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Soledades
Extrañas formas
tiene el amor...
Extrañas formas
tiene el amor.
Las galas del
deseo se nutren
de harapos de
desdicha y de frío.
Por debajo del
gozo respiran
los días del
hastío futuro.
Toda humedad
acaba en desierto,
todo cuerpo en
ceniza -me dices
cuando aún
aletea el placer
por mi piel
como un tímido insecto.
Todo acaba
-repites.
Te miro
como se mira a
un dios cruel y exacto.
De repente me
siento muy sola.
Josefa Parra
Soledades
Ellos
tienen razón
esa
felicidad
al menos
con mayúscula
no existe
ah pero
si existiera con minúscula
sería
semejante a nuestra breve
presoledad
después
de la alegría viene la soledad
después
de la plenitud viene la soledad
después
del amor viene la soledad
ya sé
que es una pobre deformación
pero lo
cierto es que en ese durable minuto
uno se
siente
solo en el mundo
sin
asideros
sin
pretextos
sin
abrazos
sin
rencores
sin las
cosas que unen o separan
y en esa
sola manera de estar solo
ni
siquiera uno se apiada de uno mismo
los
datos objetivos son como sigue
hay diez
centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una
frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo
que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos
claro
que la soledad no viene sola
si se
mira por sobre el hombro mustio
de
nuestras soledades
se verá
un largo y compacto imposible
un
sencillo respeto por terceros o cuartos
ese
percance de ser buena gente
después
de la alegría
después
de la plenitud
después
del amor
viene la soledad
conforme
pero
qué
vendrá después
de la
soledad
a veces
no me siento
tan solo
si
imagino
mejor
dicho si sé
que más
allá de mi soledad
y de la
tuya
otra vez
estás vos
aunque
sea preguntándote a solas
qué
vendrá después
de la soledad.
Mario Benedetti
HIJAS DEL VIENTO
Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencia,
a llanto.
Pero tú alimentas al
miedo
y a la soledad
como a dos
animales pequeños
perdidos en el
desierto.
Han venido
a incendiar la
edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente
loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay
nadie.
Tú lloras debajo de
tu llanto,
tú abres el cofre de
tus deseos
y eres más rica que la
noche.
Pero hace tanta
soledad
que las palabras
se suicidan.
Alejandra
Pizarnik
Es
por qué tus ojos ya no dicen nada
Que el silencio se
ha vuelto
Una hoja de otoño.
Es por qué tus
manos
Están alejadas
Allá en la frontera
De la que llega la
tristeza
Que miro el tiempo
sin disimulo
Vacío eléctrico,
Pegado a mi silla
Marrón como la mesa
Alberto B Ilieff
Ir y quedarse, y con quedar partirse,
partir sin alma y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo, y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir pues resta sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.
Una larga noche,
en una habitación donde cerca.
Es el fresco,
y la suave luz encandilando
un dejo de tedio solitario.
Es eso,
eso
y aquello que no es,
todo eso.
Es nada.
Nada
como afable nostalgia,
mucho más que algo
cuando nada.
Aquella tosca
obligación de existir
haciéndome cuerpo.
Casi inerte,
como un cuerpo.
Infatigable vaivén
de un día que pasó.
Uno más
en una amarga cuenta.
Son los viejos libros
y su polvo,
y la vieja cuestión sobre quién soy,
la cama rota,
los muebles tan inertes,
más que inertes.
Y aquí mí,
aquí mí,
aquí mí sin palabras.
Húmedo,
Fresco,
tan visceralmente fresco.
Al
diablo entonces.
Pablo De Cruz
Hoy te hablo de las soledades, de
este magnífico edificio
tan débil y transparente que se diría espejismo. Te
hablo desde las salientes de la vida, desde esas cornisas que miran al vacío que no es otra
cosa que la monstruosa inmensidad de la soledad.
Te traigo estas voces, estos
poemas de extraños personajes que no cantan himnos o loas a los
estandartes, que no se subyugan con la belleza apócrifa del
progreso y el crecimiento, que no despliegan sus manos buscando los pechos
opacos de la mansedumbre.
Te recito estas palabras porque no
hablan de amores, ganados ni perdido,
porque saben que cada búsqueda, cada anhelo, que el deseo mismo, son formas de
huir, de no ver, de tapar a cualquier precio, aún el de la
muerte. Es la negativa a aceptar la última
irreductible definitiva soledad.
Alguien dijo que somos
extranjeros, vagabundos errantes en esta planicie que es el universo, otros nos
llamaron peregrinos, metáforas de la soledad, de ella que es también pobreza radical, no simple desnudez, sino
tanta que ni siquiera tenemos lugar dónde reposar nuestra cabeza.
A veces huimos calle abajo
creyendo que nos trazamos un destino, otras veces nos seducimos con el embeleso
de cualquier droga o sueño o promesa, eso no cambia nuestra errancia, no
detiene nuestros pasos, solamente nos oculta del sol oscuro que no da sombra
porque no hay nadie que lo detenga.
No te hablo del amor que no llega,
ni siquiera del que hemos perdido, tampoco de los momentos en que miramos
alrededor buscando compañía y no hallamos a alguien. Este tipo de falta nos
produce dolor, quizá desesperación, pero no es soledad, porque aún en esos
momentos hay otro esperado, que no
llega, que no vuelve. Te hablo de aquel
punto en que no hay nada que esperar ni llorar ni añorar ni desear.
En esos momentos no hay dolor, solamente
soledad.
Te hablo de ese punto en que los
creadores se instalan, que puede ser lento o vertiginoso, dulce o apasionado,
pero necesario para que la obra surja.
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