se supone están vigentes los derechos humanos.

En estas columnas muy seguido expreso que a tal o cual noticia no se le prestó la suficiente atención. Mientras notorias intrascendencias como puede ser lo acontecido en un programa de entretenimiento ocupa espacio y es repetido hasta el cansancio, cosas como la que enseguida expondré no concitan atención. ¿será porque la mayoría está de acuerdo con qué sucedan?  ¿estamos adormecidos? ¿aceptamos ser cómplices silenciosos también de esto? ¿será tanta la violencia que diariamente vivimos que un hecho así no resulta llamativo?














El 22 de abril de 2013  se tomaron unas fotografías en el pabellón de menores del Servicio Penitenciario de la Provincia de San Luis, en las que se ven jóvenes detenidos desnudos, arrodillados, con las manos en la espalda y la cabeza contra el piso. También aparecen policías con perros. Al verlas, de inmediato, fue inevitable relacionarlas con aquellas otras que circularon acerca de lo que soldados estadounidenses hicieron  a los detenidos  en la infame cárcel de Abu Ghraib  en Irak.

En ambos casos se tomaron fotografías lo que significa que para quienes cometieron este ataque a la dignidad humana, lo que estaban haciendo  no les parecía censurable sino todo lo contrario, algo digno de ser testimoniado mediante una cámara y luego circulado. Esto implica que además de quienes directamente cometieron el hecho, existe una cantidad de personas indeterminada, anónimas, que recibieron y seguramente  aplaudieron el procedimiento.

Inmediatamente se me ocurrió condenar a este tipo de instituciones. Bien sabemos que toda institución cerrada a la supervisión de la comunidad, y sobre todo aquellas que podemos llamar “totales” porque la vida de las personas transcurre dentro de ellas, como por ejemplo las cárceles, los internados, los conventos, se constituyen en circuitos cerrados, con una lógica y modos de relación que les son propios y que tienden a alejarse de los del resto de la sociedad. Las fuerzas armadas son un ejemplo muy claro, hasta tienen un código, el militar, que es propio.
Pasado este primer momento en que circunscribí el problema y le puse nombre y apellido: cárcel, me di cuenta que esto no es suficiente, que esto es lo que me enseñaron desde los gobiernos para que el tema nunca se profundice sino que se agote en la sanción a dos o tres personas. La cuestión es que si existen estas instituciones y si funcionan de un modo cerrado, de espaldas a la comunidad, es porque toda la sociedad lo tolera y sostiene. Recuerdo que en mi juventud existía el servicio militar obligatorio, la mayoría de la gente no estaba de acuerdo, solamente algunos que consideraban que era útil para “encarrilar” a los vagos e indisciplinados, pero lo cierto es que para el resto era una pérdida de tiempo importante, eran un año o dos en que los jóvenes eran sacados de sus estudios o trabajos –en aquel momento había trabajo. No obstante la oposición, el servicio militar obligatorio siguió perdurando, ello porque no hubo un movimiento claro y fuerte contra el mismo, el malestar se agotaba en comentarios y murmullos. Hoy, si esto sucede y si estas instituciones funcionan de este modo es porque, como a esta noticia, no le damos suficiente entidad.



Una vez más puedo comprender que es difícil erradicar una práctica, por malsana que fuere, cuando es parte de la cultura. Nos guste o no, la tortura, el trato inhumano, son parte de nuestro quehacer. Sin ir más lejos, recordemos los casos por todos conocidos de bullyng, de acoso, hostigamiento, de matonaje. Hasta no hace mucho que se le aplicara picana eléctrica a los detenidos era un procedimiento, si bien no legal, tolerado, y aún se escuchan voces que reivindican lo cometido por las fuerzas armadas y sus socios civiles y religiosos, durante la dictadura militar.

Lo sucedido en una cárcel de de San Luis es la chispa que indica que hay un cortocircuito eléctrico, la cuestión no queda encerrada entre esas paredes, ni siquiera en esa provincia. Quizá ninguno de nosotros seamos capaces de cometer un hecho así, pero seguramente hemos reído con chistes que denigran a otros, hemos visto programas televisivos en los que la humillación, en los que hacer pública la vida privada incluso de manera maliciosa es lo diario, hemos escuchado discursos políticos que atacan no a prácticas sino a las personas, hemos callado cuando un niño era maltratado. Y aunque parezca no relacionado, también es cómplice nuestro silencio ante lo que se les paga a los jubilados, a los que se tortura en sus últimos años, quienes sin  el apoyo del resto deben soportar  mayores sufrimientos. Seguramente esto que digo puede parecer extraño a aquello que las fotos han mostrado, no es así, todo está relacionado, un desamor lleva a otro. Si la sociedad que somos cada uno de nosotros,  fuera respetuosa de la integridad de los demás, cuidadosa de no lastimar, si pudiéramos ejercer una solidaridad humana, seguramente esto que hoy cuento no hubiera sucedido porque no existirían las cárceles, cuarteles, conventos, reclusorios, al menos tal como ahora están funcionando.





 Imaginen una olla llena de agua, en cuyo interior  nada tranquilamente una rana.
Esa olla se está calentando a fuego lento.
El agua se entibia y a la rana le resulta más agradable, quizá le traiga recuerdos de primavera mientras sigue nadando.
La temperatura del agua empieza a subir.

Ahora el agua está caliente y quizá nuestra rana comience a sentir un poco  de incomodidad, pero el calor le produce algo de fatiga y somnolencia, sus recuerdos del mediodía veraniego en que se tiraba a dormir debajo de las hojas.

Ahora el agua está bastante caliente  y nuestra rana ya siente desagrado, molestias, pero se halla adormecida, con las fuerzas menoscabadas, y piensa que así como la temperatura subió también bajará, que en un rato volverá a estar agradable y que ella recuperará su placer al nadar, así que se aquieta y decide aguantar. Crea su propia esperanza, se consuela pensando que todo acabará, que llegará nuevamente el frescor y el alivio de zambullirse en las aguas que corren.


Seguramente si la hubiéramos sumergido de golpe 
en la olla con el agua bien caliente, sus reflejos la 
abrían hecho  saltar, habría huido y con ello salvado su vida.



Este cuento nos muestra que  si estamos atentos a cuando las cosas comienzan a suceder y actuamos en ese momento, puede evitarse un daño mayor.  Cuando se produjo el acostumbramiento ya es mucho más difícil poder actuar porque no despierta nuestros reflejos, no reaccionamos sino, como la rana, nos dejamos adormecer aún más.

Aquellas situaciones que tiempo atrás nos hubieran horrorizado, bajo la acción del tiempo y la de los medios de control social, se han banalizado, se han convertido en parte de nuestra vida, nos hemos acomodado para hacerles un lugar y lograr que dejen de dolernos, de molestarnos hasta volvernos indiferentes. Han pasado a ser invisibles.




La humillación recibida por esos jóvenes en una penitenciaría, en el lugar donde precisamente se espera que se les enseñe respeto y que tienen derechos, en una institución de cuidado perteneciente a un gobierno, a un estado, nos debe alertar y mucho. Cuando desde los gobiernos se ejerce violencia, se usa el poder para someter, las armas contra quienes deben ser defendidos, estamos ya en un camino peligroso.
Los derechos humanos son de todos y deben ser defendidos por todos. Permitir que se abra una fisura sin que rápidamente sea reparada, es dejar abierta una herida que con el tiempo se irá profundizando.
De un huevo de serpiente solamente saldrá una serpiente, es inútil esperar otra cosa. Del abuso de poder aceptado, saldrá más abuso de poder.














martes, 1 de julio de 2014

110 - Recuerdos del mundial de fútbol

110
Recuerdos del mundial de fútbol

El mundial de fútbol  más que para ver partidos me sirvió para pensar acerca de temas comunes, de todos los días, pero esta vez puestos de manifiesto a través de este espectáculo que tiene la virtud de hacer hablar a la gente de diversidad de temas, aparentemente relacionados, pero que bien podemos tomarlos por separado y así ver claramente cosas que fuera de este evento especial pasan desapercibidas. Me interesé porque, sobre todo, vi en  cada uno de ellos un muestrario de lo que somos como sociedad.

Un hecho que resaltó lo suficiente fue cuando un jugador uruguayo mordió en el hombro a un jugador italiano. A partir de ahí surgieron muchos chistes, como era de esperar, y también comentarios de periodistas especializados y otros que no lo eran y también del común de la gente. Todos estaban de acuerdo en que se debía sancionar esa conducta, pero….al mismo tiempo afirmaban que la pena impuesta había sido demasiado severa.
De lo que quiero hablar es del doble mensaje continuo que todos tenemos, periodistas incluidos. Mientras se pide que haya más policía en las calles, que se aumenten las penas para los delitos, que se aplique mano dura, cuando se produce la transgresión y se pena a quien la cometió, si eso toca nuestros intereses, nos volvemos inmediatamente contra lo que antes pedíamos. Es lo que sucedió con este jugador, en  todos los medios de difusión se escuchaban u oían lamentos y opiniones contra quienes aplicaron la sanción.

No pretendo ver la justicia de la aplicación pero sí detenerme en el hecho de la mordida. Estamos hablando de un acto de violencia, y es eso lo que pareciera que no tenemos claro. No es necesario que haya desangrado al otro jugador, ni que lo haya inhabilitado, con haberlo mordido alcanza.
Pareciera que no terminamos de entender que el cuerpo de alguien es la persona misma, no es algo que la rodea, que usa del mismo modo que un vestido.  La persona no es lo que está dentro de ese cuerpo, porque dentro solo hay sangre, huesos y músculos. En realidad no hay, en este caso, un adentro separado de un afuera, porque la piel ya es el cuerpo, ya es la persona. Si hurgamos en eso que llamamos adentro, por más que busquemos milímetro por milímetro no encontraremos a quien  llamamos José o María. Siglos de religión a los que se agrega la explotación del capitalismo, nos llevaron a creer que podemos hacer algo al cuerpo sin que eso afecte a la persona, aunque eso que hagamos sea positivo. Para el cristianismo el cuerpo es secundario, lo fundamental es el alma que se desprenderá con la muerte por eso no han dudado cuando tuvieron que aplicar torturas, asesinar en la hoguera o aceptar los homicidios cometidos por la dictadura militar. El cuerpo es desechable,  como erróneamente  en este caso, dice el Principito: lo esencial es invisible a los ojos, o sea que la visibilidad del cuerpo lo convierte en inesencial, en algo secundario.
Es el argumento que el capitalismo usa para extraer las fuerzas de cada persona, total es un cuerpo.
 
Los hijos de la violencia. José Gabriel Acuna Acuña 
No llegamos a entender que entramos en un área sagrada. El mito dice que cuando dios llamó a Moisés para entregarle las tablas de la ley le dijo que debía descalzarse pues estaba en terreno sacro.  El otro, esa persona que tenemos delante, debemos considerarla igual, acercarnos con el cuidado y respeto que merece, que merezco. La violencia es la ruptura, la aparición de lo destructor.
Entiendo que es difícil de aclarar este camino cuando  se nos enseñó que nuestra civilización occidental surge de las guerras entre griegos y romanos. Es más, la historia que se nos enseñó en la escuela fue la seguidilla de sus guerras, como si el paso del tiempo significara únicamente eso, que no hubiera otros motivos en los pueblos que el poder, la lucha, derrotar al otro. Cuál es la historia que se nos inculca sobre nuestro país sino otro tanto de batallas y de héroes todos generales. Y precisamente esta es la contradicción mayor, lo que se nos escapa en esta discurso, se nos enseñó que se construye destruyendo, que se gana cuando se derrota, que la desigualdad es la norma y lo que se debe lograr y sostener.  
El cristianismo es parte de esta misma  ideología. Predica que se obtiene el cielo a través de la muerte, que este mundo es un “valle de lágrimas” cuando en realidad es nuestra única posibilidad de existencia. Nos habla de un Jesús que se entregó para ser sacrificado en una cruz. Muerte y más muerte como camino de redención.

Es difícil superar este modo de pensar cuando nuestras palabras diarias evocan lo mismo, cuando por ejemplo  queremos decir que estamos trabajando por una causa decimos “militar”, hablamos de “la lucha” por vivir, “me mató”, “lo maté con esa frase” , “una mirada que mata”, es un “campo de batalla”, “batallar”, y otras más.

Desde aquella maldición de dios condenando a las mujeres: “parirás con el dolor de tu vientre”  y al hombre “ganarás el pan con el sudor de tu frente” en que marcó desde un inicio al acontecer humano, seguimos atados a este modo de ver nuestra relación con el mundo a través del dolor, del esfuerzo y de la violencia que han llegado a convertirse en virtud. Lo que debiera ser  una señal de alarma para que nos alejemos, para que cambiemos la actitud,  pasó a ser un lugar para quedarse porque de algún modo nos reivindica, nos atrae un imaginario perdón. Todo esto también es violencia, ataduras que nos impiden ver que sufrir no es positivo para nosotros ni para los demás, es probable que si comprendemos eso lleguemos a entender también que la violencia no es un camino y que la resignación ante lo que podría ser cambiado lleva a la muerte del espíritu.

Recuerdo una enseñanza china que dice que para ahuyentar la oscuridad basta con encender un fósforo.  No se hace la luz pateando  a las sombras, ni se construye mejores relaciones dañando.






Otra cosa que me pareció muy interesante surgió también durante el mundial de fútbol, usando a este como pretexto. Me refiero a las maniobras para imponer un producto mediático, que fueron tan claras que imaginé que hasta podrían ser palpadas.

No importa de qué se trata, si fue un coche, una marca de ropa o de perfume, esto es lo de menos, lo  interesante fue todo el despliegue que en muy corto tiempo se realizó.

La receta es sencilla, aunque para llevarla a cabo se requiere de capital. Se toma un producto cualquiera, se lo prepara y se firman los contratos, todo esto antes de invertir, por supuesto. Luego se paga con alguna generosidad a  algunos periodistas reconocidos  para que propaguen una noticia acerca del producto en cuestión. Esta nota no necesita ser verdadera, la fuerza del medio y del periodista la convertirán en creíble. Si el medio es reconocido se producirá efecto dominó, o sea que los otros la repetirán.

Esto es lo que se hizo con un jugador de la selección. De improviso una foto suya con el torso desnudo durante un partido de fútbol, comenzó a circular. Inmediatamente comenzaron a hablar acerca del tema casi todos los medios, imponiendo de ese modo la marca que en este caso es el apellido del jugador en cuestión. Lo interesante es que nadie hablaba de la calidad de su juego, de lo que había hecho en la cancha, sino de su atractivo físico.

Los periodistas, casi unánimemente, afirmaban que gustaba a todas las mujeres, que todas morían por él, y que, por el contrario, todos los hombres lo envidiábamos.  
Este es otro punto de la estrategia. Hablar de “todas” o “todos” es la trampa.  Decir que “nadie” tal cosa, o por el contrario, que “todos” es lo mismo porque se trata de una fantasía, de usar el poder de la palabra para crear ilusiones en este caso de una supuesta comunidad de gustos.
No es casual la aplicación de este término porque al hablar de “todas” se esta apelando a la tribu, al espíritu de rebaño, al temor de quedar afuera, de estar perdiéndonos algo que el resto conoce y disfruta, es quedarnos solos. Apelar al “todos”  es la llamada para reunir bajo una misma bandera, en este caso, un mismo producto.
Como se supone que es algo que “todos” conocemos y aceptamos, no es necesaria ninguna explicación, ninguna aclaración, por ejemplo si digo: “todos somos argentinos” en un determinado contexto, se supone que se sabe que estoy expresando y con que intención. Este dar por sobreentendido es lo que permite deslizar otros mensajes que tampoco son aclarados ni dichos directamente pero que igualmente llegan y son tomados por la gente desprevenida.
El resultado fue que en muy corto tiempo aparecieron otras fotos en las que el jugador modelaba, y se logró que la curiosidad llevara aún a quienes no estaban enterados de su existencia a interesarse.
De este modo quedó el apellido registrado más allá del ámbito futbolístico.


Pintora Abdalieva Akahana
Lo que me parece importante rescatar de todo esto es cómo operan los “mercados”, como es posible crear e imponer un producto sin que necesariamente pase por lo racional, por la calidad,  ni por la posibilidad de elección de las personas.


Lo que se hace, en este caso con un jugador, también se efectúa con objetos  que nos son, más que  ofrecidos, impuestos; otro tanto sucede con las ideas. Recordemos los que tuvimos oportunidad de vivir los años 90 cómo el neoliberalismo era colocado en la mente de la ciudadanía, como se denigraba todo lo público a favor de lo privado e importado, como comenzó así la destrucción de lo poco que quedaba de nuestra industria, de la educación y salud públicas.
Las ideas nos fueron colocadas al igual que cualquier otro producto y la gran mayoría  las compró. La operación fue similar a la que acabo de describir, algunos periodistas convertidos en estrellas eran los encargados de levantar las banderas neoliberales, el resto los seguía, pocos resistieron.

Estemos con las orejas bien paradas, en la actitud de alerta de nuestros hermanos animales, para no dejarnos llevar por los cantos de sirenas, porque como en el cuento, terminan haciéndonos hundir.


 
Pintor Ahmad Shihabi

La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

En este blog las imágenes son afiches, pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos históricos.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.