54
Indios Rebeldes 2
Túpac Katari
Hoy siguiendo el tema de los indios rebeldes hablaremos de Túpac
Katari, cuyo verdadero nombre era Julián Apaza Nina, fue un aimara que lideró
una de las rebeliones más extensas contra el imperio Español en el Alto Perú.
Lo resaltable también en esta lucha fue la participación de
dos mujeres, su esposa Bartolina Sisa y su hermana menor Gregoria Apaza.
Monumeto a Túpac Katari |
Tomó el nombre de Túpac Katari en honor de Túpac Amaru II
del que hablamos en nuestro encuentro anterior, y del cacique Tomás Katari
quien generó y lideró una insurrección de indígenas quechuas en 1.780.
Túpac Katari formó un ejército de cuarenta mil hombres
llegando a cercar en dos oportunidades en el año 1781 a la ciudad española de La Paz, fracasando
en el intento debido a la resistencia y al apoyo de tropas mandadas desde
Buenos Aires.
Este levantamiento indígena de finales del siglo XVIII fue
el más extenso geográficamente y con más apoyo. Tomó dos años a los virreinatos
afectados sofocarlo.
Fue apresado al ser traicionado por uno de sus colaboradores
y ejecutado el 15 de noviembre de 1781.
Fue condenado a morir, pero antes de cumplir esta sentencia
procedieron a cortarle la lengua para
que nadie escuchara sus últimas palabras, sumamente peligrosas al ser dirigidas a un
pueblo de tradición oral.
Fue descuartizado por caballos que tiraban en direcciones
opuestas al igual que Túpac Amaru II, y finalmente descuartizado manualmente. Las
partes de su cuerpo fueron repartidas por el Alto Perú, en señal de “escarmiento a los indios rebeldes”,
Francisco Tadeo Díez de Medina y Vidango, el juez quien lo
condenó a morir descuartizado en su sentencia dijo:
“Ni al rey ni al
estado conviene, quede semilla, o raza de éste o de todo Túpaj Amaru y Túpaj
Catari por el mucho ruido e impresión que este maldito nombre ha hecho en los
naturales... Porque de lo contrario, quedaría un fermento perpetuo...”
No obstante la amputación de su lengua, la tradición popular
reserva como último mensaje Katari el siguiente:
“¡A mi solo me están matando, sobre mí,
miles de millones volveremos...!”
Bartolina Sisa
Bartolina participó activamente comandando a quienes
asediaron a La Paz, en algunas ocasiones junto a Katari, en otras sola.
Fue apresada antes de que se materializara la derrota indígena,
manteniéndola prisionera como rehén.
Ya ejecutado Túpac Katari se decidió la ejecución de ella,
según la sentencia:
“A Bartolina Sisa, mujer del feroz Tupac
Catari, en pena ordinaria de suplicio, que sea sacada del Cuartel a la Plaza
Mayor atada a la cola de un caballo, con una soga al cuello y plumas… y
conducida por la voz del pregonero a la horca hasta que muera, y después se
clave su cabeza y manos en picota para el escarmiento público”.
Lo que se cumplió el 5 de septiembre de 1782. En su recuerdo
se decretó esa fecha como el Día de la Mujer Indígena.
Gregoría Apaza
Organizo a las mujeres aymaras a recoger y juntar piedras
para atacar con ellas a los españoles. También se encaraba de los suministros
para las tropas, llegando a asumir la conducción de las mismas, incluso en
algunas de las batallas más peligrosas
en las que participó vestida de
hombre.
Para ser conducida a la horca en que moriría fue sacada de la cárcel, su cabeza con una
corona de clavos y espinas. Fue paseada junto a Bartolina Sisa por las calles y
plazas.
Su cuerpo despedazado fue repartido por distintas ciudades.
Luego, según la costumbre, sus restos fueron recogidos y quemados, dispersando
sus cenizas al viento.
Gerónimo
Cuando en 1848 un mormón descubriera oro en California, al
oeste de Estados Unidos, los pueblos indios
que vivían en calma fueron condenados a la desaparición.
Fue impresionante y casi fabuloso el crecimiento de la
población que en un año pasó de 1.500 personas a más de 100.000.
Si aquellos eran tranquilos
agricultores y ganaderos, estos estaban enfebrecidos por la sed de riqueza a
como diere lugar.
Indios y colonos habían mantenido buenas relaciones, pero a
partir de esta invasión los indios debieron comenzar un movimiento de
resistencia para mantener la integridad de sus territorios.
Mientras las distintas tribus eran diezmadas y sometidas,
los Apaches lograban resistir.
Gerónimo llega a jefe en 1876 cuando ya la lucha por la
tierra estaba perdida. Su meta era para
que no fueran encerrados en una reserva.
Pese a sufrir reiteradas derrotas continuaron la lucha al
punto que desde la misma presidencia del gobierno se ordenó la detención de
Gerónimo a como diere lugar.
Hicieron falta cinco mil soldados, un tercio del ejército en
aquella época, quinientos scouts apache y numerosos voluntarios para perseguir a 24 guerreros
rebeldes.
Su rendición se produjo el 4 de septiembre de 1886 pudiendo
entonces ser conducidos a la reservación.
Gerónimo murió en ella en 1909.
Estas
crónicas superficiales se parecen a las que desde el poder se escriben
demostrando que quien se rebela termina no solamente frustrado sino muerto.
Pero no, no soy de los que escriben relatos históricos para aleccionar a los
jóvenes, todo lo contrario, si señalo estos hechos es para mostrar como esos
que siempre fueron tratados como pasivos y
sometidos sin resistencia al poder fueron todo lo contrario, seres
capaces de enfrentarlo aunque fuera solamente con piedras y lanzas, hombres y
mujeres, porque en estas historias hay mujeres en los primeros lugares, que con
esas mínimas armas pusieron miedo en el dominador.
El pueblo
nunca es vencido, nunca es totalmente sometido y acallado y hoy, quinientos
años después, trescientos o doscientos años, la sombra de esos robos, de la
apropiación de sus sueños y de sus tierras, la amputación de su futuro, sigue
pesando sobre nuestras ciudades.
Aunque
ninguna se llame ciudad Gerónimo, o Túpac Amaru, sino que tienen hasta el
nombre de quienes los masacraron, la culpa las cubre.
De qué
sirve que ahora las cruces pidan perdón, de qué sirve que las espadas miren
para otro lado, si al menos devolvieran las tierras usurpadas y el oro
malhabido, pero ni siquiera eso. El pedido de perdón no devuelve las vidas ni
cura el sufrimiento. Porque quienes lo piden siguen sentados en sus pedestales
construidos sobre lo que fue robado.
Diego Rivera |
El pueblo
es la mítica serpiente, siempre en movimiento, siempre transformándose y
cambiando de piel, es la multitud que no tiene nombre de partido político ni
credo religioso, que no tiene representantes porque no los necesita, ella es el
poder, es la serpiente emplumada que siempre está observando y dispuesta.
Por eso son
necesarios los populismos, los circos y el hambre para encantarla, para hacerla
olvidar por unos momentos su camino, por eso son necesarios inciensos y mantras
y velas y patrias y proyectos e ideologías para confundirla, dividirla,
atontarla.
Es inútil,
cada tanto surge un gaucho, un indio, un estudiante o artista, un Atahualpa
Yupanqui o Pablo Neruda, o Violeta Parra empujado por la presión humeante del
poder y enfrenta a los pocos, a los que se refugian en sus aviones y gendarmes,
a los que se encierran en sus despachos rodeados de empalizadas para que el
pueblo no se acerque.
Estas
crónicas de alguien que no sabe de historia, las cuento para eso, para que no
olvidemos de qué lado está la fuerza, los muchos, los que hacemos la historia.
El sol
somos nosotros.
La mayoría de las IMAGENES han sido
tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por
favor enviar un correo a
alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas
gracias por la comprensión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario