lunes, 18 de febrero de 2013

46 - ¿Para qué los ejércitos?



46
¿Para qué los ejércitos?



Guernica. Pablo Picasso

Hace poco tiempo en la agencia de noticias Argenpress salió publicado un artículo de Marcelo Colussi que por su título inmediatamente llamó mi atención: “La profesión militar: Un absurdo”

Les leo un párrafo:

Está claro: Un zapatero arregla zapatos, una enfermera cuida de los enfermos, una azafata atiende a los pasajeros en vuelo y un músico alegra el espíritu con la música. ¿Cuál es la función específica de un militar? Matar. Un militar se prepara para la guerra, para eliminar enemigos: su oficio, lisa y llanamente es matar gente, matar otros seres humanos. Más aún: se llega al absurdo patético que cuantos más seres humanos mata, mejor profesional es. Se le premia por eso, se le condecora, se le nombra "héroe de la patria". ¿Cómo se ha llegado a tamaña irracionalidad?
Todos los oficios aportan un beneficio social: producen bienes y/o servicios que facilitan la vida, la mejoran, elevan su calidad. ¿Qué aporta un militar? ¿Quién se beneficia con el matar? Seguramente alguien, por eso existe la profesión. Las mayorías populares, no.”

 Hasta aquí el texto

Pregunta interesante  para hacernos todos nosotros ¿Qué aporta un militar? ¿Quién se beneficia con el matar?. Desde niños se nos enseñó que debemos lo que somos a nuestros héroes patrios y sus ejércitos. Eso lo recuerdan hasta el cansancio todas las plazas y calles y cuanto cosas se nos ocurra dedicada al general tal, al coronel cual, hasta sargentos tienen sus calles. A la par también aparecen nombres de batallas.  Cuando se hace un reportaje o sale alguna nota los militares son presentados como el general tanto, el coronel, el teniente, como si esos fueran títulos obtenidos luego de arduos años de estudio en prestigiosas universidades, como si los acreditaran como expertos en temas que hacen al bien de la comunidad. Médicos, albañiles, maestros, panaderos, basureros no tienen calles ni plazas con sus nombres, como si lo que ellos hacen no fuera útil.  Mucho menos se levantan monumentos a valores como la solidaridad, como la fraternidad, la dignidad humana.

En otra parte Colussi dice:

“…constituyen una corporación profesional reputada, bien pagada, de la que ninguna sociedad pareciera querer prescindir. Más aún: el ámbito humano donde más se investiga, donde más se invierte, que produce las más fabulosas ganancias en términos empresariales y que tiene la mayor cuota de influencia política es, nada más y nada menos, el que tiene que ver con lo militar, con la guerra, con la muerte.”

Y concluye este párrafo con una pregunta en la que conviene detenernos:

“ ¿Somos patéticamente absurdos los seres humanos en tanto especie?”

El caos, lo irracional, es parte de la vida, eso es indudable. Estamos sometidos al azar, a lo que pueda suceder. Tratamos de olvidar esto, de ordenarnos y planificar nuestras vidas como si fuésemos inmortales, y aún hacemos planes para después de muertos en paraísos o infiernos, pero lo único cierto es que la muerte existe y vuelve precario absolutamente todo, todo y todos tenemos fecha de vencimiento. Muy distinto es cuando  esta irracionalidad ya no es la propia del vivir, sino otra que es cultivada, es pensada de manera muy racional y llevada a cabo metódicamente. Es la que desde los poderes se prepara y pone en práctica para obtener mayorías cumplidoras, trabajadores silenciosos, aduladores y obsecuentes.
La existencia de las armas, de los ejércitos, de las gendarmerías, de las policías, de los custodios, no es absurda, tiene un sentido que no hallaremos si los comparamos con el beneficio que nos aporta  la panadera, el cantante, los colectiveros, porque ese sentido no está en relación al servicio destinado al pueblo, a hacernos la vida más fácil, a darnos herramientas para nuestro desarrollo.
Es el poder, la riqueza y su  distribución, o mejor dicho, la concentración de esa riqueza en pocas manos,  el sentido de los ejércitos, de los soldados y gendarmes.
Ellos están porque para el capitalismo, para el poder económico y político, es necesario despojar a otros, ocupar tierras, vías de comunicación, campos petroleros, someter a países que puedan crecer y opacar los negocios, evitar las competencias.
Esto sin decir que los ejércitos son un negocio en sí mismos: sueldos, uniformes, armas, logística, etc demandan mucho dinero.
Esto todos los conocimos directamente en los últimos tiempos cuando los gobiernos dejaron las calles descubiertas y se nos vendió que para estar seguros era necesario contratar seguridad privada, y alarmas, y en los coches tener monitoreo.
La inseguridad también se convirtió en un negocio enormemente redituable. 



Guernica, día siguiente al bombardeo


Los ejércitos, las armas, las guerras, la mal llamada ausencia del estado, no son irracionales, en absoluto. El mayor ejemplo y el más claro a la distancia esta dado por la llamada “solución final” nazi, o sea el exterminio de millones de personas  que fue ideado de manera extremadamente racional, metódica y llevado a cabo con total prolijidad. Esto rompe el mito de la separación entre pasión y razón, sentimientos y pensamientos. Por eso no existen crímenes “pasionales”.
Algunos países tienen potencial nuclear suficiente para poner en riesgo al planeta mismo, sin embargo es difícil que lo utilicen por la destrucción que provocan. ¿por razones humanitarias?, no, en absoluto. Es sabido que es mucho más conveniente dejar heridos que muertos, los heridos causan mayores problemas, hay que socorrerlos, trasladarlos, llevarlos a hospitales, mantenerlos y si es posible curarlos, todo un desgaste económico y de recursos, que van minando la fortaleza del enemigo, y si los heridos son civiles muchísimo mejor porque además provocan desmoronamiento moral y enojo contra el gobierno enemigo. Además hay un detalle fundamental, no se debe dañar la riqueza del país al que se pretende someter, porque precisamente esa riqueza es la que interesa. La guerra contra Irak no tocó los campos ni refinerías petroleras.
Ahora, si se trata de objetivos militares sí es bueno destruirlos porque eso permite que luego se le puedan vender nuevamente armas y pertrechos.
Un ejemplo muy claro. Ya cuando la crisis europea era muy cruda, en el 2010, Alemania autorizó préstamos para rescatar a Grecia exigiéndole el máximo de ahorro, cuyas gravísimas consecuencias para el pueblo las estamos viendo, en este momento los griegos han vuelto a calefaccionar sus casas con madera por el alto costo del gas. Al mismo tiempo que imponía el brutal ajuste, junto con Francia le vendía armamento. Grecia tiene el mayor ejército de los países de la OTAN en proporción a sus habitantes y ha sido el quinto mayor comprador de armas en el mundo entre 2005 y 2009.

Colussi lo dice con total claridad: 

“El poder se mantiene y perpetúa por la fuerza, tanto por la amenaza de usarla, como por su uso concreto; y para eso están los encargados de ejercerla, los profesionales de la muerte. Pero hay que agregar inmediatamente: se benefician algunos, las elites, los grupos privilegiados. El común de la gente, no. La gran mayoría silenciosa, en todo caso, padece los efectos de esa profesión, cosa que no se podría decir de ningún otro gremio.”


Tropas de tormenta avanzando bajo un ataque de gas. Otto Dix





La patria, las fronteras, la libertad, la seguridad, la protección, son algunas de las palabras que encubren lo que con mirar un poco cualquiera puede descubrir fácilmente. Las armas están en manos del poder y para su propio beneficio y protección.



Hasta tal punto nuestro pensamiento está atravesado por las ideologías y los mandatos del poder que no nos damos cuenta, que incluso hay seres humanos que son capaces de ir mansamente, voluntariamente a la guerra aún sabiendo que es muy probable su propia muerte. Que aceptan hasta con orgullo el sometimiento, la alienación de renunciar al propio pensamiento y autodeterminación en cumplimiento de las órdenes que reciben, no importa cuales porque las “órdenes no se discuten, se acatan”. Esto lo tenemos muy presente, fue la excusa de muchos torturadores y asesinos que se escudaron en la llamada “obediencia debida”, porque para ellos las órdenes son órdenes y punto, la propia crítica y moral quedan inmediatamente abolidas, dejadas a un lado. Esto es lo que llaman “espíritu de cuerpo” o ser “orgánico”, todos para el mismo lado que el director designa, no importa por qué ni para qué.

“Es decir: una de las instituciones humanas más extendidas, desarrolladas y poderosas está asentada sobre la más absoluta irracionalidad. ¿Quién podría morir gozoso por "su bandera" si no fuera militar? ¿Quién podría sentirse orgulloso de ser una "máquina de matar" –como sucede con los comandos elites– si no se es militar? Sólo siendo del gremio castrense se puede llegar a esa posición. ¿Irracional diríamos?” Colussi dice.


Vietnam


Existe toda una cultura de la violencia incorporada en nuestro diario vivir, que nos constituye a todos y todas, a cada sexo según su propio estilo. Esta cultura no es cuestionada, al contrario, es sostenida mediante prácticas patriarcales, machistas, con la discriminación por las razones que fueren, cerrando fronteras a quienes tienen hambre, hablando del sistema financiero cuando debiéramos hablar de cómo hacer para que la comida, la educación, la salud, lleguen a todos los que habitamos esta tierra





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