111
Como la rana
Esta
noticia se conoció un año después de sucedido el hecho, lo que me prueba
del buen funcionamiento de las
complicidades. No hubiera sido posible el ocultamiento por tanto tiempo sino
fuera porque los mecanismos de autoprotección de la institución y el juego de
lealtades internas no lo hubieran permitido.
Los autores
tienen nombre y apellido, el resto de los intervinientes, de los que por inacción dejaron hacer y el de
quienes taparon todo esto, muy probablemente seguirá sin conocerse.
Esta
noticia salió en los medios principales pero fue efímera, no tuvo ninguna
relevancia. Eso que debiera habernos más
que preocupado, hecho ocupar del tema por las gravísimas consecuencias que
implica, pasó sin pena ni gloria, y es de suponer que también sin condena penal.
Lo grave, y
ya veremos por qué, es que esto ha ocurrido en este sistema que llamamos
democrático, en el que se supone están vigentes los derechos humanos.
En estas
columnas muy seguido expreso que a tal o cual noticia no se le prestó la
suficiente atención. Mientras notorias intrascendencias como puede ser lo
acontecido en un programa de entretenimiento ocupa espacio y es repetido hasta
el cansancio, cosas como la que enseguida expondré no concitan atención. ¿será
porque la mayoría está de acuerdo con qué sucedan? ¿estamos adormecidos? ¿aceptamos ser
cómplices silenciosos también de esto? ¿será tanta la violencia que diariamente
vivimos que un hecho así no resulta llamativo?
El 22 de
abril de 2013 se tomaron unas
fotografías en el pabellón de menores del Servicio Penitenciario de la
Provincia de San Luis, en las que se ven jóvenes detenidos desnudos,
arrodillados, con las manos en la espalda y la cabeza contra el piso. También
aparecen policías con perros. Al verlas, de inmediato, fue inevitable
relacionarlas con aquellas otras que circularon acerca de lo que soldados
estadounidenses hicieron a los
detenidos en la infame cárcel de Abu
Ghraib en Irak.
En ambos casos se tomaron fotografías lo que significa que
para quienes cometieron este ataque a la dignidad humana, lo que estaban
haciendo no les parecía censurable sino
todo lo contrario, algo digno de ser testimoniado mediante una cámara y luego
circulado. Esto implica que además de quienes directamente cometieron el hecho,
existe una cantidad de personas indeterminada, anónimas, que recibieron y
seguramente aplaudieron el
procedimiento.
Inmediatamente
se me ocurrió condenar a este tipo de instituciones. Bien sabemos que toda
institución cerrada a la supervisión de la comunidad, y sobre todo aquellas que
podemos llamar “totales” porque la vida de las personas transcurre dentro de
ellas, como por ejemplo las cárceles, los internados, los conventos, se
constituyen en circuitos cerrados, con una lógica y modos de relación que les son
propios y que tienden a alejarse de los del resto de la sociedad. Las fuerzas
armadas son un ejemplo muy claro, hasta tienen un código, el militar, que es
propio.
Pasado este
primer momento en que circunscribí el problema y le puse nombre y apellido: cárcel,
me di cuenta que esto no es suficiente, que esto es lo que me enseñaron desde
los gobiernos para que el tema nunca se profundice sino que se agote en la
sanción a dos o tres personas. La cuestión es que si existen estas
instituciones y si funcionan de un modo cerrado, de espaldas a la comunidad, es
porque toda la sociedad lo tolera y sostiene. Recuerdo que en mi juventud
existía el servicio militar obligatorio, la mayoría de la gente no estaba de
acuerdo, solamente algunos que consideraban que era útil para “encarrilar” a
los vagos e indisciplinados, pero lo cierto es que para el resto era una
pérdida de tiempo importante, eran un año o dos en que los jóvenes eran sacados
de sus estudios o trabajos –en aquel momento había trabajo. No obstante la
oposición, el servicio militar obligatorio siguió perdurando, ello porque no
hubo un movimiento claro y fuerte contra el mismo, el malestar se agotaba en
comentarios y murmullos. Hoy, si esto sucede y si estas instituciones funcionan
de este modo es porque, como a esta noticia, no le damos suficiente entidad.
Una vez más
puedo comprender que es difícil erradicar una práctica, por malsana que fuere,
cuando es parte de la cultura. Nos guste o no, la tortura, el trato inhumano,
son parte de nuestro quehacer. Sin ir más lejos, recordemos los casos por todos
conocidos de bullyng, de acoso, hostigamiento, de matonaje. Hasta no hace mucho
que se le aplicara picana eléctrica a los detenidos era un procedimiento, si
bien no legal, tolerado, y aún se escuchan voces que reivindican lo cometido
por las fuerzas armadas y sus socios civiles y religiosos, durante la dictadura
militar.
Lo sucedido
en una cárcel de de San Luis es la chispa que indica que hay un cortocircuito
eléctrico, la cuestión no queda encerrada entre esas paredes, ni siquiera en
esa provincia. Quizá ninguno de nosotros seamos capaces de cometer un hecho
así, pero seguramente hemos reído con chistes que denigran a otros, hemos visto
programas televisivos en los que la humillación, en los que hacer pública la vida
privada incluso de manera maliciosa es lo diario, hemos escuchado discursos
políticos que atacan no a prácticas sino a las personas, hemos callado cuando
un niño era maltratado. Y aunque parezca no relacionado, también es cómplice
nuestro silencio ante lo que se les paga a los jubilados, a los que se tortura
en sus últimos años, quienes sin el
apoyo del resto deben soportar mayores
sufrimientos. Seguramente esto que digo puede parecer extraño a aquello que las
fotos han mostrado, no es así, todo está relacionado, un desamor lleva a otro.
Si la sociedad que somos cada uno de nosotros,
fuera respetuosa de la integridad de los demás, cuidadosa de no
lastimar, si pudiéramos ejercer una solidaridad humana, seguramente esto que
hoy cuento no hubiera sucedido porque no existirían las cárceles, cuarteles,
conventos, reclusorios, al menos tal como ahora están funcionando.
Imaginen una olla llena de agua, en cuyo interior nada tranquilamente una rana.
Esa olla se está calentando a fuego lento.
El agua se entibia y a la rana le resulta más agradable, quizá
le traiga recuerdos de primavera mientras sigue nadando.
La temperatura del agua empieza a subir.
Ahora el agua está caliente y quizá nuestra rana comience a
sentir un poco de incomodidad, pero el
calor le produce algo de fatiga y somnolencia, sus recuerdos del mediodía
veraniego en que se tiraba a dormir debajo de las hojas.
Ahora el agua está bastante caliente y nuestra rana ya siente desagrado,
molestias, pero se halla adormecida, con las fuerzas menoscabadas, y piensa que
así como la temperatura subió también bajará, que en un rato volverá a estar
agradable y que ella recuperará su placer al nadar, así que se aquieta y decide
aguantar. Crea su propia esperanza, se consuela pensando que todo acabará, que
llegará nuevamente el frescor y el alivio de zambullirse en las aguas que
corren.
Seguramente si la hubiéramos sumergido de golpe
en la olla con
el agua bien caliente, sus reflejos la
abrían hecho saltar, habría huido y con ello salvado su
vida.
Este cuento nos muestra que
si estamos atentos a cuando las cosas comienzan a suceder y actuamos en
ese momento, puede evitarse un daño mayor.
Cuando se produjo el acostumbramiento ya es mucho más difícil poder
actuar porque no despierta nuestros reflejos, no reaccionamos sino, como la
rana, nos dejamos adormecer aún más.
Aquellas situaciones que tiempo atrás nos hubieran
horrorizado, bajo la acción del tiempo y la de los medios de control social, se
han banalizado, se han convertido en parte de nuestra vida, nos hemos acomodado
para hacerles un lugar y lograr que dejen de dolernos, de molestarnos hasta
volvernos indiferentes. Han pasado a ser invisibles.
La humillación recibida por esos jóvenes en una
penitenciaría, en el lugar donde precisamente se espera que se les enseñe
respeto y que tienen derechos, en una institución de cuidado perteneciente a un
gobierno, a un estado, nos debe alertar y mucho. Cuando desde los gobiernos se
ejerce violencia, se usa el poder para someter, las armas contra quienes deben
ser defendidos, estamos ya en un camino peligroso.
Los derechos humanos son de todos y deben ser defendidos por
todos. Permitir que se abra una fisura sin que rápidamente sea reparada, es
dejar abierta una herida que con el tiempo se irá profundizando.
De un huevo de serpiente solamente saldrá una serpiente, es
inútil esperar otra cosa. Del abuso de poder aceptado, saldrá más abuso de
poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario