94
Philomenas
Acabo de
ver la película Philomena, realizada al mejor estilo inglés, con la distancia
casi carente de demostraciones de afectos que los caracteriza. Confieso que mi
parte latina quedó un poco desilusionada como con esas comidas sabrosas pero a
las que sin embargo les falta algo, un poco de algún condimento que habría
hecho la gran diferencia.
En ella se
muestra sin dramatismos la apropiación de niños con fines de “adopción”
realizada por parte de la iglesia católica en Irlanda.
Esto no
podemos dejarlo reducido a ese momento y país, pues es el mismo procedimiento
usado en las “colonias” con los hijos de las “salvajes idólatras” o en nuestras
tierras. Son incontables las historias en el norte argentino, aunque supongo que en
el resto del país y de nuestra América se repiten.
Los
derechos humanos, los derechos de los niños siempre resultan ser muy inferiores
a la misión de la iglesia de salvar almas y proporcionar a los niños “buenos
hogares católicos”. Hay que salvar a esas almas inocentes de padres que los
pervertirán con creencias falsas o que los sumirán en la pobreza que los
conducirá al mal camino, alejarlos de esas madres con sus ejemplos de
incontinencia, de libertinaje pecaminoso, de promiscuidad. Es deber de la Santa
Madre Iglesia cobijarlos y protegerlos, y si es necesario mentir, violar la
ley, privar del derecho a la identidad, será necesario hacerlo y sostenerlo, y
borrar todos los archivos probatorios y cerrar las bocas para siempre. Al fin y
al cabo nada de esto es grave, nada que una buena confesión no perdonará y que
seguramente Dios entenderá.
¿Un hecho
casual?
Allí donde
la iglesia católica impuso su poder esta práctica se cumplió, por lo que no
cabe pensar que fue algo de unas pocas monjas, sino bien organizado y sostenido
en el tiempo.
Recordemos
también al papa Pío 12 quien puso bajo su cuidado a niños judíos, a los que,
pasada la guerra, no quiso restituir a sus padres naturales. En la
segunda guerra mundial, durante el Holocausto, miles de niños judíos
encontraron refugio en monasterios, conventos y escuelas católicas. Niños
provenientes de familias de religión judía fueron escondidos para ser
protegidos de los alemanes con el visto bueno de Pío 12, de ese modo lograron
ser salvados de una muerte segura. Ya terminada la guerra los familiares
sobrevivientes comenzaron su búsqueda, pero en esto el papa fue inflexible, los
niños, que ya habían sido bautizados y por lo tanto reconocidos como
católicos, no deberían ser devueltos a
sus familias de origen salvo que ellas también aceptaran el bautismo y se
comprometieran a darle educación cristiana.
Pío 12 |
Del lado nazi también jugaban sus negras cartas. En un
discurso Himmler, comandante en jefe de las SS y luego ministro del interior,
en 1943, en uno de los tres discursos que anuncian la “solución final” dijo:
“Un SS debe tener fundamentalmente presente
esto: con nadie que no sea de nuestra misma sangre hemos de ser honrados,
decentes, leales y amigos. Me es completamente indiferente cómo les pueda ir a
los rusos o a los checos. Todo lo que haya de buena sangre nuestra en otros nos
lo llevaremos, robándoles los niños, si fuera necesario, para educarlos entre
nosotros”.
Un querido amigo, Osvaldo Cucagna escribió un artículo al
que llamó “ Actualización de 'Cuestiones
sobre la Historia del robo-desaparición de niños'” del que saqué algunos
párrafos:
Juventudes nazis |
“En 1985, con motivo
del 40º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, con la colaboración
de todos los países europeos se hizo un documental sobre qué fue lo que pasó
con los niños robados-desaparecidos. Allí aparecían madres que, cuarenta años
después, reclamaban por sus hijos, y se daban datos que iban de los doscientos
mil a ochocientos mil niños robados, sobre todo en Polonia, Yugoslavia, el
resto de los países del Este y la Unión Soviética…..
“Gitta Sereny, periodista e historiadora húngara, trabajó con estos
niños robados tratando de conseguir la devolución a sus verdaderos padres, como
funcionaria encargada del bienestar infantil en la UNRRA (United Nation Relief
and Rehabilitation Administration), en la zona norteamericana de Alemania, en
1945, estando a cargo del equipo de Rastreo de Niños durante un semestre. De
entrada logró rescatar a unos cuarenta y cinco niños, de tres a ocho años, a
los que, con doscientos de otras regiones, llevó a Polonia en la primavera de
1946.
Ese Programa de
Rastreo de Niños se abandonó poco después, cuando sólo se había descubierto una
fracción del presunto total de 250.000 (teniendo en cuenta esto sólo para el
área de control de Estados Unidos en Alemania). Centenares de niños a los que
se había ubicado y miles que restaban ser hallados fueron sometidos al máximo
dolor de no ser devueltos a sus verdaderas familias. Dice Gitta Sereny:
“En una
de las decisiones más arbitrarias jamás adoptadas por la burocracia, los gobiernos
británico y norteamericano, ahora inmersos en la guerra fría con los Soviets,
decretaron que no debían devolverse los niños para que fueran educados en el
comunismo. En una carta de respuesta a mis protestas, el Departamento de Estado
norteamericano dijo que estaba actuando totalmente en beneficio de los niños,
porque no se debía permitir que los sometieran al adoctrinamiento que sin duda
soportarían y cuya seguridad física no podía garantizarse si volvían a la Unión
Soviética... fueron enviados al exterior: Estados Unidos, Australia y Canadá,
para vivir en otro país extraño, con una lengua desconocida, nuevamente
adoptados o prohijados por extranjeros”.
En el
delito de trata de personas se contempla la explotación sexual, la laboral, la
extracción de órganos pero no la explotación afectiva a la que es sometido un
niño, una niña, cuando se la apropia, se lo aísla de sus verdaderos cariños, de
quienes ama y por quienes es amado, y se lo conduce seductoramente a tomar
afecto a sus tenedores. Al menos en los otros casos no existe tal perversión,
tal grado de manipulación.
Nunca fue
más clara esa frase que dice que el camino al infierno esta pavimentado de
buenas intenciones. En este caso la iglesia y los apropiadores tranquilamente
se sienten felices consigo mismos, con su conciencia libre de culpas, pues han
hecho una “buena acción”, han librado a ese pequeño, a esa niña, de un destino
tan atroz, seguramente en la peor pobreza material o espiritual y les han dado
“una vida mejor”.
Claro que
seguramente no todo es tan santo, que las familias elegidas han sido aquellas
con cierta capacidad económica, buenas contribuyentes económicas a la santa
causa.
Al final de
la película se habla del perdón. Este es un tema harto remanido en el norte, en
el protestantismo. Para el católico el perdón lo da el cura, en secreto, para
algunas creencias no católicas el perdón lo da dios previo a la confesión
pública la que es vista como una clara señal de arrepentimiento. Recordemos el asunto
sexual del expresidente de Estados Unidos Bill Clinton con Mónica
Lewinsky que se apaciguó cuando este reconoció y pidió perdón público, o
también cuando el Papa Juan Pablo 2do pidió perdón por los abusos de la
Inquisición.
León Ferrari |
Pedir perdón cuando no hay un cambio notorio en la conducta,
cuando no se busca reparar efectivamente el daño hecho, cuando no se trata de
volver atrás, es una simple palabra que se lleva el viento, es otra forma del
engaño y un nuevo acto de violencia hacia la víctima.
Ahora, cuando ni siquiera el culpable quiere pedirlo siempre
se puede apelar a la llamada “reconciliación” que no es otra cosa que el
perdón dado a quien no lo ha solicitado y ni siquiera cree que deba hacerlo.
Esto parece un mal chiste. Ni el pedido de perdón ni la supuesta reconciliación
borran los hechos, no anulan las consecuencias, no hacen desaparecer el dolor y
la injusticia causadas, solamente apuntan a cerrar el libro y ponerlo en algún
estante muy alto donde ya no sea visto. El reclamo de justicia abierto molesta,
señala, y no permite al culpable caminar con cara inocente al sol. Perdón y
reconciliación solamente permiten que el perverso, el depredador, el apropiador
puedan caminar por la calle con tranquilidad porque han sido exculpados.
Reconozco que hay actos de perdón que muestran la nobleza de
quien los otorga, pero no en este caso porque un padre no puede perdonar el
daño que se ha causado a un niño, a una niña, a esos que son sus hijos. No
puede ni debe, porque será tarea de ellos enfrentar la realidad.
Ni olvido ni perdón dice la oración activista, pero cuidado,
que no es una súplica, no se está implorando sino exigiendo, se está apuntando
a la cabeza con esas palabras, señalando directamente al alma, si es que
poéticamente podemos aceptar que exista al menos por un rato.
Ni olvido ni perdón por los jóvenes secuestrados,
torturados, asesinados y sus cuerpos desaparecidos, por los niños apropiados
por tantas “buenas personas” las que ciertamente les han dado un hogar
cristiano y libre de malas ideas. Ni olvido ni perdón para quienes persisten en no hacer aparecer las
listas, en no dejar descansar los cuerpos, en entorpecer los juicios, en negar
su colaboracionismo, tampoco para quienes bendijeron picanas y permiten comulgar
a torturadores y asesinos.
Philomena habla de todo esto, del pecado que es siempre de
los otros, de la orgullosa monja que se cree superior porque tiene el himen
intacto, o las ideas o las creencias que corresponden también intactas, de los
apropiadores con coches caros y tapados de visón y de los otros que también se creen mejores
porque se llevado-salvado un niño condenado.
Reconciliación……Comenzaré a pensar en perdonar a la iglesia
cuando devuelva los tesoros que arrebató a los americanos, cuando pida perdón a
los dioses de nuestras tierras, cuando hable de su complicidad con las matanzas
dictatoriales; comenzaré a pensar quizá en perdonar a los militares cuando
entreguen los cuerpos, cuando presentan las listas, cuando digan dónde están
los niños arrebatados, cuando marchen
solos camino a los tribunales; veré que hago cuando los apropiadores sean
capaces de reconocer su impiedad y egoísmo.
Me parece que por ahora puedo descansar, falta mucho, creo
que demasiado tiempo, para que algo de esto comience. Y si lo hacen dentro de
cien o quinientos años ya no me importará, no estaré para perdonar por lo tanto
el pedido que hagan será estúpido.
La mayoría de las IMAGENES han sido
tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por
favor enviar un correo a
alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas
gracias por la comprensión.
Se puede disponer de las notas publicadas siempre y
cuando se cite al autor/a y la fuente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario