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De mártires
Mediante no recuerdo qué noticia llegó hasta mí la historia
de la santa católica Ágata de Catania la que según la leyenda en el año 238
después de Cristo, se resistió a las intenciones libidinosas del procónsul
romano Quinizano. Este, frustrado en sus intenciones y según en más acendrado
machismo, no tuvo mejor idea que para humillarla y dañarla en lo que ella
quería proteger, su integridad sexual, la hizo encerrar en un prostíbulo donde,
milagrosamente, pudo conservar la virginidad. Nuevamente frustrado el poderoso procónsul,
decide mandar amputarle las tetas. Es así como se la ve representada con un
plato en el que lleva sus tetas cortadas….
santa Agata |
santa Agata |
Esto me hizo acordar a otra mártir del siglo IV, santa Lucía
de Siracusa la que también desairó a un pretendiente y este la denunció como
cristiana por lo que fue perseguida, también condenada a ser encerrada en un
prostíbulo lo que no pudo ser cumplido porque gracias a la intervención
divina los guardias no pudieron mover a
la joven del sitio en que se hallaba. Entonces trataron de quemarla en la
hoguera, pero también fracasaron. Al final, seguramente ya cansados, la decapitaron y en esto sí tuvieron éxito. Pero
aún
santa Lucía |
santa Lucía |
Otra historia interesante es la de san Sebastián nacido en
el año 256 de nuestra era. Era un soldado romano y además cristiano, por esto
fue denunciado al emperador quien le dio a elegir entre ser soldado o
cristiano. Obviamente, porque sino no sería historia, eligió el cristianismo.
Fue condenado a morir por medio de flechas. Lo ataron a un poste y llovieron
sobre él las saetas, dándolo por muerto. Sus amigos descubren que seguía vivo,
entonces es rescatado y logra recuperarse. Ellos, buscando preservarlo, le
aconsejan que escape de la ciudad. El joven un tanto alterado y con otro tanto
de soberbia, se niega a ello y llega hasta el emperador y a quien le reprocha
la persecución de la que hacía objeto a los cristianos. Imagino la cara del
emperador al ver a quien consideraba muerto y que además lo increpaba.
Seguramente pasada su impresión lo manda a azotar hasta morir, esta vez
exitosamente. Las imágenes que lo representan son muy llamativas, se lo ve
atado a un poste, con flechas clavadas y con una postura corporal y en algunas,
con una expresión en su cara que no hace pensar en el sufrimiento que
seguramente debería tener por tanta herida. Esto ha llamado la atención a tal
punto que se han hecho trabajos que buscan interpretar estas figuras.
san Sebastián |
san Sebastián |
A esto podemos sumar las historias e imágenes conocidas por
todos como los cristos crucificados sangrantes, o las del vía crucis que
representa precisamente el camino hacia la cruz, o las vírgenes Marías enlutadas
llorando la muerte de su hijo y otras tantas.
Lo que quiero resaltar es lo que en ellas se trata de
inculcar: el dolor, el sacrificio hasta la muerte como modelo.
Me atrevo a darle una doble lectura a esto.
En primer lugar la más conocida, la función que la religión
católica, y hablo de esta porque estas imágenes las conocemos por el
catolicismo, otorga al dolor. En esta visión el dolor aparece como el fuego
que purifica, como el camino que lleva a estas personas al martirologio que a
su vez, las condujo directamente al cielo, o sea que tiene un sentido muy
claro. El mayor ejemplo es el de Jesús que acepta, aunque angustiado, lo que le
espera, y no se resiste. El resultado es su muerte en la cruz, pero, lo más
importante es que por este pasaje por el dolor y la muerte, se produce su
resurrección y ascensión al cielo y se sienta a la derecha del mismísimo dios
padre.
El detalle es que si el dolor purifica, es porque hay algo
que purificar, que es impuro, y en este caso ese algo somos nosotros, las
personas, y es así como volvemos a la idea de pecado, de culpa.
Esto tiene importantes implicancias en nuestras vidas,
porque tenemos que sumarle aquello de “parirás con el dolor de tu vientre”,
“ganarás el pan con el sudor de tu frente”, “la letra con sangre entra”, y
otros mensajes aleccionadores por el estilo.
Estamos muy lejos de la idea budista del dolor como parte de
la existencia, no como producto de alguna culpa que hay que limpiar. Y esto es
muy importante, porque por el dolor, la enfermedad, la muerte todos debemos
pasar, pero el modo como se lo vivencia y encara es diferente, es parte del
juego de cómo se interpretan las cosas de la vida y el sentido que se les da.
Estas mismas historias podemos entenderlas desde otro punto
de vista, como defensa de la propia dignidad ante el avance del poder o del
deseo del otro. En Ágata y Lucía vemos la lucha de dos mujeres que se vieron acosadas
y acusadas no tanto por ser cristianas como por haberse negado a acostarse con
dos señores poderosos. Por esto yo les hablé del machismo, ellas representan la
situación de una mujer que no acepta ser sometida a los deseos de un varón, no
importa el cargo o fortuna que este tenga. De paso, tengamos en cuenta que como
modo de castigarlas y humillarlas, en ambas historias, el hombre frustrado y
vengativo decide que terminen en un prostíbulo. Estamos hablando del imperio
romano en el siglo 3 de nuestra era. Por estas historias se ve claramente que
la prostitución no era vista como una “profesión” más, sino como un hecho
ultrajante y humillante para cualquier mujer. Y les repito, estamos en el siglo
3 cuando todavía el cristianismo y su moral no se habían impuesto y era perseguido y los creyentes en esta
religión podían ser muertos. Esto tira abajo aquellas ideas de que la
prostitución en la época clásica era bien vista o que su desvalorización fue
fruto del cristianismo.
Volviendo a nuestro tema, les decía que las historias de Ágata
y Lucía pueden ser leídas desde la resistencia de las mujeres al avasallamiento
de sus derechos, aunque entonces no eran considerados de ese modo.
La historia de Sebastián también puede ser vista como un
acto de resistencia ante un poder despótico que trata de gobernar hasta en el
interior de las personas, que busca dictaminar en qué se debe o no creer.
Estos podemos tomarlos como antecedentes de lo que luego irá
desarrollando con diferentes técnicas el poder, ya no el control de las
personas desde el exterior, sino desde el propio interior, desde la
construcción de la personalidad. Lo que en nuestra época esta perfeccionado por
la publicidad que ya no se contenta con mostrarnos los objetos que podrán
satisfacer nuestros deseos sino que busca crear esos mismos deseos.
La historia misma de Jesús muestra estos ribetes, no
sometimiento, rebeldía ante el poder, valoración del propio pensamiento y
creencia ante las imposición de los demás.
El camino de la cruz puede ser entendido ya no como un sacrificio, como
la entrega de la persona a los designios de un dios, sino como una forma de
resistencia.
Ágata, Lucía, Sebastián, Jesús, no los quiero ver como
mártires sino todo lo contrario, como aquellos que representan un modelo de
ciudadanía, de cómo todo acto, aún la negativa a casarse u ocultar el propio
pensamiento, son actos claramente políticos. Tan políticos que el poder de
turno en ese momento vio en ellos un peligro que debía ser silenciado.
Las mujeres llevando en platos partes de su cuerpo, no dicen
de esta rebeldía y empoderamiento, como los cuerpos sangrantes de Sebastián o
Jesús tampoco nos hablan de su triunfo. Y este
triunfo no radica en que el cristianismo o el catolicismo hoy estén
vigentes porque esto significaría convertir a esas personas en objeto de un fin
distinto, la salvaguarda de una religión o iglesia, sería quitarles el
significado que ellas mismas quisieron dar a sus vidas. Prefiero imaginar a un
Jesús resucitado, sonriendo y fuerte, haciéndole un corte de manga al gobierno,
a los gobiernos todos, a los sumos y a los comunes sacerdotes, a los sabe más
del mundo.
Por esto no debemos recordar más la muerte de quienes
hicieron algo, ¿Por qué recordar ese día? Debemos festejar la fecha de su
nacimiento porque es ahí cuando dio comienzo a su andar y a las acciones que
creemos hicieron algo, aunque sea abrieron un pequeño camino, en esta lucha por
los derechos de todas y todos.
Debemos celebrar la vida y la acción, no el sufrimiento, porque
este es solamente eso, dolor, y no tiene ningún sentido si no esta motivado por
algo positivo aunque eso sea un amor perdido.
No es golpeándome el pecho como voy a cambiar algo, ni
agachando la cabeza ni arrodillándome ante quien fuere, y no importa cuánto me
duela, eso no cambia nada.
Y la letra entra más fácil con amor, y el pan es más rico
con justicia y equidad, y parir duele menos cuando es deseado y no impuesto.
Podemos preguntarnos por qué optaron por la interpretación
del dolor como purificación dejando de lado la reivindicación de los derechos
de cada uno de nosotros y de la propia dignidad. Quizá sea porque de ese modo
evitaban que nos demos cabal cuenta que muchas de las causas de nuestros
sufrimientos son perfectamente evitables, no son designios de ningún dios o
demonio, ni consecuencias del pecado, sino producto de la injusticia, de la
soberbia de los gobernantes, de los privilegios que se pretenden cuidar a toda
costa, aún como muestran Ágata, Lucía, Sebastián y Jesús, aún a costa de las
vidas humanas.
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