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Libertad y Límite
Adriana Cimino Torres |
Quienes han
seguido estas columnas quizá piensen que me contradigo, que en algún momento
digo que no hay que aceptar limitaciones, que desde el poder de turno nos
quieren a todos como copias de un mismo molde, aceptando callados y sumisos que
no podemos ser más que esto que ahora somos; en otro momento, como en las
últimas charlas, trato de mostrar que los límites son necesarios, parte de la vida y que sin ellos no hay
desarrollo posible. Esta aparente contradicción o confusión es debida a las
palabras, y este es un ejemplo de cómo con ellas se pueden crear y descrear
mundos, porque mientras que las palabras son las mismas: límites, libertad,
creatividad, es el contexto y la forma
como son usadas quienes determinan su sentido.
Recuerden
que las palabras muestran como separado y hasta como opuesto lo que en la
práctica, en lo concreto, se da conjuntamente. Ya hemos dicho que para hablar
de libertad es necesario hablar también de límites, y que todo límite se
refiere a un espacio que va más allá de él mismo.
Recuerdo un
cuadro de René Magritte, en él se ve claramente y ocupando casi todo el lienzo
una pipa, y debajo de esta una inscripción que dice “esto no es una pipa”. Ya
decir y entender la palabra “pipa” no es simple porque al ser oída ya en el
interior de cada uno provoca una serie de relaciones que escapan a nuestro
control y entendimiento, porque cada uno de uds. imaginará la pipa que se le
ocurra, desde una inglesa, pasando por holandesas, o las muy pequeñas o las muy
grandes y trabajadas o hasta las de agua o cualquier otra que puedan imaginar, incluso
podrán pensar no en las de fumar sino en esas que se usan en los laboratorios, y
al mismo tiempo, lo registren o no, traerán sentimientos, evocarán experiencias
pasadas.
Porque en
algún momento se acordó que ese instrumento para fumar sería llamado con este
sonido “pipa”, al hablar creemos que todos estamos pensando y sintiendo lo
mismo, sin embargo no es así. Y si esto sucede con un objeto, algo que puede
ser definido, visto, tocado, cuánto más complejo se hace cuando lo llevamos a
los sentimientos en los que no hay un objeto externo como referencia, todo se
complica muchísimo más, porque si digo por ejemplo “amor” cada uno imaginará
algo o recordará alguna experiencia, o lo asociará con alguna persona, animal,
hecho, u objeto como puede ser un oso de peluche, y no habrá modo de comprobar
que eso en lo que estamos pensando o sintiendo sea para todos lo mismo, sea eso
convinimos en llamar “amor”. Y si esto lo llevamos al pensamiento es todavía
más complejo. Creo que este es el motivo por el que a las personas nos cuesta
tanto comunicarnos, entendernos, aún cuando hablamos un mismo idioma y usamos
las mismas palabras.
Magritte
dice “esto no es una pipa” y es evidente
el motivo por el que lo dice, si queremos cargarla de tabaco y fumarla no
podremos, es una pintura, pero el chiste esta en que esas palabras tampoco
tampoco son o no son ese objeto, aún si dijera “esto es una pipa” esa pintura
no lo sería.
Con esto
quiero mostrar que si digo libertad o límite o subordinación o poder, o lo que
fuere, siempre estoy entre palabras. Ahora, cuando estoy en la realidad todo
aparece mezclado, confuso, muchas veces, salvo en casos extremos y muy
evidentes, es difícil poder determinar qué es una cosa y qué otra y es ahí
donde entra en juego la interpretación y
la posición que cada uno, cada una de nosotros toma ante la vida.
Este es un
punto importante porque tenemos siempre que tener muy presente que lo que nos
llega a nosotros, hasta nuestros sentidos, que son los medios por los que nos
relacionamos con el universo que está más allá de nuestra piel, lo que nos llega
son ondas que provocan fenómenos eléctricos que por el sistema nervioso alcanzan
nuestro cerebro. Este las recibe y las ordena e interpreta, el cerebro es el
gran órgano de interpretación. A tal punto organiza y juega con lo que le llega
que es capaz de tapar agujeros, de eliminar detalles, de recomponer otros.
También puede hacer que dejemos de percibir algo o compensa falencias en la percepción.
Por ejemplo, en algunas enfermedades oculares, el estímulo no puede llegar en
su totalidad al cerebro porque el nervio esta lesionado, sin embargo, el
cerebro buscando en los recuerdos y de manera analógica puede recomponer o
emparchar la parte de la imagen que no llega, hablando sencillo, tapar el
agujero que quedaría en la imagen con algo que esta en el cerebro mismo, y de ese modo no nos daremos cuenta del hueco,
y creeremos que estamos viendo el cuadro de manera completa.
Todo esto
apunta a que entendamos que cuando decimos “pipa” o cualquier otra cosa, no
estamos haciendo algo sencillo sino sumamente complejo y que no siempre está
reflejando la realidad, es más, posiblemente muy pocas veces, porque no sabemos cómo es ese universo que
esta fuera de nuestra piel, bueno, tampoco conocemos el que tenemos hacia dentro
de la piel.
Recuerdo
ahora una serie de imágenes que tienen mucho que ver con este tema y están relacionadas a una teoría que se
dedicó a estudiar cómo percibimos y elaboró algunas leyes, es la teoría de la
gestalt. Esas imágenes, que supongo que todos hemos visto alguna vez, son las
que juegan con el sentido y la visión, la más conocida es la de dos rostros de
perfil enfrentados y con un espacio entre ambos. Según se observe la figura
pueden verse ambas caras o en ese espacio entre las dos, una copa. El dibujo no
cambia, lo que se modifica es el punto de vista del observador y también el
sentido que le quiere dar a lo percibido. Si ponen en un buscador de internet
la palabra “gestalt” pueden llegar a muchas de estas imágenes.
Al sonido,
a las palabras, agregamos ahora la
vista, y podríamos seguir con el resto de los sentidos y en todos hallaremos lo
mismo.
No dudamos
de lo que percibimos, lo pensamos tan claro y definido que no tenemos problemas
en decir “yo mismo lo escuché” o “lo vi con mis propios ojos”. En realidad eso
que nos llega es confuso, con una cantidad importante de caos, de ambigüedad,
algo así como una mezcla informe a la que el cerebro pone una organización, una
forma.
En nuestra
percepción el cuerpo y la mente,
nuestros principios y valores, cómo me paro en la vida y ante los otros, mi
educación, la concepción del mundo, tienen un papel fundamental. Estamos unidos
a todo lo que nos rodea y del mismo modo que esa realidad externa nos
condiciona y nos da forma, nos limita al mismo tiempo que nos proyecta,
nosotros también la formamos, le ponemos
límites, nombres, la condicionamos, la facilitamos o destruimos. Por eso no
somos simples observadores o visitantes en este planeta, sino que todo el
tiempo lo estamos formando y en esta tarea lo que llamamos límites-libertad
tienen un papel central porque en este trabajo de dar forma, dónde, cómo y cuándo ponemos los límites es primordial.
Salvador Dalí |
Y volviendo
al tema que hoy nos convoca, les propongo apostar un poco más fuerte en esta
cuestión de las palabras y las cosas, en este juego entre lo blanco y lo negro,
y es pensar en la siguiente paradoja, que no se me ocurrió a mí y que en otra
charla supongo que retomaré, es la siguiente: qué pasaría si yo decidiendo
libremente, de manera cuerda y sin ningún tipo de coacción o violencia, decido
venderme y convertirme de ese modo en esclavo. Tengamos en cuenta que en esto
no hay un paso atrás, que luego no puedo decir “me aburrí y ahora vuelvo a ser
un hombre libre” porque tal cosa es imposible para un esclavo, ni tampoco hacer
uso de mi dinero, del que cobré por mi propia venta, porque al ser un esclavo,
vuelve a manos de quien ahora es mi dueño. Acá aparece claramente que toda
libertad implica límites porque de otro modo terminaría destruyéndose a sí
misma. El primero es este, que en nombre de la libertad no puedo renunciar a
ella. Este es un principio básico de derechos humanos: son irrenunciables, por el hecho de haber
nacido humanos todos tenemos estos derechos, no importa nuestra condición, y no
podemos renunciar a ellos.
De este
modo también se cuida que quienes están en estado de vulnerabilidad no sean
presa de quienes tienen más poder, sino sería fácil buscar a alguien que padece
hambre y comprarle su libertad, o en algunos casos, comprarle por ejemplo un
órgano, o someterla de algún modo, y luego decir que no hay delito ni siquiera
mala intención porque esa persona voluntariamente decidió venderse
o aceptó ser esclavizada o sometida de cualquier otra forma, decir que
consintió con eso o que renunció a su derecho eximiría de responsabilidad al
esclavista. Espero que con esto quede más claro que decir “libertad” ya implica
un límite, un punto del que no se puede pasar porque ya no hay retorno y
destruye lo que se quiere proteger.
Para
respetar tu libertad tengo que limitar la mía
No vale
decirte que porque soy libre puedo hacer lo que quiero con vos, conmigo mismo,
con el universo.
El límite
es el principio de la ética.
Adriana Cimino Torres |
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