martes, 4 de junio de 2013

57 - Como hojas en otoño



57
Como hojas en otoño





 Para  Berni



 Un trozo de noche azul profunda se adormece en mi pecho apenas luminosa por algún brillo lunar, tiemblo con frío al sentir el rocío sobre mi piel, me gustaría poder decir estas cosas, decir que casi escucho la Rapsodia en blue de Gershwin, también hablar de tu ausencia, tu piel, los recuerdos, los recuerdos de los dos, y de tu voz, pero no puedo, mi dolor es muy opaco, está en el lugar donde no hay palabras porque sobran, dicen menos que cuando dicen.

Lo superfluo.

Ahora entiendo aquello que alguna vez oí de que el dolor nos convierte en sombras, casi sin peso, no tocamos las cosas andamos entre ellas como adormilados y no queriendo ser despertados porque el día es aceptar que ya no te veré, que ya no hay esperanza y eso será como una segunda muerte, esa que ahora es para mí intolerable.

Si me ves caminar con la cabeza gacha, la vista en la monotonía de las baldosas, no pienses que es por estar tanto con la computadora; si mis músculos ya no quieren quedarse tomados de los huesos y desearían poder dejarse caer y estar en el suelo como si alguien los hubiera tirado, silenciosos; si estoy tan distante que ya no deseo,  me siento imposibilitado para siempre de volver a amar.  No me escuches a la noche cuando lloro, no quiero que sufras, en eso me  basto solo.

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Te perdono porque me pedís que arregle la canilla sin ver que no puedo, que por dentro estoy roto, las fuerzas y el decoro me dejaron. Ya no tengo ni recuerdo de aquel que en un tiempo, apenas hace unos días, era. El eclipse me dejó sin luz, solamente alguna lágrima, cada vez menos, y este no reconocerme así vestido con tanto dolor.
Quisiera poder acariciarme por dentro, ninguna otra persona podría ya hacerlo, darme aunque fuera un poco de tibieza para no sentir tanto frío, para que el alma no se me vaya endureciendo como árbol cortado.
Todo se ha ido, el universo reducido a un traje gastado, de más, prescindible.


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De la muerte no puedo hablar, nadie puede hablar, porque es el sujeto absoluto, sin verbo ni predicado.
¿Cómo conjugar el verbo “morir”? cómo poder pensar que es una acción, algo que hago o que alguien hace, como podré decir “yo muero” cuando ni me atrevo a pensar moriré…
Nadie muere porque es el único acto humano que cuando sucede, ya solo hay nada. No hay una voluntad, un deseo, un querer, morir es como llover, nos pasa.

¿Qué se puede decir acerca de la muerte si ella es negación absoluta? No hay predicado posible porque ella será siempre la desconocida.

Solamente el dolor puede rozarla, el amor herido y siempre abierto a esa ausencia increíble, solo soportable porque nosotros seguimos vivos, tanto que las lágrimas no contienen, desbordamos. No hay frazada ni tibieza que pueda adormecerla.

Qué se puede decir de la muerte si ella está construida de ausencias, de todos mis recuerdos y de esos lugares y de su piel, y de su voz, y ….. y de ella toda.

Extraña paradoja de su falta total y sin embargo su presencia en mi igual que antes, o no, aún más que antes.
Ritual de los lugares que habitamos, de los horarios y comidas, de su pelo en mi remera negra, esa que ya no quiero usar.

Cuanto me duele no poder hablarte más.

Y sé  que ahora, que me ves llorar, dejarías tu cielo por acompañarme otra vez, para decirme ya pasará.





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 Quisiera pensarte egoísta, con algún oculto motivo en mi contra que justificara que al irte te llevarás todo, no puedo, eso tampoco es consuelo, solo puedo imaginar arrastrándolo  tras de ti, sin quererlo, como si el universo hubiera quedado enganchado a tu figura.

Uno a uno voy poniendo los discos buscando aquel placer que pueda arrebatarme, aunque sea por unos minutos de tu imagen, y están todos vacíos, solo sonidos que agobian el aire y caen al suelo al chocar contra mi piel.

Miro el cielo, los árboles las calles y sin que me importe, veo que les has quitado los colores, que has dejado maquetas sin motivo, sin destino sueltas en la bruma.

¿me habré convertido en fantasma?

El tacto no me devuelve nada, solamente superficies, objetos huecos que están ahí como arrojados.

Te fuiste llevando la ternura que hacía brotar las ramas y al sol.

Ahora,  y digo ahora como si esta palabra tuviera algún sentido, como si indicara algo, ahora, deambulo, tan opaco que ni los vientos saben que estoy, sigo porque sigo, y apenas si me doy cuenta como llenabas todo, como eras pura presencia.

Quiero construir un castillo de arena, enorme, con murallas gruesas y un foso profundo para ver cuando el mar llega y lo comienza a derruir, como al final, apenas un montículo queda, y luego solamente el mar. ¿alegoría de tu partida? ¿inútil ilusión de controlar el transcurso?

Para qué decir tantas cosas ya que  a partir de ahora solamente puedo olvidar. Con un cuchillo hago una cruz sobre mi pecho jurándome no hacerlo.
¿habrá sido tan grande pecado amarte tanto? ¿habré rasgados los universos y arrancado constelaciones? ¿habré herido aquello que nadie jamás debiera tocar?
Seguramente. Este silencio perfora, acusa,  sin redención posible, condenándome a la peor de las penas.

No estás, partiste llevando el universo prendido a tu figura mientras sigo errante entre los ciclos, desencantado, descendido al vacío del que no se resucita.


Eliana Navarro

Saetas

Negra gavilla de sombras.
Negra tierra, negro sol.
Si el dolor color tuviera,
sería negro el dolor.
Ronco clamor de los montes,
ronco viento, ronco son,
¡ay! si el dolor se escuchara,
sería ronco el dolor.

Negro empañando mis ojos,
ronco acallando mi voz;
hondo clavado en mi carne,
¿por qué me sigues, dolor?



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Jorge Luis Borges

Ausencia

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

*****

Despedida
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.

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Juan Ramón Jiménez

Poema al dolor

 He jugado contigo, dolor, y bien merezco
que un corazón vestido de verde me maltrate…
Me adornabas con rosas tristes, y hoy me parezco
a ti, en lo desdeñado, en lo gris y en lo mate.

Dolor, estás en mí y estoy en ti, como algo
frío y mustio, como un jardín negro de invierno…
ni sé ya lo que vales, ni ya sé lo que valgo,
pero sé que serás tenebroso y eterno!






 










 




 







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