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¿Por qué los hombres se van de putas?
En mi entrada anterior les traje dos artículos sobre trata
de personas, en esta oportunidad uno que habla directamente acerca de la causa
por la que niñas y mujeres son captadas para ser prostituidas. Es de Octavio
Salazar Hazte, Profesor Titular de Derecho Constitucional, Universidad de
Córdoba, España, y se llama ¿Por
qué los hombres se van de putas
Octavio Salazar Hazte
Profesor Titular de Derecho Constitucional, Universidad de
Córdoba
¿Por qué los hombres se
van de putas?*
Publicado: 12/03/2015
“El pasado 10 de marzo
se presentaron en la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas y Empresariales
de la Universidad de Córdoba los resultados del estudio que con el título
Masculinidades y consumo de prostitución en Andalucía, que ha realizado un
grupo de sociólogos de la Fundación Iniciativa Social por encargo del Centro de
Estudios Andaluces. En dicho estudio se recogen las opiniones de más de 40
hombres andaluces, de entre 18 y 70 años, consumidores de prostitución, y que
han sido agrupados en cinco categorías: propietarios rurales, trabajadores
manuales, empleados urbanos, jóvenes metropolitanos y homosexuales urbanos. De
entre los resultados del estudio, cabe destacar que todos los participantes en
los grupos de discusión, con independencia de su origen social, coinciden en
señalar la necesidad sexual como innata a la condición masculina. En
consecuencia, estiman que pagar por sexo es un acto social que no merece
rechazo, aunque sí hay coincidencia en el rechazo tanto de la trata de personas
como del abuso de menores. En todos los casos, el consumo de sexo de pago se
vincula frecuentemente con celebraciones de ocio en grupo. Es decir, con la
celebración de fiestas de hombres, en las que continúa siendo un elemento
esencial la demostración y exaltación de la virilidad.
La importancia de este
estudio, más allá de los argumentos que puede ofrecer al debate complejo en
torno a la regulación o, en su caso, la abolición de la prostitución, reside en
cómo desvela las causas estructurales que continúan alimentando un determinado
entendimiento de la sexualidad marcado por las relaciones de género o, lo que
es lo mismo, por las relaciones de poder que entre hombres y mujeres sigue
estableciendo el patriarcado. De esta manera, hay una evidente línea de
continuidad entre la permanente cosificación y sexualización del cuerpo de las
mujeres tan presente en nuestra cultura y la consideración del consumo de sexo
de pago como una expresión más de una virilidad que continúa respondiendo a los
imperativos categóricos del hombre considerado sujeto activo e indiscutible
titular del poder y la autoridad. Ahora bien, el salto cualitativo que se ha
producido en las últimas décadas, como bien se puso de manifiesto en la mesa
redonda que siguió a la presentación de estudio, y en la que intervinieron la
profesora Rosa Cobo Bedía, el sociólogo coautor del informe Hilario Sáez y el
que firma estas líneas, es la vinculación de dichas prácticas con una industria
del ocio y la diversión, de carácter global, y que se apoya en los excesos del
capitalismo neoliberal.
La prostitución
vendría a ser la prueba más evidente de la estrecha conexión que existe entre
patriarcado y capitalismo, la cual se ha visto reforzada en los últimos años
por las lecturas neomachistas del primero y neoliberales del segundo. Una suma
que, evidentemente, provoca un aumento dramático de la vulnerabilidad de las
mujeres y, como demuestran todas las estadísticas, una más que evidente
feminización de la pobreza. La visión acumulativa del placer, que con tanta
insistencia nos subrayan los medios de comunicación y muy especialmente los
mensajes publicitarios, se alía con una concepción de la masculinidad que
continúa respondiendo a los esquemas del macho dominante y que provoca, entre
otras consecuencias, que los chicos -y las chicas- más jóvenes reproduzcan
esquemas tremendamente machistas en sus relaciones afectivas, y muy
especialmente en su concepción de la sexualidad. Si a eso unimos la deficiente,
por no decir ausente, educación que nuestros hijos e hijas reciben en esta
materia, el resultado no es otro que la conquista de dicho espacio por las
lógicas depredadoras de la pornografía, y la superación de los criterios éticos
por la desregularización propia del mercado salvaje. De esta manera, y como
bien señaló Rosa Cobo, en la prostitución confluyen los efectos perversos de
tres sistemas de dominio: el patriarcal, el capitalista neoliberal y el
racial-cultural. La conjunción de los tres prorroga la heterodesignación de las
mujeres en virtud de las prácticas de dominio y opresión de los hombres, al
tiempo que se naturaliza el ir de putas como se hace con la desigualdad.
El peso económico de
los macroburdeles, de la industria pornográfica o de los anuncios de contactos
que en muchos casos se han convertido en los salvadores de algunos periódicos
en bancarrota, fortalece y reproduce las jerarquías de género. Es decir,
mantiene y subraya el poderío de una masculinidad detentadora del poder, al
tiempo que intensifica la negación de la autonomía de las mujeres y su
devaluación en un orden social y económico en el que continúan siendo las más
vulnerables entre los vulnerables. En consecuencia, no estamos hablando de un
oficio, el más antiguo del mundo en palabras del patriarca, sino de una
consecuencia a la que se ven abocadas muchas mujeres que lógicamente no son
libres porque viven en un contexto de sumisión, al tiempo que continúa
tratándose de una práctica social mediante la cual muchos hombres -uno de cada
cuatro, según el estudio citado -reafirman su virilidad y mantienen la fantasía
del eje binario control/sumisión para la que no necesitan otro pasaporte que el
dinero.
Por lo tanto, y más
allá de la complejidad jurídica y política que encierra una posible regulación
de esta práctica, tal y como se apuntaba en la reciente, y discutible,
sentencia de un Juzgado de lo Social de Barcelona, creo que la prostitución,
como otras muchas expresiones de un orden cultural y político basado en el
dominio masculino, no puede abordarse sin tener en cuenta las causas
estructurales que la provocan y la alimentan. Unas causas que, insisto, tienen
mucho que ver con los sistemas de dominación que se retroalimentan entre sí, el
patriarcado y el capitalismo, y en los que los hombres gozamos de una posición
privilegiada. Solo desde esta mirada de género, y teniendo muy presente la
perspectiva liberadora y emancipadora que supone el feminismo, será posible
encontrar salidas a algunos de los callejones en los que tantos millones de
mujeres en el mundo se ven obligadas a renunciar a su autonomía y dignidad. Por
ello, la pregunta que deberíamos empezar a plantearnos, además de no renunciar
a la solidaridad con las mujeres que se ven abocadas a ejercer la prostitución,
sería no solo por qué esas mujeres lo hacen sino también, y sobre todo, por qué
sigue habiendo tantos hombres dispuestos a usar el cuerpo de ellas como si
fuera una mercancía más.”
La visión machista tradicional, que también fija la
dirección en la ciencia, se ha preguntado
acerca de los motivos que llevan a las mujeres a prostituirse. En el
arte sucede otro tanto, cuando se
representa a la prostitución aparecen siempre mujeres ya sea en la pintura, en
el cine, en la literatura. Esta visión hace recaer la acción en la mujer, y por
lo tanto la sigue haciendo responsable de este hecho cuando sabemos que existe
un sistema completo que sostiene esta violencia y obtiene ganancias importantes
de ella, un sistema organizado y controlado por los hombres.
No se cuestiona la figura del “cliente”-prostituidor-putero
porque, como dice este estudio, se considera normal que los hombres hagan uso
de las mujeres, aquello de “seducida y abandonada” o “pájaro que comió voló” forman
parte de esta cultura. Se considera como parte de la “naturaleza” del varón ser
un depredador sexual, siempre al acecho de las víctimas inocentes, por eso es
mejor que existan mujeres no tan inocentes, para que esta especie de ciego instinto sexual viril sea satisfecho en
ellas. Por eso, si es normal, no merece ser analizado, debe ser dejado en el
limbo de lo irracional y como no formando parte de la historia y de las
relaciones de poder sociales. Quizá esto este en el fondo del temor y dudas que
despierta el abolicionismo de la prostitución, porque el temor radica en que
harán los varones con ese instinto si desaparecieran las mujeres prostituidas,
quizá se lanzarán a violar sin miramientos.
Este concepto hace de la sexualidad algo ajeno a la historia
y la educación, como una entidad dentro de la persona que no puede ser
encausada. No se la ve como un elemento más, y no el menos importante, de lo
que constituye al sujeto humano, sometida a las condiciones sociales y pasible
de modificación. Las religiones y las derechas al oponerse a la educación
sexual quieren mantener esta idea, es la forma de crear un enemigo interno, la
serpiente al acecho de la inocencia dentro de cada persona, es una manera de
rompernos y dividirnos por dentro.
*Este post fue publicado inicialmente en el blog del autor
Fuente
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/por-que-los-hombres-se-va_b_6848252.html
Conocer las motivaciones de los clientes es una perspectiva muy interesante, aunque es poco frecuente que sean ellos mismos quienes la den como aquí:
ResponderEliminarhttp://barriorojo-esl.blogspot.com.es/2012/03/por-que-acudo-prostitutas.html