miércoles, 21 de enero de 2015

144 - Ida y vuelta


144
Ida y vuelta


Estos últimos siglos son de transición. Hablando del último recorrido histórico y de manera un tanto arbitraria, podemos decir que partimos de aquella etapa donde solamente éramos un pequeño elemento de algo mucho mayor y que se consideraba fundamental que era la religión impuesta y hegemónica junto con el sistema de gobierno y que dio lugar a los estados totalitarios desde las monarquías hasta los “democráticos” ya fueren de derecha como de izquierda. Esto no se modificó ni siquiera en los llamados gobiernos comunistas.
Esta modalidad exigía el sometimiento de la persona a las directivas consideradas superiores y que reglaban toda la vida, aún la íntima. Tomemos como ejemplo la medicalización  de la sexualidad como forma de controlarla que llegó a considerar la masturbación como una práctica nociva para la salud, otro ejemplo fue la prohibición del disfrute por parte de la mujer. El trabajo se volvió un eje central tanto como manera de alejarse del “vicio” y del “pecado” como medio de adquirir valor personal al ser “socialmente útil y productivo”, en contraposición a ser un “parásito”. Las alegorías tanto del occidente capitalista como el comunismo exaltan al trabajador y a la producción.
(poner imágenes de producción, trabajo, )
En Argentina algunas monedas tenían símbolos de este tipo como ser espigas de trigo o cabezas de ganado vacuno.
 
Alegoría del progreso. Miguel Angel Trilles. 1922





El péndulo osciló y hoy estamos en otro punto, muchas veces un tanto engañoso porque aquel sometimiento de la persona al sistema aparece ahora muy disimulado, encubierto a tal punto que no nos damos cuenta que seguimos bajo  parámetros que nos resultan totalmente extraños y de los que no hemos participado pues nos han sido tan impuestos como antes lo fue la religión.








Hoy lo que aparece a primera vista y que tiende a ser el fiel desde el cual organizamos nuestros actos es el individuo al que entendemos como autosuficiente y no necesario de justificación. El propio interior  se ha convertido en la verdad. Acá debemos andar con cuidado porque es cierto que lo que siento o pienso para mí es una verdad, si me duele no dudo de eso, y aunque me digan que no es así, igual sigo sintiendo el dolor.  Esto se vuelve problemático cuando lo convierto en absoluto, cuando quiero que sea una regla para todos.

Las publicidades, los discursos están dirigidos al individuo al que se lo define como algo difuso. Ya cuando hasta no hace mucho se hablaba del  ciudadano también se refería a una entelequia, una generalización,  pero que al menos tenía ciertas características, el ciudadano  no era cualquier personas. Cuando pasamos a hablar de “la gente” no existe delimitación alguna, pueden serlo todos sin distinción y esto es parte de la trampa que no se dice, lo mismo sucede cuando se nos define como consumidores.  Al individualizar tanto se cae en la generalización que termina siendo nuevamente la base para la manipulación.

Esto se ve muy claramente cuando se coloca al individuo como centro autosuficiente. Si quiero tener tal vestido o tal consola de juegos con que lo desee alcanza. Desde todos los ámbitos se nos impulsa a eso, ahora somos “consumidores”,  a tal punto que existen los “derechos del consumidor” como si este fuera una entidad independiente.
El consumidor es la síntesis, se organiza a sí mismo en base a sus “ganas”. He conocido personas que se definen como “gánicas” o sea que ellos toman  algo tan superficial como la inclinación momentánea  para organizar sus conductas. Aquello que conocimos como la palabra dada, el compromiso, se estrellan contra las ganas. La responsabilidad esta en relación a sí mismo y nada más. Si dije que iría a tal cita y no tengo ganas de concurrir, con eso basta. Si la otra persona fue y se quedó esperando ya es su responsabilidad, no tengo nada que ver con eso. La alegría o el dolor del otro no tienen porque afectarme, si lo hacen es mi responsabilidad y tendré que ver qué me sucede.

La polaridad que nos hace objeto de algo mayor tanto como la individualista, están desequilibradas.


Fueron dos biólogos chilenos, Humberto Maturana y Francisco Varela  quienes explicaron que los seres vivos somos sistemas 'cerrados' y al mismo tiempo 'abiertos'. 
Un sistema cerrado es aquel que tiene capacidad de autoregulación, esto lo realiza cada ser vivo desde el complejo cuerpo de los animales superiores, pasando por los órganos y finalizando en la célula más pequeña. Cuando hace mucho calor perdemos humedad mediante la transpiración, por eso bebemos más agua para equilibrarla. A su vez la transpiración elimina calor para mantener constante nuestra temperatura corporal, logrando así la autoregulación. Si nos detenemos en este aspecto vemos que cada individuo realiza estas operaciones por sí mismo con total independencia de los otros individuos e incluso de su parte racional pues esto no esta organizado por la mente pensante sino que son procesos automáticos anclados en la parte corporal.

Al mismo tiempo los seres vivos somos sistemas ‘abiertos’ lo que significa que desde el comienzo de nuestra evolución como especie o como individuo, interactuamos e intercambiamos materia y energía con los otros sistemas que nos rodean. Esto es lo que nos permite relacionarnos y formar parte del ecosistema y por lo tanto es un procedimiento necesario para mantenernos vivos.
Esta necesidad de recibir y estar entregados al afuera es básica, general, forma parte de toda especie viva y es lo que nos forma. Volviendo al ejemplo anterior, cuando hace mucho calor debemos recibir del exterior agua para mantener nuestro equilibrio, si eso no sucediera, pondríamos en serio peligro nuestra vida, pudiendo llegar a la muerte. Lo mismo sucede con los alimentos, nosotros no podemos generar internamente lo que nos sostendrá, debemos necesariamente recibir el aporte del ecosistema.
Hay una constante interacción entre un supuesto afuera y un supuesto adentro. Digo “supuesto” porque la separación es ficticia, nuestra piel es el límite pero no es sólido sino poroso, nos comunica constantemente con el afuera y sus estímulos. Una forma de tortura es encerrar a una persona en una habitación sin luz y sin que le lleguen sonidos. Esta privación sensorial con el paso del tiempo lleva a la persona a tener alucinaciones, a tal punto necesitamos para nuestro equilibrio del medio.



De este modo tanto el cierre sobre sí mismo como la apertura al medio son imprescindibles para la existencia de un organismo vivo, en un constante equilibrio en el que uno favorece al otro. Este fue el camino de la evolución, no lo fue la supervivencia del más fuerte, sino del más apto, de aquel que pudo establecer un buen ritmo entre apertura y cierre, en su colaboración con el ecosistema del que forma parte. Por esto decimos que la regulación de la naturaleza no es jerárquica sino que son los efectos de colaboración, de intercambio, los que potencian al sistema.
Por todo esto existe el alerta hacia el cuidado del ecosistema, porque la destrucción del mismo también implicará la nuestra como especie.

Toda esta divagación es para ayudarnos a entender que tanto el totalitarismo que nos vuelca al exterior como el individualismo pecan por destructivos, porque solamente tienen en cuenta una de las posibilidades de la vida y excluyen la otra.
Esto también implica al pensamiento.  Ser solamente receptivos de las ideas de los demás, ser seguidores, militantes, fanáticos, creyentes, “orgánicos” es romper el equilibrio que en definitiva nos lleva a la discapacidad del pensamiento, a repetir como loros y aún  caer en esa especie de locura que es contradecirnos según sople el viento. Lo mismo sucede si nos quedamos únicamente con nuestras ideas, estas se vuelven famélicas, sin capacidad reproductiva y nos llevan también a la muerte del pensamiento.

Abrir y cerrar el sistema, tomar del medio, asimilar, descartar lo que no me conviene, incorporar lo que me alimenta, devolver al ecosistema lo producido, en una constante ida y vuelta, es parte del flujo de la vida, de la alternancia natural del respirar en el que se inspira, se incorpora y se expira, se libera.

Cuando nos toman y nos etiquetan como “consumidores” nos están volviendo unos monstruos obesos, dependientes, adictos.








Rechacemos toda masificación por altamente dañina tanto 
como la excesiva individuación. 



















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