miércoles, 6 de mayo de 2015

158 - El banquero anarquista

Fernando Pessoa
158
El banquero anarquista







Hablar de Fernando Pessoa es decir acerca de un escritor altamente recomendable. Tiene en su haber un cuento  que desde el título ya es provocador, se llama “El banquero anarquista”. El título no defrauda en absoluto, a lo largo del texto el banquero, que es un hombre que se ha enriquecido muchísimo a costa de las cosas que hacen los banqueros, los financistas, charla con un amigo, luego de una cena. Este hombre va explicando a su invitado como enriqueciéndose y llegando a esa posición social no solo no ha traicionado a su anarquismo juvenil sino que además se ha convertido en el único anarquista valedero, que puede llevar orgullosamente ese calificativo.
No es posible desarrollar, ni siquiera lo intentaré, los razonamientos muy elaborados que lo llevan a esa conclusión. No son dichos burdos ni al azar, sino pensamientos y palabras que entre sí tienen lógica al punto que cuando terminé de leer el cuento sabía que algo no andaba bien, que en algún lugar el hilo se había torcido, pero no lograba descubrir dónde, hasta ese punto los argumentos del banquero anarquista eran convincentes.



Muchas veces desde este espacio hemos hablado de cómo las palabras crean mundos, situaciones y personajes. Nos hacen cómplices de enormes fantasías, que si tienen consenso social, si son avaladas desde el poder, pueden llegar a convertirse en verdades:  las razas existen, la blanca es superior a las otras, las mujeres son inferiores a los hombres, los dioses existen y nos protegen o nos castigan, vivimos en democracia,  tenemos un alma, hay una vida más allá de esta, etc. etc.
Ahí donde hay palabras hay cultura y por lo tanto estamos ante una construcción social no ante el hecho en sí. Las palabras con el sentido que les damos son ficción, no son cosas, no son objetos, y todo lo que se articula con ellas también es una creación humana, por esto, todo relato es también ficción. Los habrá mejor o peor elaborados, eso importa poco, lo que interesa es el poder que los sostiene y los impone y como los tomamos para cubrir  vacíos o darnos algún tipo de explicación. No podemos decir que un relato sea más o menos “verdadero” que otro, todos son ficción y dependerá a quién esta dirigido y contra que otro relato. Para  un punto de vista Cristóbal Colon fue un gran descubridor, para otros un invasor, dependerá de qué quiero defender y qué quiero atacar el que tome uno u otro, en todo caso ambos son relatos.
Como dije, no hay uno mejor que otro, sí más o menos convenientes a las fuerzas del momento histórico, a las pugnas por el poder y por ocupar el espacio simbólico. En algún momento  establecer como relato la inferioridad de la mujer sirvió para tenerla sometida y obtener su fuerza de trabajo y reproductiva de manera gratuita y así poder ir solidificando el sistema capitalista. Cuando se requirió abaratar  el costo del trabajador y suplantar a los hombres asesinados en la guerra, se recurrió a ellas, ahora se habla de su libertad y poder de decisión porque se las necesita consumidoras, este es apenas un ejemplo.
Con el Banquero anarquista vemos el relato llevado al absurdo, a demostrar  aún aquello que contradice los hechos, pero que sin embargo, puede tener su propia lógica y ser sostenido por muchos.





William Shakespeare en  Romeo y Julieta habló en igual sentido

"La rosa no dejaría de ser rosa, y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo."




La poetisa  Gertrude Stein escribió el siguiente texto en el que quizá pueda  resumir lo que vengo diciendo:
“una rosa es una rosa una rosa”

Permítanme una anécdota atribuida a Buda. Se dice que en una ocasión el Buda estaba sentado en medio de una gran concurrencia de discípulos que representaban todos los niveles, desde los legos hasta  las divinidades. Todos estaban en silencio esperando a que el iluminado diese un discurso. En lugar de hablar, sencillamente levantó una flor dorada en medio del silencio de la asamblea.
Sólo uno de los discípulos, de mayor edad, comprendió el significado de la acción del Buda y sutilmente sonrió, se levantó de la reunión y se fue.




Prestemos atención a estos extractos del cuento “La hora del Diablo” de Fernando Pessoa.
En ellos escucharemos al mismísimo Diablo hablar de sí mismo.
Dice lo siguiente

“La música, la luz de la luna  y los sueños son mis armas mágicas. Mas por música no debe entenderse sólo aquella que se toca, sino también aquella que queda eternamente por tocar. Y por luz de luna no debe suponerse que se habla sólo de lo que viene de la luna y torna los árboles  en grandes perfiles; hay otra luz de luna, que ni el propio sol excluye, y oscurece en pleno día lo que las cosas fingen ser. Sólo los sueños son siempre lo que son. Es el lado de nosotros en que nacemos y en que somos siempre naturales y nuestros.”

“Soy el negativo absoluto, la encarnación de la nada. Lo que se desea y no se puede obtener, lo que se sueña porque no puede existir; en eso está mi reino nulo y ahí se asienta el trono que no me fue dado. Lo que podría haber sido, lo que debería haber habido, lo que la Ley o la Suerte no dieron…los arrojé a manos llenas al alma del hombre, y a ella le perturbó sentir la vida viva de lo que no existe.”

“Soy el Dios de la Imaginación, perdido porque no creo. Es por mí que, de niña, soñaste aquellos sueños que son juguetes; es por mé que, ya de mujer, tuviste para abrazar de noche a los príncipes y los dominadores que duermen en el fondo de esos sueños. Soy el Espíritu que crea sin crear, cuya voz es un humo y cuya alma es un error.”


El Diablo es el gran artista de las fantasías  que teje el universo con esperas, con promesas. Sabe pintar con exquisito gusto  la esperanza que nos lleva a añorar, a poner nuestros ojos sobre una nada que creemos adelanto de lo que algún día podrá ser. Dice: “Sólo los sueños son siempre lo que son” Y lo que son es precisamente eso, sueños. No se disfrazan de otra cosa, se muestran con todo su plumaje lleno de aquellos colores que nos harán sentir emociones y por estas nos creeremos más vivos.  Nos conduce hacia “Lo que se desea y no se puede obtener, lo que se sueña porque no puede existir”.
Es el maestro del relato, el que ha creado la palabra para ocultar, para hacernos confundir a los sonidos con las cosas, y creer que algo existe porque se lo nombra.
Soy el Dios de la Imaginación. Escrita esta última palabra, Imaginación, con mayúscula, como si de una divinidad se tratara, porque quizá tenga algo de divino, que en definitiva no es otra cosa que de humano, porque imaginar, nombrar, unir y separar, poner dioses y derrocarlos, porque crear primero en la materia sutil de nuestro alma o cerebro y luego, quizá, algunas veces, llevarlo a la materia, es solamente propiedad de los humanos.
Vagar por el mundo buscando lo que nunca existirá, la nada que nosotros mismos hemos originado, seguramente será doloroso, pero también es un destino humano.
Príncipes azules, la felicidad, una vida sin dolor, aquellos reyes magos de los primeros 6 de enero junto con los ángeles de la guarda, el capitalismo con rostro humano, la voz de los que nunca tendrán voz porque sus representantes se las quitaron.
Fantasías, sueños, ilusiones. Ilusionistas enamorados de su propia obra tanto que no llegamos a entender que
Una rosa es una rosa una rosa






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