martes, 18 de agosto de 2015

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Multitudes


Recuerdos de familia o  el ángel carcelero – fragmento – Jacques Prévert

“El cura era un hombre con faldas, mirada muy blanca y largas manos tersas y pálidas: cuando se movían, hacían pensar en pescados que agonizaran sobre la piedra de un fregadero. Nos leía siempre la misma historia, la triste y vulgar historia de un hombre de otros tiempos que llevaba un chivo en el mentón y un cordero sobre los hombros, y que murió clavado sobre dos maderos de salvación, después de haber llorado mucho por sí mismo, en un huerto, de noche. Era un hijo de familia, que hablaba siempre de su padre (mi padre por aquí, mi padre por allá, el Reino de mi padre), y que contaba historias a los desdichados, los cuales lo escuchaban con admiración, pues hablaba bien y era instruido.

Desbociaba a los bociosos y, cuando las tormentas tocaban a su fin, extendía el brazo y la tempestad se apaciguaba.
Curaba a los hidrópicos, les caminaba sobre el vientre diciendo que caminaba sobre el agua y al agua que les salía del vientre la transformaba en vino; y para quienes quisieran beberla, decía que era su sangre.

Jacques Prévert

Sentado al pie de un árbol, parabolaba: “Bienaventurados los pobres de
 espíritu, los que no tratan de
comprender, porque ellos trabajarán duramente, recibirán patadas en el culo y harán horas suplementarias que después les serán liquidadas en el reino de mi padre”.


Mientras tanto, les multiplicaba los panes, y los desdichados que pasaban delante de las carnicerías, al frotar la miga con la corteza, olvidaban poco a poco el gusto de la carne, el nombre de los mariscos y no se atrevían ya a hacer el amor.


El día de la pesca milagrosa, una epidemia de urticaria se abatió sobre la región; de aquellos que se rascaron con violencia dijo que estaban poseídos por el demonio, pero sanó en el acto a un desgraciado centurión que se había tragado una espina y eso causó sensación.
Dejaba que los niños fueran a él; de regreso al hogar, esas criaturas se sometían a la mano paterna que les azotaba duramente la nalga izquierda y después la derecha, y mientras tanto contaban lastimeramente con los dedos el tiempo que los separaba del reino en cuestión.

Nuestro hombre arrojaba del Templo a los mercaderes de cordones para zapatos: nada de escándalos, decía, sobre todo nada de escándalos; los que hieran con la espada morirán por la espada… los verdugos profesionales morían de vejez en su lecho, pues nadie tocaba un centavo, todo el mundo recibía bofetadas, pero él prohibía devolvérselas al César.

Aquello ya no marchaba, cuando hete aquí que un día, traciona a Judas, uno de sus ayudantes. Extraña historia: alegó saber que Judas lo señalaría con el dedo a gente que él mismo conocía muy bien desde hacía mucho tiempo, y, sabedor de que Judas debía traicionarlo, no se lo previno.

En resumen: el pueblo se pone a gritar Barrabás, Barrabás, mueran los gendarmes, abajo los curas; y, crucificado entre dos rufianes, uno de ellos delator, exhala el último suspiro; las mujeres se revuelcan por el suelo, con ayes de dolor, un gallo canta y el trueno hace el ruido de siempre.

Confortablemente instalado sobre su nube de almirante, Dios padre, de la firma Dios padre hijo Espíritu Santo & Cía, lanza un inmenso suspiro de satisfacción; inmediatamente dos o tres pequeñas nubes subalternas estallan con obsequiosidad y Dios padre exclama: “Loado sea yo, bendita mi santa razón social, bienamado mi hijo en la cruz, mi negocio ya está en marcha!”.”


Jacques Prévert

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Comparto con Uds. un artículo que fue publicado en marzo del 2.012, transcurrieron un par de años, los suficientes para ver que la situación sigue igual, lo que puede considerarse que ha empeorado.
Se llama multitudes y aquí se los dejo


Multitudes *

Cada año la población mundial urbana agrega 60 millones de personas. La gente se hacina y las ciudades estallan especialmente en Asia y Africa. Dejan el campo para apilarse y compartir el hambre. De a pellizcos, como pan.

El 60% de los 60 millones que engordan todos los años la panza de las ciudades, son niños.

Cerca de un tercio de la población urbana del mundo vive en tugurios. En Africa son dos tercios. Unos 1.400 millones vivirán entre chapas, cartones, lonas y puentes en 2020.

En el tercer trimestre de 2011 Coca Cola celebró una ganancia neta de 2.220 millones de dólares. Sus ingresos subieron un 45%: 12.250 millones de dólares en ese trimestre. Todo -casi todo- va mejor.

Casi 8 millones de niños murieron en 2010 antes de cumplir 5 años. Los arrebataron de los ocasos y las alboradas la neumonía, la diarrea y las complicaciones durante el parto.

En 2011, el mexicano Carlos Slim se consagró en el pináculo de la riqueza del mundo. Acumuló 74 mil millones de dólares. Bill Gates es el segundo. El ideólogo de las ventanitas aún no sabe qué hacer con 56 mil millones.
 
Old man in Sorrow. Van Gogh


Todos los años el aire contaminado en el interior de las viviendas mata a dos millones de niños menores de cinco años. La vida urbana también envenena a los niños cuando salen a la calle.

La Fiat brindó en 2011 por un balance dorado: 1700 millones de euros de ganancia en el año.

El agua insalubre, el saneamiento deficiente y las condiciones de vida inhumanas le roban al mundo 1.200.000 niños que mueren de diarrea.

Dos bancos son las empresas más poderosas del planeta. El norteamericano JP Morgan Chase. Y el inglés HSBC Holdings.

Un grupo de niños negros sacude las hilachas de una pelota en un suburbio de Ruanda. Dos pibes escriben basta en un paredón de Florencio Varela.

La vida sigue insistiendo en los sumideros del mundo. Amanece en los desagües y en los albañales del planeta. La vida es terca y no la pueden.

Las mayorías despertarán un día. Y saldrán en multitud de escalofrío a recuperar la historia.


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Intento de descripción de una cena de máscaras en París, Francia fragmentos -   Jacques Prévert



“El sol brilla para todo el mundo, no brilla en las prisiones, no brilla para los que trabajan en las minas, los que descaman el pescado.
Los que comen carne podrida.
Los que fabrican horquillas para el pelo.
Los que soplan las botellas que otros beberán.
Los que pasan las vacaciones en las fábricas.
Los que ordeñan las vacas y no beben la leche.
Los que no son anestesiados en el consultorio del dentista.
Los que fabrican en los sótanos las lapiceras con las que otros escribirán al aire libre que todo marcha a las mil maravillas.
Los que tienen demasiado que decir para poder decirlo.
Los que tienen trabajo.
Los que no lo tienen.
Los que lo buscan.
Los que no lo buscan.
Los que dan de beber a los caballos.
Los que tienen casi semanalmente su pan de cada día.
Los que en invierno se cobijan en las iglesias.
Los que el sacristán manda a cobijarse a la calle.
Los que se estancan.
Los que querrían comer para vivir.
Los que son comprometidos, los que son despedidos, los que son ascendidos, los que son disminuidos, los que son manoseados, los que son investigados, los que son apaleados.
Los que son prontuariados.
Los que se eligen al azar y son fusilados.
Los que no saben comportarse en ningún lugar del mundo.
Los que jamás vieron el mar.
Los que huelen a lino porque trabajan el lino.
Los que no tienen agua corriente.
Los que envejecen más rápidamente que los otros.
Los que se mueren de aburrimiento los domingos por la tarde.
Porque ven llegar el lunes,
Y el martes y el miércoles y el jueves y el viernes,
Y el sábado.
Y la tarde del domingo.











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