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¿Democracia?
Muchas
veces me he preguntado si la democracia es, en realidad, la mejor forma de
gobierno conocida y no he sabido responderme. Quizá eso se debe a que, desde mi
punto de vista, no hemos llegado a una situación democrática. Estamos muy lejos
del gobierno en el que las decisiones son tomadas por el pueblo, y, por lo
tanto, en función del pueblo mismo.
Mafalda. Quino |
Podríamos
decir que estamos todavía inmersos en un
sistema casi de caudillos, donde el poder se ha convertido en una carrera que
comienza con los jóvenes en pintadas callejeras o repartiendo volantes para
luego ir escalando por distintos puestos y terminar en la legislatura o la
presidencia, o en su defecto, en algún puesto tribunalicio. Esta carrera
burocrática rompe con las personas de la
calle, los comunes que somos todos nosotros, y convierte al joven que quizá
tuvo verdaderos ideales, en alguien que busca exclusivamente su propia
satisfacción, que juega un ajedrez en el que las piezas son personas o enemigos
u opositores y también, aliados. Y quizá
este sea el objetivo de toda burocracia, separar al “funcionario” de la gente
común, alejarlo, hacerle creer en una supuesta superioridad y capacidad de
“dirección” , hacerle creer que ha llegado a ese puesto para cuidar los
intereses de su “clase política” y de quienes lo apoyan. Desde esta visión, si se acercan a las
personas es para usarlas como apoyo, para obtener ideas que les aporten más
votos que les permitan seguir en su sillón o alcanzar otro más importante y
para “legitimar” su poder. El ideal oculto sigue siendo el de la monarquía,
quedarse en el poder toda la vida y si fuera posible trasmitirlo en herencia a
sus hijos o parientes.
Es
paradójico que cuanto más hablan de los “problemas de la gente”, de “buscar
soluciones”, de “escuchar”, de “andar la calle”, más lejos están de todo esto y
menos parece importarles.
Muchas
veces me detengo a escuchar los discursos y ver los actos como un espectáculo o
como una clase de psicología social. No importa lo que dicen, en general es
sumamente pobre y si tuviéramos un vecino que cada vez que lo encontramos nos
hablara así, saldríamos corriendo, y hasta podríamos pensar que tiene algún
problema mental. Lo que me gusta ver es como está armado el espectáculo, los
gestos, como van subiendo la voz hasta terminar casi en un grito que coincide
con el momento en que los redoblantes y bombos suenan y es la señal para que la
gente grite y aplauda. O sea toda una estrategia de manipulación que trata de
mostrar precisamente lo contrario a “la escucha”, pone en evidencia que lo que
ellos buscan es ser escuchados y seguidos. Esos actos son un muestrario de la pobreza de
ideas, los pensamientos no existen las
que aparecen son frases publicitarias vacías que pretenden tener un contenido
político cuando en realidad son repeticiones y si no fuera por toda la
parafernalia que las disimula, hasta serían ridículas. También son un
ejemplo de la obsecuencia, del
sometimiento de los “dirigentes que acompañan” y de su modelo de ciudadanía, como si tener a toda esa gente reunida con
banderas, y respondiendo a las señales como autómatas, representara para ellos
la virtud ciudadana, como si eso fuera
la democracia.
Y para esto
es necesario no tener límites éticos, la mentira, promesas que sabemos nunca
serán cumplidas, pactos escondidos, negocios ya acordados, besos a niños y
gente mayor, abrazos a trabajadores, todo puede ser usado para la manipulación,
para obtener sus metas que no son otras que sostenerse en el poder.
Muchas
veces escuché decir que “el poder corrompe” y esto es tirar la
pelota afuera,
es buscar una excusa que perdone anticipadamente a quienes son y serán nuestros
verdugos. El “poder” no es una persona, no es una entidad como un demonio o
algo similar, que esta acechando, esperando que
un alma cándida pase a su lado
para pervertirla, para ensuciar al
inocente joven que se inicia en el
camino hacia el palacio de gobierno. Al contrario, para ir cumpliendo las
etapas de este camino es necesario irse corrompiendo, así, cuando se llega al
puesto, a ser “dirigente” la tarea ya está hecha. No es el poder el que
corrompe, siempre somos los humanos los responsables de cómo usamos las
herramientas. No hay un Sr. Poder que enseñe que el pueblo es estúpido, que se
lo compra con zapatillas, que la pobreza y la ignorancia son convenientes, y si
esto no fuera suficiente, alguna patota podrá solucionarlo. Si no me convenciera de todo esto ¿de qué otro
modo podría creerme superior a los demás
para poder someterlos a mi voluntad ?
Leer “El
Príncipe” de Maquiavelo enseña mucho. Ahí están las lecciones que aprenden de
memoria nuestros políticos profesionales. Es el manual que les enseña el arte
del engaño y la manipulación, todo un
programa de cómo consagrarse psicópatas.
Lo que hacen
algunos de nuestros políticos profesionales demuestra claramente cuan
aprendidas tienen las lecciones de
Maquiavelo, veamos unos ejemplos.
“El arte de un príncipe consiste en
hacer el bien personalmente y el mal por segunda mano.”
Cuando se
produce una tragedia importante, como puede ser inundaciones, vemos a los
funcionarios llegar al lugar, “recorrerlo” y hacer declaraciones lacrimógenas
condoliéndose por la gente afectada, cuando en realidad si ellos hubieran
cumplido su trabajo, muy probablemente eso no se hubiera producido o hubiera
sido mucho menor. Ellos siempre son los buenos, las víctimas de la maldad de
los demás.
“Los hombres olvidan más fácilmente la
muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.”
Quizá sea por esta enseñanza que los gobernantes se amparan entre sí para
evitar que sean investigadas sus fortunas y haya algún riesgo de que le sean
sacadas. Sabemos que aún las muertes de personas muy próximas a ellos han servido para sostenerse en el sillón. No
olvidemos que para el capitalismo el dinero es poder y el poder es dinero.
“Los hombres son tan simples que aquel que
engaña encontrará siempre quien se deje engañar”.
Esto es casi decir que el pueblo es culpable de estupidez, o de su pobreza e
ignorancia. Acá está muy claro el germen de la separación, “los hombres son tan simples” pero el
gobernante, el dirigente no lo es al darse cuenta y eso de algún modo lo
autoriza a usar la manipulación para llevar a esos hombres tan simples a un
resultado positivo que por su propia simpleza no logran ver. Si esto no alcanzara, hay otra frase que da la
solución:
“Como los pueblos son
inconscientes y volubles hay que saber utilizar la fuerza para convencerlos”.
Por último
volvemos a la parafernalia, a las fotos trucadas, a los besos a los niños, a
todas las imágenes que hasta el cansancio vemos repetidas porque es necesario
crear una personalidad al dirigente,
aunque haya que pagar muchísimo dinero a los creadores de imágenes, a los
medios informativos. Porque, como dice
Maquiavelo:
“Todos ven lo que tú
aparentas; pocos advierten lo que eres”.
Todo esto fue escrito para el príncipe, para el monarca,
para el que obtiene el poder para su propio sostenimiento. Maquiavelo no
pensaba en la democracia, en que el poder es del pueblo. Cuando vemos estas
frases aplicadas hoy es como una cortina
que se corre y muestra lo tenebroso que hay detrás. Vuelvo al principio de esta
charla, no hemos llegado a una
situación democrática, ni siquiera a la apariencia formal, creo que recién
estamos en un tiempo pre-democrático y que de nuestra participación y esfuerzo
dependerá pasar al próximo nivel.
Nueva democracia. Siqueiros 1.945 |
Termino con
un pensamiento de Gustav Jung, quien dijo:
“Donde hay
amor no existe el deseo de poder y donde predomina el poder el amor brilla por
su ausencia. Uno es la sombra del otro...”
Quizá sea
duro en lo que digo, quizá haya personas que realmente buscan el bien común y
los mueve el deseo de que todos
lleguemos a un mejor modo de vivir, es probable que como en todo, si el impulso
vital, si el cuidado, el amor, no fuera mayor que el odio, que la destrucción,
ya no estaría la humanidad en este planeta. En general el bien es silencioso,
no busca al periodismo ni la foto, es una tarea constante y simple.
Indudablemente algo está muy equivocado
en este sistema político, hay algún serio error en nuestro modo de
relacionarnos, la desnutrición, la falta de agua y de vivienda, las
enfermedades evitables, los que sostienen la prostitución, la corrupción, el
tráfico de drogas, lo están demostrando.
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