domingo, 23 de junio de 2013

59 - Sin sentido



59
Sin sentido


Recuerdan  que hablamos a partir de las imágenes religiosas de algunos mártires acerca del dolor y como para el cristianismo este tiene un sentido que surge de las ideas de pecado y de purificación.
Si existe un pecado es porque alguien impuso una ley que fue violada, y que por medio del arrepentimiento y la pena se salda. Todo esto nos remite a la idea de un dios.

Como vamos viendo no son conceptos aislados, sueltos, sino que forman parte de un sistema, de ideas relacionadas entre sí hasta formar una visión del mundo más o menos coherente. El beneficio de los sistemas religiosos es que ahí donde surge claramente la incoherencia, el bache no que no puede ser llenado, es inmediatamente cubierto por la apelación a la fe. Esta actúa como explicación última y total de todo aquello que no puede ser explicado.


El pecado original. Miguel Angel


Son las preguntas las que conmueven estos sistemas que parecen de piedra:
¿existe realmente un dios?
¿hay una ley eterna que sea igual para todos y en todo momento?
¿por qué habría que cumplir esa ley a rajatabla?
¿si no la cumplo por qué me vuelvo un pecador que merece ser castigado?
¿qué justicia divina puede existir si ya antes de nacer soy pecador y estoy condenado?
¿esto es válido aún si no soy creyente?

Estas son solamente algunas, seguramente pensando un poco podríamos hacer unas cuantas más.
A lo que apunto en este comentario de hoy no es a cuestionar la religión sino a ver que si esta se ha tomado tanto trabajo y es aceptada por millones de personas en el mundo, es porque cubre un aspecto de la sociedad y de cada uno de nosotros muy importante.

Si a cada una de las preguntas que hicimos contestamos negativamente, si decimos que no hay un dios, que tampoco existe una ley eterna y que, por lo tanto, no hay obligación alguna de cumplir lo que no existe, si tampoco resulta que soy pecador ni que debo ser castigado, entonces….entonces el sufrimiento, la enfermedad, la muerte quedan sin justificación alguna.
Quedamos desnudos ante los avatares del vivir.

Dios, la ley, el pecado, son los grandes explicadores del acontecer humano. Más que explicadores son  los grandes ordenadores. No importa que yo no entienda porque hay niños que mueren en el vientre materno, o por qué el dolor de la enfermedad, o que no llegue a comprender tantas otras cosas, la religión me dice que esto es por mi pequeñez, pero que debo estar tranquilo porque hay una mente divina que todo lo sabe, que conoce todas las respuestas y más que eso, ella misma es la que hizo que las cosas fueran así. O sea, en todo existe un orden, todo tiene un sentido, nada es casual.


El juicio final. Miguel Angel

Los hindúes lo graficaron de manera muy sencilla, el lugar en que nacemos en el mundo y todo lo que nos sucede a lo largo de nuestra vida depende de todo lo que hemos hecho en nuestras vidas anteriores, a eso llaman karma, o sea que obedece a una justicia y un orden divinos. Si nací pobre, sin posibilidades, es porque merezco eso, porque en mis vidas anteriores seguramente no fui buena persona, por el contrario, el rico es quien hizo mérito para obtener esto, quien fue suficientemente bueno, él también merece esa riqueza.

Estas ideologías nos llevan a creer siempre que “por algo será”, que todo tiene una explicación basada en nuestro comportamiento, lo sepamos o no. Todo responde a un orden, por lo tanto está bien que ocurra como ocurre, es como debe ser.

Si no existe un ordenador del universo,  alguien que hace encajar todas las piezas, el rompecabezas se desarma y deja ver el vacío, muestra que el dolor no tiene sentido, que la enfermedad, la frustración, la muerte, son hechos que no responden a un objetivo mayor, supremo, que tiende a un fin que no conocemos.
Donde se ve humo, suponemos que hay fuego, donde hay dolor, podemos pensar en un proceso, la pérdida  de algo o alguien amado, un deseo incumplido, una frustración, una enfermedad, y nada más, todo se reduce a eso. La ciencia nos podrá dar alguna explicación, decirnos porque nos duele la pierna, pero no nos puede dar un sentido.
En última instancia, esto significa que la vida, que nuestro vivir y estar en el mundo tampoco tienen sentido.

Estoy porque estoy, sucede.  Esto angustia porque me quita la posibilidad de culpar a alguien que no sea yo mismo, si no hay dios tengo que hacerme cargo de mi propia vida y de qué pongo como norma para mi conducta, qué valores me doy a mí mismo. Ya no esperaré que una iglesia me diga si se puede abortar o no, o si la homosexualidad debe ser permitida, o si mentir es malo, o si puedo tomar alcohol o comer carne un viernes santo.









No nos enseñan a ser libres, a pensar y decidir por nosotros mismos, todo lo contrario, por eso la falta de sentido nos angustia, nos causa pánico, horror. Quizá por esto los humanos siempre buscamos aferrarnos a alguna creencia, no importa cuál sea esta, pueden ser los dioses, o los extraterrestres o santos creados por nosotros mismos o cábalas caseras. Esto lo saben muy bien los sistemas políticos profesionales que buscan darle un orden a las personas, una ideología, símbolos y cantos, y señalarles un futuro, un mundo mejor, sobre todo los fascismos que implican una creencia y adoctrinamiento muy fuertes.

Sería maravilloso que todo tenga sentido, una causa y una finalidad, porque eso nos hace sentir protegidos y nos permite la fantasía del control: si soy bueno, si cumplo con la ley, con lo que dios o el presidente, el rey o simplemente mi padre me mandan, estaré cubierto, y si no acá, luego de muerto seguro seré ampliamente recompensado. De algún modo tengo el poder  con mi conducta. Si alguien camina por la calle y cae una maseta sobre su cabeza, sabré que “por algo será”, que hay un poder detrás de eso que determinó que fuera así, “que ese era su momento”, que “así esta escrito”.

El azar queda cubierto, el caos ya no existe, el vacío ahora es un huerto, puedo dormir tranquilo porque hay un orden y entonces, la sociedad también es parte de ese orden, y si tengo una vida ordenada viviré bien y moriré en paz. 

A esto apelan los religiosos o  los políticos profesionales cuando nos presagian el caos si no hacemos lo que nos dicen. Si algo asusta de la revolución es la idea de trastocamiento, de fin del orden que tiene asociada.

Recuerdo a una amiga a la que alerté ante los peligros de transitar una zona realmente peligrosa de la ciudad, a solas y en la noche. Me contestó que estaba tranquila porque Dios la protegía.
No le pasó nada, porque ya le había pasado algo que ella no sabía ver, que no era capaz de saberse vulnerable, de saberse precaria.
Durante la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia, se decía que ante un caso límite eran más peligrosos los occidentales porque creyéndose autorizados por su dios y por lo tanto acreedores de una vida post mortem en el paraíso, eran capaces de desatar una guerra nuclear, los comunistas, por ser ateos, no tenían esta salida, sabían que esta vida era su única oportunidad, por lo que estarían dispuestos a cuidarla evitando una guerra.

El girasol. Gustav Klimt. 1907






Y así llegamos al punto central: si no hay un sentido trascendente, cada uno de nosotros es el que debe darle un sentido  a la propia vida, el que debe determinar sus reglas y valores y sobre todo, el encargado de cuidarla.







Hasta la muerte puede ser encajada y comprendida como una forma del cambio, pero el dolor es quien rompe toda posibilidad de entendimiento y aceptación, el sufrimiento acaba con toda idea de orden y sentido. Si hay dolor no hay justicia.


La vida no es justa ni injusta, ni tiene por qué serlo, es simplemente vida. Somos los humanos los que hacemos la justicia o la injusticia, el mundo es azar, procesos siempre en movimiento, fluyendo, chocando, interponiéndose, nosotros somos los encargados de darle un orden, siempre precario, siempre cayéndose y rearmándolo con nuevas ideas o procedimientos que también avejentarán y decaerán.
En definitiva, nosotros, los simples humanos con nuestro hacer somos los dadores se sentido. 







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