viernes, 15 de agosto de 2014

118 - Sólo se trata de comercio

118
Sólo se trata de comercio

El romanticismo es un movimiento cultural y político originado a finales del siglo 18  que dio prioridad a los sentimientos.
Se caracterizó por una importante valoración de lo personal, lo subjetivo y del individualismo como absoluto, hace un culto de la personalidad, del yo ante lo general o universal.
Sus héroes y heroínas son rebeldes que luchan por su libertad, son los que se oponen a la autoridad y transgreden las leyes para alcanzar esa libertad y el amor,  los espacios en que se mueven no son los luminosos sino los nocturnos, sórdidos, marginales.
Es el que también da cabida a lo exótico y extravagante.
Es un estilo en que se resalta lo instintivo, lo pasional y sentimental, lo irracional, lo subjetivo en contraposición a todo lo racional. De ahí su prédica a favor del sexo libre.
Una nota también característica fue el idealismo extremo que lo apartaba de la realidad, la que era considerada miserable y materialista, de ahí que el tema de la muerte, los suicidios, la enfermedad, lejos de ser rechazados eran buscados o anhelados. Es parte de este idealismo la creación del amor romántico, excelso, puro, alejado de todo deseo carnal, el papel de la mujer como devota esposa, abnegada madre, entregada en alma al hombre, la imagen caballeresca del príncipe azul que llevará a su Dulcinea a un bello mundo de amor, es el héroe cruzado movido por un alto ideal que se reviste de epopeya. Se buscaba embellecer, sublimar, adornar la realidad para quitar de ella lo sórdido, rutinario y convencional.

Esta introducción no es para hablar de arte, sino para ubicarnos en un discurso actual que busca confundirnos, que se reviste de términos y características románticas para ocultarnos la realidad.

Por todo el mundo, y esto no es una metáfora, estos grupos de los que voy a hablar se hallan en todos los continentes con un discurso casi idéntico, acceden a medios de difusión, a políticos partidarios, a funcionarios y a ongs, gracias a su enorme poder económico. Se trata de los grupos de tratantes de personas y proxenetas, que tal es su poder económico que crean organizaciones no gubernamentales, ponen dinero para una supuesta lucha contra el HIV, crean asociaciones de mujeres en prostitución, tienen permanente llegada a legisladores y funcionarios gubernamentales.  Ellos revisten a la prostitución con todas las galas que el romanticismo les presta,  convierten a quienes ejercen esta actividad en una especie de heroínas transgresoras que luchan por su libertad y derechos. Personas que son víctimas de una sociedad injusta e hipócrita. Nos hablan de una sexualidad libre, desprejuiciada, casi se podría decir generosa.
Mantienen un doble discurso que tanto las muestra como transgresoras, como denunciantes de la doble moral, como las que se enfrentan a la “moralina”,  y al mismo tiempo como deseosas de integrarse a esa sociedad que señalan, de ser reconocidas por esa moral hipócrita. En este sentido apunta frases tales como: mi cuerpo es mío, tenemos derechos, es nuestra elección, elegimos, lo hacemos por propia voluntad.

Lo irracional del romanticismo se hace evidente en el discurso en un eslogan a modo de título identificatorio, que resulta ser un oximorón, esas frases que  unen dos términos opuestos entre sí como por ejemplo “la luz oscura”, “pureza sucia”, y en nuestro caso se trata del título: trabajadora sexual.
El sexo en sí mismo es libertad, es un deseo que no obedece a nuestro ego, a nuestras razones, que no sabe de conveniencias ni de intereses, tampoco hace caso a momentos y lugares oportunos. Como todo deseo tiene su propia lógica, no es ciego ni indiferente a la realidad, es sensible, por esto elige, no cualquiera lo satisface, es cambiante, aquello que ayer busqué quizá hoy no me satisfaga.  Es el juego librado a sí mismo que busca el placer. Sexo y placer no podemos separarlos, son la piel encendida y el calor brotado que se solaza con su propia agitación. No puede ser compelido ni obligado porque es energía, sangre, potencia, arrebato. Por eso los antiguos para graficarlo no encontraron mejor manera que convertirlo en dioses: Eros, Afrodita y el juguetón Cupido.


Psique reanimada por el beso del Amor. Antonio Canova

El beso. Auguste Rodin



Por otro lado tenemos al trabajo, que podemos caracterizarlo como  la ejecución de tareas que implican un esfuerzo físico o mental y que tienen como objetivo la producción de bienes y servicios para atender las necesidades humanas.  Todos sabemos de qué hablamos, lo decimos contantemente: me dio trabajo, fue un trabajo enorme, cuesta trabajo y otras similares. Ahí no es el placer lo que se busca, aunque en algunos casos algunas personas puedan unir la obtención de bienes con el placer. El trabajo, y sobre todo en nuestra sociedad estandarizada, obedece a reglas, tiene momentos y oportunidades y tiene un método. No se agota en sí mismo porque su objetivo es la producción.  Mientras el sexo fue convertido en un dios, el trabajo es una maldición divina. Se dice que cuando los primeros humanos Eva y Adán “pecaron”, entre otras cosas, dios los condenó a tener que trabajar para comer, para subsistir.
 
Canto al Trabajo. Rogelio Yrurtia
Trabajo y placer obedecen a dos lógicas muy diferentes, hasta podríamos decir antagónicas. Reglamentar la sexualidad, imponerle cuotas, horarios, precios es convertirla en un objeto más entre otros tantos, en definitiva es matarla. De lograrse esto se habría obtenido el sueño del industrialismo capitalista y de la  moral religiosa: sería el sometimiento del sentir, de la vibración, de la excitación, en otras palabras, de la persona.

Por esto hablar de “trabajadora/o sexual” es plantear un imposible, es declarar una mentira, porque si es trabajo carece de sexualidad, si es sexo nunca puede ser trabajo.




The Economist es una publicación semanal británica dedicada a las relaciones internacionales y la economía. El 80% de sus ventas se producen fuera de Inglaterra, lo que no deja de ser un indicador. Cuenta con una Unidad de Inteligencia que publica informes de situación política y económica de distintos países, en especial del tercer mundo, destinados a los inversores extranjeros.
  Esta considerada una publicación liberal, tanto en lo económico como en lo político y las costumbres. Favorece el libre comercio, la propiedad privada, la libertad de prensa, las libertades políticas, la democracia de partidos, y la no intervención de los gobiernos respecto a los individuos y la empresa privada. Con esta caracterización quiero mostrar que no se trata de una publicación de “izquierda”, que apoye a movimientos contestatarios o transgresores, todo lo contrario, su finalidad es robustecer y sostener el ideario neoliberal. *

La traigo a colación porque es precisamente The Economist quien viene a romper con el disfraz de libertad y derechos con que el proxenetismo  tapa a la prostitución. Es ella la que expresa sin tapujos  lo que no se quiere mostrar, dado que está dirigida a un público determinado que son los poderosos que manejan políticas y economías de los países y deben decidir sus inversiones.

El artículo que les citaré habla de la prostitución en internet y concluye que entre las muchas facetas de la prostitución, hay una que no es ni victimización ni violencia, sino puro negocio, una simple compra-venta de servicios.
Asegura que internet hará aún más libre ese mercado al independizarlo  del control del proxenetismo y favorecer la empresa individual, los sitios especializados permitirán un intercambio y evaluación de oferta y demanda.



Aboga porque los gobiernos se alejen del tema. Según esta publicación pretender abolir la prostitución o controlarla es una tarea inútil que los distrae de terminar con la trata de personas y la prostitución infantil. Los gobiernos deberían dedicarse a desalentar y castigar esos crímenes y dejar que los adultos que dan su consentimiento sexual lo negocien en forma segura y privada.

Esta nota periodística no niega la realidad prostituyente, reconoce la victimización y  la  violencia,  la marginalidad de las víctimas. Tampoco oculta lo negativo que resulta el turismo sexual y cita expresamente a dos países que son siempre puestos como ejemplo reglamentarista: Alemania y Holanda.
Aún aceptando esto, considera que existe una prostitución sin violencia y conveniente que es la alejada de proxenetas y madamas, un mito que se impone de la mano del neoliberalismo, la del cuetapropismo y que en nuestro medio quiere adquirir una forma de cooperativa.




Lo importante y que quiero mostrar es que ni una sola vez se nombra la palabra “derechos”, ni “sexualidad” “ni cuerpo” y si se habla de libertad es la del mercado, la del comercio. Rompe con el mito romántico de la prostitución como un asunto de derechos, de sexualidad o libertad y la muestra como lo que es, una forma de compra-venta.


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