domingo, 3 de noviembre de 2013

72 - Mi mente flotante

72
Mi mente flotante

Pensé que era uno de esos días en que mi mente parece  flotar apenas balanceada por las horas en una especie de siesta placentera. Esperé que el despertador biológico sonara pero es inútil, ya hace varios días que mi cerebro duerme plácidamente y aunque he tratado de despertarlo, no se da por enterado.

En el mundo siguen pasando cosas y en mi interior también, pero tengo una especie de resistencia a encararlas, a darme cuenta que pese a los dioses, los papados, los reyes, princesas, ministros y presidentes, este planeta nuestro sigue andando, girando, no tomándome en cuenta, tanto, que no sabe  siquiera que existo. E imagino, el mundo gira y los planetas y el sol, este sol entre tantos otros, y la galaxia también moviéndose en el vacío entre otras que también giran y van, y así todo, nada está quieto,  solo mi mente  en este universo en deslizamiento parece estarlo.


Por ese motivo en estos días no tengo nada para decirles,  mis temas y arrebatos parecen haberse perdido, y aunque los busco, y me miro extrañado, y me pregunto ¿qué me estará pasando?, nada surge.
No les niego que me siento raro, me pregunto ¿quedaré así para siempre?, sé que no, aunque la duda persiste.

Hoy estoy así,  incapaz de producción, me cuesta aceptarme en esta imaginada quietud, tan programado estoy para el movimiento, para  hacer.
Aún desde este momento estoy con Uds, quise compartirme así, porque esta visita que nos hacemos se ha vuelto una cita, un encuentro.

Una poesía entre nosotros:

No sonrías, por favor, tengo heridas suficientes.
No las toques por favor
Tu dulzura despierta angustias y tristezas en ellas guardadas.
No alcanza una canción un poema
El torrente explota en el pecho y desborda lo que nunca pasó

No me toques por favor
Hoy soy un papel muy débil
Sabés que siempre nos estamos despidiendo
Y las piedras no amparan la caída
Y los grillos traicionan
A la noche
El llanto queda
Inconcluso
No pudo tejer una esperanza

Sabemos que somos seres extraños, y con esto quiero decir que no somos normales, que ninguna persona lo es. Quizá sea por eso que nos esforzamos tanto en parecerlo, en que nos vestimos igual, con las formas y colores de moda, con el pelo correcto y los zapatos adecuados. Quizá sea por eso que nos aterra no estar en el rebaño y el miedo a que por la diferencia nos dejen solos.

No queremos mirarnos con detenimiento, con el ojo de quien quiere conocer, porque ahí también estamos siendo raros, únicos, parecidos pero nunca iguales. Por eso tampoco nos prestamos atención en los sentimientos, esa vida incomprensible que también somos. Ahí  hay torbellinos y quietudes, tantas dulzuras como dolores y todos esos sueños, algunos ya olvidados, otros en paciente espera de que los cumplamos.

Sí, definitivamente, cada uno de nosotros es un raro, algo que jamás encajará en los modelos y las formas.  Hermanados en esta humanidad, en este tiempo y espacio que ocupamos y en esta historia que vamos construyendo, y al mismo tiempo, otros, diferentes y diversos, somos tanto Caín como Abel, Adán tanto como Eva,  el que busca la aceptación cumpliendo las normas y el que las transgrede.  En eso radica nuestra dignidad, en eso se juega nuestra libertad, en este no encajar, en esta rareza, en la posibilidad que todos tenemos de ser la oveja negra o la blanca, según lo decidamos. Me rectifico, por qué ser la oveja negra “o” la blanca y no ser la negra “y” la blanca, juntas, mezcladas, Caín y Abel en un abrazo de hermanos no cumpliendo el ritual de odio que les fue impuesto.

Somos una ruptura constante, quizá por eso nos hemos colocado en un lugar especial, como hijos de dios o de extraterrestres, como ajenos a este mundo condicionado. Es esta nuestra rareza central, saber que en algún punto, escondido entre nuestras ropas de ciudadanos, padres, vecinos, hijos y trabajadores, somos  incondicionados, desatados de todas las cuerdas con que nos quieren aplacar. Es nuestro punto de arrebato, de soltura, en el que somos capaces de todo eso que en nuestra vida “normal” nos negamos. Es el punto del desvelo,   cosecharemos lo que hayamos plantado, rosas o hierros, alas o bajezas. Y no será por casualidad, por suerte o por haber nacido así. Será por todo lo que hayamos  hecho con la vida, por los pensamientos que buscaron entender, por los sentimientos violentos apaciguados, por la solidaridad dispuesta, por los engaños en que nos dejamos caer, por abandonarnos a los designios de algún otro. Nada es casual, nuestros genes no son un destino.

En esa desnudez nada carece de razón, todo lo que en ella aparece es lo que hemos logrado. Es como en ese relato que quizá conozcan, El retrato de Dorian Gray, en el un joven hermoso logra que la edad y los desastres que comete se vayan registrando en el retrato que se hizo pintar mientras que él mismo sigue con su aspecto exterior sin ningún cambio. Esta juventud y belleza es su sociabilidad, la cara que da al mundo y con la que obtiene éxito, la otra, la que se halla en el cuadro, es la que realmente ha logrado.
Quizá también por esto no queremos ver nuestra desnudez, mirarnos tal como somos, y preferimos quedarnos con los roles de padre, hermano, trabajador, artista, creyente.

Creyentes de nuestras propias creaciones, de nuestras mentiras y telas de araña, atrapados con la eterna esperanza de que alguien nos libre, que alguien con suficiente amor pueda mirarnos más allá de nuestras ropas y aceptarnos. Alguien que pueda hacer eso  que  por miedo o vanidad no queremos hacer con nosotros mismos.












Walt Whitman escribió este poema que tituló “No te detengas


No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ...
 
Foto Alberto B Ilieff


Recuerdo el título de un libro que siempre me pareció hermoso y cargado de sentido: “No empujes el río, porque fluye solo” y enseguida lo asocié a aquella enseñanza que dice que para que el agua fluya libremente, solamente es necesario quitar las piedras de su camino. De lo que hoy hablo y creo que desde  el mismo comienzo de este espacio, es de estas piedras, de estas cosas que tenemos vaya a saber por qué motivo, pero acá están, interrumpiendo nuestro flujo, creando barreras, miedos, vergüenzas, culpas.
Son ellas las que no nos dejan ver en nuestra totalidad y llegar a ese punto incondicionado del que les hablé hace un rato, ese punto en que indudablemente somos nosotros y dónde no nos importa qué opinan los demás.
Somos libres y no nos atrevemos a descubrirlo. Esta libertad es gratuita, esta ahí  para que la tomemos, pero antes, sí es necesario sacar las piedras, las paredes que la tapan, los prejuicios y acusaciones, las culpas y los dedos que señalan. Es necesario darnos este trabajo, este esfuerzo de dejar atrás todas estas telarañas que supimos construir.




La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.









No hay comentarios:

Publicar un comentario