domingo, 19 de octubre de 2014

126 - Solamente sexo 2


Adán y Eva. Lucas Cranach.1528



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Solamente sexo 2




Encontré entre los textos que tengo guardados,  porque alguna vez me han parecido interesantes, este atribuido al profesor Félix López que habla de la valoración que le damos a la sexualidad:
“ sin duda alguna la sexualidad está supravalorada e infravalorada. Supravalorada en el sentido de que a veces se espera del sexo lo que no puede dar (…) infravalorada en el sentido de que muchas veces se tiene actividad sexual con mucha banalidad o superficialidad, con lo cual no le das valor. Sin embargo no se tiene en cuenta su enorme riqueza, porque el ser humano es el único ser vivo que puede tomar decisiones sobre su sexualidad. Puede decir sí o puede decir no, y esto es lo que dignifica la sexualidad humana”.

Es difícil hallar en un texto sobre sexualidad una referencia tan clara a la dignidad, y es precisamente eso, la capacidad que tenemos únicamente los humanos de tomar decisiones sobre nuestra vida y eso implica, claro está, la sexualidad. Mediante esas decisiones vamos creando esto que llamamos cultura y que nos aleja definitivamente y sin posibilidad alguna de retorno, de la animalidad.

Aunque en nuestras sociedades existe sofisticación en muchos aspectos como puede ser las artes plásticas en general, en la preparación de comidas, en las formas de servirlas y de comerlas, en las vestimentas, en el diseño de objetos apenas visibles hasta los mayores del mundo, lo sexual lo hemos dejado a un costado, como un elemento de la simple animalidad incapaz de recibir el mismo grado de educación y sofisticación.  Por este motivo hasta hace muy poco tiempo se hablaba de la sexualidad como de una de las formas del “instinto”, algo arraigado en el cuerpo y que exigía una respuesta a su insistente y repetitiva apetencia, bajo pena, en caso de no ser satisfecho, de enormes estragos llegando al delito mismo.
El cristianismo no es ajeno a todo esto, su virulencia odiosa se dirigió hacia el aspecto corporal de lo humano, lo convirtió en una suerte de caja de Pandora de todos los males y el sexo como el principal demonio, por lo tanto, debía ser controlado aún con torturas y hogueras.
Hoy que creemos disponer de libertad sexual, cuando las relaciones sexuales en algunos casos han llegado a convertirse en una especie de pase y modo de pertenencia o una forma más de obtener ganancias económicas, hoy que creemos habernos alejado de los límites morales y los prejuicios, simplemente seguimos atados a esa manera de pensar y vivir la sexualidad como una necesidad “instintiva” que requiere ser descargada y no como una de las formas de nuestra vida que también requieren de cuidado, atención y aprendizaje. En muchos casos seguimos el ejemplo animal o pornográfico,  similar a la comida chatarra, pero con estrictos límites.
Se lo considera parte de nuestra bestialidad, necesidad urgente,  pero también se nos  dice y pide que nos contengamos, que seamos vírgenes, incluso muchos  hombres y mujeres se vanaglorian de ser célibes. ¿En qué quedamos?  Si es instinto no podemos oponernos a él, ahora si llegamos a la contención es porque tenemos dominio aún sobre nuestro sexo.

Entre mis papeles hallé una frase que me impactó por su simpleza, su autor es Butch Hancock:
"La vida en Lubbock, Texas, me ha enseñado dos cosas. Una es que Dios te ama y vas a quemarte en el infierno. La otra es que el sexo es la cosa más horrible y sucia sobre la faz de la tierra por lo que debes reservarlo para alguien a quien ames."

Chris Williams

Gracias a este juego enfermo de etiquetar y denigrar algunos sectores de nuestra humanidad mientras que elevamos otros y hasta llegamos a convertir en sublimes fantasías como la de que poseemos un espíritu o un alma, todo lo referido a la sexualidad se ha convertido en un campo minado, y desprovisto de todo habitante. Nos creemos atravesados e incluso, presionados y dirigidos por él, de ese modo lo enajenamos, renegamos de él y nos  negamos a apropiarlo.

Un pensador que se dedicó a investigar este tema fue Michel Foucault quien vio que la cultura hace que todo lo relacionado con la sexualidad, aún lo más conservador y represivo pueda ser considerado como “transgresión”, cuando, en realidad, de esa manera, mediante ese mecanismo social, lo que se ha logrado es alienarlo, separarlo como algo extraño, y así someterlo a control y normalización.  El resultado es un sexo dividido, inconsistente, limitado a ser una relación corporal y muchas veces a tal punto que queda relegado a una esquemática genitalidad cuando no a un fin reproductivo o un intercambio pago.

Ya los griegos tenían muy claro que la sexualidad se halla comprimida en los moldes sociales que aún fijan límites a lo permitido y a lo que está prohibido y por lo tanto llamado a ser transgresor, por este motivo, quien transgrede lo que logra es sostener la norma. Un viejo dicho griego sostiene:
"Tenemos chicos para nuestro placer, concubinas para nuestras necesidades sexuales y esposas para llevar la casa y darnos hijos".

Quizá por esto Beatriz Preciado ha escrito lo que sigue;
"Obviamente no creo que pueda haber una verdad sexual escondida debajo de una gran capa de represiones sociales. No confío nada en el deseo, no creo en absoluto que haya un deseo anterior a un conjunto de normas o acuerdos sociales, sino que el deseo se crea en esa red de relaciones, del mismo modo que no hay una identidad que precede las interpelaciones normativas. Cuando digo deseo no me refiero a la noción psicoanalítica o inconsciente de deseo sino a cómo el placer y el cuerpo se estructura en una red de relaciones. Desaprender tus 'propios' deseos, aquello que culturalmente aprendemos a desear, es una especie de tarea muy larga pero fundamental. "

Ella saca de lo corporal, de lo biológico, de lo inmodificable, de lo instintivo, de lo que no puede ser contenido a la sexualidad y la pone en pleno juego de lo cultural. Es de este juego de relaciones que surge y es sostenido y solamente mediante la modificación de esta trama se podrá crear una nueva sexualidad.
Ella también nos propone un camino personal, individual si se quiere, que es el de “Desaprender tus 'propios' deseos, aquello que culturalmente aprendemos a desear”.  Esto significa ponernos en cuestión, interrogándonos a nosotros mismos acerca de la libertad y motivación de nuestros actos y de las ideas que los sostienen. En esto radicará la verdadera transgresión no en el sentido de no acatamiento de una norma, de ir más allá de ella,  sino de la superación. En el primer caso la ley se mantiene, simplemente se la ha atravesado, en el segundo, la misma norma ha caído al perder su significado. Esta es otra cara de la dignidad humana, la capacidad de no estar ni siquiera sometidos a los programas que ha fijado la sociedad, la cultura, en nuestros cerebros. 

Quizá lo rescatable de algunos mitos religiosos es que muestran al héroe como aquel que es capaz de  independizarse de las ataduras de las buenas costumbres y las convenciones y seguir su propio camino. Como aquel Juan Salvador Gaviota que a fuerza de su propio esfuerzo logró transgredir sus limitaciones.


 
Amantes bajo las sábanas. Sugimura Hisei


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