domingo, 11 de enero de 2015

141 - Y todo sigue igual....

141
Y todo sigue igual…

Encontré una entrevista en la que el psicoanalista y pensador Slavoj Zizek *expone algo que me interesó inmediatamente, me dejó pensando y luego me deprimió porque muestra y confirma algo que en mi experiencia veo y me rebela: la quietud en la que todos estamos formados. Este deambular zombi en el que nos creemos vivos y dueños de nuestro destino cuando en realidad solamente decidimos muy poco de lo que, en definitiva, es intrascendente. Nos agotamos en pensar si sacamos créditos, en preocuparnos porque  nuestro hijo obtenga  buenas notas, en cambiar el coche o serle infiel a nuestra pareja. Y así transcurrimos hasta el momento final.

En este reportaje Zizek en un párrafo dice:
“Nuestra posición natural es la hipocresía: deseamos algo pero preferimos no tener lo que queremos. Un ejemplo político brutal: hoy está de moda decir que la gente quiere tener voz, participar en política. No. La mayoría, no. Esto es lo problemático cuando se dice: “Necesitamos una ciudadanía más activa”. Que la gente debe participar en las decisiones, en reuniones, en sus comunidades locales, etcétera. No es así, salvo en situaciones de emergencia, en estos hermosos momentos de revueltas y demás. Pero en el largo plazo, lo que la gente quiere es un orden público, organización estatal, que las cosas funcionen y me permitan hacer bien mi trabajo.”

¿es así como dice Zizek?
La realidad  pareciera confirmar sus palabras.
Desde hace muchos años participo en distintos espacios dedicados especialmente al tema de la prostitución-trata de personas desde una visión abolicionista y centrada en la igualdad de género. Aunque es un tema que inmediatamente convoca pues nos concierne a todos y todas, por lo que es difícil que no nos veamos comprometidos con alguna postura u opinión al respecto, pasado ese primer momento cada uno tiende a volver a lo suyo previo. El interés o preocupación quizá queden pero relegados a un fondo que puede esperar, mientras en el primer plano reaparecen los temas cotidianos.
Muchas personas se contentan con mandar una adhesión o poner su firma en un petito y con eso se dan por complacidas con su intervención del mismo modo que el creyente religioso diciendo una oración piensa que ya ha hecho suficiente y que el resto es responsabilidad de su dios.
Esto se parece mucho a quien ha visto un partido por televisión y luego dice: “ganamos” como si realmente hubiera corrido un centímetro en la cancha.



Lo cierto es que Zizek hizo una radiografía de por qué estamos en el mundo en la situación actual, y desde esa visión, con una muy opaca perspectiva de que las cosas cambien porque nosotros no cambiaremos.
Al actuar de ese modo, o quizá mejor dicho, al no actuar, dejamos el campo libre para que algunos pocos amantes del poder y buscadores de tesoros se apropien de los gobiernos y desde allí ejerzan sus directivas inconsultas con un total desprecio por quienes somos llamados “pueblo” o sus sinónimos ideológicos: “ciudadanos”, “gente”.
De este modo se crea la división entre la autollamada “clase política” o sea los iluminados que saben cómo solucionar los problemas de todos y se dedican supuestamente a eso, y el resto, estos todos que ya no tenemos voz porque tuvimos votos y somos “representados”.

Quizá esto también nos explique por qué millones de personas de religión judía caminaron tranquilamente cargando sus valijas hacia los trenes que los llevarían a los campos de concentración, y porque, una vez en ellos, no se rebelaron. Seguramente habrían muerto miles antes las balas nazis, pero seguramente eso hubiera podido cambiar la historia, sino en todo, sí en lo que a ellos concierne.

Los humanos somos organismos vivos y por lo tanto cambiantes, por eso no tomemos esto como una predicción sino como una lectura lejana y limitada de nuestra realidad actual, algo que nosotros mismos podemos modificar.

Desde niños se nos prepara para delegar responsabilidades, para que las decisiones las tomen otros, para pensar que nosotros no podemos salvo lo rutinario y anecdótico. Es parte de la educación que desde el nacimiento se nos ha impartido: madres que determinan qué les gusta o no a sus hijos, si debemos ser simpatizantes de un club de fútbol o si nos debe gustar jugar a ese deporte y de ahí en adelante todo el andamiaje cultural preparado para “orientar”, que en definitiva es dirigir, nuestras elecciones hasta llegar a que las campanadas, los timbres, los despertadores y cronómetros ordenen nuestras vidas.



No es fácil dejar todo esto de lado, pero no es imposible, al contrario, comenzar a hacerlo es liberador y para eso tenemos una parte nuestra fundamental que siempre jugará de nuestro lado, esa parte es el sentir, es aquello de que: sólo la emoción me mantiene vivo.
Los sentimientos y también las preguntas: ¿para qué? ¿quién ordena eso? ¿por qué tengo que hacerlo? ¿quiero hacerlo? ¿está de acuerdo con mi sentir y pensar? ¿creo que es así? ¿lo hago por cómodo? ¿por obediencia debida? ¿por orgánico?

Este mundo, este sistema social, los dioses que adoramos, son nuestra responsabilidad, no surgieron de un huevo mágico ni se mantienen por obra de la providencia divina, sino porque delegamos en esa especie de papás y mamás que mienten saberlo casi todo, que saben las soluciones a los “problemas de la gente” porque ellos “andan, caminan la calle y el país” o porque tienen línea directa y personal con dios.

Que ellos ocupen esos lugares de fantasía también es responsabilidad nuestra, están ahí porque los dejamos y hasta se lo pedimos. Cambiando esto, seremos capaces de cambiar la historia.


Este artículo también me llevó a otra pregunta: ¿queremos realmente un cambio social? ¿pretendemos una sociedad igualitaria?  Quizá sea como dicen acerca de los indignados europeos, o de los distintos grupos que se movilizan por alguna causa, que lo que buscan es acceder a la riqueza que no les llega, que no pretenden modificar la situación sino poder consumir más, ascender en la pirámide o no ser descendidos de su nivel. Volvemos a lo que dice Zizek:
lo que la gente quiere es un orden público, organización estatal, que las cosas funcionen y me permitan hacer bien mi trabajo.”
O sea que no pretenden el cambio, al contrario, exigen el mantenimiento del orden ya dado pero con mayores beneficios para ellos.
Las revueltas no buscan poner en cuestión el sistema a partir de la toma de conciencia de la injusticia social y de lo arbitrario de los procedimientos gubernamentales, a partir de saber que existen otras posibilidades más humanas. No, lo que quieren es alcanzar su ideal burgués, convertirse ellos mismos en los de arriba. Vana ilusión, a lo sumo recibirán algunas monedas más, quizá obtendrán que asfalten su calle o pongan alumbrado público, no mucho más que eso porque el sistema no está creado para cuidar a las personas y permitirles el mayor desarrollo personal posible. Querer que “las cosas funcionen y me permitan hacer mi trabajo” es no entender que sí están funcionando pero que el beneficio es para otros. Es tener una visión demasiado corta e ilusoria.  

“Y me permitan hacer mi  trabajo” es pedir ser atado a la rueda con cadenas más largas, que me den un bono, unas monedas por ese tiempo que jamás recuperaré y por vivir una vida que no tiene otro sentido que el trabajar, y en el tiempo restante, comer, tomar y tener sexo.

Seguramente es por eso que siempre se vota a quien los terminará traicionando, que la boleta electoral es como la carta a los reyes magos, simple juego de fantasía.

Estas columnas no tendrían sentido si no creyera que todo se puede cambiar, que como dijo Shakespeare, que estamos hechos del mismo material que los sueños. Solamente es necesario reorientarlos, conducirlos hacia un mañana más luminoso, a la utopía posible.





*http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Slavoj-Zizek-humor-filosofo-lacaniano_0_900509954.html

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