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Cuentos taoístas 1
Hoy les
traigo cuentos taoístas. Para irnos
introduciendo veamos brevemente algo del taoísmo. Se dice que esta es una
religión, pero más que nada es un pensamiento, una filosofía. En
toda religión si dejamos a un costado los ritos, las imágenes, las leyendas
y poderes sobrenaturales, vamos a encontrar ideas muy diversas que nos hablan
del origen del universo, del posible destino de este y de cada uno de nosotros,
de qué está bien y qué mal y de muchísimas otras cosas. En general nos quedamos
atrapados por lo superficial de los ritos y
las historias sin llegar a tener en cuenta estas ideas que sin embargo
están presentes y van condicionando nuestro vivir. Otro tanto sucede con el taoísmo.
Lo central
es la existencia de dos fuerzas, el yang, que es la masculina, la clara,
luminosa, la que entrega, la que aparece libremente, mientras que la ying es lo
femenino, oscuro, misterioso, oculto. Se los simboliza como una montaña a la
que el sol ilumina de un lado dejando en oscuridad al otro. Aquí ya tenemos una
de las ideas fundamentales, todo es dual, en todas las cosas siempre vamos a
encontrar estas fuerzas que son al mismo tiempo opuestas y complementarias,
nunca en estado de quietud, siempre en movimiento, devorándose mutuamente, la
oscuridad buscando la luz y la luz la oscuridad, no es posible el equilibrio
que detenga la marcha.
Del mismo
modo que una montaña es una única cosa que contiene ambas caras, la iluminada y
la oscura, se dice que el ying y el yang se hallan contenidos por el tao.
Ante la
pregunta de ¿qué es el tao? La respuesta es: es lo que no puede ser nombrado,
lo indefinible.
Esta es otra de las ideas fundamentales, el
origen y finalidad y lo que esta por detrás de todas las cosas es el tao. No
hay ningún dios, no hay personas ni personalidades, solamente algo que no puede
ser definido ni conocido ni nombrado ni llamado.
El Tao Te
King, libro que se dice escrito por el filósofo Lao Tsé varios siglos antes de
la era cristiana dice lo siguiente:
El Tao que
puede ser expresado
no es el
verdadero Tao.
El nombre que
se le puede dar
no es su
verdadero nombre.
Sin nombre es
el principio del universo;
y con nombre,
es la madre de todas las cosas.
Desde el no-ser
comprendemos su esencia;
y desde el ser,
sólo vemos su apariencia.
Ambas cosas,
ser y no-ser, tienen el mismo
origen, aunque
distinto nombre.
Su identidad es
el misterio.
Y en este
misterio
se halla la
puerta de toda maravilla.
Como les decía, no hay dios que sea persona o no persona, no hay a
quien rezar o pedir o implorar es como un caleidoscopio que al moverse va
creando formas que al instante se desarman para dar lugar a otras y así
eternamente. Las formas también somos nosotros, ud., yo, y son nuestros deseos
los que mantienen en movimiento este caleidoscopio cósmico, los que nos llevan
a querer, a movernos a buscar a avanzar a destruir, son los que nos hacen creer
en la ilusión de una meta, de un punto al que llegar, para que, una vez que lo
hemos alcanzado, ver como se deshace
apenas lo tocamos.
En el tao
todo cambia, gira, se transforma y modifica
constantemente, solamente nuestra
escasa percepción no hace creer que las cosas están quietas. Todos conocemos la
representación del tao, es el círculo que contiene dos especies de gotas, una
blanca y la otra negra, en el centro de cada una se halla su opuesto, en la
blanca un centro negro, y en la negra, uno blanco, lo que nos esta indicando lo
relativo de todo, que en el fondo, aunque sea de manera muy pequeñita, todo
contiene su opuesto, que precisamente cuando comienza el invierno es cuando se
alargan los días, en lo más oscuro de la noche es cuando comienza el amanecer,
que toda ola que llega a su cúspide necesariamente tiene que bajar y todo lo
que llegó al fondo, tiene que ascender.
Vamos al
primero de los cuentos que precisamente habla de la relatividad, del ying y del
yang.
“Había una vez dos monjes que paseaban por el jardín de un
monasterio taoísta. De pronto uno de los dos vio en el suelo un caracol que se
cruzaba en su camino. Su compañero estaba a punto de aplastarlo sin darse
cuenta cuando le contuvo a tiempo. Agachándose, recogió al animal. "Mira,
hemos estado a punto de matar este caracol, y este animal representa una vida
y, a través de ella, un destino que debe proseguir. Este caracol debe
sobrevivir y continuar sus ciclos de reencarnación." Y delicadamente
volvió a dejar el caracol entre la hierba.
"¡Inconsciente!", exclamó furioso el otro monje.
Salvando a este estúpido caracol pones en peligro todas las lechugas que
nuestro jardinero cultiva con tanto cuidado. Por salvar no sé qué vida
destruyes el trabajo de uno de nuestros hermanos.
Los dos discutieron entonces bajo la mirada curiosa de otro
monje que por allí pasaba. Como no llegaban a ponerse de acuerdo, el primer
monje propuso: "Vamos a contarle este caso al gran sacerdote, él será lo
bastante sabio para decidir quién de nosotros dos tiene la razón."
Se dirigieron entonces al gran sacerdote, seguidos siempre
por el tercer monje, a quien había intrigado el caso. El primer monje contó que
había salvado un caracol y por tanto había preservado una vida sagrada, que
contenía miles de otras existencias futuras o pasadas. El gran sacerdote lo
escuchó, movió la cabeza, y luego dijo: "Has hecho lo que convenía hacer.
Has hecho bien". El segundo monje dio un brinco. "¿Cómo? ¿Salvar a un
caracol devorador de ensaladas y devastador de verduras es bueno? Al contrario,
había que aplastar al caracol y proteger así ese huerto gracias al cual tenemos
todos los días buenas cosas para comer. El gran sacerdote escuchó, movió la
cabeza y dijo "Es verdad. Es lo que convendría haber hecho. Tienes
razón."
El tercer monje, que había permanecido en silencio hasta
entonces, se adelantó. "¡Pero si sus puntos de vista son diametralmente
opuestos! ¿Cómo pueden tener razón los dos?" El gran sacerdote miró
largamente al tercer interlocutor. Reflexionó, movió la cabeza y dijo: "Es
verdad. También tú tienes razón."
Todo es relativo, absolutamente todo, por eso no hay
verdades únicas y definitivas, todo depende desde donde lo miramos y sobre todo
de qué estamos buscando ver. A la realidad siempre le damos forma a través de
los filtros de nuestra subjetividad, de nuestra ideología y de nuestros deseos.
Ahora otro cuento, mucho más corto pero no menos sustancioso
“Un hombre, morbosamente apasionado por el juego, había
pasado una vez más, toda la noche en un casino. Salió del lugar totalmente
rendido... estaba a punto de amanecer. Cuando el cielo se tiñó de rojo y el sol
empezó a salir, sintió un escozor en sus ojos somnolientos. Vio un gran árbol
en el jardín y decidió sentarse a sus pies para descansar un rato antes de
volver a casa. En un abrir y cerrar de ojos, el jugador cayó en un sueño profundo.
Durmió todo el día y toda la noche.
Había dormido exactamente 24 horas cuando se despertó. Era
el alba, y el sol estaba empezando a subir al cielo.
- ¡ Que suerte ! -exclamó contento- casi me duermo.”
Hablo del tiempo, no el tiempo del reloj que es mecánico,
automático, creado para someternos a la esclavitud de sus agujas sin sentido,
tan tontas y aburridas que año tras años se mueven con idéntica y precisa
estupidez, sino del tiempo vivido, el que transcurre en nuestro ser, ese que va
marcando alegrías, dolores, muertes, y dibujando en nuestra cara pequeñas
líneas. Dormir y despertar, dos momentos
del transcurrir humano, ying y yang, claridad y oscuridad de la conciencia, derrotero
de un camino a la nada, y en cada uno de estos momentos una nueva oportunidad,
un comienzo que nos dice que se ha producido el cambio, que el día fue noche y
día nuevamente y en ese correr de las aguas transcurrió también nuestra imagen
y ahora, purificados del pasado, descansados, podemos comenzar.
Finalizo con este otro poema del Tao Te King
A veces las cosas
florecen, a veces no.
A veces la vida es
dura, a veces es fácil.
A veces la gente es
fuerte, a veces es débil.
A veces llegas a
donde quieres ir, a veces te quedas en el camino.
Por ello el sabio no
es extremo, extravagante o complaciente.
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