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¿Lo Necesito? 1
Comencemos
con algunas cifras aproximadas solamente para tener una idea del tema:
760
millones de personas en el mundo no tienen acceso al agua potable. Tengamos en
cuenta que ahí también están incluidas muchas personas argentinas.
Alrededor
de 47 mil personas mueren de hambre diariamente.
Casi cerca
de 900 millones de personas se hallan desnutridas, repito, 900 millones.
(Fuente: http://www.worldometers.info/es/
)
El peligro de hablar de cantidades, como estas, es que se
disimula la magnitud del problema, se habla de miles o millones y eso ayuda a
que no se vea a las personas, al dolor del hambre, de las enfermedades y las
muertes.
Las palabras también podemos usarlas para no darnos cuenta
de la magnitud de este verdadero genocidio del que no es solamente responsable
un gobierno, sino todos los gobiernos del mundo y el sistema
ideológico-económico que es el capitalismo neoliberal.
“Morir de hambre” para algunos de nosotros es una metáfora
que podemos usar cuando un vacío en el estómago nos recuerda que necesitamos
comer, muy alejada de la realidad de lo
que realmente significa la muerte, la agonía, por falta de alimentación.
No voy a hablar acá de lo que significa la desnutrición, se
ha hablado ya bastante y se ha hecho poco o nada. Lo que sí me interesa es
poner en relación dos datos, el de los 900 millones de personas desnutridas con
este otro: en el mundo hay 1.600.000 personas con sobrepeso, casi el doble. Mientras
algunos no reciben aportes suficiente que les permitan vivir, otros tienen
exceso. Recuerdo ahora que en Haití, luego de la catástrofe del 2010, las
madres hacían “galletitas” de tierra para que sus hijos comieran y no sintieran
el dolor del hambre, para que sus pancitas recibieran al menos algo.
Si bien el sobrepeso no significa mejor nutrición, es
indudable que la posibilidad de ingerir comidas es muchísimo mayor.
Este es un dato indudable de la desigualdad de condiciones
en que los humanos vivimos. Esto mismo lo podemos repetir con otros datos, por
ejemplo, el acceso al agua potable, a la salud, al trabajo, a la educación.
Mientras en algunos sectores del mundo sobra y es despilfarrado, en el otros
falta y lleva a la enfermedad y la muerte.
Esta desigualdad a esta altura de nuestra cultura, de los
logros obtenidos, no puede ni debe ser considerada natural. Ahí donde vemos a
alguien padeciendo hambre, sufriendo una enfermedad que actualmente puede ser
combatida, no teniendo educación, estamos viendo un producto del accionar
humano, no es algo natural, no tiene que ver con los pueblos o los continentes
sino con la violencia, con el genocidio lento. Siempre que vemos a una persona
en esas condiciones debemos saber que hay otra que la esta depredando, que se está
quedando con su parte de vida.
Todo esto tampoco es nuevo ni desconocido, sabemos que es
producto del sistema capitalista, que la acumulación de riqueza exige no
detenerse nunca y que todos los medios sean tomados como lícitos, no importando
el daño que puedan causar si se logra el fin de la acumulación del capital. Un
ejemplo también conocido son los laboratorios que experimentan con permiso o
sin él, en seres humanos sus productos. Pero cuidado en hacer caer toda la
responsabilidad en ellos, porque para hacerlo necesitan la complicidad de
médicos que sin advertirle a sus pacientes les dan la medicación y con los
resultados llenan las planillas que remiten a los laboratorios y esto a cambio
de una comisión o premios importantes, y también debemos incluir a funcionarios
y organizaciones no gubernamentales. Otra modalidad en la que no me detendré,
que muestra que para el capitalismo el fin justifica los medios, es la guerra.
Esta acumulación desenfrenada no solamente es propia de las
empresas, de las organizaciones, de los gobiernos, sino también de cada uno de
nosotros, es lo que llamamos consumismo.
Hagamos la primera diferenciación: consumir es necesario
para la vida. Como seres vivos necesitamos imprescindiblemente de recursos que
deben provenir desde el exterior, tanto físicos como psícosociales, necesitamos
comida, oxígeno, agua, vestimenta, sol, tanto como cuidados, respeto,
valoración, amor, medios para el desarrollo intelectual. Estos recursos son los
mínimos y apuntan a cubrir nuestras necesidades, implican una profunda conexión
con el medio ambiente del que proceden esos aportes. No hay modo de separarnos
de lo que está más allá de nuestra piel porque sin eso no podríamos seguir
vivos.
Esto es muy diferente al consumismo, que es una elaboración
posterior, que puede estar basada o no en nuestras necesidades, y que es
netamente cultural, social.
Cada vez que escucho a un político profesional hablar de
“incentivar el consumo” o que toma como medida de “progreso” o “crecimiento” el
aumento o disminución del consumo, suenan mis alarmas para indicarme que estoy
en zona de peligro. Una vez satisfechas las necesidades vitales, el crecimiento
o el desarrollo personal no pasan por cuánto ni por qué se consume. Al igual
que el rating televisivo no es indicador de la calidad de un programa, el nivel
de consumo no señala el grado de sabiduría, de comprensión, de empatía, de
solidaridad, o de buen vivir, para no hablar de “felicidad”, que una persona ha
alcanzado. Esos políticos profesionales mienten porque lo que quieren imponernos
es el consumismo, no buscan que tengamos agua potable, sino que sea
embotellada, de determinada marca, con o sin sales o minerales, con o sin gas,
y dos litros por día, a nuestra sed también le han puesto una medida; y ya no
alcanza con tener un televisor, lo mejor son varios, y si es posible
inteligentes, y además teléfonos celulares de última generación. Seguramente
para eso tendremos que tener una tarjeta de crédito y llenarnos de cuotas, y
tendremos que trabajar para cubrir esas deudas que seguirán cuando nuestro
celular se haya roto o haya quedado desactualizado y así se construye el
círculo infernal que seguirá aún más allá de nuestra muerte porque las cuotas
seguirán, por eso mismo cuando nos dan un crédito cualquiera aunque no lo
sepamos, también estamos comprando un seguro de vida a favor de quien nos dio
el crédito, no sea que muramos y la empresa pierda dinero.
Para el capitalismo la falta de trabajo no implica
sufrimiento de la gente, sino falta de capacidad de compra, el que no trabaja
no gana y por lo tanto no puede comprar, por eso mismo no interesa a este
sistema el excluido, el que está por debajo del nivel, el paria.
Las empresas obtienen su ganancia del trabajo ajeno y
también imponiendo pautas de consumo, vendiéndonos sus productos innecesarios,
superfluos, y muchas veces que van francamente en contra nuestra salud. Esto lo
logran distorsionando nuestra idea de las necesidades, haciéndonos creer que
ellas son múltiples, feroces, que deben ser satisfechas urgentemente, y que
nuestra felicidad depende de eso. Cada publicidad, cada vidriera, nos están
indicando esto, seremos jóvenes, hermosos, sanos, tendremos miles de amores y
sexo a disposición, siempre con una sonrisa, con ropa suntuosa y perfumes
capaces de conmover al mundo.
El budismo dice que una de las causas del sufrimiento es el
deseo. La solución no es consumir más, buscando inútilmente agotarlo porque
jamás lo lograremos, sino algo más simple, dejarlo de lado. La felicidad
ilusoria puesta en las cosas o personas nos lleva necesariamente a la
frustración y sobre todo en una época
signada por el rápido envejecimiento de todo, y este resultado, esta
infelicidad, en lugar de hacernos parar y reflexionar acerca de qué estamos
haciendo, el sistema nos dice que al contrario, debemos salir a buscar nuevos
objetos, nuevas sensaciones, nuevas formas y colores, huir de nuestro interior
hacia algo que nos dice esta afuera, en algún lugar, en algún objeto. Este es
el nuevo paraíso prometido por la religión empresarial, con sus mandamientos de
oferta y demanda, con el dios mercado. El
pecado es no consumir. Un jugador
de fútbol famoso ante la dificultad de encontrar un pasaje de aéreo dijo,
aunque para su beneficio, por ahora, no lo hizo: no importa, puedo comprar un
avión.
La
desatinada persecución de estas ilusiones no nos hace más felices, al contrario, más
frustrados porque es mucho más lo que deseamos y no podemos tener, o lo que
tenemos y ya no nos interesa, también rompe con el medio ambiente al depredarlo
de manera inexorable, y también con lo social al ser causa de exclusión, de
creciente desigualdad, de la desnutrición, prostitución, ignorancia, de la
enfermedad y la muerte.
Al principio en cifras dije que cerca de 900 millones de personas se hallan
desnutridas mientras 1.600.000 tienen sobrepeso, este resultado no es
individual sino social, es la aplicación de políticas que desconocen a las
personas, que están en función de las empresas y capitales.
No es raro
que uno de los mayores daños de nuestro momento sea el consumo de drogas, de
alcohol, la sobremedicación, el exceso de comidas y bebidas chatarra, la
medicalización aún de los simples cambios de todo ser vivo.
Culpamos al
drogadependiente, a su familia, y lo mandamos a una clínica que cobra muchísimo
dinero por “recuperarlo”, para no ver
que él es la parte visible de una enorme empresa, y que esta empresa incluye a
políticos profesionales, policías, jueces, y que lava su dinero en negocios
lícitos y aún en donaciones caritativas, y que es parte fundamental del sistema
capitalista que nos impulsa a consumir, o sea que es quien en definitiva llevó
a ese niño, a ese joven a consumir drogas.
Al contrario delo que nos dicen, consumir lo innecesario nos
causa daño y también a otros.
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