miércoles, 1 de enero de 2014

83 La ventaja de los años

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La ventaja de los años

La ventaja de haber vivido algunos años y sobre todo en estos tiempos de tan rápido cambio, en los que  cada década trae novedades y modificaciones profundas, a veces tan aceleradas que no nos dan tiempo a adecuarnos, es que podemos ver las diferencias y ya, aunque sea provisoriamente, sacar algunas ideas.
Recuerdo que durante mi niñez lo importante era la autoridad, ya fuera la de la verdad, de la ciencia, de la religión,  de los cargos, de las maestras, y sobre todo la autoridad de los padres. Una frase que repetidamente se escuchaba es que no era necesario que el padre, el varón,  hablara, con que mirara ya era suficiente para que entendiéramos y cumpliéramos. La autoridad también implicaba infundir miedo.




Eran los tiempos de lo estricto, de los alumnos en fila de la que se debía
 ver “únicamente una cabeza” y que con el brazo extendido se “tomaba distancia”, era la que se consideraba la medida óptima entre los compañeros.



Época de los límites rígidos, de las conductas regidas por campanas o timbres porque el capitalismo necesitaba obreros capaces de obedecer y ser manejados por sonidos, necesitaba empleados de oficina que cumplieran puntualmente los horarios y tuvieran una vida muy “ordenada” que les permitiera ahorrar energía para gastarla en producir. La escuela era una fábrica con cumplimiento riguroso.

Y no olvidemos, también soldados, también prusianos obedientes y capaces de ir a la muerte aunque no supieran cuál era el motivo real, época de dos guerras mundiales, de millones de muertos, de Hiroshima y Nagasaki, soldados también capaces de no preguntar, de no cuestionar ni pensar, solamente cumplir la orden, al igual que los obreros y los niños

El pelo muy corto en el hombre, peinado con fijador, y solamente camisas blancas o celestes.




Luego todo cambió, aprovechándose de alguna frase de Freud se impuso la idea del laissez faire. Los padres tomaron horror a los límites y dejaban a los niños librados a su deseo, constreñirlos era un pecado capital.

El capitalismo entraba en otra de sus etapas, el liberalismo comenzaba a imponerse con más fuerza,  el requerimiento de obreros disminuía en la medida en que crecía la automatización de las fábricas, las máquinas iban reemplazando a la mano de obra humana.

El pelo largo en los varones, camisas ahora de colores y estampadas, el amor libre.
También cambiaron criterios, ahora la escuela debía producir personas creativas, innovadoras, capaces de aportar nuevas ideas para diseñar nuevas máquinas, y todos los productos que hoy conocemos, y para eso no debían someterse a las normas estrictas, a los límites severos, porque se sabe que el sometimiento a la ley, a la autoridad, mata neuronas. Recuerdo el mayo francés en que la juventud irrumpe en la historia con “prohibido prohibir” y “la imaginación al poder”, Estados Unidos derrotado en Viet Nam. La información también rompe diques y circula, así nos enteramos de  los horrores de esa guerra, de los desastres causados por el napalm, de la masacre de My Lay en que un escuadrón del ejército de Estados Unidos asesinó a 450 personas, la mayoría mujeres y niños.

Viet Nam 





Desde aquella época tan estricta y dónde todo parecía inmodificable a esta que acabo de contarles, pasaron poquísimos años. En muy poco tiempo la sociedad osciló, el péndulo pasó de un punto al opuesto.





Hoy ya estamos en otro momento, el neoliberalismo mecanizado casi no requiere de obreros, por eso hay un peligroso excedente de humanos que deben ser contenidos para que no causen problemas. Es imperioso el aumento de la clase media porque ahora lo importante es el consumo, todo tipo de consumo, aun el de drogas. El aprendizaje se ha vuelto un juego porque todo debe ser divertido y genial.

En mi niñez todo tenía otro ritmo y el tiempo otro significado, los viajes eran largos y tediosos, nuestras madres demoraban horas haciendo la comida, los bebés nacían cuando ellos lo decidían ahora es el médico el que pone la fecha y horario, porque bien sabemos que el tiempo es oro. Las cosas cambiaron con el café soluble, un poco de agua caliente y dos cucharadas, a revolver y listo para tomar, luego el magiclick hizo casi inútiles los fósforos y ahorró tiempo, y por fin el gran microondas que calienta todo, se detiene solo y mientras se pueden hacer montones de cosas.

Y ya sabemos, se puede jugar a la pelota, no en la vereda sino en el televisor o en la computadora, hasta se puede tener una relación y sexo, mucho sexo, frente a la pantalla. Solamente somos alguien si aparecemos en alguna pantalla, no importa cuál, cuantas más mejor, porque es importante ser populares. Divertidos y populares, tener miles de amigos. Es bueno convertirme en objeto para ser consumido, para que miles me compren, para que en facebook me den su beneplácito.

Eran épocas en que a los 25 años ya se era un adulto, que tenía que casarse y tener hijos, claro, la mujer mucho antes porque sino corría el serio peligro de quedar “solterona”.

Se fumaba a escondidas y obviamente tabaco, ahora es necesario hacer la aclaración.

A bailar los varones íbamos con traje y corbata, salvo en casos de “elegante sport” en que la camisa podía ir abierta.

El bigote era un detalle interesante, luego en los 70 fue la barba, y más tarde la cara afeitada porque tener barba era signo de ser “zurdo” y por lo tanto peligroso.

Fueron épocas de dictaduras militares y de las otras, donde se nos metió a fuerza de balas aquello del “no te metás” o “el silencio es salud”  y también “los argentinos somos derechos y humanos”.
Era necesario que Argentina fuera sometida, que no se industrializara para qué siguiera siendo el granero del mundo, el productor de alimentos baratos para países ricos, lo que hasta hoy seguimos fielmente cumpliendo.

Recuerdo la alegría de los setenta cuando toda la juventud estaba politizada,  repito, politizada no partidizada. Cualquiera opinaba y leía y sacaba conclusiones sin necesariamente estar en un partido político, porque era más tiempo de movimientos, de líneas, de corrientes. Era el fervor y el deseo en las calles, en los ponchos, en el latinoamericanismo. Luego vendrían los partidos políticos ya recuperada la democracia, para contener a toda esa energía.

Solamente los que hoy tenemos algunos años sabemos de los tiempos del horror, del miedo instaurado, de los amigos desaparecidos, otros en el exterior, de las agendas destruidas, los libros quemados o inocentemente enterrados para no perderlos definitivamente, tiempos de no hablar  si no se conocía a la persona y aún así, hacerlo con determinados cuidados. Porque cualquiera podía ser buscado, y ya no importaba el motivo porque se había establecido la culpabilidad de entrada, aquello de “por algo será”.



El mundial fútbol en que la avenida Santa Fe  y el obelisco en Buenos Aires se llenaron de personas festejando o tendría que decir, apoyando a la dictadura. Recuerdo claramente a señoras con sus peinados perfectos y su ropa impecable agitando su banderita celeste y blanca junto a los camiones cargados de jóvenes contentos por la victoria obtenida, mientras tanto, no lejos de ese lugar, podría decir en la Esma, la historia era muy otra.



Por eso los que tenemos algunos años somos peligrosos porque tenemos memoria y en ella nombres y personajes que luego saldrían a proclamar la democracia, a señalar represores, a gritar por los derechos humanos, pero que en aquel entonces, mirado con buenos ojos, ocupaban un lugar un tanto ambiguo. Han pasado 30 años y algunos y algunas de esos, hoy se han recreado, se han inventado historias adjudicándose militancias y heroicidades inexistentes.

Salvador Allende 



Vimos llegar en Chile a Salvador Allende a la presidencia, convirtiéndose en el primer presidente marxista llegado por voto popular, y también su derrocamiento y asesinato.






El tiempo es una metáfora, somos nosotros los que vamos transcurriendo, los que vivimos creando la historia y al mismo tiempo somos testigos de los momentos.



Al principio dije que quizá podríamos sacar algunas ideas, pero ahora me parece un tanto mezquino, dejemos abierto el tema ¿cómo encerrar en pocas palabras situaciones tan complejos y diferentes como pueden ser la llegada del humano a la luna, la penalización del aborto aún hoy, el Ku Klux Klan y Mandela?

Ku Klux Klan
Mandela y Fidel Castro








Hoy me he permitido este recorrido casi sin sentido, solamente por necesidad de recordar y compartir estas fotografías.





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