sábado, 17 de agosto de 2013

65 - Grullas por la paz


El único edificio que quedó en pié.Hiroshima


65
Grullas por la paz


 Este comentario seguramente para muchos no estará en la fecha indicada,
 porque los recordatorios, como
los cumpleaños, como todo lo que está pautado en esta civilización que hemos sabido crear, tiene un día y horario adecuado.
Recordamos en las fechas correspondientes y olvidamos en las siguientes por eso no me interesa que sea oportuna esta nota, solamente que sea.

Me animo a generalizar y decir que todos buscamos la felicidad, que deseamos llegar a esos momentos en que todo parece estar iluminado y brillar.
Me pregunto: ¿es posible ser feliz?
¿Cuál es el costo?
Los instantes felices son de profundo egoísmo, de un olvido total hacia lo que nos rodea, por eso en un momento cercano se rompen, el espejismo es atravesado.
¿Cómo se puede ser feliz cuando estamos rodeados de dolor? Aún las sombras de Hiroshima y Nagasaky ensombrecen al sol. Hoy hablaré de ellas, o mejor dicho de su destrucción y de los que allí murieron.

Es verdad, ya no podemos hacer nada más que recordar y silenciarnos un minuto en homenaje a todos aquellos que fueron tan buenos o malvados como podemos serlo nosotros.
Pero las sombras no se agotan en ellos. Si el tiempo no retrocede y nos da otra oportunidad, hoy sí la tenemos porque en África siguen matando, porque los campos de concentración como Guantánamo están muy cerca, porque el exterminio de los pueblos originarios está sucediendo ahora, los misiles están volando hacia su blanco y los traficantes de drogas y armas avanzan sobre nuestro niños.
Hiroshima y Nagasaky nos deben recordar también que ahora es tiempo de hacer algo. Ahora.


Bomba Litle Boy sobre Hiroshima
Estamos en la guerra entre Estados Unidos y Japón, es el día 6 de agosto de 1.945, un avión de guerra B-29 bautizado como Enola Gay deja caer sobre la ciudad de Hiroshima el primer ataque nuclear de la historia.
A los pocos días, el 9 de agosto de 1945,  Estados Unidos lanzó una segunda bomba nuclear sobre la ciudad de Nagasaki, lo que forzó la capitulación de un Japón que ya estaba derrotado  y puso fin a la Segunda Guerra Mundial.
De este modo los nombres de Hiroshima y Nagasaki por siempre serán recordados como  los dos únicos ataques atómicos de la historia y en más se convertirán en un perpetuo monumento al horror de las guerras y al clamor por la paz.


Instante de la explosión sobre Hiroshima
Bomba Fat Man sobre Nagasaky



Foto desde un bombardero



















En Hiroshima se levanta el Parque de la Paz muy cerca del lugar donde fue detonada la bomba que acabó de forma inmediata con la vida de unas 80.000 personas y con el tiempo siguió matando por lo que para finales de 1945 los muertos se elevaban a unos 140.000 y las víctimas por la radiación en muchos años posteriores fueron muchas más. En ambas ciudades, la gran mayoría de las muertes fueron de civiles, personas como vos o yo, como cualquier otra. Generaciones de japoneses debieron soportar malformaciones en sus nacimientos por causa de la radiactividad.

Lo importante era probar las bombas, ver en la práctica su funcionamiento y dejar bien claro a la humanidad, especialmente a los rusos, de qué eran capaces los guerreros norteamericanos, seguramente pensaron que la muerte de miles de inocentes eran “daños colaterales”, o sea, consecuencias no deseadas pero inevitables. La gran mentira que aún hoy escuchamos. Mentira porque la guerra es evitable. Estas bombas también, los documentos prueban que Japón ya en 1943 quería tramitar la rendición.

La ciudad después de la bomba

Hiroshima. Monumento realizado con escombros metálicos.

El diario La Nación publicó el 4 de agosto de 2013 un texto que me pareció hermoso y pertenece a Fernanda Sandez, llamado “Los pájaros de Hiroshima, entre la plegaria y el desdén”,  el que dice:

“Algo pasa con los pájaros. Algo nos pasa con ellos. Los hicimos mensajeros de los dioses, espléndidos como Garuda (el pájaro que transporta deidades por el firmamento de la India) o el Fénix. Hemos leído el futuro en sus entrañas, los pusimos a custodiar templos y ciudades y alguna otra vez hasta decidimos que su vuelo no era otra cosa que la caligrafía de Dios.

Leyenda sobre leyenda, pluma sobre pluma, muchas de nuestras historias incluyen pájaros y la de la tragedia de Hiroshima (de la que se cumple un nuevo aniversario pasado mañana) mal podía ser la excepción. La historia es conocida: el día en el que un pájaro metálico llamado Enola Gay dejó caer un hongo anaranjado, la niña Sadako Sazaki (de dos años entonces) comenzó a morirse en secreto. Sobrevivió al estallido, sí, pero un día cualquiera, diez años más tarde, descubrió que ya no podía correr. Le diagnosticaron leucemia y le contaron a su madre que no viviría mucho. Su amiga Chizuko le contó otra cosa: le habló de una leyenda antigua, le dijo que los dioses conceden cualquier deseo (incluso sobrevivir a una bomba atómica) a quien logre hacer mil grullas de papel. Sadako, esa misma noche, se puso a plegar lo que tenía a mano: recetas médicas, prospectos, servilletas, cualquier cosa próxima a su cama de internación. Llegó a plegar 644. Sus compañeros del colegio plegaron por ella las 366 que faltaban. Así tocó la tierra Sadako: rodeada por el más hermoso de los cortejos, grullas amasadas por manos amigas.
Sadako Sazaki






Desde que esta historia se hizo pública, en 1977, cada año y desde cualquier lugar de la Tierra vuelan hacia Hiroshima bandadas de grullas de papel. Un alado pedido por la paz que hasta tiene su propio monumento: una nena que sostiene en sus palmas un ave plateada. Desde entonces, también, los pájaros también han sido otros. Tardaron un tiempo en volver a Hiroshima, en volver a confiar en esa tierra arrasada. Suele ser así: los pájaros huyen de la muerte, y tal vez por eso también hay quien dice que las aves modifican su rumbo para no ver Auschwitz. Sin embargo, por el tiempo en que funcionó allí un campo de exterminio, con sus crematorios y sus cámaras, los pájaros (alondras, mirlos, petirrojos) estuvieron viéndolo todo. Y siendo a su vez observados por Günther Niethammer, un guardia nazi aficionado a la ornitología. El teniente Niethammer llevó adelante precisas observaciones. Apuntó todo: vuelos, plumajes, colores. El incesante desfile de trenes embarazados de prisioneros nunca fue para él más que paisaje. El lienzo sobre el que se recortaban las aves que lo apasionaban.


Entre las grullas de Sadako y los mirlos de Niethammer parece haber pasado bastante más que tiempo. De la mirada del científico que mide y promedia en pleno infierno a la niña afiebrada que sobrevivió al infierno cabe un universo completo, con sus soles. La niña reza con los dedos; el hombre mira desde atrás de cristales. El mundo de Sadako no podría ser más nuestro; el de Niethammer, tampoco. Tal vez eso sea lo que saben los pájaros: que entre una y otra cosa suele haber no más de un arco de distancia. Ése es quizá también el verdadero desafío que nos sigue murmurando Hiroshima: vivir, todos nosotros, decidiendo a cada instante entre el toque y la indiferencia, entre la plegaria y el desdén. Con su origami desesperado, Sadako nos contó más sobre los pájaros que Niethammer en las páginas de su cuaderno. Después de todo, puede que los giros de las bandadas contra el cielo realmente sean la letra de Dios. Lástima que ya casi nadie recuerde el idioma.” *

Monumento a Sazaki



Tres años después, cuando su historia empezó a ser conocida, todos los niños de Hiroshima llevaron una grulla hecha por ellos mismos para inaugurar una estatua con Sadako con una grulla que sale de sus manos como si quisiera echar a volar. La grulla se convirtió en el símbolo de la paz.

En la base de esta estatua esta escrito: “Este es nuestro grito. Esta es nuestra plegaria: paz en el mundo”.

Desde entonces en los alrededores de su estatua, miles de personas dejan sus  grullas de papel para recordar a Sadako y a todos los niños que murieron a causa de las bombas atómicas.








La rosa de Hiroshima

Piensen en las criaturas
Mudas telepáticas
Piensen en las niñas
Ciegas inexactas
Piensen en las mujeres
Rotas alteradas
Piensen en las heridas
Como rosas cálidas
Pero oh! no se olviden
De la rosa de la rosa
De la rosa de Hiroshima
La rosa hereditaria
La rosa radioactiva
Estúpida e inválida
La rosa con cirrosis
La anti-rosa atómica
Sin color sin perfume
Sin rosa sin nada

Poema de  Vinicius de Moraes













*  http://www.lanacion.com.ar/1607261-los-pajaros-de-hiroshima-entre-la-plegaria-y-el-desden











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