lunes, 8 de junio de 2015

161 - De la violencia y otros yuyos

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De la violencia y otros yuyos

Fue en mayo cuando la organización “Profesionales latinoamericanos/as contra el abuso de poder” se preguntó ¿Naturalizamos la violencia?  Se respondió con el comunicado que aquí les dejo:

“¿NATURALIZAMOS LA VIOLENCIA?

En los últimos días se ha producido un aumento en los hechos de violencia social, inversamente proporcional a su repercusión pública. Una razzia en Córdoba que llevó a la detención de un millar de jóvenes y dos muertos; el desalojo violento llevado a cabo en la localidad platense de Abasto contra las más de 700 familias de trabajadores de la tierra, no acatando la orden judicial que lo impedía; amenazas e intimidaciones a campesinos de Villa del Rosario, Córdoba, que resisten para no ser echados de sus tierras por la fuerza; cartoneros reprimidos en la ciudad de Buenos Aires.

Los femicidios se incrementan de tal forma que ya se ha llegado a una mujer muerta por día, se descubre la existencia de redes de trata de personas -prostitución y trabajo esclavo, trabajo infantil que son solo la punta de grandes redes-, también dos muertos, esta vez niños. Secuestros extorsivos que llaman la atención por su preparación y logística, censuras y persecución a militantes socio-ambientales, como Sofía Gatica y organizaciones de Neuquén.....y seguiría la lista.
Es cierto que en algunos lugares la gente se ha manifestando, pero también lo es que la cantidad no está a la altura de los hechos.

Mientras asistimos a una especie de reality show de candidaturas de toda clase de color político, parte de la sociedad parece distraída con estas idas y venidas, peleas, rupturas, reconciliaciones, entradas y salidas de candidatos y candidatas. Y es poca la reacción o la sorpresa a todo lo enumerado más arriba. ¿Existe un acostumbramiento a la violencia donde el sentimiento primario de "horror" parece desaparecer ?

La clase dirigente, en su conjunto, debería hacerse cargo de revertir esta situación. El imaginario social se construye, entre otras cosas, en base a lo que los integrantes de una sociedad perciben y tememos que lo percibido está naturalizando la violencia.
La indiferencia frente a la violencia social es peligrosa y se transforma en violencia en sí misma. Cuando todo pasa a ser posible desaparece la capacidad de asombro y, en este tema, convierte a toda la población en una sociedad de alto riesgo.”







El 3 de junio de 2015 miles de personas tomaron nuevamente las calles de varias ciudades del país para gritar “Ni una menos” sana y hermosa costumbre la de expresarse, la de hacer ver que no somos una masa informe dispuesta a  aceptar la muerte evitable, la causada por los desgobiernos y las proclamas belicistas llenas de antagonismo.
La violencia no es genética,  sus causas son sociales y tienen nombres y apellidos de sus responsables.
Cuando digo causas sociales no digo únicamente que es responsable la familia, la escuela, el barrio, sino y sobre todo, aquellos que se autotitulan dirigentes que con su hacer o no hacer generan, ejercen  o, en el mejor de los casos, permiten que se desarrollen mecanismos de violencia que van impregnando las conductas, alterando y degradando los vínculos sociales positivos.
Así como la violencia del extremismo tiene causas políticas y es una estrategia de poder, la que desde los gobiernos se ejerce o se permite e incentiva tampoco es casual, no es falta de decisión o de capacidad sino una modalidad instrumentada por aquello que dice que “en río revuelto ganancia de pescadores”.
Por eso resulta casi psicótico haber visto como en esa concentración del “Ni una menos” había políticos partidarios y hasta  mandaron a sus militantes “sumándose” al reclamo. Es absurdo pretender estar en ambos lados, el del que exige y el del exigido. Quizá esa también sea otra estrategia, la del que quiere mostrar que no tiene nada que ver con lo que sucede, que no es responsable.

Nada de esto es natural, nada de esto es genético ni parte de la inexistente “naturaleza humana”. Otra vida es posible, otra en que la dignidad de las personas no se engañe con planes sociales, en que la igualdad no sea solamente una proclama y en que la riqueza y la impunidad de los poderosos sea una ofensa diaria.
Vos, yo todos y todas, somos humanos, simples, pequeños, vulnerables y aún así, seguimos siendo humanos y por lo tanto dueños de todos los derechos.
Nos hemos dado una sociedad, un idioma, alguna religión, estas instituciones, aún los partidos políticos y los proyectos, nos hemos dado esto para mejorar nuestra vida, somos el objetivo de todas estas creaciones nuestras, no somos sus esclavos ni estamos a su servicio.

No creamos que esto es natural, como el sol o la lluvia, podemos cambiar todo, está en nuestra capacidad modificar el mundo y nuestras circunstancias.

 
Eduardo Galeano

 Algo de Eduardo Galeano

“Cuando algún periodista me pregunta si soy optimista, yo contesto, sinceramente:
-A veces. Depende de la hora.
Siempre me parecieron más bien inhumanos los optimistas full time.
Creo que el desaliento es un derecho humano, y de algún modo es también la prueba de que somos humanos, porque no sufriríamos el desaliento si no tuviéramos aliento.

Hay que reconocer que no es muy alentadora la realidad, que tiene la jodida costumbre de recompensar a los exprimidores del prójimo y a los exterminadores de la tierra, el agua y el aire. Y en cambio, las más apasionantes aventuras de transformación de la realidad suelen quedarse a mitad de camino, o se extravían y se pierden, y muchas veces terminan mal.

Hay que reconocerlo, digo, pero también cabe preguntar: Cuando esas lindas experiencias colectivas terminan mal, ¿de veras terminan? ¿No hay nada que hacer, sólo nos queda resignarnos y aceptar el mundo tal cual es, como si fuera destino? Hace pocos años, se puso de moda la teoría del fin de la historia. Más de uno se tragó ese sapo, a pesar de que el sentido común nos demuestra, con poderosa sencillez, que la historia nace de nuevo cada mañana.

Lo mejor de este asunto de vivir está en la capacidad de sorpresa que la vida tiene. ¿Quién podía presentir que los países árabes iban a vivir este huracán de libertad que están ahora viviendo? ¿Quién iba a creer que la plaza de Tahrir iba a dar al mundo esta lección de democracia? ¿Quién iba a creer lo que ahora puede creer ese muchachito plantado en la plaza durante días y noches, cuando dice: Nadie nos va a mentir nunca más?

Al fin y al cabo, cuando la historia dice adiós, o eso parece decir, ella nos está diciendo, o al menos murmurando: hasta luego, hasta lueguito, nos estamos viendo.

Y yo me despido de ustedes, ahora, que ya es hora, como la historia me enseñó, diciéndoles gracias, diciéndoles: hasta luego, hasta lueguito, nos estamos viendo.”

Estas palabras fueron pronunciadas el 22 de febrero de 2011 por el escritor Eduardo Galeano, el tiempo pasado ha demostrado la verdad de las mismas, la historia nunca ha cesado, hoy  nos encontramos a muchos países árabes sumidos en la guerra y debatiéndose con el fundamentalismo religioso.

 
Algo más de Galeano:


La iglesia dice: el cuerpo es una culpa
La ciencia dice: el cuerpo es una máquina
La publicidad dice: el cuerpo es un negocio
El cuerpo dice: yo soy una fiesta.





Albert Camus  en “La caída”  escribió:
“Dicho sea entre nosotros, la servidumbre, y de preferencia sonriente, es, pues, inevitable. Pero no debemos reconocerlo. ¿No es mejor que aquel que no puede prescindir de tener esclavos, los llame hombres libres? Primero, por una cuestión  de principios, y luego para no desesperarlos. Les debemos esta compensación, ¿no les parece? Así ellos continuarán sonriendo y nosotros conservaremos nuestra tranquilidad de conciencia”.

 
Albert Camus




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