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Caminan por el borde
Caminan por
el borde de la calle, del mundo, sin permiso para la vereda.
Silenciosos.
Arrastran
tras de sí la montaña, sin decir palabra, sin alarido, aunque hasta el cielo
podría, esta vez, escucharlos.
Son
hormigas urbanas con su carga mil veces mayor que sus flacos cuerpos.
Cartonero haciendo la calle. Alicia Campagno |
A veces se
detienen, doblan y cargan, doblan y cargan.
Brutal
caricatura de la pobreza. Solamente el pobre debe arrastrar por las calles los
cadáveres secos de sus posibilidades, en enormes sacos que adivino blancos,
blancos para no herir la mirada sensible de los ministros.
Casi me he
convencido que son una creación macabra de mi mente enferma. No es posible que
existan porque sólo yo puedo verlos. La gente pasa a su lado, casi los lleva
por delante, muchos hasta parecen esquivarlos, y no los ven, no notan su
fantasmal presencia.
Y todo
transcurre como debe ser.
En una hora
que no he podido precisar, desaparecen, se esfuman en plena calle. Ellos, sus
carros, sus cargas. No han alterado el ritmo de la ciudad, no han molestado a
las buenas gentes que todos somos, no han entorpecido a la producción ni al
comercio.
Ellos no
hacen historia, apenas un número en las estadísticas mentirosas ¿cuál es el
índice del dolor? ¿a cuánto llega la amargura?
Apenas son
“planes sociales”, el nuevo nombre que tiene la vieja beneficencia. Las monedas
suficientes para aplacar nuestra formación cristiana que no permitiría ver
morir de hambre a un “prójimo”, al menos abiertamente. Las dádivas suficientes
para mantenerlos en la pobreza y la dependencia atada a las ruedas de los actos
públicos y las marchas.
Ellos
también tienen un nuevo nombre, ya no son cartoneros, son “recicladores
urbanos”.
Cuadro de
esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires que con otros nombres y formas también
aparece en muchas otras de este país, de este planeta.
Mientras
tanto los que gobiernan hablan de ellos, de todo el bien que les hacen, de todo
lo que han logrado para su beneficio, de la inclusión, de la promoción social,
de la educación y del trabajo. Los
religiosos también hablan de ellos, de su Cristo que fue pobre, de que los
pobres son bienaventurados y que sin
examen de ingreso serán recibidos en algún reino celestial y que su religión es
para ellos.
Algo no
entiendo, cómo es que de años y años de dedicar tanta honestidad, tanto amor,
tanta solidaridad, para los más pobres, ellos siguen estando en la calle, ellos
siguen arrastrando sus carros llenos de cartones y vistiendo la ropa que
encuentran por ahí.
Son las
madres con los hijos y los maridos que deambulan espectrales en el anochecer.
Sórdidas imágenes que el asfalto no logra exorcizar y cada día reaparecen
mostrando lo que no debe ser visto, lo que las luces de los coches parecen no
alumbrar.
Los otros y
otras hablan, se con-duelen hundidos en
sus sillones demasiado mullidos, en sus casas de gobierno o catedrales o
despachos o barrios construidos
solamente para ellos, mientras tanto
guardan su dinero no tan bien habido, en secreto. Y mañana, cuando se levanten, nuevamente trabajarán por “la
gente”, por el bien común, por el prójimo, por el Cristo que todos somos, por
los pobres del mundo…..
Y todas y
todos duermen tranquilos porque saben que los jueces son sus camaradas y que
dios no existe.
Otra imagen
en la ciudad, esta sí es para ser vista, está ahí para que la vean y usen. Ellas
también son juguetes de las calles, comodines útiles de la ley.
Se les dio
la calle como herencia, no había otra cosa que entregarles que no fuera su
precario destino, su destino sin gloria ni luces ni siquiera compasión.
Fueron
lanzadas al mundo de los lobos que solamente buscan satisfacerse, calmar su
hambre de muerte, quizá por esto también se les puso de nombre “lobas”.
Son
ofrecidas en el sacro oficio para calmar al dios hombre, la paga es la excusa
el símbolo de la humillación escrito en su carne, en su mente.
Los
habitantes caminan, la vereda no es un lugar para estar, solamente ella está en
su “parada”, ella quieta en espera de lo que ya sabe nunca la redimirá porque
quien llega ni siquiera la ve.
En los ojos
de ese otro solamente es volumen, alguna forma corporal que lo concita, un
nombre de fantasía solamente porque debe tener una manera de ser llamada.
También
hablan de ellas, también dicen acerca de sus derechos, de que son dueñas de sus
cuerpos, que eligen por propia voluntad y deseo.
¿cuál es el
derecho a ser abusada, a ser prostituida? ¿quién le habló de sus derechos
cuando a los 12 años fue lanzada a los lobos?
Calle con buscona de rojo. Kirchner |
Eva
tentadora, Eva provocadora, la que trae el pecado al mundo, la que lleva a Adán
a su perdición. Ellas, dicen, eligen los burdeles, las rutas, las calles.
Prefieren la ignominia, el rechazo, el abuso, su cuerpo usado por un
cualquiera, el daño y la enfermedad. Ellas deciden, eligen…..
Entonces,
creo que entendí mal, muy mal, no hablan de sus derechos, lo que dicen es que
son perversas, que nacieron quizá desviadas, torcidas, putas. Que su naturaleza
extraviada las lleva a preferir la ruta, las sábanas o la oscuridad de la
plaza.
Dicen que
hay que dejarlas ahí, que no se les llene la cabeza con pretensiones de
libertad, que les digamos que son “trabajadoras como cualquier otra”.
Hablan y
hablan y cada palabra es oro, son dólares salidos de las cuevas. Silencios,
complicidades, y ojos que no ven. Cada
vez que dicen que es lo mismo ser bancaria, ama de casa, maestra o prostituta,
facturan. Cuando acuden a los ministerios o hacen marchas para pedir que se las
reconozca como “trabajadoras” también facturan. Jueces comisarios políticos
proxenetas dejan correr algo de su oscura fortuna para que nada cambie, para
que esas mujeres que no son vistas, sigan en ese lugar de la calle, de la ruta.
Y algunas
izquierdas y otras derechas en esto acuerdan, no es cuestión de ideología, sino
de necesidad, de la necesidad del varón de tener su muñeca de carne y hueso y
del capitalista de tener una caja de dinero en efectivo, rápido y sin
problemas, siempre disponible.
Sombras
apenas en una noche sin luz. Ellas también fantasmas a los que no alcanzan los
Derechos Humanos, la inclusión social.
Todo es cuestión
de suerte, del lugar en que cada uno nació, a eso se reduce todo. No hablemos
de clases sociales, no hablemos de desigualdad, de la riqueza que siempre se
distribuye hacia el mismo lado. Porque hay gente importante, esa que se mueve
en su mundo ajeno a lo que sucede en el pavimento y que algún día, quizá, tenga
libros con su biografía y hasta cuadros o estatuas, y otras que somos
totalmente prescindibles, que no sumamos, que no figuramos en ningún listado
vip, números de estadísticas oficiales que a nadie importa.
¿qué sería
del mundo sin los cartoneros, sin los villeros, sin las putas que marcan el
límite de la ciudad, el borde por el que ellos y ellas siempre deben caminar?
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