martes, 16 de junio de 2015

162 - En la violencia ver el bosque

162
En la violencia ver el bosque

Desde este lugar muchas veces he dicho que realmente creo que todo se relaciona con todo, no solamente en la naturaleza sino, y quizá más, en lo cultural, en lo social, porque si en algo los humanos nos destacamos es en relacionar, en encontrar puntos de unión entre lo más diverso, es el lenguaje la más cercana expresión de este juego, y en él, la poesía se destaca, luminosa y opaca al mismo tiempo.
También he dicho que el todo es más que la suma de sus partes, mucho más que cada parte, que cada individuo.
Esta sociedad en constante destrucción y construcción, en cuanto acercamiento a un todo, nos supera a cada uno de nosotros, es la que nos marca antes de nacer y fija las coordenadas por las que transitaremos.

A la violencia también quiero verla desde esta perspectiva, desde la visión más amplia que nos implica a todos relacionados en este mundo humano que hacemos a cada momento.
Es fácil señalar al individuo, y cuánto menos se nos parezca será más rápidamente crucificado, y viendo el árbol dejamos de ver el bosque, dejamos de lado a la sociedad y actuamos en función del dicho: muerto el perro, acabó la rabia. No es así, porque la rabia está difusa en los canales de trasmisión, en eso que nos relaciona. De nada servirá encarcelar, imponer seguridad privada, policías, alambres de púas y cercas electrificadas porque la violencia las atravesará, trepará los muros más altos y perforará las paredes más gruesas.



Un niño de seis años recibe golpes de tal magnitud que le hicieron estallar el hígado produciéndole la muerte, el autor fue su padrastro. Las voces se elevan y con razón, indican que es un “monstruo”, esperan como mínimo una cadena perpetua.
Olvidan, no quieren ver lo que esta noticia nos dice:
Por cuidarlos mal, separan a dos chicos por día de sus padres. Relevamiento en la provincia de Buenos Aires. Es porque no los alimentan bien, no los mandan a la escuela o los dejan solos. Y el 20% nunca los recupera.”*
No vamos a buscar causas ni culpables sino tomar esto como un indicador de una violencia diaria que daña a los niños, pero que seguramente antes ha lastimado a sus padres.
El individuo, el llamado “monstruo” es la punta que emerge.



Sabemos que aproximadamente una mujer es asesinada por día, una alarmante cifra de feminicidio que conmueve pero no se detiene. Acá también podemos encarcelar al novio, al marido o ex marido o pareja, y nos encontraremos con lo mismo, tomamos al individuo como la causa de una situación que es social. Claro que los motivos son del sujeto, sus celos, se posesividad, la agresividad, lo que no es personal es el pensamiento que le dice que sus celos son justificados, que la mujer debe estarle sometida y ser obediente, que es su propiedad al igual que los hijos y que el intento de no acatar este mandato debe ser acallado aún de manera extrema.

Otra cara de este mismo aspecto es el feminicidio lento que implica la prostitución. Es la destrucción de la persona y de su capacidad de sentir y vivir libremente, y también la de su cuerpo que hace que su promedio de vida sea muy inferior al de aquellas mujeres que no están en prostitución. Sin embargo los prostíbulos se cuentan de a miles, sin hablar de las esquinas, las rutas. En este renglón también podemos incluir a las víctimas de trata de personas y a las niñas y niños prostituidos.


Podemos seguir con la criminalización del aborto que es otra forma del feminicidio, son muertas por causas legales, por el hecho de ser mujeres, por su capacidad reproductiva. Los gobiernos  no les permiten decidir, las obligan a tener un hijo que no quieren, no deseado. ¿No es esto también otra forma de la violencia?

Que tendremos que decir del avance del narcotráfico y la ocupación de barrios y ciudades lo que ya sabemos a qué llevará, porque ya ha sucedido en nuestra América. De los jóvenes educados en el consumo que a muchos llevará a la drogadependencia y por esta al delito, a la vida sin proyección, a la muerte.

Argentina se formó siendo genocida, con la muerte de los primeros habitantes de este suelo para poder sustraerles su tierra, y de paso su cultura y su vida. Esto no es pasado, esto también es presente porque hoy mismo los pueblos originarios están siendo asesinados por la falta de agua, de salud, por el hambre y las enfermedades. Hoy también molestan porque ocupan terrenos que a las empresas y gobiernos les interesan para sus negocios.

La corrupción ¿no es también violencia? Cuando algunos y algunas  pocos funcionarios obtienen enormes fortunas en muy poco tiempo sin que puedan decir cómo la han logrado, cuando sabemos que esa fortuna se explica por la falta de agua potable, de cloacas, de salud pública, de seguridad, por el empobrecimiento del pueblo.

Si miramos más de cerca al juego político partidario, el de los que están pugnando por llegar a los cargos y el de aquellos que no los quieren dejar, ese juego mefistótelico de hoy te denuncio y mañana vamos juntos, y si a esto agregamos las promesas que sabemos no cumplirán, las mentiras constantes, los candidatos testimoniales, la búsqueda desesperada de fueros para aumentar su impunidad obtendremos otro marco desde el que ver la corrupción y la impunidad. No olvidemos tampoco el espionaje a que nos someten, las persecuciones abiertas o indirectas, los muertos que tienen su autoría o al menos su complicidad, como Julio López que todavía no aparece y que por el contrario, hacen lo posible porque sea olvidado, como se quiere borrar la Esma como el lugar de secuestro, tortura y asesinato que fue para convertirlo en una feria de entretenimientos.



Todo esto que acabo de nombrar, ¿no es también violencia?
Cada uno de estos actos tiene uno o varios ejecutores que pueden ser individualizados con nombre y apellido, pero también forman un clima constante, esas conexiones que nos relacionan todo el tiempo y por diversos puntos con diferentes tipos de violencia, que nos atraviesan y van formando nuestras ideas e insensibilidades, por aquello que dice que todo se relaciona con todo.


En la medida en que este mundo esta creado por nosotros, nos demos cuenta o no, todos tenemos algún grado de participación en esta violencia diaria.
Si existe como tal, si cada día está más presente, es porque desde los gobiernos se la impulsa y porque desde el llano la sostenemos repitiéndola, ejerciéndola, o, mirando para un costado y dejando hacer.
Alguien podrá decir que esto no le toca, que no solamente se opone a todo tipo de violencia sino que es activo en su participación contra ella. Nuevamente digo, un individuo o unos cuantos no hacen a toda la sociedad, mientras que estos pocos activan hacia este lado, seguramente hay cientos o miles que hacen lo contrario o no hacen.
Esto nos obliga a redoblar nuestros esfuerzos porque una vez que se instala, una vez que en los barrios, en las ciudades, se toma como natural que las cosas sean así, la espiral seguirá ascendiendo.

Siempre se ha dicho que somos un pueblo muy pacífico, todo lo que estamos viviendo pareciera desmentir este supuesto. Es probable que se nos diga eso para que no reaccionemos y supongamos que somos gente tranquila cuando pareciera que lo somos en relación al poder, a quienes desde sus posiciones nos dañan, nos quitan derechos, nos hambrean, se enriquecen a ojos vista con nuestro dinero. Bajar la cabeza ante la agresión constante no es ser pacífico cuando luego, toda esa violencia que vamos acumulando la pretendemos resolver atacando a quienes son más vulnerables, haciendo a los demás lo que nos hacen a nosotros.
Es parte del saber popular que el empleado que no puede frenar el maltrato de su jefe al llegar a su casa se descargará con su mujer y sus hijos.  Por este motivo es que para un gobernante es mejor ser temido que querido. El miedo hace que las personas no se enfrenten y exijan sus derechos, pero todo ese malestar no desaparece sino que es volcado ante cualquier estímulo, a veces mínimo, en situaciones diarias contra  quienes tienen escasa posibilidad de defensa.
Aún en estas situaciones la responsabilidad es de todos, no somos títeres o muñecos de peluche incapaces de dirigir nuestra fuerza. Si la violencia arrecia, si se ha instalado es porque todos participamos, por eso sería bueno comenzar dejando atrás el mito de nuestro pacifismo y comenzar a reconocer la violencia de este pueblo que somos.


*http://www.clarin.com/sociedad/cuidar-mal-chicos-separados-

padres_0_1373262675.html


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