martes, 15 de octubre de 2013

71 - Qué dirá el Santo Padre

71
Qué dirá el Santo Padre

Al hablar de cualquier religión o empresa religiosa, siempre se hace la salvedad que los cuestionamientos no están dirigidos a las creencias, sino a la institución. Esta postura muestra únicamente el miedo de quien la expresa. Siempre nos dicen que hay que “respetar” las creencias, yo pregunto ¿por qué?

Las creencias son ideas, tan ideas como decir que el triángulo tiene tres lados, o que la democracia es la mejor forma de gobierno. Quienes viven y creen en una monarquía o aún quienes lo hacen en una democracia,  podrán cuestionar esto último, combatirlo con otras ideas y no por eso pensamos que están faltando el respeto. Quizá la diferencia está en que las ideas que llamamos creencias fueron rodeadas de un halo especial, cargadas de emociones y magia, y luego algunos las quisieron convertir en algo diferente a una idea, algo sagrado, intocable y se arrodillaron ante ellas. Así en la visión de muchas personas dejaron de ser ideas para pasar a ser entidades de otro orden capaces de competir con la realidad objetiva.


No se puede separar empresa religiosa y creencia porque unas necesariamente llevan a las otras, forman un todo. Por ejemplo en el judeocristianismo si quitamos la idea del mesías, todo se desploma.
Sí está claro que no es cuestionable la fe porque es penetrar en la subjetividad de cada persona la que está más allá de poder ser cuestionada pues no es una idea. Con lo que sí podemos meternos es con el objeto de esa fe y con las consecuencias que implica, con las construcciones de poder que se hacen a través de ella.

Aclarado esto, encaremos el tema central: las empresas religiosas son creadoras y sostenedoras de ideología, por lo tanto son entidades netamente políticas. Los dioses, santos, ángeles, demonios, los procedimientos para contenerlos o atraerlos a nuestro favor como son los rezos, las ceremonias, el cumplimiento de determinadas reglas o mandamientos, las promesas y ofrendas, los votos, son las formas de esa ideología que implica toda una explicación y sentido de la vida, no solo de la mía, sino la de todos y la del universo mismo. De ahí que estas empresas sean imperialistas, buscan imponer su visión como la única no solo para sus creyentes sino para todo el universo.

Es en este punto donde quiero comenzar la problematización. ¿cómo se puede conciliar una idea democrática de gobierno con otra imperialista, monárquica absoluta? Todo estado siempre estará en tensión con estas empresas, aún los monárquicos, pues aquellas se reputan  por encima de todo reinado mundano y compiten con este por el sometimiento de las personas a su voluntad.

Recordemos que en la edad media, cuando la iglesia católica tenía un poder indiscutido, eran sus jerarcas los que coronaban a los reyes mostrando de ese modo su superioridad. Ellos crearon la idea de que los reyes eran elegidos por dios para gobernar, a eso llamaron derecho divino. Por lo tanto debían a dios su poder y, entonces, también a la iglesia de ese dios y sobre todo a la única persona en el mundo que habla en nombre de ese dios,  su sumo pontífice, el papa.



Es esta idea imperial la que permite  que las empresas religiosas se crean con derecho a intervenir en todo lo relacionado no solamente con sus súbditos-creyentes, sino con el mundo en general, se creen con el deber de entrometerse tanto en el ámbito social como en el político. Es así como todo creyente termina siendo ciudadano de dos estados, el del país en que vive y el de su creencia, termina bajo dos leyes y debiendo obediencia a ambas, o en muchos casos algunos  cumplen solamente  las leyes de su religión.


Siendo así, ¿cómo es posible que convivan en un mismo tiempo y espacio estos dos modelos? La oposición solamente podrá aliviarse en aquellos negocios en que ambos, estado e iglesia, puedan salir beneficiados o cuando sea necesario luchar contra un adversario común, especialmente si ese adversario se opone al capitalismo del que los estados y la iglesia son columnas. Fuera de eso la tensión siempre estará presente.

Dentro de estos pactos entre estado e iglesia se dan situaciones llamativas, por no llamarlas directamente perversas en que un estado democrático sostiene a una iglesia monárquica  que rivaliza por el poder y la obtención del gobierno. Es lo que sucede en la Argentina en la que su Constitución Nacional dice en el artículo 2:

El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano.”

Son todos los habitantes del país, el estado democrático, quienes sostienen económicamente a una institución de la que no todos participan y en la que, aún participando,  no pueden elegir a sus directivos ni cuestionar sus basamentos ideológicos, y que además, ya sabemos, aplica fuerza sobre los gobiernos para obtener leyes y privilegios dirigidos a someter a los habitantes, pertenezcan o no a esa iglesia y obtener beneficios económicos.













Si bien el término “sostiene” usado en la Constitución implica “sostenimiento económico” y nunca concesión de un status preferencial, ni oficial  al culto católico, sigue vigente el cuestionamiento de por qué hay que hacerlo. Esto lisa y llanamente es indicativo de un privilegio, por lo que ya no podemos hablar de igualdad. Y aquí es donde aparece nuevamente la señal de alerta, en nuestra Constitución misma se halla un punto antidemocrático que busca beneficiar a un grupo determinado de personas.

Resalto lo de beneficiar a un grupo de “personas”, no hablo de institución o de iglesia o de religión, porque esas son creaciones ideológicas, existen mientras haya personas que las acepten y sostengan, el día que esto no suceda, se desmoronarán. El dinero que se recauda, el que obtienen mediante beneficios van hacia personas determinadas, difícilmente lleguen al cielo o tengan a ángeles por administradores. Son las personas las beneficiadas y las que hacen uso de todo este dinero.

Más grave que el dinero que los trabajadores ponemos para sostener a quienes no producen y seguramente viven mejor que nosotros, es el aporte simbólico, el poder que se le otorga imaginariamente pero que se traduce luego en acciones concretas. Es este poder el que les permite interponerse e impedir el cumplimiento del deseo de la mayoría de las personas.

Dicen que este poder y también el deber que tiene el estado de asistirla económicamente,  radica en que el 90% de la población argentina es católica. Sin embargo, cuando salimos de los números o de la cantidad de bebés bautizados y nos atenemos a otros datos, el resultado varía y mucho. El CONICET hizo una encuesta y demostró que la mayoría de las personas no siguen las disposiciones de la iglesia, y no solamente eso sino que están en contra. Por ejemplo, en cuanto a educación sexual y anticoncepción el 70 % opina en contra de la iglesia católica,  el 78% se declaró a favor del aborto. Les recuerdo lo que dijo el expapa Benedicto 16 al respecto: “…Puede haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto…” * O sea que la mayoría de las personas están en abierta y clara oposición a la autoridad papal y en el límite de ser echados.
Situaciones similares se dan en relación a diferentes temas, entre ellos el matrimonio igualitario, la eutanasia, el sexo prematrimonial, el divorcio vincular y las diferentes expresiones culturales, donde la gente se expresa de manera contraria a lo que impone la ideología católica.

El diario La Nación publicó palabras de Fortunato Mallimaci, investigador en el tema de las religiones, quien dijo: “No hay dudas de que los creyentes en Dios siguen siendo mayoría en nuestro país. Pero están fuertemente desinstitucionalizados. Y no se trata de un problema exclusivo de los católicos, sino que esto también pasa entre los creyentes de otras religiones”.** O sea que esa mayoría del 90 % católica a poco que exploramos se disuelve.



Cada persona es dueña de creer en lo que quiera y de reunirse con otras que piensan de igual modo,  fijar las pautas de esas reuniones, las ceremonias y aún los reglamentos que deben cumplir para pertenecer, otra cosa muy diferente es pretender que el estado les pague por esa asociación voluntaria y  además también pretender que todos debemos cumplir los reglamentos que ellas, las empresas religiosas de cualquier tipo, imponen a sus  seguidores. Estos son algunos motivos que hacen que sea necesaria una clara y completa separación entre la iglesia católica y cualquier otra empresa religiosa, del estado.

Para finalizar les dejo un poema de Alberto A. Arias

Ya casi un ciudadano más
volví mis ojos hacia ella.
Y aunque no la vi —o nada vi—
alcancé a oír su verdad
profunda y vacía y negra:

—“Abandonad toda fe,
    creencia y superstición,
    amos, dioses y demonios.
    Y conservad la fuerza,
    la esperanza
    y la libertad.”

  (1985-91)  de: Poemas de Lo


* Carta de Joseph Ratzinger al cardenal Theodore McCarrick, arzobispo de Washington DC del año 2004 en

**”La religión con lupa científica, de los dogmas a los matices” por Lorena Oliva. Diario La Nación del 6 de octubre de 2013. Suplemento enfoques, pág 7, Religión y estado, estado laico, separación iglesia y estado





















No hay comentarios:

Publicar un comentario