jueves, 26 de febrero de 2015

151 - Abusan de un niño

151
Abusan de un niño

Gran parte de nuestra vida transcurre entre ilusiones, pero no somos totalmente responsables de estas. No es siempre nuestro modo de ver superficial el que nos impide ir más allá.  Existe todo un aparato montado desde hace mucho tiempo para que esto suceda, para que las fantasías aparezcan como realidades que debemos incorporar y sostener aún contra toda evidencia.
De más está decir que este aparato parte de determinada ideología. Al acercarnos con atención podemos ir captando las ideas que lo conforman y que cuando nos las implantan siendo niños o luego, ya mayores, cuando las vamos tomando sin el tamiz de la conciencia, hacen de anteojeras que permiten ver algo y obturan el resto.
 
Marilyn Monroe

El 5 de agosto de 1962, la actriz estadounidense Marilyn Monroe fue hallada muerta aparentemente por suicidio.
Tal fue el impacto que su obra produjo que aún hoy, pasado más de cuarenta años de su fallecimiento, se la sigue recordando como un ícono,  sobre todo erótico. Sus películas  siguen siendo vistas y sus fotografías son actuales y trasuntan algo de aquella belleza sugerente. Fue admirada tanto por hombres como por mujeres, tal era el carisma que tenía y ese fue también el enorme poder que, unido a la máquina publicitaria de las empresas cinematográficas, tejieron la gran ilusión de la joven norteamericana, rubia, hermosa y sumamente exitosa, esa que tenía el mundo rendido a sus pies.  Pocos se han detenido a observar de cerca esa vida y han visto en su muerte una consecuencia de lo anterior, de aquello que la visión glamorosa del éxito tapaba con mucho cuidado. Seguramente hubo implicaciones políticas en ese país donde los hechos sexuales son para la opinión de todos de una gravedad aparentemente superior a la de arrojar una bomba atómica o comenzar una nueva guerra. Recordemos que el expresidente Bill Clinton debió públicamente pedir perdón por su escapada sexual pero no recuerdo una acción similar por la guerra de Vietnam o Irak. No es acerca de estas conexiones políticas que hoy quiero hablar sino de lo que aún menos se conoce de la vida de Marilyn Monroe: su infancia.

Fue hija de de Gladys Baker, no conoció a su padre y su madre nunca le dijo quién había sido. Su madre era muy pobre y gran parte de su vida transcurrió entrando y saliendo de distintos episodios de enfermedad mental que la llevaban a ser internada. Por este motivo a Marilyn su madre la dejó en manos de un matrimonio amigo hasta que cumplió siete años; entonces se la llevó a vivir con ella, a los 9 años fue llevada a un orfanato, luego a casa de sus abuelos y pasó por varias familias sustitutas a las que el estado subvencionaba con veinte dólares mensuales por el mantenimiento de la niña.  En una de estas casas se supone que fue violada a los 8 años.

Su interior se fue construyendo  con lo que podía obtener de positivo del medio pero también con las heridas dejadas por el abuso, la inseguridad e inestabilidad y la falta de continencia amorosa.

Marilyn fue hallada muerta en su cama aferrada a su teléfono ¿a quién habrá querido llamar? ¿a quién dirigió su pensamiento? Evidentemente fue su última imposibilidad, su último intento de ser escuchada,  de quebrar su soledad. Esa persona nunca llegó a escucharla, a salvarla.

La sonrisa seductora  montaba el perfecto personaje, la gran máscara que pretendía dejar escondido el dolor en el final se rompió.
La historia de Marilyn nos sirve por el nombre de ella, por su trascendencia,  para que pueda ser tomada como signo que nos invita a mirar la vida de otros niños.



Ella es conocida y por eso su historia puede llamar la atención, no sucede lo mismo con millones de otros niños, desconocidos, que padecen en soledad y silencio y de los que nunca se conocerá su historia, porque, los adultos, preferimos no escucharlas, queremos seguir pensando  que la niñez siempre es feliz y que la familia es protectora.  No queremos entender que la pequeñez los convierte en víctimas ideales, indefensas ante la violencia de los mayores. Y cuando hablo de adultos también incluyo a todos los gobiernos que no los toman en cuenta, y que son responsables de su sufrimiento y muerte.  Argentina produce alimentos para 400 millones de personas, también produce 55 mil niños desnutridos agudos y 700 mil crónicos.
Esto revela el abandono, los números  dicen de la indiferencia que en el fondo es odio que condena.

Su indefensión es un atractivo para los depredadores, para  los violentos que usan su sexualidad como un arma para dañar. El abuso sexual hacia los niños es mucho más común de lo que se cree pues la mayoría de los casos quedan en secreto, los niños abrumados por la culpa y la vergüenza los esconden y cuando llegan a decirlos, son los adultos los que prefieren ocultarlos volviéndose de ese modo cómplices de los abusadores.

Las huellas que deja en el cuerpo-mente son imborrables. Puede ser que por tan pequeña la víctima no tenga recuerdos claros, pero su cuerpo sí tiene el registro.  El abuso es un incendio que arrasa con la interioridad.

Difícilmente podamos medir lo que acontece en el interior del pequeño. Su cuerpo-mente están desarrollándose, están listos para el juego, para la aventura de creerse piratas o aviadoras, para trepar árboles y comer a escondidas  galletitas, no para ser tocados en su privacidad, para recibir penes y cargar con ese terrible secreto que el mayor le impone.
El abuso interrumpe el flujo de su vivir, los deposita en un lugar imposible, de lo incomprendido y sórdido, de lo que no puede ser asimilado. De ahí en adelante el dolor y la rabia serán sus compañeros.

Más tarde, abrir su cuerpo al amor, a los sentimientos, al placer, los hace sentir nuevamente ante un riesgo grave, los  retrotrae a situaciones de vulnerabilidad  y desprotección y por eso es probable que escapen a sentir.

El niño silencia lo que le están haciendo, por temor y también por desprotección. Si no puede contar a sus familiares lo que le está sucediendo es porque no se ha creado un vínculo confiable. Dar cariño no es suficiente también son necesarias las palabras y la orientación para el mundo en que vive y crece. El niño percibe las zonas grises de sus padres, las zonas conflictivas, aquellas que ellos mismos rehúyen y por eso mismo los temas que rondan esos lugares son callados.  Si los adultos no han hablado tranquilamente de la sexualidad, del derecho sobre el propio cuerpo, del respeto y cuidado que se le deben, del placer como forma de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, si eso forma parte de su zona gris, el niño no dirá lo que le sucede. Por eso es fundamental la educación sexual integral, en todos los ámbitos, aún cuando en la familia se de, también es necesaria en la escuela porque eso abre otras vías de comunicación que en definitiva protegen al niño y lo sacan del encierro en que el perpetrador quiere dejarlo.

La fragilidad, el descuido se pone en evidencia cuando el niño, la niña,  puede denunciar, cuando recurre por ejemplo a  su madre. Entonces, en muchos casos, el horror nuevamente irrumpe cuando ella no le cree, cuando dice que miente, que fabula y lo abandona a su suerte y dolor. Ya no queda posibilidad, no existen refugios, descubre así el desamparo en que lo deja quien debiera ser su garante de vida.



El niño, la niña, muchas veces no llegan a darse cuenta de la real situación en que se hallan, su mente los defiende de una realidad que les sería aún más insoportable porque necesariamente dependen de los adultos con quienes viven. Necesita para sobrevivir imaginar que son amados, que los mayores los protegen. Esto no les evita sentir el vacío, la soledad producida por el desamor. Al crecer el hueco y este intenso frío en su interior no es llenado y sigue doliendo por lo que las drogas y el alcohol aparecen para entumecer, para aplacar los sentimientos.  La rabia hace que también ellos se vuelvan violentos, y en algunos casos, buscarán hacer lo que han recibido, ellos mismos se volverán abusadores. En otros casos aparecerán síntomas muy importantes que solamente remitirán con un prolongado tratamiento psicológico orientado a esta situación traumática vivida.
Aunque las heridas puedan ir cicatrizando las marcas siempre quedarán y cuando algo las toque nuevamente podrá aparecer el dolor, los recuerdos, los sentimientos de desprotección y rabia. Son registros en la mente-cuerpo de por vida.

La mejor vacuna contra el abuso sexual es respetarnos a nosotros mismos en nuestra corporalidad,  esto es tratarnos con cuidado y ternura porque somos seres sensibles y no cosas. Saber poner límites aún a nuestros hijos desde pequeños, enseñar que su acercamiento debe implicar ese cuidado y respeto y al mismo tiempo nosotros debemos acceder a ellos de igual manera. Al mismo tiempo las palabras irán  dando sentido, explicando, indicando. En todo esto aprender y enseñar a decir que no, un NO con mayúsculas y no negociable cuando se trata de algo que molesta, que duele o que no entiendo.
Para que el niño se atreva a hablar a los adultos no alcanza con decirle que puede hacerlo, es necesario en el trato diario abrirse a sus comentarios y también ir respondiendo a todas sus preguntas y aclarando sus dudas y sobre todo no asustarse ante lo que el niño vaya exponiendo y mucho menos reprimirlo por pensar o sentir algo determinado. Si no estoy preparado en ese momento para responder a sus inquietudes es mejor guardar silencio, decirle que más tarde le contestaré, y en ese tiempo madurar la forma y el contenido del comentario y luego sí decírselo. Aunque nos parezca que el niño ya olvidó el tema debemos responderle porque es nuestro deber de adultos y porque el niño no olvida.








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