martes, 1 de julio de 2014

110 - Recuerdos del mundial de fútbol

110
Recuerdos del mundial de fútbol

El mundial de fútbol  más que para ver partidos me sirvió para pensar acerca de temas comunes, de todos los días, pero esta vez puestos de manifiesto a través de este espectáculo que tiene la virtud de hacer hablar a la gente de diversidad de temas, aparentemente relacionados, pero que bien podemos tomarlos por separado y así ver claramente cosas que fuera de este evento especial pasan desapercibidas. Me interesé porque, sobre todo, vi en  cada uno de ellos un muestrario de lo que somos como sociedad.

Un hecho que resaltó lo suficiente fue cuando un jugador uruguayo mordió en el hombro a un jugador italiano. A partir de ahí surgieron muchos chistes, como era de esperar, y también comentarios de periodistas especializados y otros que no lo eran y también del común de la gente. Todos estaban de acuerdo en que se debía sancionar esa conducta, pero….al mismo tiempo afirmaban que la pena impuesta había sido demasiado severa.
De lo que quiero hablar es del doble mensaje continuo que todos tenemos, periodistas incluidos. Mientras se pide que haya más policía en las calles, que se aumenten las penas para los delitos, que se aplique mano dura, cuando se produce la transgresión y se pena a quien la cometió, si eso toca nuestros intereses, nos volvemos inmediatamente contra lo que antes pedíamos. Es lo que sucedió con este jugador, en  todos los medios de difusión se escuchaban u oían lamentos y opiniones contra quienes aplicaron la sanción.

No pretendo ver la justicia de la aplicación pero sí detenerme en el hecho de la mordida. Estamos hablando de un acto de violencia, y es eso lo que pareciera que no tenemos claro. No es necesario que haya desangrado al otro jugador, ni que lo haya inhabilitado, con haberlo mordido alcanza.
Pareciera que no terminamos de entender que el cuerpo de alguien es la persona misma, no es algo que la rodea, que usa del mismo modo que un vestido.  La persona no es lo que está dentro de ese cuerpo, porque dentro solo hay sangre, huesos y músculos. En realidad no hay, en este caso, un adentro separado de un afuera, porque la piel ya es el cuerpo, ya es la persona. Si hurgamos en eso que llamamos adentro, por más que busquemos milímetro por milímetro no encontraremos a quien  llamamos José o María. Siglos de religión a los que se agrega la explotación del capitalismo, nos llevaron a creer que podemos hacer algo al cuerpo sin que eso afecte a la persona, aunque eso que hagamos sea positivo. Para el cristianismo el cuerpo es secundario, lo fundamental es el alma que se desprenderá con la muerte por eso no han dudado cuando tuvieron que aplicar torturas, asesinar en la hoguera o aceptar los homicidios cometidos por la dictadura militar. El cuerpo es desechable,  como erróneamente  en este caso, dice el Principito: lo esencial es invisible a los ojos, o sea que la visibilidad del cuerpo lo convierte en inesencial, en algo secundario.
Es el argumento que el capitalismo usa para extraer las fuerzas de cada persona, total es un cuerpo.
 
Los hijos de la violencia. José Gabriel Acuna Acuña 
No llegamos a entender que entramos en un área sagrada. El mito dice que cuando dios llamó a Moisés para entregarle las tablas de la ley le dijo que debía descalzarse pues estaba en terreno sacro.  El otro, esa persona que tenemos delante, debemos considerarla igual, acercarnos con el cuidado y respeto que merece, que merezco. La violencia es la ruptura, la aparición de lo destructor.
Entiendo que es difícil de aclarar este camino cuando  se nos enseñó que nuestra civilización occidental surge de las guerras entre griegos y romanos. Es más, la historia que se nos enseñó en la escuela fue la seguidilla de sus guerras, como si el paso del tiempo significara únicamente eso, que no hubiera otros motivos en los pueblos que el poder, la lucha, derrotar al otro. Cuál es la historia que se nos inculca sobre nuestro país sino otro tanto de batallas y de héroes todos generales. Y precisamente esta es la contradicción mayor, lo que se nos escapa en esta discurso, se nos enseñó que se construye destruyendo, que se gana cuando se derrota, que la desigualdad es la norma y lo que se debe lograr y sostener.  
El cristianismo es parte de esta misma  ideología. Predica que se obtiene el cielo a través de la muerte, que este mundo es un “valle de lágrimas” cuando en realidad es nuestra única posibilidad de existencia. Nos habla de un Jesús que se entregó para ser sacrificado en una cruz. Muerte y más muerte como camino de redención.

Es difícil superar este modo de pensar cuando nuestras palabras diarias evocan lo mismo, cuando por ejemplo  queremos decir que estamos trabajando por una causa decimos “militar”, hablamos de “la lucha” por vivir, “me mató”, “lo maté con esa frase” , “una mirada que mata”, es un “campo de batalla”, “batallar”, y otras más.

Desde aquella maldición de dios condenando a las mujeres: “parirás con el dolor de tu vientre”  y al hombre “ganarás el pan con el sudor de tu frente” en que marcó desde un inicio al acontecer humano, seguimos atados a este modo de ver nuestra relación con el mundo a través del dolor, del esfuerzo y de la violencia que han llegado a convertirse en virtud. Lo que debiera ser  una señal de alarma para que nos alejemos, para que cambiemos la actitud,  pasó a ser un lugar para quedarse porque de algún modo nos reivindica, nos atrae un imaginario perdón. Todo esto también es violencia, ataduras que nos impiden ver que sufrir no es positivo para nosotros ni para los demás, es probable que si comprendemos eso lleguemos a entender también que la violencia no es un camino y que la resignación ante lo que podría ser cambiado lleva a la muerte del espíritu.

Recuerdo una enseñanza china que dice que para ahuyentar la oscuridad basta con encender un fósforo.  No se hace la luz pateando  a las sombras, ni se construye mejores relaciones dañando.






Otra cosa que me pareció muy interesante surgió también durante el mundial de fútbol, usando a este como pretexto. Me refiero a las maniobras para imponer un producto mediático, que fueron tan claras que imaginé que hasta podrían ser palpadas.

No importa de qué se trata, si fue un coche, una marca de ropa o de perfume, esto es lo de menos, lo  interesante fue todo el despliegue que en muy corto tiempo se realizó.

La receta es sencilla, aunque para llevarla a cabo se requiere de capital. Se toma un producto cualquiera, se lo prepara y se firman los contratos, todo esto antes de invertir, por supuesto. Luego se paga con alguna generosidad a  algunos periodistas reconocidos  para que propaguen una noticia acerca del producto en cuestión. Esta nota no necesita ser verdadera, la fuerza del medio y del periodista la convertirán en creíble. Si el medio es reconocido se producirá efecto dominó, o sea que los otros la repetirán.

Esto es lo que se hizo con un jugador de la selección. De improviso una foto suya con el torso desnudo durante un partido de fútbol, comenzó a circular. Inmediatamente comenzaron a hablar acerca del tema casi todos los medios, imponiendo de ese modo la marca que en este caso es el apellido del jugador en cuestión. Lo interesante es que nadie hablaba de la calidad de su juego, de lo que había hecho en la cancha, sino de su atractivo físico.

Los periodistas, casi unánimemente, afirmaban que gustaba a todas las mujeres, que todas morían por él, y que, por el contrario, todos los hombres lo envidiábamos.  
Este es otro punto de la estrategia. Hablar de “todas” o “todos” es la trampa.  Decir que “nadie” tal cosa, o por el contrario, que “todos” es lo mismo porque se trata de una fantasía, de usar el poder de la palabra para crear ilusiones en este caso de una supuesta comunidad de gustos.
No es casual la aplicación de este término porque al hablar de “todas” se esta apelando a la tribu, al espíritu de rebaño, al temor de quedar afuera, de estar perdiéndonos algo que el resto conoce y disfruta, es quedarnos solos. Apelar al “todos”  es la llamada para reunir bajo una misma bandera, en este caso, un mismo producto.
Como se supone que es algo que “todos” conocemos y aceptamos, no es necesaria ninguna explicación, ninguna aclaración, por ejemplo si digo: “todos somos argentinos” en un determinado contexto, se supone que se sabe que estoy expresando y con que intención. Este dar por sobreentendido es lo que permite deslizar otros mensajes que tampoco son aclarados ni dichos directamente pero que igualmente llegan y son tomados por la gente desprevenida.
El resultado fue que en muy corto tiempo aparecieron otras fotos en las que el jugador modelaba, y se logró que la curiosidad llevara aún a quienes no estaban enterados de su existencia a interesarse.
De este modo quedó el apellido registrado más allá del ámbito futbolístico.


Pintora Abdalieva Akahana
Lo que me parece importante rescatar de todo esto es cómo operan los “mercados”, como es posible crear e imponer un producto sin que necesariamente pase por lo racional, por la calidad,  ni por la posibilidad de elección de las personas.


Lo que se hace, en este caso con un jugador, también se efectúa con objetos  que nos son, más que  ofrecidos, impuestos; otro tanto sucede con las ideas. Recordemos los que tuvimos oportunidad de vivir los años 90 cómo el neoliberalismo era colocado en la mente de la ciudadanía, como se denigraba todo lo público a favor de lo privado e importado, como comenzó así la destrucción de lo poco que quedaba de nuestra industria, de la educación y salud públicas.
Las ideas nos fueron colocadas al igual que cualquier otro producto y la gran mayoría  las compró. La operación fue similar a la que acabo de describir, algunos periodistas convertidos en estrellas eran los encargados de levantar las banderas neoliberales, el resto los seguía, pocos resistieron.

Estemos con las orejas bien paradas, en la actitud de alerta de nuestros hermanos animales, para no dejarnos llevar por los cantos de sirenas, porque como en el cuento, terminan haciéndonos hundir.


 
Pintor Ahmad Shihabi

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