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Gobierno e iglesia
Es común
escuchar que fue Jesús el fundador de la iglesia, aunque pareciera que él mismo
nunca se enteró. Si nos guiamos por los evangelios, los libros que cuentan algo
de su historia, él andaba con sus discípulos, hombres y mujeres y enseñaba a la
gente, pero no estableció ninguna jerarquía, ningún orden ni siquiera una
mínima organización. No existe ningún
documento que diga que él estipuló que tal era su iglesia, y tales sus
principios y que su función iba a ser esta o aquella. Cuando mucho mandó a sus seguidores a enseñar sus ideas religiosas.
Pretender
que Jesús fue el fundador de alguna iglesia, cualquiera que fuere, es realmente
un abuso, por no decir una mentira. Que haya sido el originador de un
pensamiento religioso o de una filosofía no autoriza a decir que lo fue de una
organización. Si él lo hubiera querido perfectamente lo podría haber hecho,
tenía el modelo de la judía e incluso de la romana, o las tan cercanas
egipcias, pero evidentemente no fue esa su intención. Hasta se podría
conjeturar que fue todo lo contrario, que así como abrió su enseñanza a quienes
eran marginales, como acepto a mujeres y se acercó a quienes eran socialmente rechazados,
también buscó romper en este sentido, al no crear una organización. Es más,
cuando alguno de sus seguidores trataba de imponerse a los otros, de
considerarse superior, él mismo se encargaba de igualar las cosas.
El
cristianismo se desarrolla en el cruce de las culturas domésticas con la
imperial romana. En ese momento el imperio romano iba desde Britania hasta
Egipto, desde el Atlántico hasta el Eufrates, cubriendo con su poder
innumerables pueblos, religiones, costumbres. El emperador Augusto se había
proclamado pontífice máximo, uniendo religión y política en un mismo cuerpo.
Todo esto seguramente marcó al
cristianismo naciente y fue el molde en que fue torneando su
personalidad.
La prueba
contundente de que no existía tal iglesia desde el comienzo es que luego de la
muerte de Jesús aparecieron diversos grupos que
reconociendo como su base las ideas de Jesús, las atravesaron con sus
costumbres y otras ideas tanto religiosas como filosóficas, llegando con el
tiempo a hacerse evidentes distintos conflictos que las llevaron a rivalizar
entre ellas.
Los
seguidores se reunían en casas y celebraban la “Cena del Señor” y un detalle importante:
“Todos los creyentes vivían unidos y
tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio
entre todos, según la necesidad de cada uno” (Act 2,44s).
En esto no se evidencia ninguna jerarquía ni organización,
por el contrario, pareciera que el ideal igualitario se concretaba en estos
hechos concretos.
Otro tanto
sucede con el apóstol Pedro del que solamente se supone que estuvo en Roma,
pues no hay pruebas concluyentes. Lo que sí puede asegurarse es que este no
tenía ninguna pretensión de liderazgo ni se consideraba sucesor de Jesús, los
cristianos de ese entonces tampoco lo tenían como tal.
La idea de primacía surge cuando se impone el
episcopado monárquico en Roma, o sea cuando esta iglesia se organiza de manera
jerárquica y al estilo del imperio.
Un detalle
interesante es que las iglesias de las primeras épocas no tenían ningún perfil que
se lo pudiere relacionar con un socialismo revolucionario, tampoco es verdad
que fuera una religión para pobres y esclavos, en sus filas puede encontrarse
gente adinerada e incluso senadores romanos.
Cada
comunidad iba evolucionando según su propio camino tanto en el modo como se iba
constituyendo como en lo referente al contenido de las creencias, de ahí que
tampoco se puede hablar de una unidad, un ejemplo es la disputa acerca de la
celebración de la Pascua la que recién
el Concilio de Nicea convocado por el emperador Constantino en el 325 reglamentó
decretando que se celebrara los domingos. Esto no impedía que hubiera una
importante comunicación entre las distintas comunidades y que se fuera
perfilando la idea de una unidad, pudiendo tomar como base las creencias en
Jesús.
Las
iglesias primitivas tenían un principio de organización muy simple en base a
distintas funciones y las decisiones eran tomadas comunitariamente. Con el
tiempo, se buscó un ordenamiento más formal surgiendo los obispos y diáconos.
Para ello se apeló a la sucesión: Jesús instituyó a los apóstoles y estos a los
obispos y diáconos, y de este modo ambos cargos quedaban como parte de la
institución divina.
Ya en el
siglo segundo el obispo aparece en la cúspide de la comunidad, seguido por los
presbíteros que le están subordinados y por último el resto de los creyentes.
No solamente se le otorga autoridad sino las principales funciones de la comunidad dentro
de las que figura la unidad de la iglesia y se dio por presupuesta la santidad
personal. De este modo se comienza a constituir la pirámide monárquica, pasando
las funciones que antes eran comunitarias a manos de obispos y del clero. El
título de sacerdote reservado a Jesús ahora es dado a quienes se constituyen en
dirigentes.
La relación
entre el origen de la iglesia de Roma y los apóstoles Pedro y Pablo invistieron
a esta de gran prestigio. Esto fue usado por los obispos romanos para ir
construyendo su poder sobre las otras iglesias, invocando ser sucesores sobre
todo de Pedro. Como vemos, la centralidad de la comunidad romana no estuvo dada
desde un principio, ni mucho menos, se fue construyendo con juegos de interpretación y políticos.
Es así que
la idea primera de que los creyentes son
la iglesia y por lo tanto todos iguales, se pasó a la de que ellos están en la iglesia y en la cabeza los obispos y luego el clero.
Durante los
dos primeros siglos no se puede hablar de una persecución organizada contra los
cristianos pues eran grupos aislados, de manera local y esporádica los que los acusaban principalmente de negar
el culto a los dioses. Esta actitud era tenida como peligrosa pues se
consideraba ligado el bienestar del imperio al culto religioso.
A esto hay
que unir el crecimiento de la comunidad con el consiguiente poder de los
obispos, lo que hizo temer por la estabilidad del estado.
Los
distintos emperadores tomaron actitudes unas veces de tolerancia y otras de
persecución.
En el año
303 Diocleciano, seguramente por la negativa de los cristianos de prestar
servicio militar, comienza una persecución importante, que finaliza dos años
después con su renuncia. Es la época de
los mártires.
Como vemos
en estos tiempos primeros las iglesias tenían un perfil completamente distinto
del que actualmente tiene, a tal punto que hoy esa forma se halla totalmente
ausente.
Algo
similar sucedió con el papado. Al comienzo el obispado era una función hasta
que fue adquiriendo una mayor relevancia y constituirse en una autoridad en la
cúspide de la comunidad religiosa. Vemos
que cualquier obispo era llamado “papa”, se supone con el significado de
“padre” o “papá” aunque algunos fuerzan decir que es un acrónimo que hace
referencia al apóstol Pedro, por eso nos encontramos diversos papas.
Si bien al comienzo el centro fue la iglesia de Jerusalén,
con la destrucción de esta ciudad por el emperador Tito (año 70dc), comenzó el
ascenso de la romana. El hecho que estuviera en la sede imperial con un acceso
facilitado a las autoridades, contribuyó
fuertemente a eso. Esto ayudó a que el obispo romano fuera aumentando su poder
lo que se concreta con el edicto de Constantino –año 313 dc.
Los distintos intentos se vieron confirmados con el obispo-papa romano León 1ro quien
alrededor del año 440 logró que el emperador Valentiniano III proclamara la
primacía del obispo romano sobre todos los otros.
El papa Gregorio VII
en el año 1075 en el Dictatus
Papae declara que el obispo de Roma,
el Papa, es señor absoluto de la iglesia y se halla por encima de todos quienes
la integran.
Podemos seguir con otros datos pero no es el objetivo de
esta charla, si apelé a ellos es para recordar que la historia la escriben los que
ganan y si además la declaran sagrada, estamos en serios problemas.
Simplemente quise mostrar como algo que se repite hasta el
cansancio, que se quiere remontar
míticamente hasta Jesús y como si desde entonces se desarrollara de manera
armoniosa de la mano de la divinidad, no es así, al contrario, nada autoriza a
poner en su boca o en su acción el origen de una iglesia determinada, y mucho
menos de una organización jerárquica y la institución de una autoridad mundial y
que se supone santa que es el papado.
Guardia Suiza |
Declarar que una idea, una persona, un cargo, una empresa,
son divinas o tienen un origen extraterrestre, es cerrar la posibilidad de
pensarlas como otros tantos factores de poder, económicos e ideológicos.
Bandera del Vaticano |
Desde el
siglo 2 la iglesia aparece siempre relacionada con el poder de los gobiernos,
comenzando con el del emperador romano, hasta constituirse ella misma en un
gobierno independiente de un estado, el Vaticano el que llegó a tener ejércitos
y territorios propios, librando
batallas importantes.
De ese entonces también proviene el nombre
“católica”, de origen griego: katholikós, que significa “universal” mostrando
su intención de ir más allá de cualquier frontera e incluso estar por encima de
cualquier otra, con una visión netamente imperialista.
En la
actualidad el estado Vaticano sigue existiendo siendo su forma de gobierno una
monarquía, el Papa su rey. Si bien físicamente es muy pequeño, apenas 44
hectáreas, es un poder mundial principalmente por sus más de mil millones de
bautizados presentes en casi todo el mundo. Si bien no son ciudadanos
vaticanos, las palabras del Papa tomadas como si fueran dictadas por la
divinidad, pueden hacer tambalear o caer gobiernos o sostener injusticias.
Desde
aquellos primeros siglos pareciera que la vocación de la iglesia católica
quedó ligada a los gobiernos haciendo valer todo su peso para obtener
privilegios o para reprimir a la sociedad.
La
separación de la iglesia católica, o de cualquier otra religión, y el estado debe ser una meta en toda
democracia, los mandamientos para los creyentes, las leyes para todos, sin
embargo, estamos todavía lejos de concretarla.
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