martes, 10 de junio de 2014

107 - El juguete más viejo del mundo

107
El juguete más viejo del mundo








No hace mucho la noticia circuló en los medios casi como una simple referencia, sin ocupar un lugar destacado: “Una joven de 17 años fue drogada y después violada por cuatro hombres mientras un quinto filmaba la agresión con su teléfono móvil”. Luego estos jóvenes   franceses enviaron  esta filmación  a los teléfonos celulares de amigos y parientes de la chica. La noticia continúa: “Cuando la policía detuvo a los cinco hombres, de entre 25 y 30 años, no comprendían por qué los arrestaban: «Hay que reírse y divertirse», exclamaron.”
Efectivamente, esto es lo que ellos adujeron en su defensa. No me cabe dudar acerca de la sinceridad de estos muchachos, tampoco se puede pensar  que  si dijeron esto fue para perjudicarse. Muy por el contrario, seguramente pensaron  que el simple y humano deseo de divertirse  resultaba suficiente exculpación, suficiente explicación capaz de convocar  la comprensión de sus pares.  ¿Cómo no comprender  que unos jóvenes  viriles, sanos, seguramente cumplidores de sus deberes familiares y sociales buscaran algo de diversión?
Quizá estos muchachos pensaron que no había razón para no tomar aquel  entretenimiento que se cruzaba con ellos en las calles, que estaba sentada en el mismo café.
Ellos, pese a la distancia, crecieron en nuestra misma cultura occidental, la que nos acostumbra a ver a la mujer casi desnuda en las publicidades, la que admite y sostiene los burdeles, la misma cultura que nos habitúa a que la satisfacción sexual puede conseguirse por unas monedas. La misma cultura que considera a la mujer como una forma de entretenimiento.
Seguramente para estos jóvenes fue un juego, el montaje de un escenario como aquel infantil de policías y ladrones. Lo divertido fue permitirse ser  el hábil macho cazador que acecha, acorrala a la presa, la somete hasta el desvalimiento y la viola, y cada uno la viola reforzando la complicidad entre hombres pares, la filmación es el trofeo. Para ellos no fue otra cosa que un juego.




Entre mis archivos encontré uno que habla de una noticia publicada ya hace tiempo en el diario La Voz del Interior que dio a conocer otro hecho significativo.
Ocurrió en un cuartel militar, en el Tercer Cuerpo de Ejército. Alguien descubrió que entraban  dos mujeres en prostitución, una de ellas mayor de edad, la otra de 13 años. Las habitaciones del Casino de Suboficiales del Regimiento 14 de Paracaidistas se convirtieron entonces en el lugar de placer  donde concurrían los militares para tener relaciones sexuales pagas.
La noticia no causó conmoción y no pasó de ser una nota gráfica.

Dos personas fueron procesadas por el delito de facilitación a la prostitución de menores: un sargento primero y la mujer en prostitución mayor de edad.

El segundo jefe enterado de la situación ordenó un sumario militar y una vez  identificado a quien había hecho ingresar a la mujer y a la niña, consideró que se había violado el sistema de seguridad y por eso pidió 30 días de arresto para el causante.
La misma nota periodística testifica que el Tribunal se mostró sorprendido “por la falta de guardias e iluminación en el sector”.

Podemos considerar que sí, efectivamente, se “violó”  la seguridad, pero viendo la pena que se impuso, seguramente no fue considerada muy importante esa falta.  La tranquilidad pública no se vio seriamente dañada, las mujeres en prostitución seguramente no implican ningún peligro. Además, supongo que ahora, para reposo del Tribunal, el lugar estará más iluminado.

En este momento en que gozamos de una paz estable, en este enclave militar  hay poco que controlar, que vigilar, los  militares pueden dormir tranquilos. Pero, ¿qué hacer cuando no se concilia el sueño y no se quiere mirar televisión?
Como un delivery, una  llamada telefónica y el servicio  es llevado hasta el mismo cuartel, luego, un tiempo de entretenimiento, de distensión.

El militar fue sancionado con 30 días de arresto, casi un símbolo, ¿para qué más? ¿por qué más? Al fin y al cabo los militares también son hombres que necesitan “reírse y divertirse”.






En otro diario, en el suplemento de espectáculos, en la columna dedicada a notas simpáticas o llamativas de la farándula, se publicó un dialogo que se dio en un programa de televisión.
Lo interesante de esta nota no es solamente lo que los personajes dicen sino  el tratamiento que el periodista hace del hecho, su presentación como anécdota divertida donde el acento esta en lo poco “fino” del locutor.
Más allá de la falta de elegancia del comentario al periodista no le  llama la atención lo que en realidad ambos están diciendo.
Dicho en un programa televisivo, publicado en un diario de circulación nacional, previamente sometido a la lectura de editores y redactores, y luego al público, pareciera no haber despertado la atención  de nadie, y quizá este bien eso, quizá es bueno que las cosas sean así y continúen siendo así.
Aquí va parte de  la nota en cuestión:

Consejo de dos locos graciosos (o algo así).
A la consigna ¿qué promesa harías para que Argentina  gane el Mundial?, uno respondió: “Prometo no encarar más a mi cuñada todos los fines de semana, borracho”.
“¡Me encantó!”, celebró la animadora, antes de darle el siguiente consejo a la cuñada:
“Dejate, una vez, dale el gusto”.
E intervino el locutor:
“Una vez  y ya está; total, como decía un amigo mío, después te lavás y listo”.


“Dejate...dejate....dejate” las palabras resuenan, son pedido, orden, destino. Deja-te, dejate a ti misma, enajénate, olvidate y entregate al deseo del otro, a su placer.

¿No tendría que ser halagador el acoso, la persecución, el deseo despierto en ese hombre, en todos los hombres?

Obviamente para ambos locutores es el deseo del macho el que determina, el que fija los límites, el de ella no importa. Por qué pensar en su interioridad, en sus sentimientos... ¿los tiene?.
No cuenta eso, la mujer es pura corporeidad, exterioridad. Todo después se repara, se soluciona: “te lavás y listo”, pues nuevamente aquí también  lo importante  es “reírse y divertirse”.





Al fin y al cabo, la mujer es el juguete más viejo del mundo.







Las lecciones se repiten, es necesario que toda niña, que toda mujer sepa que su destino es de servicio, de aplicación al sostenimiento y cuidado de los varones.

Princesas, siempre princesas, no más que princesas, nunca reinas, nunca dueñas del poder, de sí mismas, siempre condenadas a ser dependientes.
Madre-sierva paño-de lágrimas-enfermera-contenedora.
Esposa-sierva-paño de lágrimas-enfermera-madre de los hijos del varón.
Y también
La alegría juguetona dócil a la mano del varón que se divierte entre las sábanas con su cuerpo dispuesto y gimiente, necesariamente gimiente para no ser rechazada por frígida, para sostener la virilidad.
Al fin y al cabo esa es tu función: “te lavás y listo”, nada ha pasado en tu vida, en tus sentimientos, has sido creada para que el hombre “no este solo”, “Dejate, una vez, dale el gusto”

En la misma plaza la estatua a la madre y alrededor de ella, la mujer prostituida. No son polos opuestos sino la expresión del destino de la mujer en el patriarcado, en el machismo.
El putero paga para divertirse, para pasarlo bien, para relajarse, ¿por qué no hacerlo? Ha trabajado como corresponde, a atendido a su mujer, a su novia, estará con sus hijos, él cumple como debe, gana su dinero ¿por qué no pasar un buen rato? Ellas están ahí para eso, para que él, buen hombre, padre de familia, pueda divertirse un rato.

 
Autorretrato con muñeca. Oskar Kokoschka. 1922




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