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Capitalismo 2
Es importante tener claro que la lógica del sistema es de
guerra, la competencia sin cuartel, eliminación del otro, conquista de nuevos
mercados, que no lleva, como se nos
vende, a que gane el mejor, sino el más despiadado, el que menos valores cuida,
el que cumple con aquello de que el fin justifica los medios, aunque esos
medios sean la destrucción del
ecosistema, la corrupción, de la salud de la gente, la estupidización programada.
Difícilmente una sociedad podrá llegar a un clima de
tolerancia, de aceptación y paz cuando esta constituida por elementos violentos
y competitivos, codiciosos siempre en búsqueda de crecimiento, de mayor poder y
riqueza.
Recordemos que parte de esta estrategia de crecimiento
fueron las guerras coloniales de conquista, la rapiña a la riqueza de los
pueblos ya sea mediante la corrupción de sus gobiernos como directamente con la
intervención militar (tenemos presente la intervención en Irak), el
sometimiento comercial mediante reglas propias para presionar y agotar a los
países con poco poder, la división entre países productores de materias primas
o comida y los industrializados como modo de someter a los primeros.
Dijimos que la doctrina política que ha encabezado la
implantación de este sistema económico ha sido el liberalismo económico y
clásico y más cercanamente el
neoliberalismo, el que sostiene que la intervención del gobierno debe reducirse
a su mínima expresión, limitarse a garantizar la propiedad privada, la defensa
de los derechos civiles y políticos, el control de la seguridad interna y
externa y eventualmente la implantación de políticas para garantizar el
libre funcionamiento de los mercados, en
algunos casos se acepta que el gobierno intervenga en épocas de crisis para que
no decaiga la demanda o también cuando aparece alguna deficiencia en el
mercado. El éxito de esta política se vio claramente a partir de los 90, en que
el gobierno desapareció y se habló de un “estado ausente”. En realidad nunca
estuvo ausente, sino que dejó de cuidar a las personas, pero cuando el sistema
peligró los gobiernos reaparecieron con su fuerza para salvar a los
financieros, a los bancos, a las empresas, estatizando por ejemplo sus deudas.
Esto lo vemos en este momento suceder nuevamente en Europa. En este mismo
momento, seguramente si cualquiera de nosotros, simple ciudadanos, llama a la
policía, tendremos que esperar un largo rato su llegada, pero si alguien rompe
el vidrio de un banco en pocos minutos la calle se llenará de varios
patrulleros. Un error común de mucha gente que quedó pegada a ideas que le
vendieron, es creer que las instituciones están para su preservación, cuando en
el capitalismo, son salvaguarda y garantía del capital, no de las personas.
Siempre se dice que el capitalismo descansa sobre reglas del
juego claras, sobre la contratación, una vez más “libre”. Lo que no se dice es
que estas reglas han sido fijadas por una sola de las partes: los capitalistas.
Efectivamente, ellos al tener el poder del dinero son los que ponen las
condiciones y las reglas y cuando quieren las modifican. Por ejemplo, en los
años 90 decidieron y convirtieron en ley, dejar de lado las conquistas
laborales de los trabajadores obtenidas luego de muchos años de lucha.
La teoría podría llegar a convencernos, como cualquier
ideología, puesta en palabras puede resultar atrayente, cómo no sentirnos
atraídos por temas como progreso, igualdad, justicia, libertad. Ahora, otra
cuestión son los resultados, en los que vemos que hasta el momento ha
fracasado. Las crisis cada vez más reiteradas, el uso de la violencia para
sostener el sistema, la cada días más dispar distribución de la riqueza, la
propiedad de la tierra en pocas manos, el hambre y la enfermedad, están
mostrando que el resultado es el opuesto al predicado.
Sobre todo porque la tan mentada libertad se halla en
función del esquema de poder, cuanto más arriba se está, más posibilidades de
elección, cuánto más abajo, menos elección. No solamente de bienes sino también
de posibilidades de educación básica, de capacitación laboral, de trabajos bien
remunerados, de acceso a la salud, llegando a actividades que ya no pueden ser
incluidas dentro de una elección, como son las actividades de sobrevivencia. Entre robar o no comer, entre la desnutrición
de mis hijos o la prostitución, entre vender un riñón o no sobrevivir, no hay
opciones, no hay elección, son estrategias de sobrevivencia.
El surgimiento de los excluidos como fenómeno social esta
mostrando este fracaso. Son millones de individuos que no tienen ni tendrán
acceso al trabajo ni al resto de los derechos, se hallan en la periferia de la
sociedad sin posibilidades de desarrollo y ya esta claro que no la tendrán, que
sus hijos tampoco.
Consumismo |
Hay una idea que juega un papel muy importante en este
esquema y es la del consumo. Acá no estamos hablando del consumo necesario para
vivir, vestirnos, tener casa y educación. Se dice “consumo” para no decir
consumismo, que es la palabra que más se ajusta. Es aquí dónde se ve con mayor
crudeza la ideología deshumanizante que es el capitalismo. Como el fin
justifica los medios, se puede apelar a cualquier dispositivo, hasta la más
grosera manipulación o el uso sofisticado de la psicología para generar en las
personas nuevas ganas que serán vivenciadas como necesidades, como algo
imperioso y casi imprescindible para seguir viviendo o al menos para ser feliz.
Fíjense que hablo de ganas y no de deseo o necesidad, porque desde el punto de
vista psicológico, y en el vivir diario esto lo sabemos, hay notables
diferencias.
Las ganas son superficiales, momentáneas, adquirir o no
aquello que despierta nuestras ganas no nos cambiará profundamente nuestra
vida. Ya cuando hablamos de deseo es algo más profundo porque compromete más
nuestra personalidad, nos moviliza más. Las necesidades son aquellas que nos
mantienen con vida o hacen un cambio profundo en nuestra calidad de vida. Las
ganas pueden quedar insatisfechas y ser al rato olvidadas sin mayor
contratiempo, los deseos tienen un arraigo muchísimo más importante, son mucho
más estables pudiendo perdurar por años, y su satisfacción o no produce cambios
importantes en la persona. Las necesidades no siempre pueden quedar
insatisfechas, por ejemplo el hambre, la sed, si no son satisfechas pueden
llevar a la muerte. La publicidad, la mercadotecnia, los medios toman estos
elementos y hacen ver a las ganas, a veces a los deseos, como necesidades, por
eso muchas personas son capaces de sacrificios importantísimos por acceder a
algo de lo que se les vende.
Entonces podemos decir que el consumismo se refiere a la
acumulación, compra o consumo de bienes y servicios no esenciales.
Para nuestra sociedad la adquisición de bienes se separó de
las necesidades o deseos para convertirse en señales, indicadores de estatus,
de capacidad económica, de poder. Es por esto que los ricos recurrieron al
consumo, despilfarro y ostentación como
manera de impresionar a los demás y de aumentar o demostrar su poderío. La
construcción de grandes mansiones, vestir con elegancia exclusiva, con joyas
muy caras, autos especiales comenzó a ser la norma.
Este modelo mediante la publicidad y los medios masivos de
difusión dirigido a toda la población fue
inducido las clases inferiores a la par que el ahorro fue desacreditado.
Una de las causas por las que el consumismo prende
socialmente es porque la publicidad apela a nuestro temor a la soledad, a
quedar excluidos del grupo, a quedar afuera y también al sentimiento de
inferioridad: se debe pertenecer, se debe llegar a ser alguien. El coche, la
ropa, los perfumes, las marcas, el diploma, la mujer o el hombre o los hijos
bonitos y simpáticos e inteligentes, son elementos que valen en cuanto me hacen
sobresalir, me distinguen, me dan entidad ante los demás. Como hacen al tener y
nunca al ser, al tiempo nos sentimos nuevamente vacíos y debemos recurrir a
otros.
La sociedad busca la masificación, todos vestir a la moda,
escuchar la música de temporada, el pasito de baile, los boliches de onda, la
película ganadora, la dieta, el programa que todos y todas miran, esta
masificación genera individuos con una severa incapacidad para conocerse a sí
mismos, para reconocerse diferentes, con necesidades y deseos propios y
entonces es muy probable que confundan lo externo con lo interno, lo que es
inducido con lo propio, llegando a creer que ser alguien, “tener personalidad”,
es ser como tal o cual modelo, tal personaje famoso, y un modo de acercarse a
ellos es consumir lo que nos proponen, o lo que pensamos que ellos consumen.
Este vivir hacia afuera puede implicar también asumir como
propias determinadas ideas que miradas un poco de cerca tienen el mismo valor
que el color de ropa que se usa esta temporada, usan las ideas del mismo modo,
como pueden ser las ecologistas, los derechos de los animales, los derechos
humanos.
El consumismo se ha convertido en el tapa agujeros de muchos
de nuestros vacíos, es común escuchar que para una depresión no hay nada mejor
que ir de shopping, gratificarse
comprando algo.
Preguntarnos qué nos pasa, pensar para qué queremos tal
cosa, a qué llamamos confort, todo esto queda suspendido ante la posibilidad de
un nuevo objeto, una nueva persona o sensación.
No es casual que la dependencia sea uno de los factores
distintivos de esta época, no solamente depender de personas sino de
sustancias, de drogas, del juego, del trabajo, de la computadora, de los
celulares, es época de anorexia y bulimia.
Cuando escucho en algún lado hablar de que hay que
incentivar el consumo, que hay que alentarlo, suenan mis alertas porque sé que
estamos en peligro, que la voracidad de las empresas, de los ricos y poderosos,
esta en marcha para crear nuevas ganas, nuevas fantasías para atarnos más a la
rueda del capitalismo.
No importa cómo, los créditos bancarios, las hipotecas, las
tarjetas de crédito, todo sirve para construir la fantasía y luego, caer en la
realidad de las deudas.
El ser humano desaparece, ya no se lo llama ser racional, o
espiritual, de persona pasó a ser
consumidor, una especie de pac man, de boca gigantesca que nunca debe
satisfacerse. Este mundo de objetos, de formas y colores y sensaciones para
todos y todas, de una tecnología asombrosa, engendra personas constantemente
insatisfechas, rutinarias y vacías en búsqueda constante del grial, de aquello
capaz de darles alegría y vida.
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