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Soy moral ¿y qué?
Hace muchos
años escuché hablar de la ley del péndulo pero no me dediqué a averiguar
siquiera si existe, por lo que no sé si tiene algún valor científico. De todos
modos me sirve para explicarme algunas cosas. Esa ley dice que una sociedad,
con el correr del tiempo, de un extremo
pasa al opuesto, y así sucesivamente, hasta que poco a poco se va centrando.
Realmente es una explicación simplista. Podría preguntarme quién define lo que
es un polo y cuál es el centro, o si el centro no será un nuevo polo. De todos
modos, como no escribiré ningún libro ni ninguna tesis al respecto me conformo
con que me sirva para el tema de hoy.
La sociedad
occidental pareciera haber estado en uno de los polos durante la edad media,
para luego ir deslizándose, perdiendo rigidez, modificando conceptos, abriendo
otras posibilidades, hasta llegar a nuestra época que bien podría estar muy
cerca o ser ella misma el polo opuesto. Estoy hablando de la moral. Desde la
estrictez de la edad media que llevaba hasta la muerte a quien no cumplía
determinadas normas (claro, siempre y cuando no estuviera en el poder) hasta
este momento en que se pretende dejar de lado absolutamente todo lo que esté
relacionado con la moral.
No pierdo
de vista que estos cambios han sido producidos por las modificaciones en la
sociedad que trajo el capitalismo, hasta llegar a este tiempo declaradamente
neoliberal. Las ideas morales surgen de la práctica capitalista como un modo de
afianzarlo y sostenerlo dándole una pátina de cierta legalidad.
En la edad
media la moral era establecida por la iglesia católica en íntima unión con el
poder feudal o monárquico, de ahí que infringir la norma implicaba también una
sanción terrena, no solamente la maldición del infierno. A partir del
Renacimiento las cosas van cambiando, los factores de poder se van modificando,
la burguesía asciende, la moral entra en rápido cambio. La idea de dios va
perdiendo su lugar central lo que implica que la sociedad paulatinamente se va
reformulando de manera laica, proceso que en nuestro país todavía no ha llegado
a completarse, lo que se demuestra en la puja para que definitivamente se
imparta educación sexual en todos los niveles escolares, se quiten signos
religiosos de los edificios públicos, se
cumpla con la voluntad popular en relación a la despenalización del aborto.
Si en aquel
momento lo central era la idea del dios cristiano y su poder era la iglesia
católica, con estas modificaciones se podría pensar que lo central hubiese
pasado a ser la persona humana, un verdadero
humanismo, pero no es así, lo medular pasó a ser el capital y su poder el
financiero.
El
neoliberalismo muestra claramente este punto: el capital debe reproducirse,
acumularse, el fin justifica los medios, el mercado lo es todo, no debe haber
restricción para la libre circulación de bienes y finanzas, todo puede
justificarse en el marco de un contrato entre iguales, la sociedad es producto
de un contrato de este estilo al que alguien le puso por nombre el “contrato
social”, el valor primero es la libertad (aclaración: se trata de la libertad
del mercado, del tránsito de bienes, no de las personas. La libertad de estas está
supeditada a las necesidades del mercado), “todo tiene un precio” o sea que
puede ser comprado y vendido, todo, incluso los humanos, es mercadería y en
definitiva todo vale porque “negocios son negocios”.
Obviamente,
en este cuadro que he expuesto sumariamente la
moral no tiene ninguna cabida, al menos la moral humanista por no hablar
de la religiosa. Para gran parte del pensamiento actual hablar de moral es
decir malas palabras, quien se atreva a hacerlo es inmediatamente acusado de
ser un religioso fundamentalista o alguien atacado de una grave melancolía.
Este no es
el único tema tabú, también lo son los llamados grandes relatos, las ideas que
pretenden presentarse como “verdades”, los pensamientos que buscan ser
abarcativos, las ideologías, pues estas han sido declaradas muertas, la
objetividad también ha desaparecido.
Recuerdo en
relación a esto acerca de qué es lo verdadero, el encuentro del Jesús cristiano
con Poncio Pilatos,
La torre de Babel. Pieter Brueghel el Viejo. 1563 |
Jesús
decía: la verdad los hará libres.
Yo soy
el camino, la verdad y la vida
Pilato pregunta:
¿qué es la verdad?
Si no hay
una verdad, si nada puede ser tenido como único e indubitable, tampoco hay principios
que sean valederos en todo el mundo y para todas las personas.
Como decía,
actualmente muchos reniegan de lo moral, incluso usan como descalificación o
hasta una manera de insultar el decirle a otro que es moral o moralista. De ese
modo pretenden colocarse ellas mismas en un lugar por fuera del planteo ético, como si ese
punto pudiera existir. Salvo que seamos psicópatas, trastorno psicológico que
dentro de sus características tiene la amoralidad, o sea que la persona carece
de todo principio moral. Los conoce, sabe muy bien lo que socialmente está
establecido como bueno o malo y las consecuencias que le puede traer no
acatarlos, reconoce el daño que puede hacer una conducta determinada a otra
persona o grupo, pero para él nada de eso tiene valor, no usa este conocimiento
para determinar su actividad. Cumplirá las normas vigentes para moverse con
tranquilidad en la sociedad y las violará todas veces que lo crea necesario para obtener sus fines personales.
Salvo que seamos una persona con estas características, los restantes tenemos
moral, es parte constitutiva de nuestra subjetividad, toda conducta refleja de alguna manera
nuestros principios y es imposible que no lo haga. De ahí que suponer que se
puede hablar desde una postura no moral es totalmente falso. Quienes dicen esto
y acusan a otros de morales o moralistas, simplemente lo que tratan de hacer es
ocultar su propio pensamiento, seguramente porque suponen que de ser conocido
no será aceptado y su maniobra no tendrá éxito.
Para poder
comprender adecuadamente este tema de los valores es necesario incluir la idea de diversidad.
Muchas veces decimos que tal o cual persona es inmoral cuando actúa de
determinada manera. Si bien puede serlo, puede ser un psicópata, lo más
probable es que digamos eso porque piensa y actúa de manera diferente a como lo
haríamos nosotros, no nos damos cuenta que tiene principios diferentes a los
nuestros, incluso pueden ser antagónicos. Si estamos muy identificados con
nuestra moral, si no estamos abiertos a comprender que existen otros valores o
a veces son los mismos pero interpretados de diferente manera, es hasta
probable que nos enojemos mucho con esa persona, hasta podemos tomarlo como
algo personal y sentirnos atacados y responder violentamente.
A lo que
apunto es a mostrar que siempre se actúa desde una posición moral, y que eso no
está mal, que eso no es enfermo, sino precisamente es parte de la integridad de
nuestra humanidad, de ser coherentes entre lo que sentimos, pensamos y
hacemos. Acusar a alguien de moral o
moralista es precisamente ser fundamentalista, es creer que hay un único y verdadero
modo de pensar, que quien lo hace de otro manera debe ser desacreditado y
eliminado de la discusión mediante la calificación de su palabra para que no
sea escuchada. Del mismo modo sucede cuando se tacha a alguien de “loco”
pretendiendo que a partir de ese momento todo lo que diga sea tomado como una
locura, o sea, no tomado en cuenta.
Decir por
ejemplo: Derechos Humanos, es hacer una definición moral porque ellos son una
base ética para el desarrollo del mundo. Su enunciado básico es el de la
“dignidad”, aquello que diferencia a la humanidad del resto del universo, de la
creación, aquello que da cuenta de esa
distancia infinita. Libertad e igualdad
son valores que surgen directamente de ese principio. Es en base a estos
Derechos Humanos que pueden determinarse conductas antisociales, como los
delitos de lesa humanidad y pueden marcarse derroteros, metas, muchas veces
lejanas pero que indican el camino a seguir para una calidad de vida más plena.
Mural de Vera Zanetti |
En esto es
en lo que veo la acción de la ley del péndulo. Desde aquel momento regido por
la moral eclesiástica, el péndulo osciló y ahora está en un punto casi
antagónico. Gran parte de la resistencia a reconocer una moral tiene que ver
con poner un límite, establecer un
alejamiento de la presión religiosa que trata de imponer sus principios.
Incluso por esto mismo se trata de hacer una diferencia entre moral, que
representaría ideas religiosas, y ética, que estaría significando otras laicas.
El error consiste en identificar los valores con una determinada religión.
Esta
superficialidad establece pautas rígidas que nos privan de poder analizar y
tomar lo mejor de cada postura. No necesariamente toda idea por provenir de una
fuente religiosa es negativa como no toda idea laica es positiva para la
convivencia y desarrollo humano. Los Derechos Humanos son un ejemplo de esto,
donde conviven principios de diferente extracción y que se consideran válidos
para toda la humanidad más allá de sus creencias.
La dignidad
del ser humano, que en términos muy simples y recortados puedo resumir en que
significa que nadie puede ser usado para ningún fin ajeno a él mismo, que no
estamos en el planeta para servir a otros,
que no estamos en función de un estado, de un gobierno, de una empresa,
de un país, que nuestra integridad física, psíquica y social son parte de esa
dignidad y que por lo tanto no pueden ser violadas. La igualdad no tiene
ninguna condición, todos somos iguales desde el momento de nacer humanos por lo
tanto nuestro derecho a la libertad surge de esta igualdad. Si todos estamos en
el mismo nivel, nadie puede restringirme.
Claro que es muy teórico, todavía estamos muy lejos de
poder llegar a hacer de esto nuestra vida diaria, es necesario que nos levantemos, que
reconozcamos nuestros derechos, que los hagamos cumplir, que impidamos las
violencias de todo tipo que representan la ley del más fuerte por la que se
anulan la igualdad y la libertad.
Aceptar
nuestra moral y la de todos como
distintas pinceladas de este cuadro colorido que es la humanidad es un paso
necesario para comenzar este camino.
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