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Recuerdos del mundial
de fútbol
El mundial
de fútbol más que para ver partidos me
sirvió para pensar acerca de temas comunes, de todos los días, pero esta vez
puestos de manifiesto a través de este espectáculo que tiene la virtud de hacer
hablar a la gente de diversidad de temas, aparentemente relacionados, pero que
bien podemos tomarlos por separado y así ver claramente cosas que fuera de este
evento especial pasan desapercibidas. Me interesé porque, sobre todo, vi
en cada uno de ellos un muestrario de lo
que somos como sociedad.
Un hecho
que resaltó lo suficiente fue cuando un jugador uruguayo mordió en el hombro a
un jugador italiano. A partir de ahí surgieron muchos chistes, como era de
esperar, y también comentarios de periodistas especializados y otros que no lo
eran y también del común de la gente. Todos estaban de acuerdo en que se debía
sancionar esa conducta, pero….al mismo tiempo afirmaban que la pena impuesta
había sido demasiado severa.
De lo que
quiero hablar es del doble mensaje continuo que todos tenemos, periodistas
incluidos. Mientras se pide que haya más policía en las calles, que se aumenten
las penas para los delitos, que se aplique mano dura, cuando se produce la
transgresión y se pena a quien la cometió, si eso toca nuestros intereses, nos
volvemos inmediatamente contra lo que antes pedíamos. Es lo que sucedió con
este jugador, en todos los medios de
difusión se escuchaban u oían lamentos y opiniones contra quienes aplicaron la
sanción.
No pretendo
ver la justicia de la aplicación pero sí detenerme en el hecho de la mordida.
Estamos hablando de un acto de violencia, y es eso lo que pareciera que no
tenemos claro. No es necesario que haya desangrado al otro jugador, ni que lo
haya inhabilitado, con haberlo mordido alcanza.
Pareciera
que no terminamos de entender que el cuerpo de alguien es la persona misma, no
es algo que la rodea, que usa del mismo modo que un vestido. La persona no es lo que está dentro de ese
cuerpo, porque dentro solo hay sangre, huesos y músculos. En realidad no hay,
en este caso, un adentro separado de un afuera, porque la piel ya es el cuerpo,
ya es la persona. Si hurgamos en eso que llamamos adentro, por más que
busquemos milímetro por milímetro no encontraremos a quien llamamos José o María. Siglos de religión a
los que se agrega la explotación del capitalismo, nos llevaron a creer que
podemos hacer algo al cuerpo sin que eso afecte a la persona, aunque eso que
hagamos sea positivo. Para el cristianismo el cuerpo es secundario, lo
fundamental es el alma que se desprenderá con la muerte por eso no han dudado
cuando tuvieron que aplicar torturas, asesinar en la hoguera o aceptar los
homicidios cometidos por la dictadura militar. El cuerpo es desechable, como erróneamente en este caso, dice el Principito: lo esencial
es invisible a los ojos, o sea que la visibilidad del cuerpo lo convierte en
inesencial, en algo secundario.
Es el
argumento que el capitalismo usa para extraer las fuerzas de cada persona,
total es un cuerpo.
No llegamos
a entender que entramos en un área sagrada. El mito dice que cuando dios llamó
a Moisés para entregarle las tablas de la ley le dijo que debía descalzarse
pues estaba en terreno sacro. El otro,
esa persona que tenemos delante, debemos considerarla igual, acercarnos con el
cuidado y respeto que merece, que merezco. La violencia es la ruptura, la
aparición de lo destructor.
Entiendo
que es difícil de aclarar este camino cuando
se nos enseñó que nuestra civilización occidental surge de las guerras
entre griegos y romanos. Es más, la historia que se nos enseñó en la escuela
fue la seguidilla de sus guerras, como si el paso del tiempo significara
únicamente eso, que no hubiera otros motivos en los pueblos que el poder, la
lucha, derrotar al otro. Cuál es la historia que se nos inculca sobre nuestro
país sino otro tanto de batallas y de héroes todos generales. Y precisamente
esta es la contradicción mayor, lo que se nos escapa en esta discurso, se nos
enseñó que se construye destruyendo, que se gana cuando se derrota, que la desigualdad
es la norma y lo que se debe lograr y sostener.
El
cristianismo es parte de esta misma
ideología. Predica que se obtiene el cielo a través de la muerte, que
este mundo es un “valle de lágrimas” cuando en realidad es nuestra única
posibilidad de existencia. Nos habla de un Jesús que se entregó para ser
sacrificado en una cruz. Muerte y más muerte como camino de redención.
Es difícil
superar este modo de pensar cuando nuestras palabras diarias evocan lo mismo,
cuando por ejemplo queremos decir que
estamos trabajando por una causa decimos “militar”, hablamos de “la lucha” por
vivir, “me mató”, “lo maté con esa frase” , “una mirada que mata”, es un “campo
de batalla”, “batallar”, y otras más.
Desde
aquella maldición de dios condenando a las mujeres: “parirás con el dolor de tu
vientre” y al hombre “ganarás el pan con
el sudor de tu frente” en que marcó desde un inicio al acontecer humano,
seguimos atados a este modo de ver nuestra relación con el mundo a través del
dolor, del esfuerzo y de la violencia que han llegado a convertirse en virtud.
Lo que debiera ser una señal de alarma
para que nos alejemos, para que cambiemos la actitud, pasó a ser un lugar para quedarse porque de
algún modo nos reivindica, nos atrae un imaginario perdón. Todo esto también es
violencia, ataduras que nos impiden ver que sufrir no es positivo para nosotros
ni para los demás, es probable que si comprendemos eso lleguemos a entender
también que la violencia no es un camino y que la resignación ante lo que
podría ser cambiado lleva a la muerte del espíritu.
Recuerdo
una enseñanza china que dice que para ahuyentar la oscuridad basta con encender
un fósforo. No se hace la luz pateando a las sombras, ni se construye mejores
relaciones dañando.
Otra cosa
que me pareció muy interesante surgió también durante el mundial de fútbol,
usando a este como pretexto. Me refiero a las maniobras para imponer un
producto mediático, que fueron tan claras que imaginé que hasta podrían ser
palpadas.
No importa
de qué se trata, si fue un coche, una marca de ropa o de perfume, esto es lo de
menos, lo interesante fue todo el
despliegue que en muy corto tiempo se realizó.
La receta
es sencilla, aunque para llevarla a cabo se requiere de capital. Se toma un
producto cualquiera, se lo prepara y se firman los contratos, todo esto antes
de invertir, por supuesto. Luego se paga con alguna generosidad a algunos periodistas reconocidos para que propaguen una noticia acerca del
producto en cuestión. Esta nota no necesita ser verdadera, la fuerza del medio
y del periodista la convertirán en creíble. Si el medio es reconocido se
producirá efecto dominó, o sea que los otros la repetirán.
Esto es lo
que se hizo con un jugador de la selección. De improviso una foto suya con el
torso desnudo durante un partido de fútbol, comenzó a circular. Inmediatamente
comenzaron a hablar acerca del tema casi todos los medios, imponiendo de ese
modo la marca que en este caso es el apellido del jugador en cuestión. Lo
interesante es que nadie hablaba de la calidad de su juego, de lo que había
hecho en la cancha, sino de su atractivo físico.
Los
periodistas, casi unánimemente, afirmaban que gustaba a todas las mujeres, que
todas morían por él, y que, por el contrario, todos los hombres lo
envidiábamos.
Este es
otro punto de la estrategia. Hablar de “todas” o “todos” es la trampa. Decir que “nadie” tal cosa, o por el
contrario, que “todos” es lo mismo porque se trata de una fantasía, de usar el
poder de la palabra para crear ilusiones en este caso de una supuesta comunidad
de gustos.
No es
casual la aplicación de este término porque al hablar de “todas” se esta apelando
a la tribu, al espíritu de rebaño, al temor de quedar afuera, de estar
perdiéndonos algo que el resto conoce y disfruta, es quedarnos solos. Apelar al
“todos” es la llamada para reunir bajo
una misma bandera, en este caso, un mismo producto.
Como se
supone que es algo que “todos” conocemos y aceptamos, no es necesaria ninguna
explicación, ninguna aclaración, por ejemplo si digo: “todos somos argentinos”
en un determinado contexto, se supone que se sabe que estoy expresando y con
que intención. Este dar por sobreentendido es lo que permite deslizar otros
mensajes que tampoco son aclarados ni dichos directamente pero que igualmente
llegan y son tomados por la gente desprevenida.
El
resultado fue que en muy corto tiempo aparecieron otras fotos en las que el
jugador modelaba, y se logró que la curiosidad llevara aún a quienes no estaban
enterados de su existencia a interesarse.
De este
modo quedó el apellido registrado más allá del ámbito futbolístico.
Lo que me
parece importante rescatar de todo esto es cómo operan los “mercados”, como es
posible crear e imponer un producto sin que necesariamente pase por lo
racional, por la calidad, ni por la
posibilidad de elección de las personas.
Lo que se
hace, en este caso con un jugador, también se efectúa con objetos que nos son, más que ofrecidos, impuestos; otro tanto sucede con
las ideas. Recordemos los que tuvimos oportunidad de vivir los años 90 cómo el
neoliberalismo era colocado en la mente de la ciudadanía, como se denigraba
todo lo público a favor de lo privado e importado, como comenzó así la
destrucción de lo poco que quedaba de nuestra industria, de la educación y
salud públicas.
Las ideas
nos fueron colocadas al igual que cualquier otro producto y la gran
mayoría las compró. La operación fue
similar a la que acabo de describir, algunos periodistas convertidos en
estrellas eran los encargados de levantar las banderas neoliberales, el resto
los seguía, pocos resistieron.
Estemos con
las orejas bien paradas, en la actitud de alerta de nuestros hermanos animales,
para no dejarnos llevar por los cantos de sirenas, porque como en el cuento,
terminan haciéndonos hundir.
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