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En la violencia ver el
bosque
Desde este
lugar muchas veces he dicho que realmente creo que todo se relaciona con todo,
no solamente en la naturaleza sino, y quizá más, en lo cultural, en lo social,
porque si en algo los humanos nos destacamos es en relacionar, en encontrar
puntos de unión entre lo más diverso, es el lenguaje la más cercana expresión
de este juego, y en él, la poesía se destaca, luminosa y opaca al mismo tiempo.
También he
dicho que el todo es más que la suma de sus partes, mucho más que cada parte,
que cada individuo.
Esta
sociedad en constante destrucción y construcción, en cuanto acercamiento a un
todo, nos supera a cada uno de nosotros, es la que nos marca antes de nacer y
fija las coordenadas por las que transitaremos.
A la violencia
también quiero verla desde esta perspectiva, desde la visión más amplia que nos
implica a todos relacionados en este mundo humano que hacemos a cada momento.
Es fácil
señalar al individuo, y cuánto menos se nos parezca será más rápidamente
crucificado, y viendo el árbol dejamos de ver el bosque, dejamos de lado a la
sociedad y actuamos en función del dicho: muerto el perro, acabó la rabia. No
es así, porque la rabia está difusa en los canales de trasmisión, en eso que
nos relaciona. De nada servirá encarcelar, imponer seguridad privada, policías,
alambres de púas y cercas electrificadas porque la violencia las atravesará,
trepará los muros más altos y perforará las paredes más gruesas.
Un niño de
seis años recibe golpes de tal magnitud que le hicieron estallar el hígado
produciéndole la muerte, el autor fue su padrastro. Las voces se elevan y con
razón, indican que es un “monstruo”, esperan como mínimo una cadena perpetua.
Olvidan, no
quieren ver lo que esta noticia nos dice:
“Por cuidarlos mal, separan a dos chicos por día de sus padres.
Relevamiento en la provincia de Buenos Aires. Es porque no los alimentan bien,
no los mandan a la escuela o los dejan solos. Y el 20% nunca los recupera.”*
No vamos a buscar causas ni culpables sino tomar esto como un
indicador de una violencia diaria que daña a los niños, pero que seguramente
antes ha lastimado a sus padres.
El individuo, el llamado “monstruo” es la punta que emerge.
Sabemos que aproximadamente una mujer es asesinada por día,
una alarmante cifra de feminicidio que conmueve pero no se detiene. Acá también
podemos encarcelar al novio, al marido o ex marido o pareja, y nos
encontraremos con lo mismo, tomamos al individuo como la causa de una situación
que es social. Claro que los motivos son del sujeto, sus celos, se posesividad,
la agresividad, lo que no es personal es el pensamiento que le dice que sus
celos son justificados, que la mujer debe estarle sometida y ser obediente, que
es su propiedad al igual que los hijos y que el intento de no acatar este
mandato debe ser acallado aún de manera extrema.
Otra cara de este mismo aspecto es el feminicidio lento que
implica la prostitución. Es la destrucción de la persona y de su capacidad de
sentir y vivir libremente, y también la de su cuerpo que hace que su promedio
de vida sea muy inferior al de aquellas mujeres que no están en prostitución.
Sin embargo los prostíbulos se cuentan de a miles, sin hablar de las esquinas,
las rutas. En este renglón también podemos incluir a las víctimas de trata de
personas y a las niñas y niños prostituidos.
Podemos seguir con la criminalización del aborto que es otra
forma del feminicidio, son muertas por causas legales, por el hecho de ser
mujeres, por su capacidad reproductiva. Los gobiernos no les permiten decidir, las obligan a tener
un hijo que no quieren, no deseado. ¿No es esto también otra forma de la
violencia?
Que tendremos que decir del avance del narcotráfico y la
ocupación de barrios y ciudades lo que ya sabemos a qué llevará, porque ya ha
sucedido en nuestra América. De los jóvenes educados en el consumo que a muchos
llevará a la drogadependencia y por esta al delito, a la vida sin proyección, a
la muerte.
Argentina se formó siendo genocida, con la muerte de los
primeros habitantes de este suelo para poder sustraerles su tierra, y de paso
su cultura y su vida. Esto no es pasado, esto también es presente porque hoy
mismo los pueblos originarios están siendo asesinados por la falta de agua, de
salud, por el hambre y las enfermedades. Hoy también molestan porque ocupan
terrenos que a las empresas y gobiernos les interesan para sus negocios.
La corrupción ¿no es también violencia? Cuando algunos y
algunas pocos funcionarios obtienen
enormes fortunas en muy poco tiempo sin que puedan decir cómo la han logrado,
cuando sabemos que esa fortuna se explica por la falta de agua potable, de
cloacas, de salud pública, de seguridad, por el empobrecimiento del pueblo.
Si miramos más de cerca al juego político partidario, el de
los que están pugnando por llegar a los cargos y el de aquellos que no los
quieren dejar, ese juego mefistótelico de hoy te denuncio y mañana vamos
juntos, y si a esto agregamos las promesas que sabemos no cumplirán, las
mentiras constantes, los candidatos testimoniales, la búsqueda desesperada de
fueros para aumentar su impunidad obtendremos otro marco desde el que ver la
corrupción y la impunidad. No olvidemos tampoco el espionaje a que nos someten,
las persecuciones abiertas o indirectas, los muertos que tienen su autoría o al
menos su complicidad, como Julio López que todavía no aparece y que por el
contrario, hacen lo posible porque sea olvidado, como se quiere borrar la Esma
como el lugar de secuestro, tortura y asesinato que fue para convertirlo en una
feria de entretenimientos.
Todo esto que acabo de nombrar, ¿no es también violencia?
Cada uno de estos actos tiene uno o varios ejecutores que
pueden ser individualizados con nombre y apellido, pero también forman un clima
constante, esas conexiones que nos relacionan todo el tiempo y por diversos
puntos con diferentes tipos de violencia, que nos atraviesan y van formando
nuestras ideas e insensibilidades, por aquello que dice que todo se relaciona
con todo.
En la medida en que este mundo esta creado por nosotros, nos
demos cuenta o no, todos tenemos algún grado de participación en esta violencia
diaria.
Si existe como tal, si cada día está más presente, es porque
desde los gobiernos se la impulsa y porque desde el llano la sostenemos
repitiéndola, ejerciéndola, o, mirando para un costado y dejando hacer.
Alguien podrá decir que esto no le toca, que no solamente se
opone a todo tipo de violencia sino que es activo en su participación contra
ella. Nuevamente digo, un individuo o unos cuantos no hacen a toda la sociedad,
mientras que estos pocos activan hacia este lado, seguramente hay cientos o
miles que hacen lo contrario o no hacen.
Esto nos obliga a redoblar nuestros esfuerzos porque una vez
que se instala, una vez que en los barrios, en las ciudades, se toma como
natural que las cosas sean así, la espiral seguirá ascendiendo.
Siempre se ha dicho que somos un pueblo muy pacífico, todo
lo que estamos viviendo pareciera desmentir este supuesto. Es probable que se
nos diga eso para que no reaccionemos y supongamos que somos gente tranquila
cuando pareciera que lo somos en relación al poder, a quienes desde sus
posiciones nos dañan, nos quitan derechos, nos hambrean, se enriquecen a ojos
vista con nuestro dinero. Bajar la cabeza ante la agresión constante no es ser
pacífico cuando luego, toda esa violencia que vamos acumulando la pretendemos resolver
atacando a quienes son más vulnerables, haciendo a los demás lo que nos hacen a
nosotros.
Es parte del saber popular que el empleado que no puede
frenar el maltrato de su jefe al llegar a su casa se descargará con su mujer y
sus hijos. Por este motivo es que para
un gobernante es mejor ser temido que querido. El miedo hace que las personas
no se enfrenten y exijan sus derechos, pero todo ese malestar no desaparece
sino que es volcado ante cualquier estímulo, a veces mínimo, en situaciones
diarias contra quienes tienen escasa
posibilidad de defensa.
Aún en estas situaciones la responsabilidad es de todos, no
somos títeres o muñecos de peluche incapaces de dirigir nuestra fuerza. Si la
violencia arrecia, si se ha instalado es porque todos participamos, por eso
sería bueno comenzar dejando atrás el mito de nuestro pacifismo y comenzar a
reconocer la violencia de este pueblo que somos.
*http://www.clarin.com/sociedad/cuidar-mal-chicos-separados-
padres_0_1373262675.html
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