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¿Creer?
Muchas
veces he encarado el tema de las creencias sin el ánimo de convencer a nadie.
Las creencias no son racionales, nada tienen que ver con el pensamiento lógico,
por eso se puede creer en cualquier cosa, aún en la más inverosímil. Esto mismo
las hace impermeables a los argumentos y razones en contra que se puedan
esgrimir. Tampoco hablar de la realidad ayuda porque las creencias hacen a un
costado lo que los sentidos nos muestran y que minuto a minutos podemos
comprobar, pues de otro modo nuestra vida sería imposible.
Por ejemplo aunque
no tengamos el concepto o que la conozcamos con este nombre, sabemos que existe
la ley de gravedad, que si soltamos un objeto este necesariamente caerá, pero
para un creyente esto es relativo porque para ellos también existen personas
invisibles que se elevan por el aire y viven en mundos también invisibles, por
citar solamente un ejemplo. Por eso es mucho más fácil que se pase de una
confesión religiosa a otra, por ejemplo del catolicismo al protestantismo o viceversa,
porque se está dentro del mismo sistema de creencias.
Lo que sí
me parece muy importante es que estemos informados. El saber sí ocupa lugar y
produce cambios, nos da herramientas y abre puertas.
Mantener a
las personas en la ignorancia, anularles
la curiosidad natural, hacer que se perviertan en las trivialidades tinelescas
es una estrategia de poder por la que una clase social sutilmente somete a las
mayorías y tira los hilos para manejarla a gusto.
Sigo
alrededor de las creencias cristianas no porque sean más o menos significativas
que otras, sino porque son las impuestas en occidente. Hablo en plural al decir
“cristianas” porque no hay una sola, aunque las más divergentes a la hegemónica
fueron anuladas mediante la espada y la hoguera en los siglos anteriores, hoy podemos encontrar diferencias ya sea entre
las llamadas protestantes mismas, como entre estas y la católica.
Todas
parten de algo que también tienen en común con el judaísmo y el islamismo: la
biblia.
Al decir “biblia”
no hay que agregar nada más, todos sabemos, aunque sea muy superficialmente, de
qué estamos hablando y es en esto donde hallamos la primera cuestión. La
palabra “biblia” proviene del griego y significa “libro”, sin ningún otro
aditamento. De ahí provienen también otras palabras como biblioteca o
bibliografía. O sea que biblia puede ser cualquier libro, tanto el científico
como el de recetas de cocina. La religión se ha apropiado de esta palabra y con
ella ha nombrado a los que considera sus libros de cabecera y es esta
precisamente la primera manipulación
ideológica. Al hacer esto da a entender que existiría un único libro, solamente
uno que debiera tener legítimamente este nombre, el único que si sucediera un
desastre debiera ser rescatado.
Destrozar cualquier otro puede ser censurable, pero hacerlo con la
Biblia es considerado un atentado, un sacrilegio porque además está considerado
un objeto sagrado, algo que debe ser tratado con veneración y respeto. Pensamos
en la contradicción que representa cuidar así a un libro y al mismo tiempo sí
quemar en la hoguera a un ser humano porque piensa distinto.
Algo
también para tener en cuenta es que la Biblia en realidad está compuesta por
alrededor de 70 libros, de tamaños variables, que incluyen a los llamados del
antiguo testamento, o sea los de la religión judía y los del nuevo testamento,
los cristianos, escritos con siglos de diferencia entre unos y otros y por
autores diversos y desconocidos. Calculemos que estamos hablando a partir de
1500 años antes de Cristo. En estos 3500 que van desde aquel entonces, es
posible que por varios motivos se hayan suprimido o agregado conceptos,
modificado en mayor o menor medida sus contenidos. Incluso si miramos los
libros que incluye la Biblia católica
vemos que es diferente de algunas protestantes e incluso de ortodoxas, aunque
todas son cristianas. Esto ya de por sí nos tendría que hacer pensar.
A todo esto
tenemos que agregar que los textos son “interpretados” por los curas o
pastores, o sea que ellos son los que determinan en esta galería de palabras y
creencias, lo que debe ser tomado en cuenta y que no, y el sentido que se le
debe dar. Este trabajo de interpretación es el fundamento de la manipulación,
estos textos variados son usados, con la excusa de que son la palabra divina, para
indicar a las personas convertidas en ovejas ignorantes de lo llamado por ellos
mismos superior y sagrado, que camino deben tomar y qué tienen prohibido.
Recordemos que el católico común no puede interpretar, esto está reservado exclusivamente
para las jerarquías eclesiásticas.
Esto es lo
central, nada puede ser cuestionado porque entonces se esta cuestionando a la
divinidad misma. Cuando, hablando en términos mundanos, en realidad lo que
tenemos que decir es que se cuestiona es
la autoridad de los hombres dirigentes religiosos.
En uno de
estos comentarios ya hablé de que al parecer a María, la madre de Jesús, los
textos no la llaman virgen sino “mujer joven”, lo que implica una enorme
diferencia y también el uso y abuso que se hace de lo sagrado para, como en
este caso, controlar la sexualidad y por esta a las personas.
Si tomamos,
por ejemplo, los Evangelios, o sea los libros que cuentan la historia de Jesús,
tenemos que considerar que estos fueron escritos mucho después de su muerte, y
que al parecer son una recopilación de dichos o anécdotas trasmitidas
oralmente, agrupadas según el interés que se le quiso dar a la narración y
unidas con distintos rellenos, por eso no siempre coinciden entre ellos. Se
sabe que los escritores no fueron testigos de la supuesta vida de Jesús sino
que recibieron estas anécdotas y dichos de boca de otras personas, les dieron
forma, una redacción adaptada al mensaje que querían trasmitir, o sea desde el
comienzo mismo tuvieron una finalidad política. Esto hace que incluso se pueda cuestionar la
existencia histórica de Jesús mismo.
Si esto es
así, ¿cómo podemos confiar en lo que estos libros dicen?
La creencia
es ciega, no se fija en estos detalles tan “mundanos”, a tal punto se entrega
que por estas hojas de papel son condenados los homosexuales y lesbianas a una
eterna “desviación” y ya que estamos, al infierno, los divorciados mirados como
si tuvieran alguna enfermedad contagiosa, los pobres convertidos en objetos de
lástima a los que se les debe dar limosnas, las mujeres en incapaces. Por estas
mismas páginas no hace mucho miles de personas fueron llevadas a vuelos de la
muerte o torturadas, seguramente, “por el bien de su alma”
Rebecca Guay |
Carl Sagan
dijo:
“No puedes convencer a un creyente de nada
porque sus creencias no están basadas en evidencias, están basadas en una
enraizada necesidad de creer.”
En estos
momentos en que nuevamente muchas luchas son disfrazadas con las creencias para
no declarar los verdaderos intereses que las impulsan. En que las derechas más
furiosas se visten de “amor incondicional” y predican solidaridad, debemos
estar atentos y conocer las bases de estas mismas creencias, no para determinar
si alguna es mejor que otra, como por ejemplo los sueños, no hay uno mejor,
todos son sueños, acá sucede lo mismo, con más o menos detalles o ribetes
fantásticos, todas, unas y otras, orientales y occidentales, son creencias.
Es
necesario, diría imprescindible, provocar una ruptura entre el mundo de las
fantasías, aquel en que no existe el tiempo porque es eterno, en el que no hay
lugares sino cielos, infiernos, limbos, aquel en que los milagros, las
maravillas son cosa diaria, con el de la realidad en la que no tenemos todo el
tiempo para esperar que algo suceda, en la que es necesario poner el cuerpo,
comprometernos y hacer para lograr algo. Esta realidad en la que no hay libros
sagrados, sino que día a día tenemos que ir escribiendo el propio, por aquello
de que “no hay camino, se hace camino al andar”.
La realidad
seguramente tiene cosas muy duras, muchas de las cuales son difíciles de sobrellevar, pero ella es nuestra única posibilidad, no tenemos algo
más allá de nuestro cuerpo y de este mundo en el que somos. Las creencias,
cualquiera que ellas sean, no nos solucionarán los problemas. Podrán ayudar a
nuestra esperanza o desaliento, pero en definitiva, somos nosotros quienes
tenemos que poner manos a la obra.
Les dejo el poema “En el vagón del subte” escrito por
Charles Reznikoff
En el vagón del subte...
En el vagón del subte todos leen con atención
sus periódicos;
estudiantes de la actualidad, sin duda.
Guerra en Vietnam, crisis en Medio Oriente,
conflictos entre rusos y chinos.
Pero cuando el tren llega a la estación,
jóvenes y viejos se precipitan al andén;
parece que han sido simplemente
estudiantes de los programas de carreras.
Pero no todos:
un hombre permanece sentado,
lápiz en mano,
absorto en sus pensamientos,
haciendo un crucigrama.
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