lunes, 26 de mayo de 2014

103 - Felices los niños

103

                              Felices los niños



Si dentro de algunos siglos, suponiendo que los humanos aún existen sobre este planeta, algún investigador lea los documentos de Naciones Unidas o de los distintos países y organizaciones acerca de las mujeres y los niños, pensará que nuestra civilización se ha esmerado en un cuidado especial hacia ellos.
En general la historia se escribe así, basada más en supuestos ideológicos que en hechos.
Estos investigadores al leer la Convención de los Derechos del Niño, los documentos que se oponen al trabajo infantil, al reconocer la  abierta oposición a la pornografía y al abuso sexual comercial infantil, mal llamada prostitución infantil, cuando se enteren que existen cuidados especiales para la salud de la niñez y adolescencia, que existían hospitales especializados y que la educación estaba dirigida fundamentalmente a ellos, esta gente de siglos venideros pensará que verdaderamente la nuestra fue una época dorada, algo así como las publicidades en que aparecen niños, niñas, adolescentes siempre felices.

Sabemos que la realidad es otra. Que esos documentos son solamente eso, papeles con muchas firmas, sellos que para lo único que sirven es para que muchos funcionarios ganen bastante dinero primero redactándolos, luego diciendo que hacen esto y aquello para cumplirlos, lástima que muchos niños que podrían sobrevivir con el sueldo de ellos, siguen teniendo hambre o un sistema de salud que no los respeta y una educación que pretende “incluirlos” “contenerlos” pero no educarlos.

De pronto surge en mi memoria como un ejemplo acabado, una síntesis perfecta de esta situación de la que estamos hablando, aquella fundación dirigida por un cura, Grassi, llamada “Felices los niños” en que eran abusados sexualmente precisamente por quien debía protegerlos.



Así como la fiebre es señal de infección, este hecho nos muestra una especie de radiografía de la sociedad. Representa el abandono, la soledad, la carencia de aquellos niños que terminaron internados en una institución, primera lesión a sus derechos porque el estado, el gobierno, no importa cual fuere, debieron poner los esfuerzos para que el niño pudiera seguir en su medio, con su familia o con el grupo humano que fuera capaz de amarlo y sostenerlo y no terminara en un internado. Muestra a las instituciones, en este caso a cargo de un religioso católico, que lejos de amparar, retiene al niño para someterlo a la sexualidad perversa de quien tiene el poder, segunda lesión.  Y el gobierno que debió controlar, dejó de hacerlo.  Esto es solamente un ejemplo, podemos buscar otros en las escuelas o los hospitales o directamente en las casas.

Y ya que hablamos de Grassi, es justo decir que este no es el único religioso abusador sexual ni que el catolicismo es la única religión en que existe tal abuso, también debemos reconocer que en Latinoamérica es la que mayor número de personas congrega. A principios del 2.014 el Comité de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño se expresó del siguiente modo:
“El Comité está muy preocupado de que la Santa Sede no haya reconocido la amplitud de los crímenes cometidos, no haya tomado las medidas apropiadas para afrontar los casos de pedofilia para proteger a los niños y haya adoptado políticas y prácticas que han propiciado la continuación de los abusos y la impunidad de los autores”.
“A través de un código de silencio impuesto a todos los miembros del clero bajo pena de excomunión, los casos de abusos sexuales difícilmente han sido denunciados a las autoridades judiciales en los países donde se han cometido esos delitos”.

No denunciar los casos, no llevar ante los tribunales a los autores, es una nueva victimización pues impide a los niños hacer valer sus derechos, es crear bolsones de impunidad manifiesta, lo que implica otra manera de dañar a la niñez.




Si miramos hacia otro lado, por ejemplo, el llamado trabajo infantil encontramos algo similar. Comparto con ustedes un fragmento de un artículo de Fernanda Sández  publicado en el diario La Nación:
   
“Tiene -¿tendrá?- doce o trece años. Imposible saberlo con toda esta gente, con este ruido a tren tapándole la voz. Tiene un bebé en pañal clavado en la cadera. Reparte chicles por todo el vagón; chancleteando va, chancleteando viene. Al rato viene otra. Otra nena con bebé en la cadera. Y otra, y otra más. Serán, al cabo de un viaje de 32 minutos hasta Constitución, seis chicas con seis bebés a upa. Nenas y niños trabajando. Ninguno tiene ya la mirada nueva. Ninguno tiene lugar en ninguna estadística confiable. Pero ahí están.

Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), niñez y trabajo no pueden cruzarse. Sin embargo ya, ahora mismo, hay en el mundo 168 millones de niños arando, cosechando, pescando, vendiendo chicles de menta. De ellos, 85 millones realizan tareas peligrosas, como los niños pescadores del lago Volta, o como las niñas víctimas del comercio sexual en el norte de Brasil. O en Pompeya, donde el Ministerio Público tutelar se ha cansado de alertar sobre la explotación de nenes y nenas.




En la Argentina la ley prohíbe que los chicos trabajen. Y, desde marzo del año pasado, el artículo 148 bis del Código Penal prevé penas de hasta 4 años para quien emplee mano de obra infantil. Pero ahí afuera hay una realidad que desmiente las normas a fuerza de golosinas, flores, malabares. Muertes, incluso, como cuando los chicos trabajan en el campo y a destajo, y quedan expuestos a la intoxicación por agroquímicos.” *


                                                            
                                                           La articulista nos recuerda también a Iqbal Masih quien fuera vendido por sus padres cuando tenía 4 años a un taller de alfombras en Pakistán. Desde esa edad fue condenado a un telar durante 15 horas diarias. Su historia es la de miles de niños. Logró escapar y se atrevió a denunciar el sistema esclavista, su relato recorrió el mundo y él mismo fue invitado a diversos países: "No compren estas alfombras, están tejidas con sangre de niños”, decía. Cuando regresó a su país fue asesinado.


Una mirada latinoamericana: el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia expresó preocupación por los asesinatos y violencia contra los niños en El Salvador. Desde 2005 a 2013 han sido asesinados  6.300 niños, niñas  y adolescentes. El 82% eran varones entre las edades de 15 y 19 años.



Otra sudamericana: El periodista danés Mikkel Jensen visitó Brasil con bastante antelación al mundial de futbol para tomar contacto con la sociedad, y lo hizo a tal punto que desistió de volver a cubrir el evento deportivo.
El mismo dice los motivos en un relato publicado en su perfil de Facebook:
“Desde hace casi dos años y medio llevo soñando con cubrir el Mundial de Brasil. El mejor deporte del mundo en un país maravilloso. Hice un plan, me fui a estudiar a Brasil, aprendí portugués y estaba preparado para volver.
Y en septiembre de 2013 volví. El sueño se iba a cumplir. Pero hoy, dos meses antes de la fiesta de la Copa del Mundo, he decidido que no voy a seguir aquí. El sueño se ha convertido en una pesadilla….
En marzo estuve en Fortaleza para conocer la ciudad más violenta de todas las sedes de la Copa del Mundo. Hablé con algunas personas que me pusieron en contacto con niños de la calle y luego supe que algunos habían desaparecido. A menudo, los matan por la noche, cuando están durmiendo en una zona donde hay muchos turistas. ¿Por qué? ¿Para dejar limpia la ciudad para los extranjeros y la prensa internacional? O sea, ¿por mi culpa?” **
 
Iqbal Masih

En poco hemos cambiado desde aquellos tiempos en las cavernas, y quizá en aquel tiempo fuera más entendible, los depredadores naturales, la falta de alimentos, el desconocimiento, jugarían en contra, hoy todo se reduce a algo mucho más simple y palpable: los dólares.

No todo es tan deprimente, como siempre digo, es el trabajo silencioso, el amor solidario callado lo que hace la diferencia. Recuerdo un video en que se mostraba como una niña abusada en su familia solamente tuvo como contención la escuela. Sus maestros acudieron a los tribunales que, claro, internaron a la niña. En ese lugar recibió maltratos, pero, sus maestros las acompañaban y actuaron, fue sacada de ahí y entregada a una familia. Ahora es parte de ese grupo de afecto. Fueron esas personas tan criticadas, que cada año deben luchar por recibir un aumento las que le permitieron a la niña poder tener una vida mejor.

No tenemos que olvidar que a la niñez y adolescencia se la castiga, es objeto de nuestra peor parte, pero también es importante recordar que la acción solidaria rompe con el maltrato.


 *http://www.lanacion.com.ar/1685271-un-perturbador-mundo-de-adultos-en-miniatura
** http://e-consulta.com/nota/2014-05-01/mundo/en-brasil-matan-ninos-de-la-calle-para-limpiar-las-ciudades



Juanito Laguna. Antonio Berni



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