domingo, 2 de febrero de 2014

88 - Sexo político

88
El sexo político

“George le paseó las manos por todo el cuerpo, como para inflamar hasta el último rincón con su contacto, acariciándola de nuevo desde los hombros hasta los pies antes de intentar deslizar la mano entre sus piernas, que se abrieron un poco más, hasta permitirle llegar muy cerca del sexo.

Los besos de George revolvieron el cabello de la mujer; su vestido había resbalado de los hombros y descubría en parte los senos. Se lo acabó de bajar con la boca, revelando los pechos que esperaba: tentadores, turgentes y de la mas fina piel, con pezones rosados como los de una adolescente. Su complacencia le incitó casi a hacerle daño para excitarla de alguna forma. Las caricias le afectaban a él, pero no a ella. El dedo de George halló un sexo frío y suave, obediente, pero sin vibraciones. 
George empezó a creer que el misterio de aquella mujer radicaba en su incapacidad para ser excitada. Pero no era posible. Su cuerpo prometía tanta sensualidad; la piel era tan sensible, tan plena su boca.

Era imposible que no pudiera gozar. Ahora la acariciaba sin pausa, como en sueños, como si no tuviera prisa, aguardando a que la llama prendiera en ella.
Los espejos que los rodeaban repetían la imagen de la mujer yacente, con el vestido caído de sus pechos, sus hermosos pies descalzos colgando de la cama y sus piernas ligeramente separadas bajo la ropa.
Tenía que arrancarle el vestido del todo, acostarse en la cama con ella y sentir su cuerpo entero contra el suyo. Empezó a tirar del vestido y ella le ayudó. Su cuerpo emergió como el de Venus surgiendo del mar. La levantó para que pudiera tenderse por completo en el lecho y no dejó de besar todos los rincones de su piel. Entonces sucedió algo extraño. Cuando se inclinó para regalar sus ojos con la belleza de aquel sexo y su color sonrosado, ella se estremeció, y George casi gritó de alegría.

–Quítate la ropa –murmuró ella. Se desvistió. Desnudo, sabía cuál era su poder. Se sentía mejor

Anäis Nin
desnudo que vestido, pues había sido atleta, nadador, excursionista y escalador. Supo que podía gustarle.

Ella le miró. ¿Se sentía complacida? Cuando se inclinó sobre ella, ¿se mostró más receptiva? No podía afirmarlo. Ahora la deseaba tanto que no podía aguardar más, quería tocarla con el extremo de su sexo, pero ella le detuvo. Antes quería besar y acariciar aquel miembro. Se entregó a la tarea con tal entusiasmo, que George se encontró con sus nalgas junto a la cara y en condiciones de besarla y acariciarla a placer. George fue presa del deseo de explorar y tocar todos los rincones de aquel cuerpo. Separó la abertura del sexo con dos dedos y regaló sus ojos con el fulgor de la piel, el delicado fluir de la miel y el vello rizándose en torno a sus dedos. Su boca se tornó cada vez más ávida, como si se hubiera convertido en un órgano sexual autónomo capaz de gozar tanto de la mujer que si hubiera continuado lamiendo su carne hubiera alcanzado un placer absolutamente desconocido. Cuando la mordió, experimentando una sensación deliciosa, notó de nuevo que a ella la recorría un estremecimiento de placer. La apartó de su miembro a la fuerza por miedo a que pudiera obtener todo el placer limitándose a besarlo y a quedarse sin penetrarla. Era como si el gusto de la carne los volviera a ambos hambrientos. Y ahora sus bocas se mezclaban, buscándose las inquietas lenguas.

La sangre de la mujer ardía. Por fin, la lentitud de George parecía haber conseguido algo. Sus ojos brillaban intensamente y su boca no podía abandonar el cuerpo de su compañero...”

Extracto de “La mujer del Velo” escrito por Anäis Nin


Gracias al feminismo ya es indiscutible que lo personal es político, que nuestra vida, en la medida en que la vivimos en medio de otras personas a las que modificamos con nuestra presencia, con cada acto que hacemos y aún con los pensamientos, esta conectada con la polis, es parte de la polis. En todo vivir existe una ideología, un sistema que nos presta un modo de entender y pensar los acontecimientos, porque esta ideología es la que nos autoriza a pedir “mano dura” o “mayor educación”, o es la que nos lleva a abstenernos de implicarnos en los problemas comunes, en definitiva, porque no podemos dejar de ser políticos. Atención, digo políticos en serio, los que hacemos la convivencia, los que ante la opción de la palabra o la violencia volcamos la balanza en un sentido u otro, los que creamos la ciudad y el país con nuestra actividad diaria, también  hay aquellos que se apropiaron del nombre y se autodenominan “políticos” que son los que viven de los cargos públicos y sus privilegios, no son de estos de quienes hablo.

Lo personal, no importa que fuere, siempre es político, aún las postura que tomamos en la cama, en el sexo, en el modo cómo se toman las decisiones entre las sábanas acerca de qué y cómo se hace. Es político aceptar o rechazar cuando el otro, la otra, nos dice “no”, “hoy no tengo ganas” o “así no me gusta”.


Kitagawa Utamaro. 1788

Es político compartir el goce, procurarlo a quien esta con nosotros en ese momento, compartir mi cuerpo como el pan y el vino, tan político como lo opuesto, como no importarme el placer de quien está conmigo o usarlo, usarla, para mi satisfacción y punto.

El modo cómo me paro ante la vida en general, ante las relaciones que entablo, sean estas profundas o fugaces, es parte de mi ser en el mundo, de la configuración de mi interior, no esta separada de mis pensamientos y sentimientos, es parte de ellos, es el modo como los lanzo al universo que voy creando al dar la mano, un beso o una trompada.
Me resisto a creer que esto sea solamente un trozo de vida íntima y que no deja trazos en quienes se han cruzado conmigo.
Henry Scott








Lo personal es político.







Hemos ido conquistando nuestra libertad, y eso significa reconocernos como personas, como seres que sienten y piensan y tienen sensaciones únicas , y que todo esto nos resulta necesario y por esto valioso. No somos solamente una máquina de producción, un “ciudadano” más al momento del voto, antes que nada somos seres vivos con capacidad de sentir lo que implica abiertos a recibir de los demás y también a dar. Esta es la esencia de lo político, la conexión con quienes me rodean y con quienes vamos formando esta calle, este barrio y ciudad, el mundo.

Todo esto que somos y damos no es intrascendente, no queda relegado únicamente a nuestro dormitorio, va del colchón al estrado,  va dando forma y esa gota unida a otras que van en igual sentido, van empujando el cambio. Y es aquí dónde quiero relacionar este tema directamente con la forma de gobierno, porque en definitiva, no se puede ser democrático en las ideas y autoritario en las acciones, entre ellas, el sexo.

No hace tanto tiempo que conquistamos la posibilidad de elección de nuestra pareja, que nos independizamos de la mirada y la decisión paterna enarbolando nuestro derecho al acierto y a la equivocación, a vivir lo que queremos y no lo que nos imponen.
Esto significa mucho más de lo que parece, porque para lograr esto debimos acabar con el poder autoritario del padre, de aquel que imponía y decretaba aún sobre la cama de sus hijos y determinaba que los sentimientos no eran para ser vividos.
También  nos separamos de la autoridad de las religiones, las que mantenían un estricto control sobre nuestros deseos, fantasías y cuerpo. Ellas determinaban qué y con quién hacer y culpabilizaban el placer. Eran un verdadero atentado contra natura. Alejarse del pecado, del cuerpo, del deseo y del placer se convirtieron en la regla.
 
La pareja. Rafael Sanchez García

Las mujeres al abrirse camino hacia su propio reconocimiento como personas independientes y capaces de autodeterminación comenzaron una verdadera revolución, un cambio tan profundo que todavía falta cumplir su mayor parte. Esta presencia también se ve en la posibilidad de elegir, de decidir sobre su cuerpo, en definitiva sobre sí misma, en no aceptar ser un objeto sino alguien con preferencias y deseos propios.  Esto se refleja en las leyes de salud reproductiva, en la posibilidad de acceso a los derechos, y otras que ya las hemos incorporado como naturales pero que no tienen tantos años de existencia como son la de divorcio y la de patria potestad compartida.

La presencia de modos de vivir la sexualidad más allá de la manera socialmente “permitida”, reglamentada, e incluso la propia identidad que aparecen en las leyes de matrimonio igualitario y la de identidad de género.

Estas son algunas de las cosas que han estado sucediendo y que nos muestran que la vida esta cada vez menos condicionadas por las prescripciones religiosas,  familiares o tradicionales que las del pasado. En todas se evidencia una mayor equidad sexual y emocional y sobre todo la posibilidad de elegir de manera personal en función del propio proyecto de vida.

Rubens

Esto no hubiera sido posible si nuestra mentalidad no se hubiera alejado del autoritarismo, de la inflexibilidad de los mandatos familiares, religiosos o sociales, si no hubiéramos tenido el coraje de impulsar cambios.
Esto no hubiera sido posible si no hubiéramos avanzado en un proceso de democratización de nuestras relaciones que implica la aceptación de la diferencia en cada uno de nosotros y en los otros. Aceptar en mí esto que me hace único porque me reconozco diferente y con derecho a vivirlo, siempre y cuando no haga daño a los demás; aceptar también en el otro sus diferencias y el derecho a vivirlas sin que por eso me tenga que sentir afectado en lo personal.  Es reconocer que su libertad implica también la mía, una no está separada de la otra.
Seguramente muchos se quieren adueñar de este proceso y decir que fue por su obra o por tal o cual gobierno que se logró esto, nada más falso, los cambios provienen desde lo profundo de la gente y no desde las cúpulas vaticanas o gubernamentales. Al contrario, estas si pueden frenan toda modificación lo hacen porque temen que sus privilegios se vean menoscabados.

Esta posibilidad de elegir mi sexualidad, con quién y cómo quiero vivirla, o incluso, abstenerme, de decidir si tener o no hijos y su cantidad y momento, el nombre que quiero darme es parte del juego democrático que no sería posible si nuestras cabezas ya no estuvieran funcionando de ese modo.







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