sábado, 9 de marzo de 2013

48 - Madres e hijos



48
Madres e hijos

En nuestro encuentro anterior hablamos de la película “Discípulo” la que desarrolla una historia de Jesús alternativa. Recordemos que en ella se lo muestra como un líder político que adhiere a la lucha armada contra el invasor romano  hasta el punto de pretender tomar por la fuerza al templo. En esta película no hay milagros, ni luego de ser crucificado resucita.
Estos relatos acerca de la vida de Jesús no son nuevos, incluso hay aquellos que lo hacen casado con María Magdalena y no muerto en la cruz, sino anciano y rodeado de hijos.
A dos mil años de distancia y pasado todo por el tamiz de la fe y de los intereses de las distintas empresas religiosas, es muy difícil poder saber cómo fue realmente aquella vida.
Esta película transgrede el relato oficial, nos da otra posibilidad, pero sí hay algo inalterable que me llamó la atención, que no pude dejar de ver. El papel de la mujer.
Hay dos personajes centrales mujeres, María, la madre de Jesús, y María también, una mujer en prostitución. El nombre que las aúna pareciera querer indicar una raíz común, la solidaridad profunda del hecho de ser mujeres y al mismo tiempo también marca la diferencia tradicional, la mujer de su casa, madre, esposa, privada y la otra, la pública, la de todos, la de la calle.
La película no se aleja de este estereotipo, al contrario, lo deja claramente en evidencia y constantemente lo contrapone. 



Pero hay otro hecho mucho más impactante. María la madre, quiere alejar a Jesús de su camino político, de sus “sueños” como ella dice y para eso contrata, paga, a María la mujer en prostitución. Ambas se convierten por este pacto económico en aliadas, ambas se convierten en la piedra que se pondrá delante de Jesús.  Es más, la madre presencia cuando María trata de seducir a Jesús. Ambas entonces juegan un mismo papel,  aparecen como las tentadoras, como las que buscan sacar al hombre de su camino, una de las frases dice acerca de la serpiente que todas ellas llevan en su interior. Esta es la idea tradicional, la mujer es el pecado, la mujer es la que lleva al vicio y la perdición, todas son Eva que tienta a Adán y por la que la humanidad perdió el paraíso. El hombre, para alcanzar su meta, para purificarse, debe huir, alejarse de ellas. Esta es la dicotomía que atraviesa los tiempos patriarcales, el hombre representante de la ley, del camino recto, el sol, la luz, el padre, la razón,  y la mujer, lo retorcido, lo que trasgrede, la luna, lo escondido, lo emocional, las pasiones, la madre.   


Antiguo bronce italiano. Jesús y María Magdalena besándose

Esto es mucho más gráfico si prestamos atención a que la película nos dice que Jesús pertenecía a la secta de los nazarenos y que había hecho voto de castidad, entonces la presencia de la mujer tentadora, en prostitución, que se dedica a seducirlo, cómplice de la madre, es mucho más impactante.

Lo paradójico de esta película y que es lo que nos debe remitir a la cuestión social que revela, es que mientras se permite desmitificar a la figura de una persona que es adorada como dios por miles de millones de personas, que no se detiene en convertirlo en líder político favorable a la lucha armada, sí se frena cuando se trata del lugar de la mujer y de los papeles trágicos que le son asignados: madre decente o prostituta. Y aclaro lo de “madre decente” porque también, socialmente estigmatizadas,  las hay aquellas que no son madres de “familia”.

Uso la palabra “trágico”  para indicar que la situación de la mujer pareciera ser un destino marcado por el universo y del qué no puede alejarse, no puede liberarse sino que está condenada a repetirlo incansablemente. Íntimamente relacionado a esto está la cuestión de la maternidad. Fíjense hasta qué punto está presente en la sociedad de nuestros tiempos, que cuando aquellas que no tuvieron hijos se acercan a los treinta años entran en crisis. Angustia y culpa las comienzan a invadir porque no están cumpliendo con el mandato, no están llegando a lo que se supone que es la experiencia máxima para toda mujer: ser madre.
La medicina aporta nuevas posibilidades como la inseminación artificial, por la que pueden prescindir de la intervención de un hombre, o incluso algunas acceden a un hombre solamente para quedar embarazadas, porque lo importante no es el vínculo con un par, sino la concreción de la maternidad.
Esto sin hablar de aquellas parejas que prefieren el trámite corto, comprar un bebé. El acto fundacional de esta fallida para siempre maternidad es la compra de un objeto humano, la apropiación y el cambio de su identidad. Aquí aparece claramente mostrado el origen violento e impuesto de esa vinculación.
En todos estos casos el hijo no es la resultante de una relación, aunque fuese casual, sino del deseo de alguien de acceder a un título, a una experiencia que le dará sentido a su vida. El hijo, para siempre, queda marcado como el suplemento, lo segundo que viene a completar a esa mujer.
A partir de ese momento el vínculo ya queda marcado, y como lo muestra la película, María no quiso dejar de ser “madre” en el sentido de la que posee un hijo, y por eso no pudo aceptar a Jesús en su libertad para elegir por dónde ir, buscó interrumpir sus “sueños”. Al final Jesús muere pero cumpliendo su ideal, llevando a cabo el sentido que le había dado a su propia vida, muy distinto sería seguir vivo para cumplir el sueño de su madre.
Es necesario que la semilla brote para generar nueva vida, que el bebé salga de la panza y comience su independencia. Por eso cuando a Jesús le dijeron que su madre y hermanos lo esperaban, él contestó que su familia era la que estaba junto a él, la que lo seguía y acompañaba en la tarea que se había dado. Rompe con la sangre, con el apellido, con la tradición, se da un nombre propio y es así que declara su adultez y su no-dependencia, ya ha dejado de ser hijo para ser hombre.
Quienes no atraviesan este momento quedarán hijos por siempre, no importa que hagan en lo externo, podrán llegar a tener cientos de hijos, a ser héroes nacionales,  o gobernantes de millones,  pero lo cierto es que su vida estará signada por el hecho de ser el que vino a darle un sentido a esa mujer convirtiéndola en “ madre”.

Anna Lea Merritt

La subjetividad del hombre esta partida, por un lado el mandato social de acercarse a la mujer y formar una familia, la heterosexualidad como norma, la virilidad que se prueba por la capacidad de conquista y de satisfacer a una mujer, y por el otro, el temor a que ella nos domine, que nos vuelva “pollerudos” y nos someta sobre todo con su cuerpo, con su sexualidad, recordemos aquella  frase que dice que tres pelos tiran más que una yunta de bueyes. El deseo nos acerca pero siempre esta un alerta, algo que nos aleja y nos hace sentir más seguros entre hombres. Casi todos los chistes machistas hacen referencia a esto. La mujer debe ser mantenida alejada, en un espacio diferente y subestimado por aquello de “son cosas de mujeres”.
Esta ambivalencia está presente, en mayor o menor grado según la historia de cada hombre. Amor y miedo que puede convertirse en odio, transitan nuestras relaciones.  Una muestra acabada de todo esto son los casos de acoso en que la mujer aparece como muy atrayente y al mismo tiempo como lo que debe ser denigrado, se le debe meter mano, se la debe presionar en el trabajo, se la debe hacer sentir inferior y sin salida. Las miradas acosadoras de los hombres que se fijan en la mujer y no la dejan aún cuando ella da muestras de incomodidad. Por no hablar también de los famosos piropos que muchas veces son insultos apenas disfrazados.  Hasta culminar en las situaciones más graves como son las  violencias de género intrafamiliar y los feminicidios que antes románticamente eran llamados “crímenes pasionales”, cuando en realidad son asesinatos a mujeres por el hecho de ser mujeres.


No quiero que se entienda que anudo la violencia del hombre hacia la mujer con haber tenido una madre sobreprotectora o abandónica, porque no es la intención de estas palabras. Sí lo es mostrar como aún en películas que quieren transgredir las normas se cuida que no se revierta el papel de la mujer y como eso ya es un acto de violencia que determina como si fuera un destino a más de la mitad de la humanidad; y por el otro como esa misma violencia actúa sobre los hombres para convertirlos en gendarmes que deben con su miedo y violencia sostener a las mujeres en esa posición. 


Madres e hijos. Jorge Vega


Los estereotipos o las metas que otros nos fijan siempre son castradoras, siempre nos limitan y reducen, no importa cuáles sean estos objetivos , que tan buenos y deseables parezcan, nos lastiman porque no nos dejan elegir a nosotros, porque son impuestas y porque nos enceguecen, no nos dejan ver que ser humano, humana, no pasa por cumplir alguna condición especial.
Y ya que estamos hablando de las historias sobre Jesús, recuerdo ahora una frase evangélica que se ajusta a lo que hablamos, y dice:

“Miren cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan y les digo que ni Salomón en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos”

Creo que también ella es una invitación a despojarnos de tanta exterioridad, de tanto poseer, o de los deseos de ser tal o cual  cosa o llegar a ser. Dejar de lado todo esto  para vivir nuestra vida con la seguridad de que no tenemos otras, que no hay revancha, por lo que tenemos que aprovechar todo lo que podamos esta.





La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.
 




No hay comentarios:

Publicar un comentario