El banquero anarquista
Hablar de Fernando Pessoa es decir acerca de un escritor altamente recomendable. Tiene en su haber un cuento que desde el título ya es provocador, se llama “El banquero anarquista”. El título no defrauda en absoluto, a lo largo del texto el banquero, que es un hombre que se ha enriquecido muchísimo a costa de las cosas que hacen los banqueros, los financistas, charla con un amigo, luego de una cena. Este hombre va explicando a su invitado como enriqueciéndose y llegando a esa posición social no solo no ha traicionado a su anarquismo juvenil sino que además se ha convertido en el único anarquista valedero, que puede llevar orgullosamente ese calificativo.
No es posible
desarrollar, ni siquiera lo intentaré, los razonamientos muy elaborados que lo
llevan a esa conclusión. No son dichos burdos ni al azar, sino pensamientos y
palabras que entre sí tienen lógica al punto que cuando terminé de leer el
cuento sabía que algo no andaba bien, que en algún lugar el hilo se había torcido,
pero no lograba descubrir dónde, hasta ese punto los argumentos del banquero
anarquista eran convincentes.
Muchas veces
desde este espacio hemos hablado de cómo las palabras crean mundos, situaciones
y personajes. Nos hacen cómplices de enormes fantasías, que si tienen consenso
social, si son avaladas desde el poder, pueden llegar a convertirse en
verdades: las razas existen, la blanca
es superior a las otras, las mujeres son inferiores a los hombres, los dioses
existen y nos protegen o nos castigan, vivimos en democracia, tenemos un alma, hay una vida más allá de
esta, etc. etc.
Ahí donde hay
palabras hay cultura y por lo tanto estamos ante una construcción social no
ante el hecho en sí. Las palabras con el sentido que les damos son ficción, no
son cosas, no son objetos, y todo lo que se articula con ellas también es una
creación humana, por esto, todo relato es también ficción. Los habrá mejor o
peor elaborados, eso importa poco, lo que interesa es el poder que los sostiene
y los impone y como los tomamos para cubrir
vacíos o darnos algún tipo de explicación. No podemos decir que un
relato sea más o menos “verdadero” que otro, todos son ficción y dependerá a
quién esta dirigido y contra que otro relato. Para un punto de vista Cristóbal Colon fue un gran
descubridor, para otros un invasor, dependerá de qué quiero defender y qué quiero
atacar el que tome uno u otro, en todo caso ambos son relatos.
Como dije, no
hay uno mejor que otro, sí más o menos convenientes a las fuerzas del momento
histórico, a las pugnas por el poder y por ocupar el espacio simbólico. En
algún momento establecer como relato la
inferioridad de la mujer sirvió para tenerla sometida y obtener su fuerza de
trabajo y reproductiva de manera gratuita y así poder ir solidificando el
sistema capitalista. Cuando se requirió abaratar el costo del trabajador y suplantar a los
hombres asesinados en la guerra, se recurrió a ellas, ahora se habla de su
libertad y poder de decisión porque se las necesita consumidoras, este es
apenas un ejemplo.
Con el Banquero
anarquista vemos el relato llevado al absurdo, a demostrar aún aquello que contradice los hechos, pero
que sin embargo, puede tener su propia lógica y ser sostenido por muchos.
"La rosa no dejaría de ser rosa, y de
esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo."
La poetisa Gertrude Stein escribió el siguiente texto en el que quizá pueda resumir lo que vengo diciendo:
“una rosa es una
rosa una rosa”
Permítanme una anécdota atribuida a Buda. Se dice que
en una ocasión el Buda estaba sentado en medio de una gran concurrencia de
discípulos que representaban todos los niveles, desde los legos hasta las divinidades. Todos estaban en silencio
esperando a que el iluminado diese un discurso. En lugar de hablar,
sencillamente levantó una flor dorada en medio del silencio de la asamblea.
Sólo uno de los discípulos, de mayor edad, comprendió
el significado de la acción del Buda y sutilmente sonrió, se levantó de la
reunión y se fue.
Prestemos atención a estos extractos del cuento “La hora del Diablo” de Fernando
Pessoa.
En ellos
escucharemos al mismísimo Diablo hablar de sí mismo.
Dice lo
siguiente
“La música, la luz de la luna y los sueños son mis armas mágicas. Mas por
música no debe entenderse sólo aquella que se toca, sino también aquella que
queda eternamente por tocar. Y por luz de luna no debe suponerse que se habla
sólo de lo que viene de la luna y torna los árboles en grandes perfiles; hay otra luz de luna, que
ni el propio sol excluye, y oscurece en pleno día lo que las cosas fingen ser.
Sólo los sueños son siempre lo que son. Es el lado de nosotros en que nacemos y
en que somos siempre naturales y nuestros.”
“Soy el negativo absoluto, la encarnación de la
nada. Lo que se desea y no se puede obtener, lo que se sueña porque no puede
existir; en eso está mi reino nulo y ahí se asienta el trono que no me fue
dado. Lo que podría haber sido, lo que debería haber habido, lo que la Ley o la
Suerte no dieron…los arrojé a manos llenas al alma del hombre, y a ella le
perturbó sentir la vida viva de lo que no existe.”
“Soy el Dios de la Imaginación, perdido porque
no creo. Es por mí que, de niña, soñaste aquellos sueños que son juguetes; es
por mé que, ya de mujer, tuviste para abrazar de noche a los príncipes y los
dominadores que duermen en el fondo de esos sueños. Soy el Espíritu que crea
sin crear, cuya voz es un humo y cuya alma es un error.”
El
Diablo es el gran artista de las fantasías
que teje el universo con esperas, con promesas. Sabe pintar con
exquisito gusto la esperanza que nos
lleva a añorar, a poner nuestros ojos sobre una nada que creemos adelanto de lo
que algún día podrá ser. Dice: “Sólo los
sueños son siempre lo que son” Y lo que son es precisamente eso, sueños. No
se disfrazan de otra cosa, se muestran con todo su plumaje lleno de aquellos
colores que nos harán sentir emociones y por estas nos creeremos más
vivos. Nos conduce hacia “Lo que se desea y no se puede obtener, lo
que se sueña porque no puede existir”.
Es el
maestro del relato, el que ha creado la palabra para ocultar, para hacernos
confundir a los sonidos con las cosas, y creer que algo existe porque se lo
nombra.
Soy el
Dios de la Imaginación. Escrita esta última palabra, Imaginación, con
mayúscula, como si de una divinidad se tratara, porque quizá tenga algo de
divino, que en definitiva no es otra cosa que de humano, porque imaginar,
nombrar, unir y separar, poner dioses y derrocarlos, porque crear primero en la
materia sutil de nuestro alma o cerebro y luego, quizá, algunas veces, llevarlo
a la materia, es solamente propiedad de los humanos.
Vagar
por el mundo buscando lo que nunca existirá, la nada que nosotros mismos hemos
originado, seguramente será doloroso, pero también es un destino humano.
Príncipes
azules, la felicidad, una vida sin dolor, aquellos reyes magos de los primeros
6 de enero junto con los ángeles de la guarda, el capitalismo con rostro
humano, la voz de los que nunca tendrán voz porque sus representantes se las
quitaron.
Fantasías,
sueños, ilusiones. Ilusionistas enamorados de su propia obra tanto que no
llegamos a entender que
Una rosa es una rosa una rosa
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