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De la víctima al victimario
Quienes han seguido estas columnas sabrán que mi postura es
abolicionista de la prostitución, y por ende, de la trata de personas.
De manera simple significa que no estoy de acuerdo con ninguna forma de
explotación y eso implica que tampoco de la explotación de las personas que,
por las razones que fuere, se hallan en situación de prostitución. El
abolicionista propugna la desaparición de esa forma de violencia y
discriminación apuntando a las causas que la motivan. En esto nos diferenciamos
del prohibicionismo que solamente condena sin modificar la realidad y del
regulacionismo o reglamentarismo o como ahora se pretende, de la legalización
de la prostitución, porque tampoco modifican en absoluto la realidad, son
simples medidas reformistas que decoran la situación sin cambiarla, al
contrario, al maquillarla tranquilizan a la sociedad y hacen creer que todo
funciona adecuadamente.
Tengamos en claro que al hablar de explotación pensamos en dos formas,
por un lado todos aquellos que obtienen beneficios económicos del cuerpo de las
personas en prostitución, y por el otro, los que obtienen beneficios sexuales.
En este caso el llamado “pago” no compensa porque el cuerpo de un ser humano no
tiene precio.
La nuestra es una visión implicada, política, cultural y de derechos
humanos.
Un dato que no es menor,
el abolicionismo siempre ha abogado por una sexualidad libre, basada en el
propio deseo y el placer propio y/o compartido, respetuoso de sí mismo, de su
cuerpo y del otro/otra. Entendemos a la sexualidad como integrante de la
personalidad y factor fundamental del propio crecimiento y de una vida sana y
plena. La necesidad del pago excluye estas condiciones.
El abolicionismo es la única vertiente que ha
profundizado en este tema y a sacado su mirada de la mujer como única
responsable y causante del hecho para llevarla a todo un sistema social que
pone a la mujer en ese lugar para obtener beneficios económicos y también, no
en menor medida, sociales. No pensamos que se trate de
hechos personales de los que cabría analizar las causas externas y las
psicológicas. Sin negar su presencia decimos que estos elementos son
trascendidos y también originados por la cultura en que se dan, por eso cabe
incluir en el análisis conceptos patriarcales, económicos, filosóficos,
antropológicos, etc.
Desde aquel inicio en
Inglaterra del siglo 19 teniendo como centro a
Josephine Grey Butler hasta la fecha, este movimiento netamente
humanista se ha extendido al mundo, se ha ido profundizando y enriqueciendo con
perspectivas diversas.
Últimamente hemos logrado sacar de la zona oscura y de comodidad en que
se hallaba al mal llamado “cliente”, conocido como prostituidor o, como me
gusta designarlo: “putero”. Pues toda la acción prostituyente, incluida la
trata de personas y el abuso sexual comercial infantil, prostitución infantil, están dirigidas hacia
él, en busca de su interés y satisfacción y a través de estas, de su
dinero. No existirían proxenetas ni
mujeres prostituidas si no fuera por "el cliente", por esa figura que
es quitada del centro de la escena dejando en ella solamente a la niña, a la
mujer, la transexual.
En su accionar y en el lugar que se le otorga socialmente el hombre es
considerado el actor, el sujeto activo,
promotor y dueño de la actividad prostituidora pero, extrañamente, desaparece de los análisis, de los estudios
académicos y aún de la visión penal.
El ocultamiento del putero sirve también para hacer desaparecer la relación de poder y
sometimiento entre el poseedor del dinero-falo y la/el desposeído, la realidad
de la economía capitalista en clara evidencia.
La persona en prostitución desde un principio es quien debe y es
mostrada, colocada en su desnudez ante la vista pública, no es ella la que esta
invisibilizada, por el contrario, es el
putero quien está realmente quitado de la escena, sacado del pensamiento y la
visión, guardado y protegido, y de este
modo su papel de dueño no es conmovido.
En
el 2.011 la española Asociación para la
Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida (APRAMP) presentó un
estudio en el que reflejaba que el 39% de los hombres españoles –principalmente
entre 35 y 55 años- contrataron alguna vez sexo mediante pago. España era
seguida por Suiza con un 19% y Austria con el 15%.
¿Qué
nos indican estas cantidades?
Estas
cifras nos dice que si bien la
institución prostituyente se halla disponible todos los días de todos los años
para cualquier hombre que quiera acceder a ella, los que sí lo hacen es un
número limitado. Estos porcentajes, si bien muy elevados, al mismo tiempo nos
están diciendo que existe un universo aún mayor de hombres que no acceden a la
satisfacción sexual mediante pago. Esto debiera ser suficiente para acabar con
la generalización que hace de todos y cualquier hombre un prostituidor
efectivo y nos permite realizar una
primera diferenciación: no todos los hombres somos puteros.
Para
el segundo Congreso Patagónico de Trata de personas y prostitución, en el que
presenté una ponencia, he consultado
varios estudios, la mayoría españoles, los que muestran que hay datos que se reiteran en relación al
putero:
-la
posición tradicional patriarcal a partir de la cual el prostituidor se
considera justificado en su conducta.
-el
capitalismo neoliberal que convierte a la sexualidad en un objeto más de
consumo y entretenimiento.
-el
prostituidor tendría como característica común la hostilidad
hacia las mujeres y el deseo de tener poder sobre ellas.
-hay una
continuidad entre el abusador sexual, incluyendo al pederasta, y el prostituidor, el denominador común es la
misoginia, lo que lleva a concluir que el acto prostituidor es un acto de
violencia.
En base a todo
esto creo que debemos tener en cuenta lo siguiente:
1-Es
necesario hacer visible el sistema prostituyente en su totalidad incluyendo de
manera especial al prostituidor. Debemos dejar de ocultar la cliente-putero que
con el pago cree que disimula o borra su violencia.
2-
Acabar con el mito de que los hombres biológicamente tienen una sexualidad
desenfrenada y que debe ser satisfecha
por lo que la prostitución cumple un bien social.
3-Insistir
en que el deseo sexual es parte de nuestra humanidad y que por lo tanto está
sometido a las decisiones y aprendizajes de la persona. No es un ente que desde
nuestro plano biológico nos compele, domina y
obliga.
4- Considerar
que hay continuidad entre el abusador sexual y el prostituidor, el denominador
común es la misoginia = la prostitución es violencia .
5-Prostitución,
trata de personas, prostitución infantil, pederastía, pudiendo tener distintas
características, son parte de un mismo
continuo de violencia.
6-
Se debe poner en consideración del
público en general al sistema prostituyente en el que la función del dinero no
es la paga por un servicio, sino la culminación del acto de humillación.
7-
Es imperativo que se promueva el autocuestionamiento del varón en cuanto a su
rol social en general, al modo como entabla las relaciones y resuelve los
conflictos y al lugar que ocupa en relación a la mujer. Se debe educar desde la
niñez y reeducar en la adultez a los
varones desde la perspectiva de género y la resolución no violenta de
conflictos.
8-Se
debe educar en el reconocimiento y
valoración del propio sentir, incluido el placer, el respeto del propio cuerpo
como también el de los otros. Es urgente una educación sexual integral desde la
niñez y con una visión de género.
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