martes, 3 de junio de 2014

105 - Putero 1

105
Putero 1

Recuerdo que hace un tiempo me hicieron una nota radial que se refería principalmente al cliente de prostitución. Es  común escuchar que cuando se habla de aquellas personas que concurren a satisfacerse sexualmente en la prostitución sean llamadas de ese modo: “clientes”. Según la Real Academia de la lengua española, cliente es:
Persona que utiliza con asiduidad los servicios de un profesional o empresa
Es un término general, muy poco preciso y está referido a un profesional o empresa, no a una actividad que cualquier persona puede desarrollar, porque, tengamos en claro, los actos sexuales pueden ser realizados por cualquier persona, siempre y cuando su salud e integridad física se lo permitan, sin que sea requerido estudio o capacitación previa.  

Para hablar de este tema prefiero otro término, muy usado en España y muy poco acá, seguramente porque a muchos varones no les gustará ser llamados así. Me refiero a “putero”, que la misma Real Academia lo define como:
Dicho de un hombre: Que mantiene relaciones sexuales con prostitutas.”

Otra manera de llamarlo es prostituidor, porque precisamente por su demanda, su presencia activa, promueve la prostitución. Aunque este término es el más correcto y académico, es el menos conocido popularmente por eso en este caso prefiero el de putero.




Esta nota a la que hago referencia se centraba en la figura del putero. Me preguntaron si podía hablar del tema desde esta perspectiva, dejando de lado a la otra parte, a la niña, hombre o mujer en situación de prostitución, y así traté de hacerlo.

Colocarse en ese lugar es un esfuerzo porque los hombres tenemos totalmente naturalizada la función de la prostitución, hagamos o no uso de ella.  Mi perspectiva desde el varón común, es que todos conocemos  que la prostitución esta siempre en el horizonte de nuestras posibilidades, aún en el caso que por los motivos que fuere, decidamos no hacer uso.

Cualquier hombre sabe que existen los prostíbulos, ha visto mujeres o travestis en las calles, sabe que puede disponer de este, mal llamado servicio, cuando lo desee, no importando día ni hora, y hasta puede elegir el objeto que terminará por satisfacerlo.

Hablo del varón común, de aquel que no ha realizado en sí mismo un trabajo de autoconocimiento, de toma de conciencia, que nunca se ha interrogado acerca de sus relaciones con el mundo, y  con las mujeres en general y las que se hallan en prostitución, en especial. Es el que no se considera machista, y si lo hace, no ve dificultad en ser así.

Para ese  varón común no hay conflicto moral, ni cuestionamiento alguno. La prostitución sería como una prolongación de su masculinidad, por ende, natural.  Nunca se le ocurre preguntar por qué tiene a su disposición seres humanos para su placer, ni si  eso puede constituir un acto de violencia, un abuso sexual pago.

No fue preparado para interrogarse acerca de esto y si llega  a hacerlo, la sociedad misma ya tiene las respuestas adecuadas listas: ellas se prostituyen porque les gusta, porque quieren, ganan mucho dinero sin esfuerzo, fácilmente, disfrutan, necesitan más del sexo que las mujeres “de familia”, ya nacieron así. Hasta hay respuestas más sociológicas, por llamarlas de algún modo: necesitan del dinero para mantener a sus hijos, viven en la pobreza y con esto se sostienen, alimentan a toda su familia, lo que convierte al varón en una especie de filántropo que al pagar su “servicio”  lejos de violentarlas las está ayudando.


O sea para el hombre y hago extensivo a toda la 
sociedad, la prostitución es algo normal, del mismo modo que existen los cafés, los clubes, deben existir los prostíbulos.



Tener sexo pago en muchos casos forma parte de ritos de masculinidad, como pueden ser las salidas entre amigos, tomar cerveza, ver futbol,  y otros. Si bien esto tiene importancia se esta modificando, incluso tiende a disminuir o sea a ser convertido en una práctica esporádica, incluso muchas veces vivida con sentimiento de obligatoriedad y malestar.
Más allá de esto que como dije, es esporádico, existe un grupo de “clientes” prostituidores estable, constante, para los que  tener sexo de este modo constituye parte de su quehacer habitual.

Es importante en relación a esto terminar con un mito muy arraigado que supone que todos los varones concurrimos alguna vez a tener relaciones sexuales pagas. Según estadísticas  el país europeo en el que más hombres concurren al sexo pago es España que llega al 40%, mientras que en el resto de Europa la cifra es entre el 11 y el  14%, o sea que la gran mayoría de los hombres, el 60% en un caso y el 86% en el otro, no frecuenta la prostitución. Incluso en muchos países, ante el avance de la libertad sexual y el rechazo a la prostitución, esta cifra está en aumento.  Otro detalle importante es que cada vez menos varones se inician sexualmente con la prostitución, en muchos sectores el descrédito es cada vez mayor. Esto me parece valioso que lo tengamos presente y que nos lleve a reflexionar acerca de lo que es la masculinidad y acerca de las características de ese grupo menor de hombres que sí pagan por tener sexo y a terminar con el mito de que todos los hombres vamos de putas.



Ya adentrándonos en caminos más de la psicología, me parece que no es menor algo que nos compete a toda la sociedad y que nos afecta muy especialmente a los varones,  la falta de diferenciación entre lo que es eyaculación y lo que es el orgasmo. En general se tiende a creer que es lo mismo, cuando son dos fenómenos que pueden ser fácilmente detectados como diferentes desde la propia experiencia del sujeto.

En el primer caso  el placer se produce por la descarga, la eliminación de una sensación, es parte de una función corporal; en el otro interviene toda la personalidad, se produce un cambio profundo en la psíquis que no es fácil de exponer en palabras, de modo tal que  Freud lo definió como “sentimiento oceánico”.
Nuestra pésima educación sexual nos permite llegar al primer punto, muchos  hombres jamás llegan al segundo, y  ni siquiera se enteran de eso. Creo que esto es lo que se vivencia en la sexualidad prostituida. El mito dice que las personas en prostitución se preparan para brindar placer, se habla de disfraces, de cumplir fantasías, de hacer cosas que las buenas amas de casa no harían, cuando en realidad se trata de actos que duran pocos minutos, en lugares sórdidos o directamente en la vía pública, sin la menor muestra de erotismo.  En general la sexualidad prostituyente es sumamente pobre y esquemática. Habrá casos en los que se paga mucho dinero que pueden tener otros aditamentos y lugares más cómodos, pero fuera de eso, no hay nada nuevo bajo el sol, sigue siendo tan mezquina la vip como la común.

Algo que recién comienza a ser explorado es la psicología del putero, la que es compleja, no es algo lineal que pueda ser dicho en pocas palabras,  aquí les comento algunos elementos.
Pensemos que el prostituidor no se relaciona con una persona  pues ello implicaría tomar en cuenta muchos otros elementos además de los atractivos físicos, como pueden ser los sentimientos, valores, deseos, relaciones de esa otra persona. El putero no busca eso, por esa razón le da lo mismo el nombre de quien tiene delante, la historia de esa persona, su mundo real, lo que busca son cuerpos fragmentados.Traduzco: lo que lo motiva no es un cuerpo sino partes de él, quizá se sienta atraído por el “lomo”, o los pechos u otras partes, en otros casos también características aisladas de personalidad, reales o actuadas,  como puede ser la sumisión, el descaro o cualquier otra.



El prostituidor está totalmente centrado en sí mismo, sumido en un acto netamente egoísta en el cual la otra persona no existe, por lo tanto el placer de la mujer no tiene ningún interés ni es objeto de su atención. Son sus deseos los  únicos que toma en cuenta, su satisfacción,  no espera de su ocasional pareja sexual una respuesta, compartir el placer, no se toma el menor trabajo de considerar la situación de esa otra persona, el paga y cree que eso ya le otorga derecho suficiente y lo exime de cualquier responsabilidad. Penetra, toca, a quien no lo desea e incluso lo rechaza, pero eso no le importa.

Además de esto está el clásico deseo de poder, de omnipotencia, porque es el hombre el que llega, el que elige, el que paga, el que se satisface en ese cuerpo y luego se va.











La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

En este blog las imágenes son afiches, pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos históricos.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.


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