miércoles, 27 de noviembre de 2013

78 - Desde un sueño

78
Desde un sueño

Les cuento una imagen de un sueño, sé que era más largo, pero solamente quedó esta fotografía. Es conveniente siempre apenas soñado, aún medio dormido, escribir el sueño porque sino inmediatamente comienza a actuar el olvido. Esto que digo y aconsejo no lo hago, por eso es que de este solamente quedó una escena.
Estoy parado en algún lugar, al parecer al aire libre, miro al cielo y está totalmente negro, y veo un hacha de metal plateado. La veo enorme, como esas figuras que aparecen en los dibujos animados y que son totalmente desproporcionadas. Sentí temor pero no por mi persona, en el sueño no pensaba que ese hacha pudiera hacerme algo, sino por todo lo que me rodeaba, imaginaba que se descargaría sobre mi entorno. Hasta aquí mi recuerdo.

Como soy psicólogo no puedo evitar asociar, concentrarme en la imagen y dejar que mi mente traiga lo que quiera. Es así como de inmediato la relaciono con lo que al principio llamé “el martillo de dios”  creyendo recordar el nombre de  aquel libro que era usado en la edad media como manual para detectar y procesar a las brujas por la inquisición. Más tarde busqué en internet y en realidad el nombre es el “martillo de las brujas”.  Sea como fuere el nombre que le di, en mi sueño desde un cielo negro, amenazador, se cernía un martillo que lo viví como juzgador, acusador, destructivo al máximo. El martillo de un juez dispuesto a condenarme y esa condena sería romper todo lo que se halla junto a mí.


A este juez ya lo conozco sobradamente, es así que nuevamente me encontraba con mi vieja amiga, la culpa.

Soy de una generación en la que la culpa y el castigo jugaron un papel muy importante, podría aventurar que todos los de ese tiempo fuimos formados por medio de ella y del temor.
No me interesó averiguar más del sueño, qué importa cuál es el motivo de la culpa, cualquiera que sea es indiferente, lo importante es que ella está para amenazarme con el castigo divino, con el golpe que llegará desde el cielo y destruirá lo que me rodea y quiero.

¿Eso es lo que tendría que pagar por mi herejía?, me pregunto, tal como lo hicieron en su momento los brujos y brujas, pero ¿por cuál de todas? o con más cuidado y precisión ¿qué es una herejía? y ¿para quién lo es?

El martillo de las brujas requería de un inquisidor, la culpa para funcionar necesita una autoridad, alguien a quien temer capaz de hacernos daño a nosotros o a lo que queremos. Este es el modelo de autoridad que tenemos, tiene poder quien puede dañarnos, por eso nuestra reacción primera es achicarnos, es sentirnos culpables, malos, sucios, pecadores, incapaces, aunque no sepamos por qué. Ante el jefe, el gobernante, la respuesta es someternos, buscar dejarlos contentos, cumplir, serles leales, y sobre todo creer que son superiores a nosotros. Seguramente fue por esta razón que llamé a esa imagen del cielo martillo de dios, en lugar de martillo de las brujas, ¿qué mayor autoridad, que más grande poder o dominio puede haber que la de dios?




Mientras hay culpa no puede haber libertad porque no hay pensamiento, no hay reflexión acerca de nuestras acciones, sino una reacción emotiva que nos inunda e impide pensar. La ley, la prohibición nos cruza y desde el cielo nos señala y ya no sabemos cómo seguir. Lo peor es que quizá lo que estamos haciendo sea lo correcto, lo que corresponde, pero eso no lo podremos saber porque nos encerramos en el negro malestar.

Esta ley es como el bastón del pastor que mantiene a todo el rebaño en la misma dirección. Sí, su finalidad no es otra que convertirnos en rebaño, todas ovejas que caminan en el sentido que les fue indicado, que no se separan, que no se alejan, porque si cada una fuera por su lado, el pastor se vería desbordado, no podría contener a la multitud, se asustaría y perdería así todo su poder. Por eso, para asegurarse de que esto no ocurra, tienen a su servicio los perros, que siempre están atentos a cualquier desvío.



Esta ley también nos enseña la ilusión de la felicidad, digo ilusión porque a poco de vivirla si estamos atentos a nuestro interior, veremos que es otra forma de vacío. La ley nos dice que si nos alejamos de ella vendrá la perdición, el castigo, el infierno, pero si la cumplimos obtendremos la felicidad,  muy parecido al argumento que muchos políticos profesionales repiten cuando se las ven mal: me siguen a mí o será el caos. Es así que  creemos que nuestra felicidad es ser parte de la manada, votar a quien nos dicen, usar los mismos colores de moda que el resto, la misma ropa, decir las mismas cosas aunque sean estupideces mayores, si es posible ver las mismas películas e ir a los mismos lugares, o sea, nunca desentonar. Miramos con desconfianza a quien se atreve o no puede ser parte de este grupo. Son los “raros”, para los que hay márgenes variables, uno de ellos es la juventud para la que hay algún permiso, o ser artista, o snob, lo que no es tan fácil. Ser raro es estar en un límite muy peligroso porque en cualquier momento uno puede ser corrido al otro lado de la línea donde esta el martillo esperando.

Hace mucho vi una película de la que ni siquiera recuerdo de qué se trataba, pero una escena me marcó tanto que no la he olvidado. Recuerdo que iban una pareja hombre y mujer, de pobres labriegos chinos. Ella llevaba en sus brazos un bebito. Las  ropas de ambos marrones, en un camino polvoriento con un cielo gris, en un campo también marrón y desolado. De improviso él, alegre, dice que han tenido un hijo muy hermoso.  El miedo le cambia la cara a ella, aprieta al bebe contra su cuerpo como resguardándolo, y casi gritando dice que el hijo recién nacido es muy feo, muy flaco y enfermo, que no vale nada. El marido la mira en silencio, extrañado, entonces ella, muy bajo le dice: Si los dioses escuchan que nuestro hijo es hermoso se lo llevarán.

El miedo nos inunda, atraviesa nuestras vidas y nos impide también alegrarnos por lo que tenemos, valorarnos a nosotros mismos. Se nos dice que siempre somos pecadores, no importa qué hagamos nunca llegaremos a la medida de lo esperado, siempre la falta estará con nosotros, el error será parte de nuestro hacer, estamos condenados a la imperfección. El error, la equivocación no es parte del camino, no es una oportunidad de aprendizaje, tampoco una característica humana como tener cabeza, sino se nos dice que es la marca que nos señala como imperfectos, como dañados desde el vientre materno. Nacimos con “pecado original” aún recién llegados al mundo ya estamos marcados y cargamos sobre nosotros la muerte de un Mesías. Por eso no merecemos la alegría, no merecemos estar orgullosos de nosotros mismos, contentos por ser lo que somos, porque se nos enseñó que lo que somos es malo, es pecado, es desviado, es enfermo, en definitiva, es malo.



Por eso la alegría, el placer y la distención no son buenas consejeras se nos dice. Y son malas porque nos distraen de nuestro pecado, de la culpa constante que debemos sentir. ¿por qué vivir una vida alegre si no la merecemos? ¿por qué disfrutar de nuestro cuerpo si el deseo es malo?  Nos distraen, nos alejan del trabajo duro, de las responsabilidades, de cumplir con lo que nos fue impuesto.


En cualquier momento caerá el martillo divino para destruir nuestras esperanzas, los amores, los placeres, y los únicos culpables, aún de nuestra desgracia, seremos nosotros mismos. No hay manera de escapar de esta condena, solamente la redención puede venir por:

Obedecer….. obedecer….. obedecer…..


Soplando en el viento
Bob Dylan

Cuántos caminos una persona debe caminar
Antes de que lo llames un hombre?
Cuántos mares una paloma blanca debe  navegar
Soplando en el viento 2. Laura Benchetrit
Antes de que duerma en la arena?
Cuánto tiempo tienen que volar las balas de cañón
Antes de que sean prohibidas para siempre?
La respuesta, mi amigo, esta soplando en el viento,
La respuesta esta soplando en el viento

Cuántos años puede existir una montaña
Antes de que este descolorida por el mar?
Cuántos años puede la gente existir
Antes de que se les sea permitida la libertad?
Cuántas veces un hombre puede voltear la cabeza
Pretendiendo que no ve?
La respuesta, mi amigo, esta soplando en el viento,
La respuesta esta soplando en el viento

Cuántas veces un hombre debe alzar la vista
Antes de que pueda ver el cielo?
Cuántos oídos debe tener un hombre
Antes de que pueda escuchar a la gente llorar?
Cuántas muertes tendrán que pasar hasta que el sepa
Que mucha gente ha muerto?
La respuesta, mi amigo, esta soplando en el viento,
La respuesta esta soplando en el viento


Soplando en el viento 3. Laura Benchetrit



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