sábado, 28 de junio de 2014

109 - Apenas yo

109
Apenas yo

Una vez más he podido comprobar  qué se siente siendo minoría. Esa extraña sensación que muy claramente fue definida como “pez fuera del agua”.
Era pleno mundial de fútbol 2.014, ya había comenzado el partido en que jugaba la selección Argentina contra Irán, volvía de hacer una compra.
Caminaba las cuadras que me separaban del negocio a mi casa, las calles casi sin coches, los pocos iban con total tranquilidad, casi como paseando. Unas pocas personas también caminando sin apuro y en todo un silencio desacostumbrado, inquietante, casi espeso. Era el mediodía de un día sábado.
¿dónde estaba todo el mundo?
Imaginé a hombres, mujeres, chicos, perros y hasta a la tortuga de la casa, frente al televisor,  siendo captada su voluntad, apresada por las imágenes.
Y de pronto volví a sentir  esa sensación de soledad, de saberme distinto, recordé  lo que significaba no formar parte, estar separado.
 
Autor Marcos Kalpin
Nunca me interesaron los deportes, el fútbol tampoco. Siendo joven intenté varias veces mantenerme al tanto, leer o escuchar las repetidas vicisitudes de los clubes, de los campeonatos, de los jugadores, pero esto tuvo un vuelo demasiado corto, a los pocos días me aburría y ahí quedaba el intento.  Todo ese inútil esfuerzo para poder saber de qué hablaban los otros, para poder dar alguna opinión sin que fuera un disparate.

Al crecer acepté mi diferencia  y ya no me torturé  para parecer, no intenté nunca más leer ni enterarme de nada. Es así como llegó este nuevo mundial de fútbol.
Desde semanas antes la presión fue creciendo, todo programa de radio o de televisión inevitablemente hablaba del tema repitiendo hasta el hartazgo los lugares comunes necesarios para llenar el espacio o los reportajes callejeros a los hinchas para conocer su también reiterada opinión de que “vamos a salir campeones”. En estos casos el silencio es positivo, también el refugio en  las películas o series de la televisión por cable.
Este aislamiento buscado  resultó casi inútil porque era todo un clima el que me rodeaba y hablaba de lo mismo.

Iba caminando tranquilo, alguien toca el timbre  de una casa, sale un hombre y le dice: rápido que está el partido, miro, creo que entiendo y sigo.




No había ninguna mano, ningún cartel indicador, no aparecía ningún policía ni los del ministerio del buen pensar,  ninguna indicación oficial, formal, material, solamente la sensación de quedarme afuera, de sentirme empujado y las preguntas: ¿y si hiciera el intento?  ¿si me sentara yo también frente al televisor?
Me imaginé sentado, inclinado hacia adelante, la vista fija en la pantalla. En esa fantasía también pude ver lo que no había: sí podía copiar los gestos, las posturas pero no la emoción, la ilusión del juego, nunca serían mías las burbujas construidas con “ganar” o “perder”. Ese sería otro modo, quizá más doloroso, de no formar parte.

Volví a revivir lo que es ser minoría. Todo esto que en mi apareció de manera tan clara ante la circunstancia especial del mundial de fútbol, luego, en mil detalles en que también soy diferente, se disimula en la cotidianeidad, pero sé que esta ahí. Cada vez que pienso de manera en que supongo que los demás no lo hacen, cada vez que siento algo que supongo no será compartido, en cada oportunidad que descubro en mí aquello que creo me hace distinto, aparece nuevamente  la voz censuradora que me obliga a ocultarlo, a fingir que nada ha pasado, que todo está bien.

No es fácil ser minoría, es una carga más que se agrega a las ya propias del vivir, es como ir contra una fuerza invisible pero por eso, no menos poderosa. Es nadar contra la corriente, tratando de no ser arrastrado por ella porque sé que si lo hiciera, que si me entregara, perdería mi libertad y la conciencia de mi propio valor.

Cada uno de nosotros es diferente, todos tenemos particularidades que quizá no sean únicas, pero que seguramente no compartimos con la mayoría. Algunas serán valoradas y reconocidas socialmente, otras rechazadas, pero estoy seguro que de cualquier modo que fuere, tratamos de no desentonar, de no llamar la atención porque  la mediocridad es lo que se usa esta temporada, estos siglos.



Si no te has indentificado con alguna de tus excentricidades difícilmente podrás entender esto que digo.  Comprender qué pasa en las vidas de aquellos que son diversos no es sencillo,  y sin este proceso de identificación, creo que es imposible de lograr. Nos resulta mucho más cómodo y seguro quedarnos  con aquello de nosotros que sabemos es “normal” o sea que responde a lo que se espera, que forma parte del nivel medio.   Desde ese punto es posible tener pensamientos condescendientes, compasivos, hablar a favor de este o aquel, de buscar posibles soluciones, pero esta actitud será similar a la de la beneficencia, de la de quienes miran desde la distancia porque no hay una verdadera comprensión, no hay una línea que va desde mi diversidad a la tuya.
¿Cuántos de nosotros nos atrevemos a confesarnos que somos “raros”?




Sigamos con el mundial de fútbol.
Apenas una noticia ocupando muy poco lugar en un diario, sucedió en la provincia de Entre Ríos: una niña reprobó sus exámenes escolares porque hacía tres días que no comía. La madre, único sostén del hogar, quedó sin trabajo, no pudo pagar más el alquiler y debió ir con sus hijos a un asentamiento. Como carecían de ingresos, ese grupo familiar no comió durante tres días.
Junto a esta, otra nota que la complementaba. En ella se decía que en Entre Ríos todas las escuelas de zonas carenciadas tienen comedor. El dinero que reciben para dos comidas diarias, desayuno y almuerzo o almuerzo y merienda, con el que también deben pagar el gas cuando no es de red y todos los otros gastos necesarios para la comida, es de $3,80 por chico. En el caso de jornada doble con albergue, o sea cuatro comidas diarias, es de $5. (1)

Mientras tanto en el mismo diario y en todos los otros medios, el espacio se llenaba con los miles de millones de dólares que  deben ser pagados en este caso a los “fondos buitres”, antes fue al Club de París, y a Repsol y antes al Fondo Monetario Internacional, y así podemos seguir por un rato largo agregando nombres. Mientras tanto nos bombardeaban con el clima de Brasil, si lloverá el día del partido, y las simpáticas notas con los argentinos que fueron a presenciar los partidos.




También, al pasar, nos enteramos, que por los derechos exclusivos para televisión por aire,  según varios diarios, el Estado abonó a la empresa Torneos y Competencias u$s 18 millones.  (2) (3)

Ahora veamos que dice por ejemplo el diario La Nación acerca de la cantidad de pobres en Argentina durante este mismo mundial de fútbol, publicada el 24 de junio. El periódico cita a tres informes particulares que  indican que la pobreza supera el 30%, alcanzando a más de 12 millones de personas; y hay más de 4 millones de indigentes. Si tomamos datos oficiales el nivel de pobreza sería de 17,8% o sea alrededor de 7 millones de personas.

Con esos 18 millones de dólares no es posible solucionar toda esta vulneración de derechos, toda esta falta de comida, de salud, de educación.
Sin ser economista, solamente alguien que apenas aprendió las tablas de multiplicar y duda cuando hay que dividir, algo no me cierra en todo esto porque de no mirar fútbol nadie muere, por no comer sí, y si no muere, recibe igualmente el daño suficiente para no poder salir del sometimiento y la crueldad que significan la miseria y la pobreza extrema donde la dignidad humana pareciera convertirse en simple retórica.
Ese dinero no soluciona todo pero ¿no sería bueno al menos haber comenzado con él a cambiar algo de toda esta situación?



Esa familia en estos momentos tendrá para comer, 
no es políticamente correcto dejar que  las cosas sigan igual, sobre todo cuando han sido conocidas públicamente. ¿es posible sacar a 7 millones de personas en los diarios?

Mientras tanto el silencio vuelve a rodearnos cuando juega Argentina, nuevamente las pantallas absorben un poco más del espíritu de las personas, les hace creer que el partido se esta jugando ahí, en la cancha lejana de un país soleado. El partido se esta jugando allá, se esta viendo por televisión para que no se juegue acá, en las calles, en la exigencia de todos porque definitivamente haya equidad.

Seguramente estoy equivocado, los gobiernos del mundo hacen lo posible por los más necesitados.  No creo que sea verdad que no hay interés político en que desaparezca la pobreza, que para el capitalismo la clase baja es necesaria y la exclusión es parte del modelo y los gobiernos están para sostener y “gerenciar” esto.
Es muy probable que la niña que no comió durante tres días sea un caso especial  de mala distribución de los recursos por parte de la madre, claro, en el supuesto caso que tuviera recursos.



(3) http://442.perfil.com/2014-01-08-257897-el-mundial-se-vera-por-la-tv-publica/


Autor Roberto Ferri



La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.





No hay comentarios:

Publicar un comentario