lunes, 21 de septiembre de 2015

178 - De la víctima al victimario

178
De la víctima al victimario


Quienes han seguido estas columnas sabrán que mi postura es abolicionista de la prostitución, y por ende, de la trata de personas.
De manera simple significa que no estoy de acuerdo con ninguna forma de explotación y eso implica que tampoco de la explotación de las personas que, por las razones que fuere, se hallan en situación de prostitución. El abolicionista propugna la desaparición de esa forma de violencia y discriminación apuntando a las causas que la motivan. En esto nos diferenciamos del prohibicionismo que solamente condena sin modificar la realidad y del regulacionismo o reglamentarismo o como ahora se pretende, de la legalización de la prostitución, porque tampoco modifican en absoluto la realidad, son simples medidas reformistas que decoran la situación sin cambiarla, al contrario, al maquillarla tranquilizan a la sociedad y hacen creer que todo funciona adecuadamente.
 
Una mujer lavándose. Edgar Degas

Tengamos en claro que al hablar de explotación pensamos en dos formas, por un lado todos aquellos que obtienen beneficios económicos del cuerpo de las personas en prostitución, y por el otro, los que obtienen beneficios sexuales. En este caso el llamado “pago” no compensa porque el cuerpo de un ser humano no tiene precio.
La nuestra es una visión implicada, política, cultural y de derechos humanos.

Un dato que no es menor, el abolicionismo siempre ha abogado por una sexualidad libre, basada en el propio deseo y el placer propio y/o compartido, respetuoso de sí mismo, de su cuerpo y del otro/otra. Entendemos a la sexualidad como integrante de la personalidad y factor fundamental del propio crecimiento y de una vida sana y plena. La necesidad del pago excluye estas condiciones.

El abolicionismo es la única vertiente que ha profundizado en este tema y a sacado su mirada de la mujer como única responsable y causante del hecho para llevarla a todo un sistema social que pone a la mujer en ese lugar para obtener beneficios económicos y también, no en menor medida, sociales. No pensamos que se trate de hechos personales de los que cabría analizar las causas externas y las psicológicas. Sin negar su presencia decimos que estos elementos son trascendidos y también originados por la cultura en que se dan, por eso cabe incluir en el análisis conceptos patriarcales, económicos, filosóficos, antropológicos, etc.

Desde aquel inicio en Inglaterra del siglo 19 teniendo como centro a  Josephine Grey Butler hasta la fecha, este movimiento netamente humanista se ha extendido al mundo, se ha ido profundizando y enriqueciendo con perspectivas diversas.

Últimamente hemos logrado sacar de la zona oscura y de comodidad en que se hallaba al mal llamado “cliente”, conocido como prostituidor o, como me gusta designarlo: “putero”. Pues toda la acción prostituyente, incluida la trata de personas y el abuso sexual comercial infantil,  prostitución infantil, están dirigidas hacia él, en busca de su interés y satisfacción y a través de estas, de su dinero.  No existirían proxenetas ni mujeres prostituidas si no fuera por "el cliente", por esa figura que es quitada del centro de la escena dejando en ella solamente a la niña, a la mujer, la transexual.

En su accionar y en el lugar que se le otorga socialmente el hombre es considerado el actor, el sujeto activo,  promotor y dueño de la actividad prostituidora pero, extrañamente,  desaparece de los análisis, de los estudios académicos y aún de la visión penal.
El ocultamiento del putero sirve también  para hacer desaparecer la relación de poder y sometimiento entre el poseedor del dinero-falo y la/el desposeído, la realidad de la economía capitalista en clara evidencia.

La persona en prostitución desde un principio es quien debe y es mostrada, colocada en su desnudez ante la vista pública, no es ella la que esta invisibilizada, por el contrario,  es el putero quien está realmente quitado de la escena, sacado del pensamiento y la visión, guardado y protegido,  y de este modo su papel de dueño no es conmovido.

 
Groupe de quatre femmes nues.1895-1910.Foto Francois-Rupert Carabin

En el 2.011  la española Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida (APRAMP) presentó un estudio en el que reflejaba que el 39% de los hombres españoles –principalmente entre 35 y 55 años-  contrataron  alguna vez sexo mediante pago. España era seguida por Suiza con un 19% y Austria con el 15%.
¿Qué nos indican estas cantidades?
Estas cifras  nos dice que si bien la institución prostituyente se halla disponible todos los días de todos los años para cualquier hombre que quiera acceder a ella, los que sí lo hacen es un número limitado. Estos porcentajes, si bien muy elevados, al mismo tiempo nos están diciendo que existe un universo aún mayor de hombres que no acceden a la satisfacción sexual mediante pago. Esto debiera ser suficiente para acabar con la generalización que hace de todos y cualquier hombre un prostituidor efectivo  y nos permite realizar una primera diferenciación: no todos los hombres somos puteros.

Para el segundo Congreso Patagónico de Trata de personas y prostitución, en el que presenté una ponencia,  he consultado varios estudios, la mayoría españoles, los que muestran  que hay datos que se reiteran en relación al putero:

-la posición tradicional patriarcal a partir de la cual el prostituidor se considera justificado en su conducta.
-el capitalismo neoliberal que convierte a la sexualidad en un objeto más de consumo y entretenimiento.
-el prostituidor tendría como característica común la hostilidad hacia las mujeres y el deseo de tener poder sobre ellas.
-hay una continuidad entre el abusador sexual, incluyendo al pederasta,  y el prostituidor, el denominador común es la misoginia, lo que lleva a concluir que el acto prostituidor es un acto de violencia.

En base a todo esto creo que debemos tener en cuenta lo siguiente:

1-Es necesario hacer visible el sistema prostituyente en su totalidad incluyendo de manera especial al prostituidor. Debemos dejar de ocultar la cliente-putero que con el pago cree que disimula o borra su violencia.

2- Acabar con el mito de que los hombres biológicamente tienen una sexualidad desenfrenada y  que debe ser satisfecha por lo que la prostitución cumple un bien social.

3-Insistir en que el deseo sexual es parte de nuestra humanidad y que por lo tanto está sometido a las decisiones y aprendizajes de la persona. No es un ente que desde nuestro plano biológico nos compele, domina y  obliga.

4- Considerar que hay continuidad entre el abusador sexual y el prostituidor, el denominador común es la misoginia = la prostitución es violencia .

5-Prostitución, trata de personas, prostitución infantil, pederastía, pudiendo tener distintas características,  son parte de un mismo continuo de violencia.

Escena de fiesta en el Moulin Rouge. Giovanni Boldoni

6- Se debe  poner en consideración del público en general al sistema prostituyente en el que la función del dinero no es la paga por un servicio, sino la culminación del acto de humillación.

7- Es imperativo que se promueva el autocuestionamiento del varón en cuanto a su rol social en general, al modo como entabla las relaciones y resuelve los conflictos y al lugar que ocupa en relación a la mujer. Se debe educar desde la niñez y reeducar en la adultez a los varones desde la perspectiva de género y la resolución no violenta de conflictos.


8-Se debe educar  en el reconocimiento y valoración del propio sentir, incluido el placer, el respeto del propio cuerpo como también el de los otros. Es urgente una educación sexual integral desde la niñez y con una visión de género.




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