jueves, 27 de febrero de 2014

93 - Para no ver

93
Para no ver

Todavía las personas me sorprenden y en este caso, no me gustaría que eso sucediera, preferiría que el pensamiento, la capacidad de reflexionar acerca de lo que se dice de manera independiente a las consignas que les son ordenadas, hubiera progresado un poco más.  Me deja paralizado cuando compruebo que no es así, como soy lento en procesar, me tomo algún tiempo para la reacción.

A la sorpresa sigue el desencanto y  entonces me hago cargo de mis ilusiones, de no haber registrado convenientemente el mundo que tengo al alcance de mi mano.

Una vez más compruebo la fuerza, el poder que tienen los mecanismos de aturdimiento, de tapar los ojos y sobre todo de hacernos creer que eso que repetimos es creación nuestra, que ha surgido de nuestras neuronas cuando, para un observador  es claro que ha surgido como una verdad a partir de la mente sometedora.


He escuchado a distintas personas de las que me consta que tienen conciencia social, que tienen un pensamiento político dedicado, que en algún momento de andar histórico se han expuesto, decir con clara intención de que ese tema no sea tocado: “corrupción hay en todo el mundo”. Con el tono de la voz también dicen que es algo que no tiene importancia. Son personas que se autodefinen progresistas y hasta de izquierda y que tienen un amplio discurso por la distribución de la riqueza, la igualdad, llegando al socialismo.
Repiten: “corrupción hay en todo el mundo”
Lo que delata es que esta frase de improviso es dicha por todos, del mismo modo, casi en perfecta sincronía, como si desde un extraño centro telepático les fuera dictada.

La naturalización, el proceso mediante el cual algo perverso comienza a ser tomado como natural, como algo que es así y, como la lluvia, no vale la pena detenerse a cuestionarlo, ya está en acción. Cuando esto lo dicen precisamente aquellos que tienen lectura, que piensan el hacer político, es peligroso, porque son quienes saben que si algo no es natural es justamente la acción política.

Si decir que algo  ocurre en otros lugares es razón suficiente para que se lo deje de lado, tendríamos que aceptar entonces también las violaciones, los homicidios, las guerras;  por qué defender los Derechos Humanos si sabemos que en todos lados son violados.  Esto implica cerrar el pensamiento y por lo tanto la acción pues si no cuestionamos algo no haremos nada para cambiarlo, sino ser cómplices por inacción.

Es como cuando nos dicen “esta es la revolución posible”, “este es el socialismo posible”, lo que implica que aceptemos las cosas como ahora, en este momento son y no pidamos más, no busquemos avanzar hacia el cambio. Son mensajes que nos llevan a la parálisis, al estúpido contento con lo supuestamente logrado, desde todo punto de vista son consignas conservadoras. Su orden: no caminen hacia la utopía.

Lo grave de aceptar la corrupción es que también adormece nuestra moral y terminamos aceptando que algunos pocos se beneficien en detrimento de los muchos, permitimos que el dolor, la angustia y la falta de posibilidades aumente para estos.

El daño que causa la corrupción nos alcanza a todos y sobre todo  la pagan quienes menos tienen. Porque corrupción es sobre facturar obras públicas y entonces en lugar de hacer dos hospitales, se hace uno;  corrupción es no dar la salud y educación porque el dinero disponible se lo hace desaparecer; la muerte en los trenes o el hacinamiento en los colectivos no lo sufren quienes viajan en helicóptero o en coches blindados.










No me interesa comparar si este gobierno, esta empresa,  es más o menos corrupto que otros, ¿para qué sirve comparar, qué cambia de la realidad? Solamente sé que no habrá justicia social si hay corrupción, porque la corrupción rompe toda posibilidad de justicia porque crea diferencias y desigualdad y aumenta la desprotección de los que ya de por sí están desprotegidos. Los empresarios y los funcionarios nunca rinden cuentas, nunca van presos  y jamás se tocan sus fortunas ¿cuál es la justicia social si mientras tanto hay gente que no tiene agua o revuelve la basura buscando cartones o tienen que vivir de planes sociales cada vez más cortos?

La corrupción indica que algo se ha deteriorado, se ha podrido, y ya no es apto para la función que debía desempeñar, la madera corrupta  ya no sostiene. Cuando esto lo aplicamos a un funcionario de gobierno estamos diciendo que el sistema democrático está fallando, está en peligro,  y todos estamos tambaleando porque seguimos dando poder a quien nos esta jugando en contra, a quien nos está haciendo daño. El agua corrupta no es fuente de vida sino de enfermedad.

Extraño síndrome de Estocolmo de los pueblos que aún siendo golpeados, torturados, hambreados, reprimidos y encarcelados, siguen apoyando y hasta justificando a sus agresores.
La corrupción necesariamente va de la mano de la impunidad. Quienes están en los cargos para su propio beneficio, para enriquecerse a costa de escuálidas jubilaciones o topes salariales, de negocios tramposos, tienen el poder suficiente y el dinero para comprar voluntades para cubrir sus pasos, para asegurarse que mañana no serán juzgados siquiera y que sus fortunas no serán tocadas. ¿necesito hacer nombres?  la corrupción y la impunidad son tan claras y a la vista que todos podemos hacer una larga lista.

Hablan de trata de personas, hablan de narcotráfico, de consumo de drogas, de trabajo en negro, como si ellos no tuvieran nada que ver en estos asuntos, como si los gobiernos no participaran activamente, porque es muy claro, sin esta participación ninguno de estos delitos podría llevarse a cabo, todos necesitan de la complicidad de funcionarios de todo tipo.

De improviso dicen que Argentina es país de tránsito, consumo y producción de droga. ¿cuál es la novedad? Basta andar por las calles, leer los diarios, para saber todo esto, hace ya bastante los que andamos a pié lo sabemos. Como tampoco es novedad que hace años que los sicarios matan personas, que los cárteles están  acá y que todo esto no podría suceder si desde las gobernaciones, desde las casas de gobierno, desde las jefaturas, desde los estrados tribunalicios,  no jugaran a los monos sabios: no escuchar, no ver, no hablar a cambio de……





Esto es corrupción, esto es impunidad, y esto es enfermedad, dolor y muerte.






Entonces, cuando me dicen “corrupción hay en todo el mundo”  me sorprendo y me paralizo, es difícil entender que se reniegue de la razón, que se caiga en el más absoluto individualismo además con la tonta premisa de que esos males a mí y a mi familia nunca nos tocarán.

No entiendo  siquiera la lógica egoísta de quienes dicen esto, porque luego son los mismos que se quejan de la inseguridad, de los robos, los homicidios, son los mismos que dicen defender los Derechos Humanos  y convalidando la corrupción están otorgando pase libre a la tortura, a la coima, a la prostitución y a todo lo que ellos mismos dicen rechazar.

La corrupción que es el otro nombre de la deshonestidad, del individualismo, no tiene banderas ni siquiera sistemas políticos, tanto se da en las monarquías como en las democracias, en las derechos como en las izquierdas, porque se prioriza la salida individual, la del propio clan y se deja totalmente de lado lo comunitario. Esto es lo que hace a los corruptos peligrosos, porque en su accionar no hay un programa, un proyecto social, aunque eso digan, lo que hay es solamente su afán.

La experiencia de los años ha hecho que cada sistema de gobierno busque crear anticuerpos, formas de control, de supervisión que si bien no pueden evitar el mal sí pueden contenerlo, detectarlo en nacimiento y actuar. Esto es muy importante porque la corrupción en los gobiernos pone en peligro el equilibrio en la sociedad. Si esta ruptura del equilibrio tuviera como destino una modificación superadora de las situaciones, sería bienvenido, pero no es el caso.

Existe una memoria, una moral social que aunque los mecanismos de estupidización, de negación de la realidad, de distorsión, se hallan en pleno funcionamiento, esa moral social será la que permitirá reaccionar. Solamente el pueblo, quienes son agredidos, atacados, engañados para ser usados, son quienes pueden poner freno.



Luis Franco
Canción de los niños con hambre
(Fragmento)

¿Que aún se ignore que el hambre es
peor que todos los inviernos?
Se me saltan los ojos
y los pulsos, ebrios.
Mi rebelión aúlla oscura
más que en la nieve lobo hambriento.
Cantaré como los piratas
pulsando con el viento
y el alma desterrada
el cordaje velero.

Que ignoréis lo demás no importa:

hay niños con hambre, sabedlo.
Niños que lloran
con llanto de hombre, oh cielos.

Para que ocurra,
sabedlo,
que el sanhedrín de mercaderes
que regentea el mundo entero,
y los que guardan sus espaldas,
esté contento, estén contentos...
(por la hidrografía,
ay, del llanto ajeno,
navega la flota
de los monederos)
el mundo, el mundo se contempla,
ved, de sí mismo prisionero,
de su propia dureza, digo,
igual que un río de sus hielos.

Y tiene que haber y hayle,
es cierto,
río de hormigas, cordilleras
de falsía y desprecio
(palomas empollando
huevos de víbora estoy viendo)
y tan profunda erudición
de desencanto y sufrimiento,
y tantos rincones del alma
con telarañas y murciélagos,
y Jobes vestidos de lepra
sin más báculo que el lamento,
y golpes de tos o de sangre
en que alienta todo el infierno
como en ola de tempestad
todo el océano.

¿Infierno? No,
que no hay infierno:
hay corazones congelados.
Eso es todo, sabedlo.

Gentes que hablan con palabras
más encendidas que los besos
justamente cuando se miran
con ojos de témpano.
Oh, todo eso,
en tanto discuten el mundo
diplomáticos y barberos,
y las ganancias de los rábulas
como tumores van creciendo,
y doquier hay niños con hambre,
o muertos de hambre ya, creedlo,
y hay que los ángeles del hombre
(los tiene el hombre aún, no miento)
tapan sus ojos con sus alas
para no ver, para no verlos.










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